Una mente en las trincheras
Disfrutar de un entorno ideal no tiene por qu¨¦ ser m¨¢s estimulante para el pensamiento creativo que carecer por completo de ¨¦l
Hay una tendencia acad¨¦mica a atribuir el pensamiento profundo a las condiciones del entorno. Una revisi¨®n de 33 investigaciones recientes sobre la capacidad de las personas para el razonamiento creativo y para sus aplicaciones al trabajo indica que la estimulaci¨®n visual y el espacio social son especialmente relevantes para espolear el pensamiento rompedor. Una variedad de autores ha examinado los efectos de la luz, el mobiliario, las ventanas, la privacidad, la calidad del aire y el volumen del ruido, los olores y los colores, los espacios abiertos y hasta el equilibrio de los paisajes. Todo el mundo quiere saber c¨®mo convertirse en un buen pensador, y si tiene pasta se comprar¨¢ todos los muebles y las l¨¢mparas que hagan falta para ello. ?Les funcionar¨¢ esto? Es improbable.
Tomen el caso de Mohamed Solaimane, un periodista de Gaza que de d¨ªa se dedicaba a testimoniar la masacre de su pa¨ªs y de noche, a la luz de las velas, trabajaba en su tesis doctoral. Ha escrito las 500 p¨¢ginas de su investigaci¨®n en una tienda de campa?a para desplazados en Al Mawasi, una ciudad beduina en la costa suroeste de Gaza con 14 kil¨®metros de largo y uno de ancho. Defendi¨® la tesis telem¨¢ticamente en octubre vestido con sus mejores galas: la americana que hab¨ªa rescatado de los escombros de su casa bombardeada en Jan Yunis, no muy lejos de Al Mawasi. El tribunal de tesis se repart¨ªa por El Cairo, Sud¨¢n y Ramala.
¡°Hacer un doctorado es dif¨ªcil y estresante en las mejores circunstancias¡±, escribe Solaimane en este peri¨®dico. ¡°En Gaza se convirti¨® en una haza?a casi imposible¡±. Las tesis se investigan bajo la supervisi¨®n de un tutor, y el de Solaimane estaba en El Cairo. Cada vez que ten¨ªa que hablar con ¨¦l ten¨ªa que andar varios kil¨®metros hasta alg¨²n sitio con una conectividad decente, como cada vez que quer¨ªa acceder a los materiales de investigaci¨®n esenciales. Para cargar el ordenador ten¨ªa que hacer cola. Los drones silbaban sobre su cabeza, sus hijos se pon¨ªan hist¨¦ricos, la comida escaseaba, los ataques a¨¦reos eran la banda sonora. ?Puede alguien defender eso como el entorno m¨¢s estimulante para hacer una tesis doctoral? Seguramente no. Pero el caso es que el tipo la hizo.
Leyendo la historia de Solaimane no he podido sacarme de la cabeza la imagen de Karl Schwarzschild, un astr¨®nomo alem¨¢n que muri¨® en la Primera Guerra Mundial. Siendo el director del Observatorio de Postdam, Schwarzschild se present¨® voluntario para alistarse en el ej¨¦rcito alem¨¢n, por alguna raz¨®n, y le destinaron al frente ruso para las cosas de los militares, como calcular la trayectoria de los proyectiles de artiller¨ªa. Un buen c¨¢lculo siempre ayuda a destruir m¨¢s personas y cosas. Pero era 1916, y Einstein acababa de publicar su teor¨ªa de la relatividad general: la materia le dice al espacio c¨®mo curvarse, y el espacio le dice a la materia c¨®mo moverse.
Con las bombas silbando sobre su cabeza, al estilo de Solaimane, Schwarzschild sac¨® tiempo para estudiar a fondo las ecuaciones de Einstein y, de repente, dedujo de ellas los agujeros negros: una masa tan grande concentrada en un lugar tan peque?o que provoca tal curvatura del espacio que nada, ni siquiera la luz, puede escapar de ¨¦l. Los agujeros negros y sus conceptos asociados, como el de horizonte de sucesos, son hoy parte de la cultura popular, pero por entonces no convencieron ni a los f¨ªsicos m¨¢s avanzados de la ¨¦poca. Ni siquiera al propio Einstein, que hab¨ªa escrito las ecuaciones que los generaron.
Ni Solaimane ni Schwarzschild ¡ªtampoco Einstein en la oficina de patentes¡ª gozaron de un entorno ideal para el pensamiento creativo. Quiz¨¢ los acad¨¦micos deber¨ªan replantearse sus ideas sobre las causas de la creatividad. Cuando acaben de amueblar su casa, desde luego.
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