Rompan colas
Las vacunaciones irregulares de la covid-19 en Am¨¦rica Latina y otros pa¨ªses revelan una penosa vigencia de los privilegios y la profunda herida que produce la inequidad social
Cerca de 37.000 en Chile, decenas en Argentina y Ecuador, m¨¢s de 400 en Per¨², incluyendo al ex presidente Mart¨ªn Vizcarra y dos ex ministras. Curas, militares, alcaldes y gerentes en Espa?a. Parientes favorecidos, autoridades privilegiadas, amigos a los que se les permite saltar la cola. Vacunaciones a la carta, en suma, si es que tienes poder e influencia, o conoces a ¡®alguien¡¯.
De todos los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n que ha habido recientemente en Am¨¦rica Latina, este ha sido uno de los m¨¢s desoladores e indignantes. Porque no tiene que ver solo con una cuenta bancaria, un malet¨ªn con dinero o un puesto de trabajo suculento. Tiene que ver con la literal lucha contra la muerte, con evitar que alguien caiga al infierno asfixiante de la covid-19.
Es cierto que el miedo flota por casi todos los confines del planeta, y que esa sensaci¨®n puede arrojar a cualquier ser humano al acto m¨¢s desesperado. Pero ocurre que esos vacunados vip no estaban en el fondo del pozo social, sino en la superficie, o en las cumbres de la comodidad, donde les ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil conseguir una cama UCI, un bal¨®n de ox¨ªgeno o un m¨¦dico.
Que te pinchen antes, por ser t¨² y tu corona, implica mandar m¨¢s atr¨¢s en la cola ¡ªincluso a nivel global¡ª al pobre y al desvalido, tal vez al que no puede conseguir ni una mascarilla decente. O al anciano ninguneado que ve c¨®mo en su entorno sus amigos van cayendo fulminados por los contagios. Hay algo muy perverso en este episodio, que a pesar de ser sublevante contin¨²a.
Que te pinchen antes, por ser t¨² y tu corona, implica mandar m¨¢s atr¨¢s en la cola al pobre y al desvalido, tal vez al que no puede conseguir ni una mascarilla decente
La corrupci¨®n en esta sufrida regi¨®n es sist¨¦mica, no excepcional. Se juega en los grandes negociados, pero tambi¨¦n en la vida cotidiana. En el Per¨² suele ser penosamente habitual que muchas personas se filtren (o se ¡°zampen¡±, como se dice ac¨¢) en la cola del banco, del pago de la electricidad, de los estadios, o de las licitaciones, para estar primeras sin merecerlo.
El rico lo hace para mantener sus privilegios, el clasemediero para tratar de subir donde est¨¢ el rico y el pobre para sobrevivir. De all¨ª que esta tragedia parezca provenir en gran medida de ese mal que marca a fuego a las sociedades latinoamericanas: la profunda inequidad, ese s¨ªndrome tan extendido que, en medio de la actual tragedia sanitaria, ha mostrado sus perniciosas garras.
Uno de los m¨¦dicos involucrados en el esc¨¢ndalo de las vacunaciones irregulares peruanas (rotulado como Vacunagate) dio una se?al de tal penosa normalidad circulante. Cuando le preguntaron por qu¨¦ vacun¨® a algunas autoridades y personajes (y a parientes de ellos), antes que a los m¨¢s vulnerables que estaban en lista de prioridad, respondi¨® que ¡°as¨ª funcionan las cosas¡±.
En otras palabras: es tan normal la existencia de privilegios que no hay por qu¨¦ extra?arse de que mantengan vigencia. No fue dif¨ªcil asociar esas palabras, y toda la situaci¨®n no s¨®lo en este pa¨ªs sino en otros pa¨ªses, a cierta impronta hist¨®rica que parece nunca acabar. Somos rep¨²blicas, pero no de ciudadanos iguales. En nuestras tierras existen derechos que no se ganan, se regalan.
Durante la Colonia, en los andes peruanos los conquistadores desplazaron a los ind¨ªgenas a las partes m¨¢s altas y heladas, mientras ellos se quedaban con las zonas m¨¢s abrigadas; a comienzos del siglo XX, los caucheros esclavizaron a los nativos amaz¨®nicos para montar un imperio econ¨®mico. Desplazar a alguien, sacarlo de la fila, con riesgo mortal, es una vieja pr¨¢ctica.
