Putin, Trump y el temblor de los mapas
El expansionismo de los presidentes de Rusia y EE UU es una peligrosa inspiraci¨®n para pa¨ªses menos poderosos que tienen contenciosos territoriales abiertos
Vlad¨ªmir Putin abri¨® la caja de Pandora en 2014 al anexionarse la pen¨ªnsula de Crimea, cuyo estatus de rep¨²blica aut¨®noma dentro de Ucrania hab¨ªa sido reiteradamente reconocido por Rusia desde que la URSS desapareci¨® en 1991.
Ahora, las ambiciones territoriales enunciadas por Donald Trump (comprar Groenlandia, hacerse con el canal de Panam¨¢ y juntar Canad¨¢ a EE UU) confieren un rango cualitativo nuevo al expansionismo ruso y, en cierto modo, lo ¡°normalizan¡± en el club de los pa¨ªses con especial responsabilidad por el destino del mundo.
La anexi¨®n de tierras ucranias por Rusia ya era un mal precedente, pero todav¨ªa puede ser peor si, si en eventuales conversaciones para el fin de la guerra, Trump accediera a las exigencias de Putin, que no quiere ¡°una corta pausa ni una tregua¡±, sino un pleno reconocimiento internacional de sus conquistas b¨¦licas (cuatro provincias ucranias adem¨¢s de Crimea), que ya se apresur¨® a incluir preventivamente en la Constituci¨®n rusa.
El peligro hoy no est¨¢ solo en Putin ni en Trump, sino en el ejemplo que sus acciones y bravatas suponen para otros Estados menos potentes, con contenciosos territoriales que hasta hace poco parec¨ªan ¡°volcanes apagados¡± y que hoy se asemejan m¨¢s bien a ¡°volcanes dormidos¡±.
Rusia encuentra en Trump un est¨ªmulo para justificar su anexi¨®n de Crimea y para alentar a imitadores bajo el lema de la ¡°autodeterminaci¨®n¡±. ¡°En los casos en los que una naci¨®n, que es parte de un Estado m¨¢s fuerte, considera que no est¨¢ c¨®moda en este Estado y que quiere autodeterminarse de acuerdo con la Carta de la ONU, el Estado grande est¨¢ obligado a no oponerse, a no impedirlo¡± y ¡°no como los espa?oles actuaron con Catalu?a, no como los brit¨¢nicos act¨²an con Escocia¡±, ha dicho este enero el jefe de la diplomacia rusa, Sergu¨¦i Lavrov.
La ¡°autodeterminaci¨®n¡± est¨¢ bien para otros, pero no en Rusia, donde cuestionar verbalmente la unidad del Estado puede ser castigado penalmente, seg¨²n la legislaci¨®n promulgada en 2014. Bajo el mandato de Putin, Mosc¨² reprimi¨® ferozmente a los independentistas de la rep¨²blica cauc¨¢sica de Chechenia y ha reforzado de forma dr¨¢stica la centralizaci¨®n del pa¨ªs. En 2018, se garantiz¨® por ley la superioridad del idioma ruso en el sistema educativo estatal y se releg¨® el estudio de las lenguas nacionales de los pueblos no rusos al rango de actividades voluntarias con reducci¨®n de horas lectivas, incluso all¨ª donde son lenguas oficiales. Guiado por un temor exacerbado al nacionalismo no ruso, el sistema dirigido por Putin procesa a activistas, proh¨ªbe asociaciones, medios de comunicaci¨®n y productos culturales.
Desde principios de siglo, los propagandistas rusos han intentado estimular la codicia de los vecinos occidentales de Ucrania para que cuestionen la integridad territorial de ese pa¨ªs. ¡°Diez millones de personas¡± viven en Lviv y en territorios que ¡°Stalin hab¨ªa entregado a Ucrania tras la Segunda Guerra Mundial, a costa de Polonia, Rumania y Hungr¨ªa¡±, y ¡°probablemente el ciento por ciento¡± de los que all¨ª viven ¡°quieren volver a su patria hist¨®rica¡±, dijo Putin en diciembre de 2023. Y agreg¨®: ¡°Los pa¨ªses que perdieron esos territorios, en primer lugar Polonia, sue?an con esa vuelta¡±.
Varsovia niega estas pretensiones y rechaza el juego ruso. Rumania y Hungr¨ªa tampoco tienen reivindicaciones oficiales, pero ambos pa¨ªses practican una activa pol¨ªtica de protecci¨®n de sus respectivas minor¨ªas residentes en Ucrania (la minor¨ªa h¨²ngara sobre todo en la provincia de Transcarpatia y la rumana en la de Chernivtsi, la antigua Bucovina del Norte). Hungr¨ªa, adem¨¢s, condiciona su aprobaci¨®n al ingreso de Ucrania en la UE y la OTAN al respeto a las minor¨ªas. Rumanos y b¨²lgaros son comunidades importantes en el sur de la provincia de Odesa (la antigua Besarabia del Sur o Budzhak).
A instancias de la Comisi¨®n Europea, Kiev modific¨® en 2023 (antes de iniciar conversaciones para su ingreso en la UE) la legislaci¨®n sobre los derechos de las minor¨ªas nacionales, mermados en 2017 por las normas en materia educativa. Los derechos de las minor¨ªas, entre las que Budapest, Bucarest o Sof¨ªa han repartido pasaportes nacionales, son un asunto delicado que se recrudece en ¨¦pocas electorales y tambi¨¦n dependiendo de la intensidad de la pol¨ªtica de asimilaci¨®n practicada por Kiev. En los vecinos occidentales de Ucrania hay fuerzas nacionalistas, hasta ahora marginales, que alimentan viejos sue?os. En Hungr¨ªa, L¨¢szl¨® Toroczkai, l¨ªder de Nuestra Patria, afirmaba en 2024 que, si Ucrania es derrotada por Rusia, Kiev debe entregar a Hungr¨ªa el territorio de la Transcarpatia. En Rumania, Calin Georgescu, vencedor en la primera vuelta de las elecciones presidenciales el pasado noviembre, se refiri¨® en 2022 a Ucrania como ¡°un pa¨ªs inventado¡±. El resultado de los comicios fue anulado, pero Georgescu contin¨²a su batalla pol¨ªtica. En Bulgaria, Kostadin Kostadinov, una figura de extrema derecha simpatizante de Putin, ha advertido este mes de que ¡°Ucrania se desintegra " y que Bulgaria debe reivindicar la ¡°Besarabia b¨²lgara¡± (el sur de la regi¨®n de Odesa) en las futuras conversaciones de paz.
El caso de Rusia con Ucrania a partir de 2014 mostr¨® que hasta los m¨¢s s¨®lidos acuerdos de reconocimiento de fronteras corren el peligro de difuminarse si llegan al poder fuerzas nacionalistas radicales en Estados que aparentaban estar c¨®modos en sus lindes reconocidas. Y, si eso sucediera gracias al doble ejemplo de Putin y Trump, el mapa pol¨ªtico de Europa puede comenzar a temblar como un campo de volcanes que despiertan de su letargo.
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