Un ¡®apartheid¡¯ ecol¨®gico en Kenia
Las comunidades ind¨ªgenas del este de ?frica conviven con la naturaleza en una relaci¨®n de reciprocidad. Sin embargo, un informe internacional alerta sobre las expulsiones y violaciones de los derechos humanos que sufren los pastores kenianos en las llamadas ¨¢reas de conservaci¨®n
Un r¨¢pido rastreo por internet en b¨²squeda de safaris al gran Masai Mara y otras ¨¢reas de exuberante naturaleza en el Este de ?frica da como resultado varias ofertas para visitar una conservancy (o ¨¢rea de conservaci¨®n de gesti¨®n privada o mixta) dentro de alguna reserva nacional keniana. Las propuestas viajeras se ilustran con fotos que muestran a grupos de turistas blancos, encabezados por alg¨²n gu¨ªa armado, o conversando con un sonriente nativo semidesnudo y apenas provisto de un folkl¨®rico taparrabos. Son algunos de los excursionistas que integran el contingente de alrededor de dos millones de personas que llegan a Kenia cada a?o, a alimentar la industria tur¨ªstica del pa¨ªs, quiz¨¢ con bienintencionada conciencia ambiental, sin saber que los anunciados prop¨®sitos de conservaci¨®n de la naturaleza por parte de sus anfitriones esconden una colisi¨®n directa con las pr¨¢cticas cotidianas y la digna supervivencia de las comunidades locales.
Para trazar (y vallar) esas ¨¢reas de conservaci¨®n y explotarlas como haciendas de turismo de ¨¦lite, las agencias gubernamentales y los gestores de las tierras han desalojado a buena parte de los pobladores aut¨®ctonos, e incluso atacado a pastores y l¨ªderes nativos, seg¨²n un reciente informe del Oakland Institute (OI), llamado Stealth Game: ¡®community¡¯ conservancies devastate land & lives in Northern Kenya (Juego furtivo: c¨®mo las ¨¢reas de conservaci¨®n ¡®comunitarias¡¯ devastan tierra y vidas en el norte de Kenia), que habla de una injusticia de tal calibre que la llega a mencionar como un apartheid ecol¨®gico.
¡°Cada ¨¢rbol, cada planta tiene un gran significado y un valor ¨Cincluso medicinal¨C para nuestra comunidad; el ganado est¨¢ ligado a la pastura en cada estaci¨®n. Nuestra identidad est¨¢ en la tierra y por eso nos resulta importante transmitir el conocimiento ind¨ªgena a las generaciones j¨®venes, ya que lo que no est¨¢ escrito sobrevive en cada uno de los miembros de la comunidad¡±, en palabras de Major Jillo, del Borana Council of Elders Isiolo (el consejo de mayores del ¨¢rea de Borana, en la regi¨®n de Isiolo).
Habla Jillo de un trabajo diario, especializado, como la experiencia pastoril de las abuelas, que saben conducir a las cabras casi como compa?eras, para evitar que destrocen ¨¢rboles valiosos, por ejemplo. Este pastor es testigo de un clamor persistente porque se est¨¢ ¡°matando el conocimiento tradicional¡± con legislaci¨®n contraria a sus labores, con menosprecio y paternalismo, seg¨²n arguyen expertos locales como el conservacionista Mordecai Ogada que, sin embargo, asegura que el modelo hoy ¡°est¨¢ colapsando¡±.
Este modelo de conservaci¨®n, que aparenta adaptarse a los objetivos de organismos como Naciones Unidas, cuyo Convenio sobre la Diversidad Biol¨®gica promueve la declaraci¨®n de ¨¢reas protegidas (al menos un 30% del planeta para 2030 es el objetivo), disimula, sin embargo, unos instrumentos de expolio que hacen incompatible la vida de comunidades ancestrales en su propio territorio. Esta es la denuncia que promueve el think tank independiente Oakland Institute ¨Ccon sede en California¨C en base a testimonios locales de las violaciones a los derechos humanos que se vienen produciendo desde la aparici¨®n de las ¨¢reas de conservaci¨®n, mientras las autoridades kenianas desde?an las voces nativas.
