Los ?ngeles, en llamas
Los aterradores incendios simult¨¢neos en la ciudad californiana deben servir para sacar importantes lecciones de futuro
Las im¨¢genes de horror de la ciudad de Los ?ngeles en las ¨²ltimas 72 horas permanecer¨¢n en la memoria durante d¨¦cadas y servir¨¢n de caso de estudio sobre varias de las crisis de nuestra ¨¦poca, como la crisis clim¨¢tica, la urbanizaci¨®n sin l¨ªmites o la politizaci¨®n de los desastres. Hasta cinco incendios activos avanzaban el jueves sin control, no en los alrededores de Los ?ngeles, como sucede casi todos los a?os, sino dentro de la conurbaci¨®n de 12 millones de habitantes. La t¨ªpica construcci¨®n californiana con estructura de madera y la vegetaci¨®n de chaparral que se extiende por toda la regi¨®n sirven de combustible para unas llamas que, impulsadas por vientos de m¨¢s de 100 kil¨®metros por hora y una sequedad extrema, est¨¢n arrasando calles enteras, a la vez que hacen volar ascuas ardientes por toda la ciudad y generan nuevos focos. Las casas y los ¨¢rboles arden uno detr¨¢s de otro como cerillas ante la impotencia de los bomberos, sin recursos para todos los frentes. Al menos cinco personas han muerto y unas 11.000 hect¨¢reas urbanas han ardido. Varios de los barrios con el nivel de vida m¨¢s alto del mundo han, literalmente, desaparecido. Los costes materiales del desastre son inimaginables hasta que no se disipe el humo.
Nada es nuevo, y a la vez todo es nuevo. El sur de California sol¨ªa tener una temporada de incendios asumida entre agosto y octubre, que ha provocado no pocos desastres. Pero ahora las condiciones de sequedad y viento duran hasta bien entrado el invierno. Existe amplio consenso de que el cambio clim¨¢tico ha hecho que la nueva normalidad en California sean los llamados incendios de sexta generaci¨®n, tan explosivos que generan su propio microclima y se mueven a una velocidad que hace imposible su extinci¨®n si no hay alg¨²n tipo de tregua. As¨ª sucedi¨® en las tragedias de Paradise (85 muertos en apenas unas horas de 2019) o Santa Rosa (22 muertos en 2017). De los 10 incendios m¨¢s destructivos de la historia de California, siete se han producido en la ¨²ltima d¨¦cada.
Con todo lo impactantes que fueron esas tragedias, es comprensible que al mundo se le encoja el coraz¨®n cuando ve esas mismas escenas de destrucci¨®n absoluta en las mansiones frente al Pac¨ªfico en Malibu o las colinas de Hollywood, lugares que ocupan un espacio propio en la imaginaci¨®n occidental a trav¨¦s de la enorme potencia cultural que ejerce la industria de la ciudad. Los destruidos barrios de las monta?as del oeste responden a un urbanismo sin reglas que comenz¨® hace un siglo, nunca se ha corregido, siempre supuso un riesgo y ha provocado no pocos incendios. Hasta que lleg¨® el m¨¢s grande. Es el momento de preguntarse si Los ?ngeles puede permitirse volver a construir en el mismo sitio, de la misma manera, por el capricho de unas buenas vistas que cuestan millones de d¨®lares.
Un problema que no es responsabilidad de Los ?ngeles es el del repugnante uso pol¨ªtico de la tragedia que comienza a hacer la derecha cu?adista de EE UU. Las pol¨ªticas ecologistas de California son una obsesi¨®n de los republicanos y ya fueron motivo de enfrentamiento con la primera administraci¨®n de Donald Trump. Se puede esperar que este desastre sea combustible contra las autoridades californianas durante mucho tiempo. La realidad es que, pese a todos sus problemas, California lidera la conciencia contra el cambio clim¨¢tico en EE UU, en parte, por la virulencia con que lo sufre. Entre el horror y la congoja, queda la esperanza de que las lecciones de este desastre sirvan para avanzar a¨²n m¨¢s decididamente en esa direcci¨®n en los dif¨ªciles a?os que vienen por delante, en Los ?ngeles y en Washington.
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