Escuelas y agricultores locales, unidos para alimentar a los ni?os en Guatemala
En este a?o de cierre de colegios por la pandemia, los almuerzos del comedor se han sustituido por entregas peri¨®dicas de productos cultivados por personas de la zona. En el pa¨ªs centroamericano, uno de cada dos ni?os carece de acceso a alimentos y la tasa de desnutrici¨®n es la mayor del continente
En unos d¨ªas empezar¨¢ la recolecta de los tomates de Manuel Quej Tipol, y no solo lo celebra ¨¦l. El director de la escuela Manuela P. de Contreras, en el silvestre municipio guatemalteco de Tamah¨², tambi¨¦n los espera con ganas. Aunque los colegios lleven casi un a?o cerrados por la pandemia, los almuerzos del comedor se han sustituido por entregas peri¨®dicas de alimentos sin procesar y cultivados por agricultores locales como Manuel. Cada 25 d¨ªas, los 457 alumnos del centro reciben las jugosas verduras del joven productor, los frijoles de Irma Alesia y los pl¨¢tanos de Rosalina Rax. Aunque desde 2017 existe una ley que obliga a las escuelas a comprar al menos la mitad de los ingredientes a agentes locales, Tamah¨² es el primer municipio del departamento de Alta Verapaz en cumplirlo. Por eso, cada vez que Quej recoge la bolsa que le corresponde por su hija Andrea, de seis a?os, el orgullo es doble.
Cuando Manuel Quej mira sus ocho cuerdas de tomate cultivado ¡ªel equivalente a 3.632 metros cuadrados¡ª se le escapa un largo suspiro. Hace siete meses que esta plantaci¨®n, localizada en la ladera fuertemente inclinada de una monta?a de la zona, se inund¨® por completo a causa de los dos huracanes que azotaron Centroam¨¦rica. A principios de noviembre, fue Eta y solo unas semanas despu¨¦s, Iota. ¡°Arras¨® con todo¡±, relata. ¡°Esto que ve era todo lodo. No salv¨¦ ni una caja de tomates¡±. La tierra, sin embargo, no conserva ninguna cicatriz de ese pasado. Hoy en su terreno lucen incontables hileras de plantas con brotes verdes y miles de frutos colgando. Andrea se agacha frente a ellos a revisarlos con su pap¨¢. ¡°Ya est¨¢n casi¡±, indica la experta. ¡°Estaba bien bonito el frijol cuando el Eta se lo llev¨® todo¡±, dice Alesia unas horas m¨¢s tarde desde su peque?a finca, a pocos kil¨®metros de la de Quej. Desde que recoja el frijol de esta siembra, plantar¨¢ ma¨ªz.
Los estragos de los ciclones han sido muy dif¨ªciles de sobrellevar. El acuerdo con las escuelas ha sido la esperanza de muchos
Los estragos de los ciclones han sido muy dif¨ªciles de sobrellevar, sobre todo para estos peque?os agricultores a los que la pandemia prohibi¨® la venta ambulante. Sin embargo, el acuerdo con las escuelas ha sido la esperanza de muchos. D¨¦borah Suc, t¨¦cnico territorial del Programa de alimentaci¨®n escolar de la FAO Guatemala, en coordinaci¨®n con el Ministerio de Agricultura y Ganader¨ªa, visita regularmente comunidades rurales como esta, la Aldea Naxombal, para incentivar a que cada vez sean m¨¢s los productores que se inscriban oficialmente como tales. ¡°Muchos de ellos trabajaban la tierra de m¨¢s informal. El problema de los pueblos es que muchos no se f¨ªan o piensan que perder¨¢n sus ganancias por pagar impuestos. Entonces, toca venir y explicarles que es por el bien de todos. Por el de sus hijos y por el de sus propios negocios¡±, explica.
