Anteojeras partidistas y antipol¨ªtica
Si el Congreso sirve de mera caja de resonancia para el estruendoso choque de los partidos, el resultado no puede ser otro que la fatiga c¨ªvica o el abrazo a partidos populistas
La mayor paradoja de la pol¨ªtica actual es el contraste entre la complejidad de la pol¨ªtica real y la simplificaci¨®n con que la hace acto de presencia en la discusi¨®n p¨²blica cotidiana. El problema no es ya solo la desinformaci¨®n, afecta a la forma misma en la que se representa lo que est¨¢ en juego, sesgado siempre a favor o en contra de unos agentes pol¨ªticos u otros. Por decirlo en plata, las diferentes lecturas de la realidad, casi siempre partidistas, reducen lo que deber¨ªa ser una reflexi¨®n serena e informada a una mera toma de partido. Importa m¨¢s con qui¨¦n se est¨¢ que la indagaci¨®n sobre el valor o los efectos concretos de las cuestiones disputadas. Por aproximarlo al n¨²cleo de la actual batalla, esto afecta a la evaluaci¨®n de las propias decisiones judiciales. Algo tan complejo y cargado de matices como el proceso judicial es absorbido sin m¨¢s por una hermen¨¦utica apoyada sobre la l¨®gica binaria. Los jueces acaban siendo calificados de buenos o malos dependiendo de la parte a la que supuestamente benefician, con lo cual no hay redenci¨®n judicial posible, el acceso a algo parecido a una verdad objetiva ¡ªjudicial, en este caso¡ª que cierra las disputas; el pronunciamiento de parte previo al proceso puede seguir manteni¨¦ndose despu¨¦s de ¨¦l, sea cual sea el contenido de las sentencias.
Pido disculpas, porque esto lo vengo diciendo desde que la polarizaci¨®n comenz¨® a hacer mella en nuestro siempre delicado tejido pol¨ªtico. No volver¨ªa sobre ello de no ser porque puede estar teniendo un efecto no intencionado, el aumento de actitudes antipol¨ªticas, que van desde una retirada de la confianza en la clase pol¨ªtica, vista como una ¨¦lite alejada de los problemas reales, hasta una puesta en cuesti¨®n de la propia democracia como el instrumento m¨¢s eficaz para acceder al bien com¨²n. Si el Congreso sirve de mera caja de resonancia para el estruendoso choque de los partidos; si todo el sistema de reglas se canaliza o distorsiona para servir a los objetivos del poder ¡ªde los que lo tienen y de los que aspiran a alcanzarlo¡ª; si, en fin, no hay manera de contemplar la realidad de la pol¨ªtica si no es mediante las anteojeras de los argumentarios partidistas y los enmarques dise?ados al efecto, el resultado no puede ser otro que la fatiga c¨ªvica, cuando no el abrazarse a partidos populistas, los grandes aprovechateguis de la crisis de representaci¨®n.
Por todo ello, en una columna anterior suger¨ª la necesidad de autocontenci¨®n por parte de todos los actores pol¨ªticos. Hoy me siento m¨¢s esc¨¦ptico. Entre otras razones, porque nuestra gobernanza est¨¢ encerrada en un atolladero del que tiene dif¨ªcil salida. El Gobierno se ve obligado a negociar a cara de perro con sus socios cada paso que trata de dar a la hora de aprobar sus pol¨ªticas concretas ¡ªla pol¨ªtica fiscal es el ¨²ltimo ejemplo¡ª, y la oposici¨®n del PP, hu¨¦rfana de propuestas concretas y con el aliento de Vox en la nuca, se limita casi al reiterado y obsesivo cuestionamiento del presidente y sus ac¨®litos. No hay espacio ah¨ª para una comunicaci¨®n pol¨ªtica constructiva. Todos los incentivos favorecen la apuesta por escenificar la pol¨ªtica como un combate agon¨ªstico entre h¨¦roes y villanos, mantenerlo vivo para arrastrar a los m¨¢s esc¨¦pticos durante la din¨¢mica electoral. Aunque lo razonable ser¨ªa bajar el diapas¨®n para integrar en la conversaci¨®n al ciudadano com¨²n, no a los hooligans. El conflicto pol¨ªtico entre Gobierno y oposici¨®n es sin duda funcional para acceder a una visi¨®n m¨¢s rica y matizada del mundo en el que estamos. Pero cuando solo sirve para bloquear y exorcizar visiones alternativas, deja el campo expedito para los demagogos de la antipol¨ªtica.
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