Cuando lo m¨¢s parecido a un hogar es el matadero
Irse de casa con una lata de tomate colgando del hombro y 100 francos. Los ni?os en situaci¨®n de calle se enquistan en el asfalto y el polvo de Bobo-Dioulasso, en Burkina Faso
Alassane Dieudonn¨¦ (nombre ficticio para preservar su identidad) viste un pantal¨®n del F.C. Barcelona y cuando est¨¢ cansado se lo recoge dejando ver el tatuaje que ¨¦l mismo se hizo en el cu¨¢driceps izquierdo: ¡°575¡å. Tiene otro en el brazo izquierdo, un ¡°7¡å, en referencia clara a su ¨ªdolo, Cristiano Ronaldo (CR7), y su equipo del alma, el Real Madrid. Tiene 12 a?os y duerme en una cama del Centro de D¨ªa y Urgencia para ni?os y j¨®venes de la ciudad de Bobo-Dioulasso, en Burkina Faso. Su normalidad no es ese catre, sino el suelo del matadero de la ciudad, conocido en idioma diula como ¡°Mogo ma mogo wel¨¦¡± (nadie llama a nadie, en castellano). As¨ª lo han bautizado los ni?os de la calle, pues su significado equivale al refr¨¢n ¡°adonde no te llamen, no vayas¡±. Pero ellos van porque no les queda otro remedio. Dieudonn¨¦ asegura que all¨ª nunca sabes lo que te puede pasar.
Nadie llama a nadie hasta ese espacio, pero el ni?o sabe d¨®nde tiene que acudir, cu¨¢l es su lugar. ¡°El matadero es donde duermen los ni?os que viven en la calle, yo ten¨ªa que ir all¨ª¡±, expresa Dieudonn¨¦, que viste una camiseta de colores anaranjados y azules, los pantalones de su eterno equipo rival y la lata de tomate colgando del hombro, ¨ªcono y uniforme de los conocidos como enfants de la rue [ni?os de la calle]. ¡°Quita esto del reportaje, no somos enfants de la rue, ?nosotros trabajamos!¡±, exclama con vehemencia.
Mientras Dieudonn¨¦ despieza una vaca que probablemente cuadruplica su peso en el interior del matadero, en los alrededores los vecinos siguen su d¨ªa a d¨ªa normal y cotidiano: en una clase de 130 ni?os y ni?as de primaria est¨¢n aprendiendo a sumar; un mec¨¢nico arregla la rueda de una moto, a lo lejos una se?ora hace equilibrios con una bandeja de pl¨¢tanos en la cabeza y un hombre pasa el tiempo bajo un baobab.
Alassane Dieudonn¨¦, un ni?o de 12 a?os, gana 30 c¨¦ntimos de euro al d¨ªa y vive en las calles de Burkina Faso
¡°Yo trabajo, no mendigo como los otros¡±, se autorreconoce Dieudonn¨¦, que ganaba 200 francos (0,3 euros) al d¨ªa. No todos los ni?os en situaci¨®n de calle buscan empleo. La mayor¨ªa mendiga por la ciudad para despu¨¦s comprar caramelos o pagarse unas partidas en alguno de los locales donde se puede jugar a la Playstation, y que suponen lugar de encuentro y de entretenimiento para muchos chavales cuando cae la noche. ¡°Juntamos dinero hasta llegar a los 1.500 francos (2,29 euros) y as¨ª jugamos todos¡±, explica.
El problema de no constar en los registros
En la Asociaci¨®n Ti¨¦, una ONG burkinesa con m¨¢s de 20 a?os de trayectoria, disponen de un programa de acogida para seis ni?os, con el objetivo ¨²ltimo de que vuelvan con sus familias y que encuentren una motivaci¨®n profesional. Al no llegar a todos, pues en Bobo-Dioulasso m¨¢s de 1.000 ni?os y j¨®venes viven en la calle, su centro de acogida ¨Cque consta de una habitaci¨®n con seis camas, ba?os, un patio con gallinas y un despacho¨C est¨¢ abierto las 24 horas para atender urgencias, y los martes y jueves dan comida gratis.
