La pandemia como s¨ªntoma
La covid-19 no es la causa sino la consecuencia de un sistema socioecon¨®mico que viola la noci¨®n del l¨ªmite del medio ambiente. Si no cambiamos, esto no habr¨¢ hecho m¨¢s que empezar
En las ¨²ltimas semanas se propaga un optimismo creciente en torno a la posible comercializaci¨®n, en un tiempo r¨¦cord, de una vacuna eficaz frente a la covid-19. Semejante optimismo est¨¢, a nuestro juicio, desenfocado. Parece corresponder con un ansia de volver corriendo a la ¡°normalidad¡± pre-pand¨¦mica, sin haber aprendido nada de la situaci¨®n vivida en los ¨²ltimos 10 meses; una de las crisis m¨¢s graves del ¨²ltimo siglo y que nos la hemos ganado a pulso.
Si algo parece claro a estas alturas es que el problema era la ¡°normalidad¡±. Que la pandemia no era la causa sino la consecuencia de un sistema socioecon¨®mico que viola la noci¨®n de l¨ªmite y, al equiparar desarrollo con crecimiento, devora ¨Ccon tasas de ¡°extracci¨®n¡± crecientes¨C todo tipo de recursos naturales, contamina el entorno, provoca la desaparici¨®n de especies (unas doscientas cada d¨ªa), altera profundamente todo tipo de h¨¢bitats y da lugar a ecosistemas degradados, fragmentados y poco o nada funcionales. Todo esto supone el caldo de cultivo perfecto para que proliferen las enfermedades zoon¨®ticas, aquellas infecciones de origen animal que dan el salto a los humanos con mayor facilidad cuando se relajan los mecanismos de control natural al faltar especies y procesos ecol¨®gicos en una naturaleza degradada.
La evidencia cient¨ªfica es s¨®lida. Se fragu¨® durante d¨¦cadas de estudios ecol¨®gicos y epidemiol¨®gicos: la p¨¦rdida de biodiversidad y los ecosistemas disfuncionales no regulan las poblaciones de especies portadoras de pat¨®genos, no act¨²an de cortafuegos de contagios, no diluyen la carga patog¨¦nica ni reducen la prevalencia de las enfermedades infecciosas.
Nuestra forma de relacionarnos con el entorno, invadiendo y alterando h¨¢bitats, degradando los ecosistemas y poniendo a los animales salvajes en contacto estrecho con las personas ¨Ctr¨¢fico ilegal de especies, mercados sin control sanitario en ?frica, Asia o Am¨¦rica¨C, facilita el salto de estas enfermedades. La globalizaci¨®n hace el resto.
Los sistemas p¨²blicos de salud son imprescindibles, pero llegan tarde. Por buenos que sean. Para cuando un paciente es atendido, para cuando alguien recibe por fin una vacuna o un tratamiento espec¨ªfico para el virus global habr¨¢ siempre millones de personas contagiadas con ese virus en el mundo y miles de fallecimientos. Una y otra vez, iremos afrontando nuevas infecciones o variantes de infecciones cl¨¢sicas facilitadas por mutaciones y recombinaciones entre pat¨®genos que nunca permitir¨¢n que tengamos vacunas para todas las posibles enfermedades infecciosas.
No habr¨¢ sitio para nosotros si nos aferramos a nuestra huella ambiental
Conservar la naturaleza en buen estado, ayudarla a regenerarse all¨ª donde se ha degradado es la mejor inversi¨®n econ¨®mica y social ante problemas ambientales. Porque las pandemias, como el cambio clim¨¢tico o las distintas formas de contaminaci¨®n, son problemas ambientales que matan anualmente a decenas de millones de personas y enferman a centenas de millones. Estas son las cifras que nos amenazan realmente y necesitamos m¨¢s que nunca, porque somos muchos y porque la naturaleza planetaria est¨¢ en crisis, ecosistemas funcionales que nos brinden servicios de un valor incalculable. Que nos brinden, sobre todo, equilibrio y balance. Que regulen, filtren y amortig¨¹en nuestros impactos ambientales para que no nos salten en la cara en forma de pandemias, huracanes o suelos y mares envenenados.