La Ley de Alimentaci¨®n Escolar, aprobada en 2017, est¨¢ pensada para apoyar dos grandes sombras del pa¨ªs: la empobrecida econom¨ªa del sector primario y las elevad¨ªsimas tasas de inseguridad alimentaria. En Guatemala, uno de cada dos ni?os padece desnutrici¨®n cr¨®nica. Es el pa¨ªs de Latinoam¨¦rica m¨¢s afectado y el sexto a nivel mundial, seg¨²n datos de Acci¨®n contra el Hambre y Unicef. Lo que establece la normativa es que las 34.000 escuelas oficiales tienen que adquirir, al menos, el 50% de los productos a proveedores locales. Los men¨²s se van adaptando en funci¨®n de la oferta y las temporadas y tienen un valor de cuatro quetzales por ni?o al d¨ªa (medio euro). ¡°As¨ª tambi¨¦n garantizamos que la calidad sea ¨®ptima¡±, resume Milton Orozco, enlace institucional de la FAO con el Programa de Alimentaci¨®n Escolar: ¡°Es un programa en el que ganan todos¡±.
Para Carlos Carrera, el representante de Unicef Guatemala, las refacciones son el gancho para que muchas familias mantengan a sus hijos matriculados: ¡°Nos tem¨ªamos que muchos ni?os abandonaran la escuela y ha pasado justamente lo contrario. En parte, por este programa de alimentaci¨®n escolar y tambi¨¦n por el seguro m¨¦dico impulsado por el Gobierno. Siempre es malo que haya abandono, pero el de este ¨²ltimo a?o es relativamente peque?o¡±. En 2020, 106.000 estudiantes dejaron prematuramente las clases. Esta cifra cay¨® del 4,2% al 1,5% en primaria y del 3,7% a 2,7% en infantil, con respecto al a?o anterior, seg¨²n cifras del Ministerio de Educaci¨®n.
Desde 2017 las escuelas tienen que adquirir al menos el 50% de los productos a proveedores locales, quienes definen los men¨²s en funci¨®n de las temporadas. Corresponde medio euro por alumno al d¨ªa
Pero para materializar la normativa hace falta la coordinaci¨®n del Ministerio de Agricultura, Ganader¨ªa y Alimentaci¨®n, el de Educaci¨®n y toda una red de peque?os productores que ni siquiera est¨¢n inscritos como tales. En todo el departamento constan 119 agricultores y en el municipio de Tamah¨², apenas cinco, seg¨²n datos de la delegaci¨®n local de la FAO. Pero son muchos m¨¢s. ¡°Detr¨¢s de cada uno inscrito hay muchas personas que tambi¨¦n cosechan y lo respaldan. Es una red que se aglomera en unos pocos como don C¨¦sar, que es quien emite la factura¡±, explica D¨¦borah Suc.
Don C¨¦sar Ja Juc es el presidente de la Asociaci¨®n de Productores de Agricultura Familiar, una cooperativa con 55 socios. Uno de los motores econ¨®micos del municipio y donde descansa la ilusi¨®n de una comunidad que pelea por salir adelante entre tanta dificultad. En un amplio cobertizo de madera se apilan frutas, verduras y legumbres de unos y otros, ordenadas en cajas de pl¨¢stico amarillo. Desde este galp¨®n se preparan las bolsas de alimentos que luego se llevan a las 34 escuelas de la zona. ¡°Es un orgullo porque somos un gran equipo y nos aconsejamos. Cuando uno necesita semillas, el otro se las presta y le recomienda otros cultivos o fertilizantes... Nos alegra tambi¨¦n estar alimentando a los m¨¢s peque?os¡±, dice desde el local. Al medio centenar de productores que le escuchan hablar se les nota la sonrisa incluso detr¨¢s de la mascarilla. Esto les ha unido m¨¢s.