Lo triste es que tal penosa normalidad, que no pocos asumen como inevitable, opaca otras dimensiones del ser latinoamericano. En Argentina, donde altos funcionarios p¨²blicos y hasta un famoso periodista recibieron vacunas vip, la escritora Beatriz Sarlo revel¨® que a ella tambi¨¦n se lo ofrecieron, pero respondi¨® que prefer¨ªa ¡°morirse ahogada en covid¡±.
Hizo la diferencia, como a diario la hacen miles de personas que simplemente no abrazan la picard¨ªa o no creen que ¡°el justo peca en arca abierta¡±. O como la hicieron ¡ªdurante meses dolorosos¡ª m¨¦dicos, enfermeras, auxiliares de enfermer¨ªa, polic¨ªas, militares, bomberos. Algunos de los cuales fueron inmunizados reci¨¦n despu¨¦s de que los poderosos rompieran las colas.
En su libro El laberinto de la choledad, el soci¨®logo peruano Guillermo Nugent ofrece algunas ideas sugerentes sobre esta ca¨®tica falta de respeto a las normas. Sostiene que somos una sociedad jer¨¢rquica, y que los grupos sociales privilegiados extra?an la supuesta ¡°arcadia colonial¡±, pero han mantenido pr¨¢cticas que procuran situarlos siempre en la cima.
La tal arcadia ya no existe, pero el impulso colonial s¨ª, y ahora ha aparecido en una forma tal vez macabra, cuando los muertos se cuentan por miles
O les cierran puertas a los distintos, para que la estructura social, ya sacudida, no se mueva tanto. Ahora los due?os de las vacunas se han metido por la ventana, han dejado de lado o han hecho esperar a miles de ciudadanos, en medio de un panorama macabro donde las v¨ªctimas se cuentan por miles. Han golpeado a los arrinconados de siempre sin ruborizarse demasiado.
¡°La corrupci¨®n mata¡±, declar¨® a la Deutsche Welle Daniel Eriksson, director de Transparencia Internacional, luego de presentar el ?ndice de Percepci¨®n de la Corrupci¨®n 2020, donde por cierto varios pa¨ªses latinoamericanos, entre ellos los que tuvieron casos de vacunaci¨®n irregular, aparecen en puestos nada notables. Sobre todo Venezuela, que tambi¨¦n tuvo sus vacunados vip.
En este caso, romper la cola de las vacunas ha agravado indirectamente la salud de numerosas personas, en toda la regi¨®n. No s¨®lo se trafic¨® con equipos m¨¦dicos, con medicamentos. Tambi¨¦n se hizo con ese bien esquivo mundial que son las vacunas, en nombre de una peque?ez moral que quiz¨¢s en este tiempo de individualismo extremo ha alcanzado proporciones de pandemia.
Las entidades que podr¨ªan controlar estos desvar¨ªos existen, pero a veces son sus propios jefes, o las autoridades que deber¨ªan controlar su funcionamiento, las que incurren en la corrupci¨®n
La estructura social peruana, y latinoamericana, se ha movido, la tal arcadia ya no existe, pero el impulso colonial s¨ª, y ahora ha aparecido en una forma tal vez macabra, cuando los muertos se cuentan por miles.
Pasa todos los d¨ªas, desde hace d¨¦cadas, pero que acontezca en medio de la pandemia, con un asunto tan delicado como la vacunaci¨®n, ha activado una suerte de asombro indignado. La desigualdad aflor¨® hasta en esto, o precisamente por esto, como una tromba de desprecio que golpe¨® a los arrinconados de siempre, a quienes antes perd¨ªan tierras y hoy pierden vacunas.
Falta control institucional, adem¨¢s. Las entidades que podr¨ªan controlar estos desvar¨ªos existen, pero a veces son sus propios jefes, o las autoridades que deber¨ªan controlar su funcionamiento, las que incurren en la corrupci¨®n, grande o peque?a. En Ecuador fue el propio ministro de Salud, Juan Carlos Zevallos, quien hizo vacunar primero a sus familiares.
Para romper el orden de llegada, lo correcto, lo respetuoso. Lo que hace posible una m¨¢s sana convivencia social. Incurren en ello los pol¨ªticos, los empresarios, los dirigentes sociales, casi cualquier ciudadano si ve la oportunidad. Se busca la triqui?uela para no esperar horas ante una ventanilla, o meses para que se agilice un tr¨¢mite. Tambi¨¦n para evadir una licitaci¨®n.
Ramiro Escobar de la Cruz es periodista y profesor universitario. Escribe regularmente en Planeta Futuro y ense?a en la Pontificia Universidad Cat¨®lica del Per¨², la Universidad Antonio Ruiz de Montoya y la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas.
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