Todo vale para la paz en Ucrania, incluso el trumpismo
Parece l¨®gico buscar una salida negociada cuando las sociedades occidentales no parecen dispuestas a apoyar una guerra mundial a cuenta de Ucrania, y menos contra una potencia nuclear
Es probable que no se pueda elegir peor momento para escribir un art¨ªculo como este. Donald Trump ha entrado en el conflicto sobre Ucrania como elefante en cacharrer¨ªa. En la turbulenta rueda de prensa del Despacho Oval, ...
Es probable que no se pueda elegir peor momento para escribir un art¨ªculo como este. Donald Trump ha entrado en el conflicto sobre Ucrania como elefante en cacharrer¨ªa. En la turbulenta rueda de prensa del Despacho Oval, humill¨® al presidente Volod¨ªmir Zelenski (quien no tuvo su mejor d¨ªa). De forma aparatosa, como acostumbra, Trump ha roto el consenso del establishment occidental sobre la guerra. Disentir de dicho consenso supone exponerse a ser considerado un agente al servicio no solo de Vlad¨ªmir Putin, como ven¨ªa ocurriendo, sino ahora tambi¨¦n de Trump. A pesar de estos antecedentes tan adversos, quisiera seguir defendiendo la conveniencia de buscar una salida diplom¨¢tica a la guerra (algo que ya hice dos a?os atr¨¢s en un art¨ªculo en estas mismas p¨¢ginas, lo que espero que sirva para exculparme de trumpista).
Quisiera presentar dos tesis sobre la necesidad urgente de acabar con esta guerra mediante negociaciones de paz. La primera es muy sencilla: el conflicto no tiene futuro. Los pa¨ªses occidentales, mediante su ayuda militar y financiera, han impedido que Rusia consiga hacerse con el control de Ucrania. Sin embargo, ni Estados Unidos ni los pa¨ªses europeos han querido ir m¨¢s all¨¢ de dicha ayuda, por razones bien comprensibles, pues las sociedades occidentales no parecen dispuestas a apoyar una guerra mundial a cuenta de Ucrania, y menos contra una potencia nuclear. Los l¨ªderes occidentales, en consecuencia, no plantean seriamente la posibilidad de mandar tropas a luchar en el frente, la ¨²nica manera de darle la vuelta al conflicto y volver a la situaci¨®n anterior a 2022. Un movimiento de esta naturaleza supondr¨ªa un riesgo enorme de escalada militar e incluso de ataques nucleares.
El resultado de todo ello es que Rusia no ha logrado su objetivo m¨¢ximo, pero ha sido capaz de ir ganando terreno hasta hacerse con el control de cerca del 20% del territorio ucranio, en las zonas m¨¢s rus¨®filas del pa¨ªs. El conflicto se ha convertido en una guerra de posiciones, con un avance lento pero sostenido de las tropas rusas. Nadie cree seriamente que, en estas condiciones, el ej¨¦rcito de Ucrania pueda vencer a los rusos y recuperar el terreno perdido. La guerra se ha cronificado y el tiempo juega en contra del pa¨ªs agredido. No tiene demasiado sentido negarse a una salida negociada si no se est¨¢ dispuesto a ir hasta el final en la defensa de Ucrania. Parece l¨®gico entonces buscar una salida negociada. Por desgracia, los t¨¦rminos del acuerdo ser¨¢n m¨¢s desfavorables que si se hubiera intentado en la fase inicial.
La segunda tesis es la siguiente: esta guerra es menos clara de lo que suele decirse y, por tanto, no hay lugar para buscar victorias o derrotas absolutas. Para quienes lo ven en blanco y negro, Rusia ha invadido un pa¨ªs vecino, rompiendo la norma internacional de que las fronteras no pueden modificarse mediante actos de fuerza. Ucrania es un pa¨ªs soberano que se ha visto sometido a un ataque brutal por parte de las fuerzas militares de Rusia, provocando decenas de miles de muertos. Millones de personas se han tenido que desplazar o han abandonado el pa¨ªs. Desde este punto de vista, la poblaci¨®n civil de Ucrania merece la solidaridad del resto de naciones del mundo. Son v¨ªctimas de un ataque injustificable que pone en peligro la integridad de su pa¨ªs.
