El parque natural en Mozambique que renace gracias al trabajo de las cient¨ªficas y las guardas forestales
La naturaleza ha vuelto a la vida en Gorongosa, un para¨ªso exuberante que en los noventa qued¨® devastado tras 16 a?os de guerra. Los proyectos de recuperaci¨®n de flora y fauna ponen a la poblaci¨®n local, especialmente a mujeres y ni?as, en el centro
Una ma?ana de finales de agosto, antes de que empiece a apretar el calor, cuatro j¨®venes guardabosques vestidas con uniforme caqui y armadas con rifles de caza se apean de su veh¨ªculo y se dispersan por el Parque Nacional de Gorongosa, en Mozambique. Se comunican mediante se?as y silbidos codificados. Una de ellas es Emilia Jacinto Augusto, de 26 a?os, comprometida con la conservaci¨®n de la fauna salvaje, a pesar de que las patrullas de 21 d¨ªas la alejan por unas semanas de sus dos hijos peque?os. ¡°Una mujer necesita valor para hacer este trabajo. No podemos rendirnos. Espero que alg¨²n d¨ªa mis hijos tambi¨¦n vengan a trabajar a Gorongosa¡±, afirma la joven guarda.
Emilia Jacinto Augusto es una de las mujeres que han desarrollado su carrera en este parque gracias a un ambicioso proyecto de reforestaci¨®n iniciado hace casi dos d¨¦cadas que puso a las personas, y especialmente a las ni?as, en el centro del renacimiento de este espacio. Ahora, con sus llanuras de color verde esmeralda, los hipop¨®tamos revolc¨¢ndose en las aguas cristalinas, las ¨¢guilas planeando sobre manadas de elefantes, los leones descansando sobre los troncos de los ¨¢rboles y la silueta de los impalas reflejada en el horizonte resplandeciente, el Parque Nacional de Gorongosa es un para¨ªso terrenal donde uno tiene la sensaci¨®n de estar asom¨¢ndose al planeta tal como exist¨ªa antes de la llegada del ser humano.
Durante 16 a?os de guerra civil en Mozambique los hombres dejaron su huella en el parque con consecuencias desastrosas. Cuando la guerra concluy¨®, en 1992, Gorongosa estaba sin vida: casi todos los animales hab¨ªan sido aniquilados por los soldados y los cazadores furtivos. ?nicamente quedaba alg¨²n peque?o grupo temeroso, cuyo hogar era una amenaza de trampas y cepos.
El resurgimiento exuberante de la naturaleza en Gorongosa no se ha conseguido solo gracias a las medidas para proteger a los animales, sino tambi¨¦n a trav¨¦s del compromiso de mejorar la vida de las 200.000 personas que viven en la zona de protecci¨®n que rodea el parque. La clave de esta particular visi¨®n conservacionista ha sido alimentar el potencial humano, con especial atenci¨®n a la educaci¨®n de las ni?as y la capacitaci¨®n de las mujeres, invirtiendo en educaci¨®n, sanidad, creaci¨®n de empleo y medios de subsistencia.
¡°Si queremos ver una generaci¨®n de cambio, tenemos que centrarnos en las ni?as y las mujeres¡±, explica Larissa Sousa, de 32 a?os, directora adjunta de comunicaci¨®n del parque, que regres¨® a Mozambique despu¨¦s de estudiar en Europa decidida a cambiar las cosas. Y a?ade: ¡°Que estas ni?as crezcan entendiendo lo que el parque les proporciona, y benefici¨¢ndose de ello, es un forma de enviar el mensaje de que tienen que proteger el medio ambiente y el parque¡±.
La transformaci¨®n de Gorongosa comenz¨® en 2004, cuando el fil¨¢ntropo estadounidense Greg Carr visit¨® el parque y, ¡°en un acto de fe¡±, decidi¨® invertir 40 millones de d¨®lares (unos 38 millones de euros) de su fortuna en tecnolog¨ªa para revitalizar y recuperar sus 400.000 hect¨¢reas, a trav¨¦s de una asociaci¨®n p¨²blico-privada con el Gobierno mozambique?o, que en 2018 se renov¨® por otros 25 a?os. Carr decidi¨® hacer las cosas de manera diferente. Gorongosa dejar¨ªa de ser un parque cerrado, solo accesible para turistas adinerados o cazadores, como lo era bajo el dominio colonial portugu¨¦s. Para que el parque prosperara, era necesario que la gente que viv¨ªa en sus alrededores se implicara en su futuro. El guardi¨¢n del parque, Pedro Muagura, recuerda que las familias como la suya, que viv¨ªan junto al parque, no pod¨ªan disfrutar de las maravillas naturales que ten¨ªan a un paso. ¡°No se permit¨ªa la entrada a los negros¡±, subraya. Y se?ala: ¡°Soy el primero de mi familia que ha estado. Mi padre y mi madre murieron sin haberlo visitado nunca¡±.
El parque es el mayor creador de empleo de la provincia de Sofala, en el centro del pa¨ªs
Para recuperar la fauna tras la guerra, Muagura y su equipo reintrodujeron poblaciones de elefantes, b¨²falos, cebras, leopardos, ?us y perros salvajes. Otras especies, como el impala y el ant¨ªlope acu¨¢tico, se recuperaron espont¨¢neamente una vez que se silenciaron las armas y se retiraron las trampas. Solo seis leones sobrevivieron a la guerra; ahora cerca de 200 deambulan por los bosques y la sabana del parque.
