Bienvenidas a la ¡®manosfera¡¯
Los mitos del declive masculino se presentan como un juego de suma cero: si nosotras avanzamos, ellos retroceden

C¨®mo intuir una ola de resentimiento de tal envergadura, esa reacci¨®n convertida en narrativa de traici¨®n por quienes dicen encarnar los s¨ªmbolos de la virilidad de siempre. La apelaci¨®n al orden tradicional es la vuelta a un mundo donde ellos ten¨ªan m¨¢s poder y autoridad. Es tambi¨¦n, en cierto modo, un signo del triunfo del feminismo, que sigue provocando cambios en la estructura de distribuci¨®n del poder. Pero vivimos tiempos de posverdad y la reacci¨®n masculinista es otro producto m¨¢s. Se ha construido una idea de victimizaci¨®n masculina con poca base real, como esa percepci¨®n de que ya no se puede decir nada cuando precisamente experimentamos una expansi¨®n sin precedentes de los espacios de expresi¨®n. Los mitos del declive masculino se presentan como un juego de suma cero: si nosotras avanzamos, ellos retroceden; si perdemos empleos por la automatizaci¨®n, la culpa es de las mujeres. Se manipulan datos, las excepciones se convierten en regla y ocupan tribunas y sesudas reflexiones. Se construye un enemigo imaginario recurriendo a emociones nost¨¢lgicas para idealizar un pasado donde los hombres eran fuertes y las mujeres sumisas y felices.
De todo ello se habla en la manosfera, esa madeja de comunidades digitales como Red Pill, los incels (c¨¦libes involuntarios), los MRAs (activistas por los derechos de los hombres) o los Pick-up artists (Artistas de la seducci¨®n), donde muchos hombres desarrollan un activismo digital que rebuzna frustraciones e inseguridades econ¨®micas y sociales desde enfoques mis¨®ginos y antifeministas. La reacci¨®n oli¨® la sangre y prepar¨® su artiller¨ªa para atraer a estos j¨®venes de entre 18 y 29 a?os bajo el paraguas del ¡°voto bro¡± o ¡°voto de los colegas¡±, un sector antes inaccesible en t¨¦rminos pol¨ªticos al que los republicanos s¨ª han conseguido llegar. En los ¨²ltimos meses de campa?a, Trump, representante de esa masculinidad regresiva que tantos consideran atractiva, apareci¨® en varios programas conducidos por influencers para conectar con un p¨²blico que no frecuenta los medios tradicionales. Gan¨® su atenci¨®n apelando a sus inseguridades y explotando esa sensaci¨®n de que ellos est¨¢n perdiendo su estatus y privilegios en una sociedad cada vez m¨¢s igualitaria.
El resultado es, por un lado, un bloque cohesionado donde el factor del g¨¦nero en clave de virilidad tradicional juega un papel cada vez m¨¢s fundamental en el impacto electoral; en el otro lado, fragmentaci¨®n, desencuentros y pol¨¦micas, aunque tambi¨¦n asoman otros referentes masculinos como los soft boys a lo Timoth¨¦e Chalamet, que hablan abiertamente de emociones o salud mental. Sabemos que el fracaso educativo masculino tiene un impacto directo en el deterioro de la salud f¨ªsica y mental y en mayores tasas de obesidad, divorcios, tendencia al aislamiento social o desconexi¨®n cultural, y tambi¨¦n en el declive de valores relacionados con la justicia social. Pero lo que triunfa es un tipo de masculinidad que niega que los hombres puedan ser vulnerables, no analiza las verdaderas causas de los cambios sociales y no ofrece soluciones realistas a los desaf¨ªos en educaci¨®n, salud mental o empleo para ellos. Es m¨¢s f¨¢cil culpar a las mujeres, antes que abordar problemas de fondo con pol¨ªticas p¨²blicas y cambios culturales. A lo mejor los hombres sensatos deber¨ªan comenzar a explicar todo esto en voz alta y abiertamente, porque no solo perdemos las mujeres. Pierde todo el mundo.
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