La violaci¨®n como arma de guerra
Las guerrillas de la RDC han usado el cuerpo de las mujeres para destruir la sociedad
Una familia est¨¢ cenando en su casa. Irrumpe un grupo de hombres armados, viola a la mujer en presencia de su marido y sus cinco hijos, le introducen armas y objetos cortantes en la vagina, obligan a los menores a tener relaciones sexuales con ella y descuartizan al padre delante de todos cuando intenta evitarlo. La escena es real, un ejemplo que se ha repetido miles de veces en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo (RDC) en una guerra atroz donde el cuerpo de la mujer es el campo de batalla.
El relato anterior lo cuenta la periodista Caddy Adzuba en un v¨ªdeo de la artista Ouka Leele. Y no acaba ah¨ª. La mujer y los ni?os fueron trasladados al bosque, donde permanecieron semanas. Ella, tras d¨ªas sin verlos, pregunt¨® por sus hijos. Los soldados le lanzaron una bolsa con cinco cr¨¢neos a modo de respuesta. ¡°?Por qu¨¦?¡±. Es lo que se pregunt¨® esta v¨ªctima y tambi¨¦n el t¨ªtulo de la obra de Leele (PourQuoi?), que pretende concienciar de las atrocidades que se han sucedido en el este del pa¨ªs desde hace dos d¨¦cadas a cuenta de la explotaci¨®n de los minerales.
En la RDC hay quien dice que cuando Dios estaba haciendo el mundo dej¨® esta zona para el final y lo sembr¨® de todo lo que le sobraba: oro, diamantes, madera, petr¨®leo y el apreciado colt¨¢n, indispensable para toda la tecnolog¨ªa que usamos (m¨®viles, ordenadores, tabletas). Es la explicaci¨®n que daba la abuela de Papy Sylvain Nsala para argumentar la enorme riqueza natural del pa¨ªs, tal y como cuenta este soci¨®logo congole?o. El pasado martes comparti¨® mesa con Leele en una charla sobre el conflicto de la RDC en el C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid, donde ha estado expuesta la obra de la artista hasta hace unos d¨ªas.
?Por qu¨¦? Se cuestiona Leele. ?Por qu¨¦? Le preguntaba la mujer a los soldados. La explicaci¨®n es tan b¨¢rbara como el resto de la historia: ¡°Has estado comiendo carne todo este tiempo, no pensar¨ªas que ¨ªbamos a cazar para ti¡±. Cuando pidi¨® que la matasen para acabar con el sufrimiento se negaron. ¡°Ser¨ªa demasiado f¨¢cil para ella¡±, reflexiona Adzuba.
Pero si la pregunta es por qu¨¦ ese ensa?amiento contra alguien que estaba tranquilamente en su casa con su familia, que no hab¨ªa participado en conflicto alguno ni conoc¨ªa de nada a aquellos hombres que irrumpieron en su hogar, la respuesta es otra. Se estima que m¨¢s de medio mill¨®n de mujeres han sido violadas en la RDC en los ¨²ltimos 20 a?os (el 70% en sus domicilios), una cifra que convive con otras igualmente tr¨¢gicas: m¨¢s de seis millones de muertos y tres millones de desplazados. Desde el genocidio en Ruanda en 1994, el pa¨ªs vecino vive en un estado de conflicto pr¨¢cticamente permanente, alentado seg¨²n la ONU por la propia Ruanda, que se beneficia de un barato expolio de sus recursos naturales: la zona est¨¢ sembrada de suculentos intereses para empresas y pa¨ªses de todo el mundo. El pasado noviembre, los rebeldes del M23, la principal guerrilla, proclam¨® el alto el fuego, pero existen decenas de grupos menores que contin¨²an luchando.
Esto sigue sin explicar por qu¨¦ son ellas las que pagan el pato. Seg¨²n Nsala, desde la crisis de los noventa, es ella la que comenz¨® a sacar adelante la sociedad. Era responsable de la familia y de la econom¨ªa. ¡°Las guerrillas saben que si quieren destruir a un pueblo tienen que destruir a la mujer primero¡±, relata.
El sufrimiento no acaba en la violaci¨®n. Ni siquiera en las secuelas f¨ªsicas que deja de por vida, ya que introducen en la vagina cuchillos, trapos sucios, objetos infectados, piedras¡ Sigue despu¨¦s porque una violaci¨®n es un tab¨² para la sociedad, que le da la espalda a quien la ha sufrido, incluido su marido, que no suele soportar tal?mancha ni se arriesga a contagiarse de las probables enfermedades de transmisi¨®n sexual que su pareja ha contra¨ªdo.
El fen¨®meno no es nuevo. El conflicto de Ruanda ya dej¨® entre 250.000 y 500.000 mujeres violadas. Anteriormente a esta guerra, las agresiones sexuales se consideraban pr¨¢cticamente un da?o colateral, seg¨²n explic¨® Alicia Cebada, profesora titular de Derecho Internacional P¨²blico y Relaciones Internacionales en la Universidad Carlos III, que particip¨® en la mesa redonda junto a Nsala y Leele. Pero esta sangr¨ªa sirvi¨® para concienciar a la comunidad internacional. En el a?o 2000, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprob¨® su resoluci¨®n 1325, que insta a la protecci¨®n de las mujeres y ni?as en los conflictos y a la inclusi¨®n de una perspectiva de g¨¦nero en los mecanismos de prevenci¨®n, gesti¨®n y resoluci¨®n de los mismos. Pero como se constata en el caso del Congo, no siempre se cumple. Por eso, la activista Caddy Adzuba est¨¢ recogiendo firmas para instar a la comunidad internacional a que se cumpla.
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