Safaris con comitiva militarizada
Entre los principales reclamos de estas ¨¢reas protegidas, destaca la lucha contra la caza ilegal, por lo que en ellas se autoriza la presencia de comandos privados anticazadores furtivos, con formaci¨®n y armamento militar, que rastrillan las tierras en colaboraci¨®n con agencias estatales como Kenya Wildlife Services (KWS). Estos singulares guardaparques se ofrecen como garant¨ªa de protecci¨®n del paisaje y, en especial, de los paradores de lujo de quienes asisten a los safaris.
Paralelamente, la simple existencia de un ¨¢rea de conservaci¨®n delimitada permite que all¨ª se vuelquen ingentes sumas de dinero provenientes de donantes ¨Ctanto p¨²blicos como privados¨C en concepto de ayuda a la salvaguarda de la biodiversidad y lucha contra el cambio clim¨¢tico, a trav¨¦s de los mecanismos establecidos para el mercado internacional de los cr¨¦ditos de carbono, seg¨²n revela el informe.
Se trata, pues, de grandes superficies de territorio convertidas en fortalezas gobernadas, controladas y rentabilizadas por unas pocas empresas, como la Northern Ranger Trust (NRT), una de las m¨¢s poderosas, ya que cuenta con 39 zonas de conservaci¨®n (conservancies), que cubren unos 42.000 km?, lo que representa un 8% del territorio total del pa¨ªs. En el origen de esta firma, que comenz¨® su actividad en los primeros a?os de la d¨¦cada del 2000, est¨¢ la finca familiar de 250 km? de un miembro de la minor¨ªa blanca de Kenia, que se instal¨® en el pa¨ªs en tiempos de la colonia brit¨¢nica y que mantiene fuertes v¨ªnculos y apoyo de la aristocracia inglesa, seg¨²n puede comprobarse a trav¨¦s de los viajes oficiales de la realeza y su corte que rese?a la prensa internacional.
El informe del OI recoge la genealog¨ªa del modelo, cuyo mayor abuso radica en erigir esas fortalezas que obligan a la desposesi¨®n de las tierras que desde tiempos inmemoriales han pertenecido a unas comunidades a las que ahora se les niega (o se burocratiza al infinito) la posibilidad de registrarlas y de tener t¨ªtulos de propiedad.
Al mismo tiempo, la corrupci¨®n de los ¨®rganos de gobierno da lugar a la criminalizaci¨®n y la amenaza de los nativos por ejercer sus actividades de pastoreo, a lo que se suma el poder f¨¢ctico de los rangers, que patrullan, violentan y desplazan a las personas, seg¨²n consta en numerosos procesos judiciales recogidos en el documento. En el mismo se consignan, asimismo, m¨¢s de 70 muertes violentas ocurridas en choques inter¨¦tnicos o por problemas con pastores (cuyo ganado pastaba tradicionalmente en esas tierras), disturbios en los cuales tambi¨¦n habr¨ªan participado las patrullas de los parques naturales o el servicio estatal de protecci¨®n de la vida silvestre, con el argumento de la defensa de los planes de conservaci¨®n.
Para confundir m¨¢s las cosas, un ¨²nico ministerio, que en Kenia a¨²na las competencias en turismo y vida silvestre, parece pasar por alto el trasvase de personal jer¨¢rquico entre consejos de administraci¨®n del ¨¢mbito privado al p¨²blico, y viceversa, seg¨²n el documento, en cuya difusi¨®n participa la organizaci¨®n ecologista Survival International. No faltan, entre las acciones de estos fideicomisos de la conservaci¨®n, las sociedades con empresas multinacionales con historiales poco sostenibles para realizar prospecciones petroleras conjuntas en ¨¢reas protegidas. Sin ir m¨¢s lejos, en 2015, para avalar uno de esos acuerdos de una conservancie con una petrolera, entre las metas expuestas en los planes de los administradores de tierras figuraba la de ¡°ayudar a las comunidades a entender el beneficio que se obtendr¨ªa con la comercializaci¨®n de los recursos f¨®siles¡±.
