Un Oscar para Trump
No siempre las galas han de convertirse en plataforma reivindicativa, pero en esta ocasi¨®n se esperaba alguna se?al de aquellos que tienen en sus manos un altavoz inconmensurable

?Qui¨¦n dijo que la ceremonia de los Oscar no estuvo tan politizada como aquellas ediciones en las que los premiados bland¨ªan su premio como una espada? Si ha habido una gala donde la pol¨ªtica se respiraba fue sin duda esta. Hay ocasiones en las que el silencio es m¨¢s elocuente que las palabras y ocurri¨® que los artistas aceptaron callar el nombre de quien est¨¢ poniendo en peligro todas esas causas que reunidas configuran la defensa de unos derechos en franco retroceso. Esa omisi¨®n consigui¨® que el influjo amenazante de Donald Trump no dejara de sentirse. Atr¨¢s queda aquel Marlon Brando que escenific¨® con la presencia de la ind¨ªgena Littlefeather la defensa de los indios americanos; atr¨¢s, mujeres imbatibles, como Jane Fonda (sigue hoy sin callarse), arrestada cuatro veces en su vida, la m¨¢s sonada, contra la guerra del Vietnam. Ad¨®nde queda un discurso como el de Michael Moore se?alando al presidente Bush por la invasi¨®n de Irak; ad¨®nde la furia de Meryl Streep en los Globos de Oro de 2017 contra Trump por burlarse de los d¨¦biles. Hoy el miedo es tan paralizante como cuando los artistas tem¨ªan ser incluidos en la lista del senador McCarthy. Orson Welles expres¨® entonces su diagn¨®stico: los progresistas no quisieron perder sus piscinas.
El propio presentador, Conan O?Brien, naveg¨® sobre ese tipo de humor consistente en pullas contra los artistas que ya resulta cargante. Era extra?o y desesperanzador. Si vi¨¦ramos esta ceremonia dentro de diez a?os no hallar¨ªamos rastro de este mundo a la deriva. No siempre las galas han de convertirse en plataforma reivindicativa, pero en esta ocasi¨®n se esperaba alguna se?al de aquellos que tienen en sus manos un altavoz inconmensurable. Fue justo y emotivo el recuerdo a las v¨ªctimas de los incendios, que, por cierto, no son un castigo divino sino una consecuencia de ese terreno en falso sobre el que se construy¨® Hollywood, pero alguna vez alguien podr¨ªa recordar a esos cientos de miles de personas que a dos pasos del teatro Dolby ya viv¨ªan a la intemperie antes del desastre. Fue la gran fiesta de la omisi¨®n: ?no hab¨ªa manera de que Adrien Brody conectara la historia del arquitecto jud¨ªo huido del nazismo con la masacre palestina? Por fortuna, los directores palestino-israel¨ªes de No other land supieron aprovechar su momento para expresar un desesperado deseo de convivencia. Fueron aplaudidos, pero no secundados con palabras que hicieran referencia a nuestro presente. Todos los discursos se refugiaban en el argumento concreto de las pel¨ªculas, sin referencias a la preocupante deriva mundial: desde un director, Sean Baker, resucitador del cine independiente, manifestando empat¨ªa por las prostitutas, hasta Zoe Salda?a, celebrando ser la primera dominicana premiada. Cada uno de ellos podr¨ªa haber hecho de sus palabras un canto general que incluyese a quienes hoy son las primeras v¨ªctimas del nuevo r¨¦gimen: inmigrantes, mujeres, homosexuales, personas transg¨¦nero, funcionarios, informadores, cient¨ªficos, cualquier profesional que se manifieste contra el primer rey americano. Dec¨ªa el gran showman Stephen Colbert que muchos espectadores no estadounidenses le escrib¨ªan manifestando su solidaridad. Por desgracia, las consecuencias de la victoria trumpista nos afectan tambi¨¦n a quienes no tuvimos derecho a voto. Pero, a qui¨¦n votar: ?d¨®nde est¨¢n los celebrados Obama, los influyentes Clinton, la burbujeante Kamala Harris? Aparecen solo si los votos les sonr¨ªen. Han delegado en la sociedad civil la ardua tarea de la rebeli¨®n. Ya lo predijo Ursula K. Le Guin en un 2014 que parece ser hoy mismo: ¡°Todo poder humano puede ser resistido. Vienen tiempos dif¨ªciles y necesitaremos la voz de escritores que puedan vislumbrar alternativas a la forma en la que vivimos ahora, que sepan ver en una sociedad asolada por el miedo y sus tecnolog¨ªas obsesivas otras formas de convivir e incluso encontrar motivos para la esperanza¡±.
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