Harina de ma¨ªz, verduras, frijol y pl¨¢tanos
En las escuelas, el d¨ªa del reparto de alimentos es una fiesta. A las siete de la ma?ana ya hay una larga cola de mujeres con bolsas de rafia vac¨ªas y el susurro de despensas sin llenar. Una hora m¨¢s tarde, se abren las puertas del colegio Manuela P. de Contreras y varios profesores reparten gel hidroalcoh¨®lico y toman la temperatura. ¡°?Primero de primaria?¡±, pregunta la mam¨¢ de Olga Marina, Alba Estela y Gloria Florida. La profesora de Olga, Enma Ta Morales, agita la mano para que la reconozca y sepa a cu¨¢l de las mesas dirigirse. Detr¨¢s de la mascarilla y la careta de pl¨¢stico es complicado saber qui¨¦n es qui¨¦n.
Se saludan con toda la cercan¨ªa que permite las medidas de seguridad y le cuenta brevemente que su hija la extra?a. Luego, recoge las dos bolsas que le tocan y firma con el dedo. Por cada alumno, tres libras (1,4 kilos) de frijol negro, dos saquitos de harina de ma¨ªz, 15 huevos, un kilo de az¨²car, una libra (0,5 kilos) de ejote (habas), un litro de aceite de girasol y un par de kilos de verduras. En otro pupitre gastado y bajo un letrero escrito a mano en el que dice: ¡°Quinto A y B¡±, Sergio Vinicio L¨®pez recibe a la siguiente madre. La de Marvin.
¡°?Firm¨¢s o con huella, mija?, le pregunta mezclando espa?ol y poqomchi, la lengua ind¨ªgena de la zona. La se?ora muestra el dedo ya manchado de tinta azul. ¡°?Ay, c¨®mo ten¨¦s ese dedo! ?Muchos hijos!¡±, responde a carcajadas. Es madre de cuatro. La mayor¨ªa de las que llegan son mujeres analfabetas que no tienen firma. ¡°La semana que viene, primero Dios, reabrimos¡±, explica el profesor, ¡°Y estamos deseando volver a ver a los ni?os, as¨ª sea en estas condiciones. En mis grados ya es muy normal que muchos dejen la escuela y empiecen a trabajar. Si no vuelven r¨¢pido a las aulas, seguro que alguna de mis ni?as ser¨¢n mam¨¢s al a?o que viene y los varones empezar¨¢n a trabajar el campo¡±.
Rosalina Rax, la primera mujer proveedora de muchas
Cultiva pl¨¢tano, ma¨ªz y frijol desde los 21. Rosalina Rax, 24 a?os, llega a la escuela en la moto de segunda mano que compr¨® gracias a las ventas de su familia del ¨²ltimo a?o, cerca de 150.000 quetzales (17.000 euros). Es de Panzos, un pueblo del departamento de Alta Verapaz, y el a?o pasado se uni¨® al grupo de cinco proveedores inscritos al programa de alimentaci¨®n escolar. Es la primera mujer en hacerlo. ¡°Pero de seguro no la ¨²ltima¡±, afirma con orgullo pero humildad. Y es que no fue f¨¢cil. ¡°Al principio otros agricultores hablaban mal de m¨ª para que no me compraran. Ten¨ªa miedo y rabia¡±, cuenta. Hoy es el ejemplo de su comunidad. La siembra es la principal fuente de ingresos de los 12 miembros de la familia. T¨ªos, esposo, cu?ados y suegros; todos est¨¢n implicados y siguen las directrices de esta joven. A veces, como hoy, se acerca para ver las caras de las madres que llevan sus alimentos a casa. La satisfacci¨®n se le nota en los ojos. No se queda mucho rato, ma?ana entrega a la escuela Poza Azul Uno (85 alumnos) y San Vicente La Playa (268 alumnos), y a¨²n queda mucho trabajo por hacer. Lleva d¨ªas d¨¢ndole vueltas a comprar algunas gallinas ponedoras y vender sus huevos tambi¨¦n: ¡°Hay tantas cosas que podemos hacer. Si yo pude, las dem¨¢s mujeres que lo intenten tambi¨¦n¡±.
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