En Burkina Faso una mujer tiene 5 hijos de media y el 43,7% de la poblaci¨®n vive con menos de 1,9 euros al d¨ªa
Alassane Dieudonne¨¦ es el cuarto de una familia de siete hijos. En Burkina Faso una mujer tiene 5 hijos de media. Esto hace que las familias sean extensas, cambiantes y que en casa todos deban trabajar para comer. El 43,7% de la poblaci¨®n vive con menos de 1,9 euros al d¨ªa y el pa¨ªs se encuentra en la posici¨®n 182 de 189 del ?ndice de Desarrollo Humano (IDH) de la ONU. En estos datos falta mucha gente. La totalidad de los ni?os que llegan al Centro de Acogida y Urgencia que coordina la Asociaci¨®n Ti¨¦ junto con la ONG NouSol no tienen acta de nacimiento y, por tanto, no constan en ning¨²n registro o pa¨ªs. Son hijos del mundo.
¡°De peque?o no hablaba¡±, dice la hermana mayor de Dieudonn¨¦ (23 a?os) mientras da el pecho a su segunda hija. Su madre viaja mucho porque se dedica a transportar ropas desde Mali a Burkina Faso. Por eso, en los ¨²ltimos a?os, el chiquillo ha vivido con su t¨ªa en Bolomakot¨¦ (barrio de Bobo-Dioulasso) a unos 10 kil¨®metros de su madre y sus hermanos. Su padre se cas¨® con otra mujer y nunca se hizo cargo de ¨¦l, aunque el Ministerio de Acci¨®n Social, responsable pol¨ªtico de la situaci¨®n de los enfants de la rue, se puso en contacto con ¨¦l para buscar una soluci¨®n a la situaci¨®n de desamparo de su peque?o. No hubo respuesta.
El amigo de Dieudonn¨¦
Kabirou (nombre ficticio para preservar su identidad) es el n¨²mero 555 de la base de datos que ha dise?ado la Asociaci¨®n Ti¨¦ para identificar a los ni?os que viven en la calle y que quede constancia de qui¨¦n son, aunque sea en un Excel. Dieudonn¨¦ es el n¨²mero 562 y en el formulario de identificaci¨®n figura que ha nacido en Toma, al noroeste del pa¨ªs, una zona actualmente controlada por grupos terroristas, popularmente conocida como ¡°la zona roja¡± que ya ha forzado a m¨¢s de 1,9 millones de burkinabeses a dejar sus hogares y buscar otro lugar a salvo de la violencia yihadista.
Dieudonn¨¦ no piensa en la brutalidad que azota a su pa¨ªs, si no en d¨®nde va a dormir. Theophile Palenfo (38 a?os), educador social y trabajador de la Asociaci¨®n Ti¨¦, cree que tiene opciones de reinserci¨®n social, escolar y familiar. ¡°Va a salir de la calle y volver¨¢ con su familia porque no es adicto a la cola¡±, explica. El peque?o ha fumado alg¨²n cigarrillo, pero no esnifa pegamento, algo que s¨ª hacen sus compa?eros para esconderse del hambre, los adultos y el d¨ªa a d¨ªa. Inhalan y exhalan una bolsita de pl¨¢stico por la ma?ana, al mediod¨ªa y la noche; no hay horario. Esconden esta droga barata en los bolsillos o dentro del pu?o.
Palenfo dedica tres d¨ªas a hacer una ruta por las calles de Bobo-Dioulasso para conocer qui¨¦nes son. As¨ª fue como conoci¨® a los dos amigos y les pregunt¨®: ¡°?Crees que puedes formar una familia aqu¨ª en la calle?¡±. A la ma?ana siguiente, Kabirou y Alassane no fueron a trabajar y se fueron a comer al Centro de Acogida y Urgencia. Si no fuera por ¨¦l no habr¨ªan acudido nunca, pues est¨¢ muy apartado de los lugares por donde se mueven los ni?os.
Ser educador en Burkina Faso
De joven, Palenfo trabaj¨® durante m¨¢s de 10 a?os vendiendo en la calle pa?uelos de papel de la marca Lottus. ¡°?Lottus, lottus!¡±, vocean a¨²n los ni?os. Palenfo viste un cuerpo de cicatrices y marcas que recuerdan una vida que ¨¦l mismo se niega a recordar. ¡°El Theophile del pasado est¨¢ muerto¡±, concluye. Ha vuelto a la calle, pero ahora como educador, pues hace ya m¨¢s de 15 a?os que trabaja como tal en Ti¨¦. No imparte clases, pero conoce la calle y sus c¨®digos. ¡°Tuve una brizna de esperanza y empec¨¦ a trabajar en una panader¨ªa¡±, cuenta. Y esto es lo que transmite a los ni?os: esperanza y otros futuros. As¨ª, su labor principal es la de hacer de puente entre la calle y el centro de acogida. ¡°A veces me duele la cabeza¡±, comenta.
