Quitar(nos) la escalera
Este proceso constante y progresivo de poner piedras en el camino al proceso de desarrollo de las econom¨ªas empobrecidas tiene ahora su representaci¨®n m¨¢s cruel en la burda obscenidad de nuestras pol¨ªticas migratorias.
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Es lunes y en una semana me han atravesado tres historias de migraciones: una compa?era de trabajo en Guatemala ha decidido jugarse la vida cruzando a Estados Unidos; los familiares de una colega se han visto atrapados como refugiados en medio de la guerra en Etiop¨ªa y hace solo unos d¨ªas visit¨¦ el triturador de esperanzas del muelle de Arguinegu¨ªn. Vivimos en la era de las migraciones. Pero tambi¨¦n de la estupidez desmedida. Esta es la historia de c¨®mo esa estupidez est¨¢ siendo capaz de anular el movimiento de personas, dej¨¢ndonos a todos peor de lo que pod¨ªamos ser.
No hace muchos a?os el economista surcoreano Hajoon Chang publicaba su famosa obra Kicking Away the Ladder (pateando la escalera), un repaso a la historia de c¨®mo los pa¨ªses hab¨ªan alcanzado el desarrollo econ¨®mico y los instrumentos que hab¨ªan utilizado para hacerlo. Su tesis era clara: todas las medidas que la mayor¨ªa de los pa¨ªses utilizaron para actualizarse frente a econom¨ªas de m¨¢s r¨¢pido crecimiento estaban siendo progresivamente prohibidas por el sistema internacional de comercio, privando a las econom¨ªas pobres del planeta de la posibilidad de subir por la misma escalera por la que los ricos hab¨ªamos ascendido antes.
Prohibir la pirater¨ªa y la falsificaci¨®n es un lugar com¨²n para justificar el juego desleal de la econom¨ªa asi¨¢tica. Sin embargo, cuando econom¨ªas como la alemana, la inglesa o la americana necesitaban actualizarse, recurrieron sistem¨¢ticamente al reverse engineering (copiar, en cristiano) para desarrollar industrias que pudieran competir internacionalmente. De la misma forma, el uso de las pol¨ªticas arancelarias como mecanismo de protecci¨®n de ciertas industrias ha sido tambi¨¦n una m¨¢xima en las fases iniciales de desarrollo de los pa¨ªses ricos. Uno de los mejores ejemplos de la aplicaci¨®n de esta ley del embudo del crecimiento (lo ancho para m¨ª y lo estrecho para los dem¨¢s), lo lleva la tremenda flexibilidad del concepto del subsidio. Lo que es o no un subsidio que genera distorsiones en el mercado ha ido paulatinamente adapt¨¢ndose conforme los pa¨ªses ricos han ido sofistic¨¢ndolos, dejando atr¨¢s (y prohibiendo) todos aquellos que, bien por su naturaleza o por su nivel de refinamiento, han ido quedando solo en manos de los pa¨ªses cuyas instituciones no ten¨ªan la capacidad de poner en funcionamiento otros de mayor complejidad.
Y este proceso constante y progresivo de poner piedras en el camino al proceso de desarrollo de las econom¨ªas empobrecidas tiene ahora su representaci¨®n m¨¢s cruel en la burda obscenidad de nuestras pol¨ªticas migratorias.
El rol de las migraciones est¨¢ infravalorado
Hace unos d¨ªas, Tomas Tob¨¦, coordinador del comit¨¦ de Desarrollo de la Comisi¨®n Europea, introduc¨ªa sin ning¨²n consenso previo una enmienda antes de la aprobaci¨®n del informe de eficiencia y eficacia de la ayuda, en la que se introduc¨ªa esta condicionalidad a las pol¨ªticas de contenci¨®n migratoria, consolidando en el seno de las instituciones europeas la negaci¨®n a los pa¨ªses empobrecidos a usar uno de los instrumentos clave para su desarrollo. El rol que las migraciones juegan en el desarrollo est¨¢ a menudo infravalorado. La contribuci¨®n en remesas ha crecido de manera progresiva a lo largo de los a?os, llegando a representar entre el 20 y el 30% del PIB de algunos pa¨ªses.
La contribuci¨®n de las remesas a la reducci¨®n de la pobreza y al aumento del ahorro es innegable, como lo es el enorme aumento del capital humano y la posibilidad de contribuir a la mejora de capacidades en el pa¨ªs de origen. Adem¨¢s, las migraciones no pueden entenderse ¨²nicamente como el resultado de la pobreza y la guerra; estas son sobre todo una fase inseparable del proceso de desarrollo econ¨®mico. Al contrario de lo que se cree, el porcentaje de emigrantes de los pa¨ªses m¨¢s pobres es generalmente residual y aumenta conforme se acerca a los percentiles medios de crecimiento econ¨®mico.
Para generar pol¨ªticas sobre las migraciones, lo primero es entenderlas como un fen¨®meno imparable y consustancial del desarrollo
Es decir, emigrar es causa y consecuencia del proceso de desarrollo: cuando los pa¨ªses comienzan a mejorar sus econom¨ªas aumentan las migraciones y estas contribuyen a que las econom¨ªas mejoren. De hecho, son numerosos los casos europeos en los que a fases de crecimiento econ¨®mico les han precedido un crecimiento elevado de las migraciones.
Lo cierto es que, desde un punto de vista ¨¦tico, privar a los pa¨ªses empobrecidos de un instrumento tan valioso para su desarrollo es malo. M¨¢xime cuando los canales para la promoci¨®n de una movilidad regular son pocos e inalcanzables. Pero si hay algo peor que ser malo, es ser malo y necio: los pa¨ªses de la OCDE necesitan las migraciones para su supervivencia econ¨®mica, hace no muchos meses el ministro Escriv¨¢ afirmaba la necesidad de unos 270.000 migrantes por a?o para mantener la fuerza laboral y el sistema de pensiones. Adem¨¢s, criminalizar las migraciones y ofrecer im¨¢genes tan lamentables como las de Arguinegu¨ªn, intoxica el discurso p¨²blico como pocas cosas son capaces de hacerlo. La pol¨ªtica de la Europa fortaleza, no beneficia a nadie.
Para generar pol¨ªticas sobre las migraciones, lo primero es entenderlas como un fen¨®meno imparable y consustancial del desarrollo. Lo inteligente (y lo correcto) es generar instrumentos para que beneficien tanto a los pa¨ªses de origen como de destino. Y para ello, necesitamos pol¨ªticas que abran v¨ªas para generar canales seguros de movilidad de trabajadores a gran escala (las labour mobility partnerships son un ejemplo perfecto de c¨®mo pa¨ªses, especialmente del sudeste asi¨¢tico trabajan con pa¨ªses de destino para generar flujos de trabajo que beneficien a todas las partes); y por el otro, pol¨ªticas atrevidas que, garantizando los derechos de las personas migrantes puedan adem¨¢s capitalizar su llegada para suplir las necesidades de capital humano de nuestra sociedad (entendido este en su m¨¢xima expresi¨®n: moral, cultural y de capacidades). Porque esta vez, quitar la escalera, es tambi¨¦n pegarse un tiro en el pie.
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