El absurdo coste de una violaci¨®n
Acciones que pueden parecer muy sencillas logran tener un gran impacto positivo para las personas que han sufrido agresiones sexuales. Raimund Alber, psic¨®logo de M¨¦dicos Sin Fronteras en el hospital de Maraoua, en Camer¨²n, comparte la historia de c¨®mo ¨¦l y su equipo atendieron a Violete, una ni?a que sufri¨® violencia sexual
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Aviso: el siguiente relato habla sobre la agresi¨®n sexual sufrida por una menor.
Es la segunda vez que trabajo para M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF) en las regiones afectadas por el conflicto armado del noroeste y sudoeste de Camer¨²n. La violencia entre las fuerzas gubernamentales y los grupos armados no estatales separatistas se ha intensificado en los ¨²ltimos a?os y esto, como es l¨®gico, tiene consecuencias directas para las comunidades locales. Sin embargo, toda esta violencia ligada al conflicto no es, ni de lejos, la ¨²nica causa de sufrimiento para la gente que vive aqu¨ª.
En esta parte olvidada del mundo, la mayor parte de la poblaci¨®n se enfrenta al desplazamiento forzado, al desarraigo que produce haber tenido que dejar tu casa a causa de la violencia, a la pobreza, a la ruptura de las redes de apoyo familiares, a una creciente sensaci¨®n de desesperaci¨®n y a la inseguridad y al miedo constante a perder la vida.
Para algunas personas, los umbrales del bien y del mal son difusos y cambiantes. Adem¨¢s, con un sistema de justicia que resulta completamente disfuncional, los delitos que antes eran raros ahora se han convertido en algo casi ¡°normal¡±.
Por eso, y porque resulta muy representativo de lo que aqu¨ª ocurre, me gustar¨ªa compartir la historia de una paciente que sobrevivi¨® a una agresi¨®n sexual. Esta no fue cometida por ning¨²n actor armado, que a menudo utilizan la violaci¨®n como un arma de guerra, sino por un miembro de su comunidad. Se trata, por tanto, de otra v¨ªctima m¨¢s de una sociedad infectada por la violencia; de otro da?o colateral causado por esta maldita situaci¨®n. Y ella, de alguna manera, representa a las innumerables ni?as, mujeres, ni?os y hombres que sufren todo tipo de agresiones de forma totalmente indiscriminada en este pa¨ªs.
Una urgencia especial
Es lunes. Ciudad fantasma. No hay movimiento en las calles. El mensaje es claro. ?Qu¨¦date en casa o ser¨¢s castigado! Grupos armados refuerzan estos confinamientos regulares cada lunes. Las excepciones son el personal m¨¦dico que vaya de camino al trabajo y las urgencias que llegan hasta el hospital en nuestras ambulancias.
Hace pocos minutos, nuestro director m¨¦dico ha recibido una llamada. Una emergencia est¨¢ esperando en urgencias. Se trata de una emergencia de esas que calificamos de ¡°especial¡±. Llamo a madame Bridget, la matrona que est¨¢ a cargo del servicio durante el turno. Cuando coge el tel¨¦fono, le digo: ¡°tenemos un caso urgente, ve lo antes posible a Urgencias. Nos encontramos all¨ª¡±.
Me responde: ¡°?Voy inmediatamente!¡±.
Ojos asustados
Cuando llego, veo a una mujer y a una ni?a sentadas pacientemente en el banco de la sala de espera. Me acerco lentamente, las saludo y me presento. La mujer me devuelve el saludo. La ni?a est¨¢ sentada junto a la mujer, pegadita a ella y aferr¨¢ndose a su brazo. Asumo que es su madre. Se asoma para ver qui¨¦n soy y r¨¢pidamente vuelve a esconderse. Sus ojos expresan miedo. Les explico que tenemos que esperar a Bridget y que despu¨¦s podremos ir a la consulta juntos. Cinco minutos esperando que se hacen eternos. Permanezco en silencio. Este no es el sitio ni el momento para empezar a hablar.
El silencio puede ser dif¨ªcil de manejar a veces, as¨ª que me siento aliviado cuando veo llegar a mi compa?era. Por fin entramos en nuestra sala especialmente equipada, nos sentamos y cerramos la puerta. ¡°Mi nombre es Raimund y mi compa?era se llama Bridget. Soy psic¨®logo y ella es matrona. Queremos sentarnos con vosotras, preguntaros sobre lo que ha pasado y tratar de ver c¨®mo podemos ayudar a Violete (nombre ficticio) de la mejor manera posible. ?Os parece bien que estemos los cuatro juntos aqu¨ª?¡± les pregunto. La madre asiente. La ni?a permanece en silencio.