Quienes se niegan a dejar que la confusi¨®n se apodere de todos los ¨¢mbitos de la administraci¨®n rural son algunos de los representantes comunitarios que no han accedido a trabajar al servicio de las empresas gestoras de las ¨¢reas de conservaci¨®n. Entre ellos, sobresalen quienes participaron, d¨ªas atr¨¢s, en un seminario web organizado por el Oakland Institute, para refrendar su informe: Violet Matiru, de la Millenium Community Development Initiatives (Comunidad Millenium de Iniciativas de Desarrollo), Major Jillo y Mordecai Ogada, entre otros. Junto a ellos, una de las autoras del informe, Anuradha Mittal, y la representante de Survival International, Fiore Longo, expusieron la raz¨®n esencial por la cual consideran imprescindible expresarse en voz alta: el enfoque de la conservaci¨®n encerrada en una especie de fuerte inexpugnable (llamado, en este caso, ¨¢rea protegida) debe reemplazarse por los esfuerzos de conservaci¨®n guiados por el saber ind¨ªgena, que es el mejor camino para preservar la riqueza en biodiversidad que queda en el planeta, respetando los intereses, los derechos y la dignidad de las comunidades locales.
Invitar a los donantes a conocer sus territorios
¡°Nuestra relaci¨®n con la tierra no puede ser una transacci¨®n¡±, argument¨® la autora Anuradha Mittal. Por su parte, Mordecai Ogada asegur¨® que los pastores han sido los custodios de la vida silvestre durante siglos, apoy¨¢ndose en una investigaci¨®n del Rights and Resources Institute que concluy¨® que las comunidades locales e ind¨ªgenas consiguen al menos el mismo nivel de protecci¨®n con una porci¨®n del presupuesto que actualmente se destina a estas ¨¢reas protegidas.
A prop¨®sito, la ecologista Fiore Longo coincidi¨® en que hay menos deforestaci¨®n en zonas ind¨ªgenas de Latinoam¨¦rica que la que se logra en ¨¢reas de protecci¨®n oficial, ya que las comunidades locales dependen de la salud de sus territorios para vivir, conocen la naturaleza como nadie y la cuidan. ¡°Es llamativo que sigamos apostando por modelos incorrectos cuando tenemos tantas evidencias cient¨ªficas de que los objetivos de conservaci¨®n se alcanzan mejor cuando las comunidades locales tienen derechos colectivos reconocidos y est¨¢n en control de sus tierras¡±, reforz¨® Longo, recordando que el 80% de la biodiversidad del planeta se encuentra en territorios en los que viven comunidades ind¨ªgenas.
Frente a la vasta riqueza biol¨®gica con la que conviven, no es mucho lo que piden los representantes de las comunidades nativas del norte de Kenia: ante todo, reclaman poder discutir en foros abiertos y participar en la confecci¨®n de las agendas globales del medio ambiente, que intuyen se elaboran en Washington o Bruselas. Otra reivindicaci¨®n es que se les permita llegar a los donantes de las ¨¢reas de conservaci¨®n, para invitarlos a pasar una temporada con ellos y conocer la tierra en la que pastan sus vacas. De hecho, en abril de 2021, el Consejo de los Mayores de la Comunidad Samburu de cuatro condados ¨CIsiolo, Laikipia, Marsabit y Samburu¨C escribi¨® cartas a ONG internacionales y otros donantes de NRT para solicitarles una auditor¨ªa de las inversiones de la empresa.
Seg¨²n los conservacionistas de los pueblos nativos, algunos donantes no est¨¢n al tanto de c¨®mo se gasta el dinero que ellos env¨ªan, ya que este circula ¡°sin ning¨²n control¡± en unas pocas manos. Solicitan, en s¨ªntesis, que tanto las ayudas por parte de los gobiernos como de las organizaciones supranacionales, as¨ª como el mecanismo compra-venta de cr¨¦ditos de carbono, contengan cl¨¢usulas de respeto a los derechos humanos y el consentimiento de las comunidades locales.
Concluye Fiore: ¡°Tenemos que desterrar la idea de que la naturaleza est¨¢ despoblada de humanos y que solamente los occidentales podemos conservarla, o explotarla. De esa visi¨®n anticuada de lo salvaje como un espacio vac¨ªo y separado de nosotros surge la idea de hacer de ello un capital que nos da servicios y disfrute. La relaci¨®n de los ind¨ªgenas con la naturaleza es, en cambio, de reciprocidad¡±.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter, Facebook e Instagram, y suscribirte aqu¨ª a nuestra ¡®newsletter¡¯.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.