La fatiga africana
Razman¨¦ regenta un peque?o maqui [bar] llamado Wendemi en el matadero de la ciudad, donde los ni?os duermen a falta de otro techo. All¨ª sirve cenas y tambi¨¦n tiene una televisi¨®n donde normalmente siguen el canal franc¨®fono France 24. Desde 2003, es testigo de la precaria situaci¨®n de los cr¨ªos y tambi¨¦n de c¨®mo se hacen mayores. ¡°La fatiga familiar, la pobreza... Vivir en ?frica es cansado. Por ese motivo estos ni?os viven en la calle, porque nadie los puede cuidar, solo pueden sobrevivir gracias a la solidaridad africana, es decir, dar comida y un techo¡±.
Hay unas 500 vacas delante del bar de Razman¨¦ que esperan en el matadero y una chica joven coloca huevos en una huevera de cart¨®n. Se?ala un grupo de ni?as que observa la entrevista, una mujer anda cargando un beb¨¦ a la espalda y otra duerme en el cobertizo de la mezquita. ¡°Todas ellas han sido violadas¡±, afirma.
El azar de los n¨²meros
¡°Perd¨ª 900 francos (1,37 euros) jugando a los dados¡±, confiesa Dieudonn¨¦. Se trata de una apuesta: t¨² dices seis, yo digo uno, y el dado escoge el cinco. Has ganado y te llevas el dinero. As¨ª es como perdi¨® lo que gana una persona en un d¨ªa en Burkina Faso. ¡°Ten¨ªa mucho miedo y no quer¨ªa que mi t¨ªa me volviese a azotar, por eso no volv¨ª a casa¡±, explica.
Con 100 francos (0,15 euros), el adolescente se march¨® hacia el matadero, para escapar de la violencia familiar. Una forma de maltrato que pasa de grandes a peque?os y se repite y reproduce. Las causas son m¨²ltiples y las razones existen en ambas partes. La madre de Dieudonn¨¦ dice que no lo buscaron, solo que se fue y no volvi¨®. Bobo-Dioulasso es lo bastante peque?o para encontrarte un conocido en un sem¨¢foro, pero no lo es tanto para encontrar a tu hijo. De repente, se esfuman, se emancipan. Y con suerte pueden toparse una noche con Palenfo, o con un nuevo amigo, o con alguien que les prometer¨¢ una vida mejor en Mali, Costa de Marfil o N¨ªger. Y quiz¨¢s trabajar¨¢n en una mina de oro, o en una plantaci¨®n de anacardos, o alguien les convencer¨¢ de que al norte del pa¨ªs tendr¨¢n una vida mejor, unos objetivos, una mujer, dinero, armas, y un grupo con qui¨¦n luchar y sentirse parte del mundo. El movimiento es constante y trasladar un cuerpo tan peque?o es f¨¢cil y discreto.
Solo Kabirou sabe lo que significa el 575 que Dieudonn¨¦ lleva tatuado. Cosas de amigos. Y de espaldas a este, junta los dos pulgares y los ¨ªndices para hacer la forma del coraz¨®n. Dieudonn¨¦ se gira de golpe y le estropea la forma, se le lanza encima y le dice ¡°?sht, sht, pas vrai!¡± (?es mentira!).
Palenfo tampoco sabe qu¨¦ significa, pero ¨¦l tambi¨¦n tiene un tatuaje de cuando vend¨ªa en la calle. Se remanga y muestra el antebrazo. ¡°Yo tengo una serpiente, me cort¨¦ en la piel con la u?a y despu¨¦s inyect¨¦ aceite de anacardo¡±. As¨ª es como se hacen los tatuajes. ¡°Cuando creces se te borra de la piel. No explica por qu¨¦ una serpiente; simplemente la acaricia con el ¨ªndice.
Dieudonn¨¦ confiesa su secreto a cambio de un chicle. ¡°El cinco de Sergio Busquets, el siete de Cristiano Ronaldo y el otro cinco de Bertrand Traor¨¦¡±, la estrella futbol¨ªstica de Bobo-Dioulasso. Pero no encaja. Su ¨ªdolo burkinab¨¦ nunca ha llevado el cinco. Kabirou lo salva otra vez: ¡°Cherch¨¦ Miralem Pjanic!¡± (busca Miralem Pjanic), el futbolista bosnio que llev¨® ese n¨²mero durante cuatro temporadas en la Juventus. Dieudonn¨¦ levanta la cabeza, su tatuaje vuelve a tener sentido, y dedica al p¨²blico una mirada de ingenio.
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