Les explico que, con su consentimiento, Bridget examinar¨¢ a la joven y le proporcionar¨¢ diferentes tratamientos si fuera necesario. Les digo que quiero apoyarlas en c¨®mo seguir adelante a partir de este momento. Ojal¨¢ hubi¨¦ramos contratado ya a una terapeuta psicosocial. En la mayor¨ªa de los casos es m¨¢s f¨¢cil para nuestras pacientes. Pero por ahora, yo soy la ¨²nica opci¨®n. Por eso trato de ser lo m¨¢s sensible y respetuoso posible.
Violete
La mujer que acompa?a a la ni?a, quien con total seguridad no tiene ni 10 a?os, es efectivamente su madre. Nos explica que, el s¨¢bado por la tarde, Violete empez¨® a quejarse de un dolor en la vagina. La progenitora intent¨® recabar m¨¢s datos, pero ella no quer¨ªa decir lo que hab¨ªa pasado, as¨ª que decidi¨® castigarla hasta que se decidiera a hablar. Finalmente, Violete le cont¨® que ese mismo d¨ªa, mientras ella estaba trabajando en la granja, su padrastro le hab¨ªa bajado la ropa interior y hab¨ªa puesto ¡°su piel sobre la de ella¡±.
Violete cont¨® que su padrastro le hab¨ªa bajado la ropa interior y hab¨ªa puesto ¡°su piel sobre la de ella¡±
Despu¨¦s de que la madre de Violete confrontase al hombre con lo que hab¨ªa dicho la ni?a, el padrastro acudi¨® al consejo del pueblo para decir que la ni?a ment¨ªa y que la madre solo quer¨ªa da?ar su reputaci¨®n. Y para demostrar que no hab¨ªa hecho nada, ¨¦l mismo las trajo al hospital esta ma?ana.
¡°?C¨®mo? ?Pero me est¨¢s diciendo que ¨¦l est¨¢ aqu¨ª?¡±, pregunto sorprendido.
¡°S¨ª, est¨¢ fuera. Es el hombre que lleva un su¨¦ter¡±, dice la madre.
Bridget me dice que vaya a hablar con ¨¦l. ¡°Deber¨ªamos hacerle la prueba del VIH al hombre. Mientras, examinar¨¦ a la ni?a¡±, me dice. Entre incr¨¦dulo e indignado, me dirijo hacia el lugar donde est¨¢ el hombre para hablar con ¨¦l.
A medida que me acerco, siento que me ahogo. Estoy nervioso. Nunca antes hab¨ªa tenido que entablar conversaci¨®n con el presunto autor de un abuso. Mi cabeza empieza a dar vueltas, siento como la ira aumenta. Lo miro y no puedo dejar de pensar en la ni?a y en lo que la madre nos ha contado. ¡°?Para!¡±, me digo a m¨ª mismo. ¡°No soy polic¨ªa, ni juez. Yo estoy aqu¨ª solo para ayudar¡±. Respiro profundamente y me presento. Vamos a un sitio tranquilo. Confidencial. ?l jura que es inocente. Acepta hacerse el test de VIH y le dejo con mis compa?eros.
Otra respiraci¨®n profunda.
Cuando vuelvo a la consulta, Bridget sale y me comenta los resultados del examen. Son concluyentes: la ni?a ha sido violada. Siento n¨¢useas.
Otra respiraci¨®n profunda.
Siguientes pasos
Bridget vuelve a entrar para administrar a Violete la profilaxis contra el t¨¦tanos, contra la hepatitis B y contra varias infecciones de transmisi¨®n sexual, incluido el VIH.
Vuelvo a pedir permiso para entrar en la habitaci¨®n. La madre asiente. La ni?a permanece en silencio. No hay contacto visual. Me mantengo a una distancia prudencial de ella. Hablo con la madre para saber qu¨¦ piensa hacer. Le pregunto si el presunto agresor seguir¨¢ viviendo con ellas, dialogamos sobre qu¨¦ medidas puede tomar para garantizar la seguridad de la ni?a y la suya propia, sobre la conveniencia de implicar a la polic¨ªa o de dejarlo todo en manos del consejo tradicional.
Le comento a la madre c¨®mo puede reaccionar su hija en los pr¨®ximos d¨ªas y semanas y que estas reacciones son normales en estas circunstancias tan anormales e inaceptables: ¡°Violete podr¨ªa tener pesadillas y ansiedad y podr¨ªa sentir necesidad a estar muy pegada a ti, no querer salir m¨¢s de casa o tener miedo a quedarse sola. Podr¨ªa tambi¨¦n empezar a mojar la cama de nuevo¡±.
¡°O puede que se muestre agresiva contigo o con otras personas, que empiece a retraerse, que deje de jugar, que est¨¦ triste, solitaria y callada. Puede que empiece a hacer preguntas sobre lo que ha pasado o sobre cualquier tema sexual¡±.
¡°En resumidas cuentas: es muy posible que Violete cambie respecto a c¨®mo era antes¡±.
