Las guerras han diezmado la fauna africana
La mayor¨ªa de las ¨¢reas protegidas de ?frica han sufrido a?os de conflictos armados
En 1960, hace apenas medio siglo, el parque nacional de Gorongosa era una de las joyas de ?frica. Ubicado al norte de Mozambique, contaba con miles de elefantes, cebras, b¨²falos y ant¨ªlopes. En el medio mill¨®n de hect¨¢reas que ten¨ªa, tambi¨¦n viv¨ªan centenares de leones y otros grandes depredadores, como leopardos, hienas o perros salvajes. Sin embargo, en los 90 ya no hab¨ªa grandes felinos ni hienas ni perros salvajes. Tampoco cebras, b¨²falos y otros muchos grandes herb¨ªvoros. Los elefantes apenas llegaban a 200 y quedaban dos o tres poblaciones de leones. Es el precio que tuvo que pagar la vida salvaje por las guerras de los humanos.
Mozambique ha vivido 26 a?os de guerra en su historia m¨¢s reciente. Primero 11 a?os peleando por su independencia contra los portugueses y despu¨¦s otros 15 de guerra civil. Adem¨¢s del mill¨®n de personas que murieron en ambas guerras y los millones de desplazados, los animales y plantas de regiones como la zona del monte Gorongosa han pagado un precio muy alto. Ahora, dos investigadores estadounidenses que llevan a?os ayudando a recuperar el parque, han levantado la vista y estudiado los desastres que los conflictos armados han provocado en el Gorongosa y en toda ?frica desde el final de la II Guerra Mundial.
"Solo unos pocos pa¨ªses isle?os peque?os (Cabo Verde, Mauricio y Santo Tom¨¦ y Pr¨ªncipe) no han sufrido conflictos en sus ¨¢reas naturales protegidas", dice el investigador Rob Pringle, profesor de ecolog¨ªa en la Universidad de Princeton (EE UU) y asesor cient¨ªfico del proyecto de recuperaci¨®n del Gorongosa. Pringle, junto a su disc¨ªpulo Josh Daskin, recopilaron todos los conflictos armados habidos en ?frica desde 1946 y hasta 2010 y los solaparon sobre las 3.585 ¨¢reas protegidas de todos los pa¨ªses (menos uno) que forman ?frica.
De los 52 pa¨ªses africanos, solo tres peque?os estados isle?os han escapado de las guerras y revueltas
El ingente estudio, publicado en la revista Nature, desvela que el 71% de las zonas con alg¨²n tipo de protecci¨®n ambiental han sufrido al menos un conflicto armado. Una cuarta parte de las ¨¢reas naturales protegidas soportaron una media de m¨¢s de nueves a?os de guerras. Hay pa¨ªses, como Eritrea, Chad o Sud¨¢n cuyas reservas y parques han vivido casi 30 a?os de guerras. Y no se trata solo del periodo descolonizador de los a?os 60 y 70. Desde 1990, la media de conflictos (guerras, golpes de estado, revueltas...) es de 28 al a?o en todo el continente africano.
En algunos casos, las propias zonas protegidas han sido teatro de operaciones, llegando al minado de su suelo con explosivos, como en amplias zonas de Mozambique y Angola, o al defoliado de sus selvas con agentes qu¨ªmicos. En otras, los desplazados por el conflicto no tuvieron otra que alimentarse de los herb¨ªvoros salvajes que encontraban, diezmando las poblaciones salvajes all¨ª donde se asentaban. A¨²n hoy, en zonas del centro de ?frica, las guerrillas esquilman los recursos naturales para financiar su guerra.
Pero el efecto negativo de la guerra no es tan obvio. A veces, los conflictos le han venido bien a los animales. En Zimbabue, por ejemplo, la poblaci¨®n de elefantes, castigada por la caza legal y el furtivismo, se recuper¨® durante los 15 a?os de guerra civil que llevaron al poder a Robert Mugabe. En el parque nacional de los Volcanes, refugio de los gorilas de monta?a, la mayor parte de las especies de herb¨ªvoros se recuper¨® durante la guerra civil que asol¨® Ruanda en los a?os 90. En ambos casos, los furtivos no se atrev¨ªan a salir de caza.
"Hay unos cuantos estudios sobre los impactos positivos de la guerra en la vida salvaje debido al efecto refugio", reconoce el investigador de la Universidad de Yale y coautor del trabajo Josh Daskin. En ocasiones, la huida de las personas rebaja la presi¨®n humana sobre la vida salvaje. En otras, la guerra ha ahuyentado a las empresas extractivas (madera y minerales), protegiendo indirectamente a la fauna. "Sin embargo, hemos comprobado que all¨ª donde hay alta frecuencia de conflictos, las poblaciones de mam¨ªferos no aumentan", a?ade. As¨ª, el efecto neto de la guerra es negativo.
La investigadora de la Universidad de California Berkeley, Kaitlyn Gaynor, public¨® en 2016 una revisi¨®n de 144 estudios de casos y detect¨® 24 posibles impactos de la guerra en la vida salvaje. La mayor¨ªa de estos impactos son posteriores al conflicto. Es lo que desvela el estudio actual: son las consecuencias de la guerra y no las balas y bombas las que m¨¢s animales matan. Tras la guerra, el sistema legal que amparaba las zonas protegidas se ha resquebrajado. La pobreza hace que desplazados y militares desmovilizados reactiven la caza y el furtivismo. Mientras las compa?¨ªas mineras y madereras regresan, ahora con m¨¢s facilidades, las organizaciones conservacionistas recelan y tardan en regresar.
Las ¨¢reas protegidas de Eritrea, Chad, Sud¨¢n o Namibia han sufrido m¨¢s de 20 a?os de guerras y disturbios
"Aunque el panorama pueda parecer sombr¨ªo para la vida salvaje en las zonas golpeadas por la guerra, los resultados de este estudio tambi¨¦n sugieren que muchas poblaciones sobreviven al conflicto", dice Gaynor, que no ha participado en esta investigaci¨®n. De hecho, son raras las extinciones regionales y, a poco que se da una oportunidad a la naturaleza, la vida se recupera.
En Gorongosa, y con la ayuda del fil¨¢ntropo estadounidense Greg Carr, el 80% de la biodiversidad que hab¨ªa antes de la guerra se ha recuperado. Los leopardos o las hienas a¨²n no han regresado, pero ya hay unos sesenta leones. Y la mayor¨ªa de los grandes herb¨ªvoros, empezando por los 500 elefantes, 440 hipop¨®tamos y m¨¢s de 200 ?us azules que ya lo habitan, se est¨¢n recuperando.
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