Necesitamos ecosistemas que regulen, filtren y amortig¨¹en nuestros impactos ambientales para que no nos salten en la cara en forma de pandemias, huracanes o suelos y mares envenenados
Para lograrlo, debemos cambiar nuestra forma de relacionarnos con nuestro entorno. Necesitamos atrevernos a una aut¨¦ntica revoluci¨®n cultural que nos permita superar el actual sistema socioecon¨®mico, instalado desde la Ilustraci¨®n, que identifica err¨®neamente extracci¨®n con producci¨®n (cuando solo los organismos fotosint¨¦ticos son realmente productores) para tratar acto seguido de maximizarla a cualquier precio y hacerla crecer indefinidamente. Equiparando desarrollo con crecimiento, algo imposible en un mundo finito, nos ponemos la cuerda al cuello como sociedad y tambi¨¦n como especie biol¨®gica. No habr¨¢ sitio para nosotros si nos aferramos a nuestra huella ambiental.
Aunque no terminamos de convencernos del todo, hace tiempo que nos topamos con los l¨ªmites. Algunos l¨ªmites planetarios que marcan las condiciones seguras para nuestra especie est¨¢n sobradamente rebasados. Desde finales de la d¨¦cada de los setenta, la huella ecol¨®gica de la humanidad, una medida de nuestro ¡°consumo¡± de naturaleza expresada en hect¨¢reas, supera la propia superficie del planeta. ?C¨®mo es posible si la Tierra es un sistema cerrado para los materiales? Porque hemos dejado de vivir de las rentas que nos da la naturaleza para vivir de degradar el capital natural del planeta. Este comportamiento, prolongado en el tiempo, acabar¨¢ por agotar el capital natural, con lo que ya no podremos seguir consumiendo.
Los ecosistemas colapsar¨¢n antes de que esos niveles de consumo dejen de verificarse. Y este es el peligro, el desaf¨ªo al que nos enfrentamos: que no lo veremos hasta que lo tengamos encima. Hemos ¡°llenado¡± el mundo. Acaparamos entre el 20% y el 40% de la producci¨®n primaria neta del planeta y apenas dejamos espacio ambiental a las dem¨¢s especies. Por eso una cuarta parte de ellas se encuentra en peligro de extinci¨®n.
Desde 1970, la poblaci¨®n mundial se ha duplicado, la econom¨ªa mundial se ha cuadruplicado y el comercio internacional se ha multiplicado por diez. Los eventos clim¨¢ticos extremos se han multiplicado por cinco en este mismo periodo. Pero sus costes econ¨®micos son ahora siete veces mayores que hace medio siglo.
Esta es la d¨¦cada clave
Es evidente que necesitamos abordar transformaciones ecosociales a todos los niveles y en un tiempo r¨¦cord. La d¨¦cada de 2020 a 2030 es particularmente clave. Se dice que somos la primera generaci¨®n que lo sabe y la ¨²ltima que a¨²n puede hacer algo para evitar el colapso. Lo que hagamos en estos a?os determinar¨¢ las condiciones de habitabilidad del planeta durante los pr¨®ximos milenios.
No queda sino pasar a la acci¨®n, tanto individual como colectiva, para desplegar medidas r¨¢pidas y efectivas que nos conduzcan a una gran transformaci¨®n sist¨¦mica, que reoriente nuestra relaci¨®n con el entorno y nos permita hacer las paces con la naturaleza de la que formamos parte. Si no culminamos con agilidad y eficacia esta gran transformaci¨®n, estaremos conden¨¢ndonos a padecer m¨¢s enfermedades y no podremos evitar elevados n¨²meros de muertes prematuras, tensiones sociales y conflictos b¨¦licos cuyo origen ser¨¢, como cada vez lo es m¨¢s en estos d¨ªas, un medio ambiente disfuncional. Las pandemias y las crisis nos recordar¨¢n, con distintos nombres, lo que no hayamos hecho en esta d¨¦cada de transici¨®n insoslayable.
Luis Morales es licenciado en Biolog¨ªa, consultor y divulgador ambiental y Fernando Valladares, doctor en Biolog¨ªa, Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC) y Universidad Rey Juan Carlos.
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