Y sobre todo, pongo mucho esfuerzo en explicarle que lo que m¨¢s necesita ahora mismo su hija es mucha atenci¨®n, amor y cari?o, que pegarla y castigarla no ayudar¨¢ a que la ni?a afronte mejor la situaci¨®n. Y comparto con ella qu¨¦ otros enfoques pienso que podr¨ªa usar para que Violete se sienta protegida.
Una peque?a sonrisa
La ni?a establece cada vez m¨¢s contacto visual conmigo. Veo como empieza a mirar una de las grandes cajas de pl¨¢stico en la que guardamos juguetes, material para pintar y globos. Mientras le digo a la madre lo bien que han hecho en venir hoy al hospital y lo importante que es para ellas volver para las citas de seguimiento, deslizo suavemente la caja hacia la ni?a y, desde la distancia, abro la tapa. Sus ojos est¨¢n fijos en la peque?a caja de l¨¢pices de colores.
Me dirijo a Violete y le pregunto si le gusta colorear. Su madre lo traduce, ya que el ingl¨¦s de la ni?a es muy b¨¢sico. Violeta asiente con la cabeza, vacilante. Intento hacerle entender que puede coger la caja de l¨¢pices y uno de los libros para dibujar. R¨¢pidamente los agarra y los acerca a su pecho como si los reclamara para s¨ª. Veo una peque?a sonrisa en su cara.
Dudas
Al marcharse, nos prometen volver la siguiente semana para recibir la pr¨®xima dosis de la vacuna y comprobar c¨®mo est¨¢ Violete. La madre no tiene tel¨¦fono y, aunque lo tuvieran, apenas hay cobertura en la zona donde viven, as¨ª que la ¨²nica forma de hacer seguimiento es de manera presencial.
Mientras la madre, la ni?a y el hombre del su¨¦ter se alejan juntos hacia la salida del hospital, empiezo a tener dudas. ?Hemos hecho todo lo posible? ?Est¨¢ a salvo? ?Podemos y debemos involucrar a la polic¨ªa en un lugar donde la justicia tiene un precio y las v¨ªctimas podr¨ªan sufrir incluso m¨¢s debido a la estigmatizaci¨®n p¨²blica? ?Hemos actuado en beneficio de nuestra paciente?
La sentencia dictada dice que el hombre tendr¨¢ que pagar 10 cajas de cerveza por la violaci¨®n
Lo que desde luego no me imaginaba en ese momento era que, unos d¨ªas despu¨¦s, el consejo del pueblo se reunir¨ªa y decidir¨ªa el veredicto. La sentencia dictada dice que el hombre del su¨¦ter tendr¨¢ que pagar 10 cajas de cerveza, un castigo habitual para delitos que se resuelven sin la implicaci¨®n de la polic¨ªa. ?Y qui¨¦n recibir¨¢ la cerveza? El consejo del pueblo. Todos hombres.
Una nueva familia
Una semana despu¨¦s, Violete y su madre vuelven. La madre nos explica que despu¨¦s de aquel d¨ªa en el hospital, Violete tuvo algunas dificultades, pero que poco a poco ha vuelto a ser la misma de antes. Me dice que no la deja sola ni un momento y que las dos se sienten muy unidas. Ella juega con los ni?os que viven al lado de ellas y se comporta como una ni?a completamente normal, a pesar de haber tenido que sufrir una experiencia terrible para alguien de su edad.
La madre nos cuenta tambi¨¦n que han dejado la casa en la que estaban y que ahora est¨¢n viviendo con unos familiares. Charlamos un rato, les agradecemos enormemente que hayan venido a la cita y les pedimos que nos visiten de nuevo en las pr¨®ximas semanas.
Cuando se fueron, me qued¨¦ pensando en c¨®mo la violencia sexual afecta a millones de personas en todo el mundo. En c¨®mo puede destrozar la vida de las mujeres, hombres y ni?os.
Las consecuencias psicosociales pueden atormentar a un ser humano durante a?os, provoc¨¢ndole graves problemas de salud mental y, en algunos casos, llevando a esa persona al suicidio. El impacto puede ser demoledor, pero al menos tenemos herramientas para tratar de minimizarlo.
Intervenciones sencillas
Las intervenciones sencillas y a tiempo, como por ejemplo las sesiones que hacemos con las familias sobre c¨®mo crear un entorno seguro y afectuoso, pueden impulsar el proceso de sanaci¨®n y, con el tiempo, pueden evitar el desarrollo de un futuro que a veces es devastador.
Con el tiempo se ver¨¢ c¨®mo Violete supera su trauma. Crecer¨¢ y se convertir¨¢ en una adolescente, en una mujer. Tal vez pueda tener una relaci¨®n sana y amorosa con una pareja, forme una familia y tenga una vida ¡°normal¡±. Soy consciente de que nada de todo eso depende al 100% de nosotros, pero quiero creer que podemos ayudarles a sanar y a salir adelante, tanto a ella como a su familia.
Los nombres y algunos detalles de este relato han sido cambiados u omitidos por su autor para proteger la identidad de la ni?a.
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