En la actualidad, el parque es el mayor creador de empleo de la provincia de Sofala, en el centro de Mozambique, con trabajos que van desde gu¨ªas de safari hasta conductores, pasando por soldadores e investigadores cient¨ªficos. Las comunidades locales tienen acceso a las tierras del parque para cultivar caf¨¦ a cambio de plantar ¨¢rboles aut¨®ctonos, sembrar anacardos y recolectar miel silvestre. Los escolares disfrutan de safaris gratuitos.
Clubes de ni?as para desafiar las tradiciones
Las ni?as, tradicionalmente excluidas de la educaci¨®n y el empleo y vulnerables a las crisis clim¨¢ticas, constituyen el centro de este proyecto de conservaci¨®n. Uno de los programas clave es una red de m¨¢s de 100 clubes de ni?as, iniciada en 2017 por Sousa. Los clubes, financiados por el parque, organizan actividades extracurriculares con el objetivo de desafiar la tradici¨®n del matrimonio precoz y animarlas a seguir con sus estudios.
A trav¨¦s de los clubes se asigna a las chicas una madrinha (madrina), alguien ajeno a la familia que las gu¨ªa durante la adolescencia y en a?os posteriores. ¡°La madrina busca indicios de que una familia podr¨ªa estar planeando un matrimonio¡±, explica Vilma Nhambi, que dirige los clubes. ¡°A veces observamos que la chica cambia de aspecto, de peinado o de ropa, o que van a llevar cajas de cerveza a una casa determinada. Entonces vamos a la casa y vemos lo que est¨¢ pasando¡±.
Esta sencilla intervenci¨®n ha cambiado r¨¢pidamente actitudes y expectativas. ¡°Concienciamos a los padres de que no deben casar a sus hijas al menos hasta que tengan 20 a?os, y les decimos que deben dejar que estudie por su propio bien¡±, explica Marta Jo?o Meque, de 30 a?os, madrina de cuatro ni?as. ¡°Ahora vemos que las ni?as se hacen valer, se mantienen firmes¡±.
¡°La madrina busca indicios de que una familia podr¨ªa estar planeando un matrimonio¡±Vilma Nhambi, directora de los clubes de ni?as
Gorongosa les ofrece un atisbo de un futuro que ni siquiera pod¨ªan imaginar hace una generaci¨®n. Para las que quieran dedicarse a la ciencia, hay pr¨¢cticas y un programa de m¨¢ster para mujeres j¨®venes. Este m¨¢ster ha inspirado investigaciones cient¨ªficas en los laboratorios del parque sobre asuntos como el comportamiento de los murci¨¦lagos, los h¨¢bitats de las mariposas y las cualidades de las ra¨ªces de los ¨¢rboles para capturar carbono. Tambi¨¦n se recogen y documentan minuciosamente muestras de especies de flora y fauna para elaborar un inventario de la biodiversidad del parque, el primero realizado por una reserva natural africana.
Adem¨¢s, Gorongosa fue el primer parque de Mozambique en introducir guardas femeninas contra la caza furtiva. ¡°Queremos narrar la historia de que una mujer puede hacer lo que quiera. Antes, ser guarda forestal era solo para hombres, porque es un trabajo muy f¨ªsico; tienes que llevar a cuestas 10 kilos caminando bajo el sol¡±, explica Sousa. ¡°Pero nosotras desafiamos esa idea¡±, afirma. Emilia Jacinto Augusto, la joven madre que patrulla Gorongosa, es una prueba de ello.
Un modelo para otras regiones
Mozambique es uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo, con 2.700 kil¨®metros de costa que lo hacen vulnerable a las cada vez m¨¢s frecuentes cat¨¢strofes clim¨¢ticas. Cuando el cicl¨®n Idai arras¨® su cintur¨®n central en 2019, la direcci¨®n de Gorongosa organiz¨® r¨¢pidamente una campa?a de ayuda para entregar alimentos, agua y medicinas a las comunidades locales que hab¨ªan quedado devastadas. La cat¨¢strofe puso de relieve la importancia de preservar los espacios silvestres para absorber las precipitaciones y, a m¨¢s largo plazo, el di¨®xido de carbono que calienta el planeta y aviva los fen¨®menos meteorol¨®gicos extremos. Los responsables de Gorongosa creen que el parque es un modelo que deber¨ªa reproducirse en otras regiones.
¡°He estado en otros pa¨ªses como Kenia, Tanzania, Zimbabue o Sud¨¢frica, pero nunca en un lugar donde se considere que la conservaci¨®n debe enfocarse en las personas. Nosotros ponemos a la gente en el centro de todo¡±, afirma Muagura, que gan¨® un prestigioso premio de la Uni¨®n Internacional para la Conservaci¨®n de la Naturaleza por su labor pionera. ¡°Gestionamos la educaci¨®n, la agricultura, la industria, procesamos el caf¨¦, empleamos a mujeres como guardabosques. Es un modelo, lo mejorcito de la conservaci¨®n¡±, se?ala con orgullo.
¡°Si nos fijamos en la deforestaci¨®n y la caza furtiva, vemos que la gente talaba ¨¢rboles y mataba animales porque no ten¨ªa otra opci¨®n. Pero si estas ni?as tienen un modo de vida alternativo, ya no necesitan hacerlo. Si se quiere que la conservaci¨®n funcione, hay que apoyar al m¨¢ximo a las ni?as¡±, asegura Muguara. ¡°El futuro de la conservaci¨®n est¨¢ en sus manos¡±, remacha.
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