Este planteamiento tiene mucho a su favor y yo lo comparto en buena medida, pero, por desgracia, las cosas suelen ser m¨¢s complicadas. La historia no comenz¨® en febrero de 2022 (de la misma manera que el conflicto de Gaza no empez¨® con el ataque de Ham¨¢s del 7 octubre de 2023). El conflicto es fruto de las ambiciones nacionalistas de Rusia, pero tambi¨¦n de un problema de seguridad que ha sido sistem¨¢ticamente minusvalorado o negado en los an¨¢lisis del problema.
No hace falta comulgar con todo lo que dice John Mearsheimer para entender que la OTAN ha actuado temerariamente en el Este de Europa (Mearsheimer es un reputado profesor de la Universidad de Chicago, un ¡°realista¡± en las relaciones internacionales, que lleva a?os explicando el comportamiento de Rusia como reacci¨®n a decisiones poco meditadas de la OTAN y Estados Unidos, raz¨®n por la cual muchos le acusan de ¡°blanquear¡± a Putin y no reconocer las ambiciones expansionistas de Rusia). Es probable que Mearsheimer exagere cuando argumenta que la expansi¨®n de la OTAN (una alianza defensiva, no ofensiva) supone una amenaza existencial para Rusia. Y es evidente que en la pol¨ªtica de Putin hay un fuerte componente de nostalgia imperial en un pa¨ªs venido a menos. No obstante, hay buenos motivos para sostener que el crecimiento de la OTAN se ha llevado a cabo sin tener suficientemente en cuenta las reacciones que pod¨ªa provocar, ahondando las diferencias entre los pa¨ªses del Este y Rusia y contribuyendo de esta manera a aumentar el riesgo de conflicto. Esto es algo que reconocen incluso expertos como Michael Doyle (en su libro Cold Peace, 2023) desde par¨¢metros liberales y no realistas. Por ello mismo, cabe pensar que garantizar la neutralidad de Ucrania ser¨¢ un elemento esencial de cualquier acuerdo de paz que se quiera alcanzar (lo que no es excluyente con el posible ingreso de Ucrania en la Uni¨®n Europea). Por lo dem¨¢s, la neutralidad solo ser¨¢ factible si adem¨¢s se garantiza la seguridad de Ucrania mediante un tratado firmado por Ucrania, Rusia, Estados Unidos y la UE.
El problema m¨¢s complejo es el territorial. Ucrania es un pa¨ªs muy diverso internamente y las preferencias y actitudes de los habitantes de las zonas invadidas (muchos de ellos rusos, culturalmente hablando) tienen poco que ver con las de quienes viven en las zonas central y occidental del pa¨ªs. Ucrania es un pa¨ªs muy joven y siempre fue parte de Rusia (o de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, en la que Rusia era la naci¨®n dominante) durante la ¨¦poca moderna. Tiene una importante minor¨ªa que se siente ligada a Rusia. La situaci¨®n, por tanto, no es tan ¡°limpia¡± como pudo ser la de la invasi¨®n de Kuwait por parte de Irak en 1991, donde el conflicto nacionalista no estaba presente.
Trump parece dispuesto (aunque nunca se sabe) a reconocer la anexi¨®n rusa de parte de Ucrania. Esto supondr¨ªa dar a Rusia todo lo que pide. Hay otros arreglos posibles que deben considerarse, desde un margen muy amplio de autogobierno pol¨ªtico a las provincias ocupadas (contemplando la posibilidad de secesi¨®n con garant¨ªas democr¨¢ticas) hasta estructuras conjuntas de gobierno entre Ucrania y Rusia. Por desgracia, el statu quo es mucho m¨¢s dif¨ªcil de cambiar ahora que en los primeros momentos de la guerra. Este asunto es tan delicado que puede dar al traste con la posibilidad de un acuerdo, alargando indefinidamente el conflicto.
Toda guerra es un fracaso y una tragedia. Por mucho que nos desagrade Trump, lo cierto es que se abre una oportunidad para parar de una vez el conflicto de Ucrania. A mi juicio, ser¨ªa un enorme error si la UE se embarca ahora en un belicismo imposible, aprovechando la situaci¨®n in¨¦dita en la que se encuentra el mundo para intentar construir una superpotencia militar frente a la actual administraci¨®n norteamericana. M¨¢s bien, el objetivo deber¨ªa ser convencer a Estados Unidos de que la UE es necesaria en las negociaciones, presionando cuanto sea posible para que la paz sea lo m¨¢s justa posible y ayudando a la reconstrucci¨®n de Ucrania de todas las formas posibles.