La gran desconexi¨®n entre los partidos y el futuro
El porvenir y los retos que plantea no pueden esperar a que las grandes formaciones se pongan de acuerdo en algo
Quienes tenemos un ojo puesto en la pol¨ªtica internacional y otro en la nacional no paramos de bizquear; no hay manera de evitar el estrabismo derivado de su falta de acople. Por un lado, un inquietante mundo en plena disrupci¨®n en el que todas las certidumbres anteriores parecen desvanecerse a una velocidad alarmante; por otro, politics as usual, como si habit¨¢ramos una isla ajena al temporal. Aqu¨ª seguimos dej¨¢ndonos llevar por las inercias de los a?os anteriores. Se supone que estamos entrando adem¨¢s en una nueva era tecnol¨®gica que romper¨¢ de modo dr¨¢stico con la organizaci¨®n del sistema productivo, exigir¨¢ algo pr¨®ximo a una revoluci¨®n de los sistemas de ense?anza, sanitario y de la misma gesti¨®n burocr¨¢tica del Estado. Son cuestiones que se discuten en nuestro espacio p¨²blico, claro est¨¢, pero como si fuera algo ajeno a nuestra pol¨ªtica. Esta parece inmune ante estos desaf¨ªos, inmersa como est¨¢ en el pugnaz choque entre bloques o partidos, en si Puigdemont es m¨¢s trilero que S¨¢nchez o viceversa, en si este o aquel juez sufre de alguna u otra distorsi¨®n hermen¨¦utica o partidista, o en predicciones sobre la duraci¨®n de la legislatura y los costes o beneficios de la (in)estabilidad del Gobierno. En fin, en nuestra pol¨ªtica no hay m¨¢s discusi¨®n que la que imponen las necesidades de poder de los partidos.
Las iniciativas del Gobierno tampoco se pueden discutir a fondo, porque su final es imprevisible; cuesta saber c¨®mo van a quedar despu¨¦s de las negociaciones que Puigdemont gusta escenificar a cara de perro y a puerta cerrada. Se nos presenta el resultado, que luego se nos vende como necesariamente bueno por la cantidad de consensos que consigue sumar. El Gobierno transmite imagen de desconcierto, y la oposici¨®n tambi¨¦n, aunque el problema de esta es que parece haber puesto todas las fichas en el mismo n¨²mero, el de sentencias judiciales cuyo tempo, recursos y eventuales pronunciamientos del Tribunal Constitucional trasladan hacia un futuro indeterminado. Fuera de eso, carece de imaginaci¨®n opositora, no tiene ni un solo gesto ir¨®nico o propositivo. As¨ª pasamos los d¨ªas, las semanas, los meses, volviendo una y otra vez sobre los mismos temas y en ambiente de encarnizada lucha electoral permanente.
Lo malo es que el futuro no puede esperar a que los grandes partidos se pongan de acuerdo en algo, o a que pase el a?o de celebraci¨®n de la muerte de Franco u otra efem¨¦ride que siga ancl¨¢ndonos al retrovisor en vez de enfrentarnos al porvenir. ?No tendr¨ªan curiosidad por ver en las Cortes lo que los partidos nos tienen que decir sobre la inteligencia artificial, por ejemplo? ?O lo que opinan sobre lo que se le viene encima a Europa con el cicl¨®n Trump? ?Tienen un plan espec¨ªfico para cada uno de los desaf¨ªos de futuro o se limitar¨¢n a hacer seguidismo de sus correligionarios europeos? La verdad es que no lo s¨¦. En nuestros medios podemos informarnos bien sobre el devenir de este apasionante y peligroso momento hist¨®rico que nos est¨¢ tocando vivir. Pero cuando vamos a las p¨¢ginas de Nacional, no aparece apenas huella alguna de lo que nos ha dejado tan acongojados, como si se tratara de dos subsistemas distintos, cada uno con su propia l¨®gica.
Todos sabemos que la pol¨ªtica es local, que se ocupa preferentemente de lo pr¨®ximo, y que en ella es inevitable el partidismo y que imperen el conflicto y la divisi¨®n. Pero tambi¨¦n que muestra su cara m¨¢s noble cuando consigue adicionar fuerzas para resolver problemas acuciantes. Es inevitable no calificar este momento como necesitado de orientaci¨®n, de discusi¨®n p¨²blica y acci¨®n pol¨ªtica. En este ¨²ltimo sentido mencionado, no en el mec¨¢nico raca-raca habitual.
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