La violencia ¨¦tnica regresa a la regi¨®n sudanesa de Darfur: ¡°Disparaban al azar contra los negros en las calles¡±
M¨¢s de 420.000 personas han huido de Sud¨¢n a Chad por los violentos ataques de las milicias ¨¢rabes y los paramilitares. En la relativa seguridad de Camp ?cole, un gigantesco campo de refugiados cercano a la ciudad fronteriza de Adr¨¦, cuentan historias espeluznantes sobre violaciones y ejecuciones
En Camp ?cole, un campo de refugiados en Chad, cercano a la frontera con Darfur, las ¨²ltimas noticias causan revuelo en las tiendas de campa?a provisionales. ¡°?Os hab¨¦is enterado? Han asesinado a otra mujer¡±. No resulta dif¨ªcil encontrar a la hermana de la v¨ªctima, a pesar de que ya hay m¨¢s de 130.000 refugiados en el campamento. Los residentes indican el camino que lleva hasta Ulna Tadamun, una se?ora mayor que est¨¢ sentada en el trocito de sombra que le proporciona su peque?a morada, rodeada de sus seis hijos. L¨¢grimas blancas surcan su rostro ba?ado por el sol, a trav¨¦s de la sal y el polvo.
¡°Han matado a mi hermana¡±, se lamenta Tadamun, con la mirada fija en el horizonte. Seg¨²n el relato que le llega, los militantes irrumpieron en su casa y le exigieron dinero. Su negativa fue respondida con un disparo mortal. Al marido le hab¨ªan asesinado en junio; sus ocho hijos son ahora hu¨¦rfanos. A la desconsolada Tadamun le espera una misi¨®n con la que se arriesga a perder la vida: ¡°Tenemos que volver a Darfur a buscarlos¡±. Levanta la vista cuando se presenta un peque?o cortejo f¨²nebre, cinco mujeres llorosas que se detienen frente a su tienda. Tadamun deja escapar un grito, camina hasta ellas y se echa a sus brazos. Las mujeres se arrodillan y gimen, con las cabezas apoyadas unas en otras.
En este campamento construido a toda prisa cerca de la aldea de Adr¨¦, en el extremo oriental de Chad, todo el mundo tiene una historia como la de Tadamun, cada una m¨¢s horripilante que la anterior. A pocos kil¨®metros, en la regi¨®n sudanesa de Darfur, los asesinatos, las violaciones en grupo y las ejecuciones masivas son una realidad cotidiana. Una que se parece mucho a lo que ocurri¨® all¨ª hace 20 a?os, en 2003.
Aquel a?o, el entonces presidente de Sud¨¢n, el dictador Omar al-Bashir, emprendi¨® una limpieza ¨¦tnica contra los africanos negros que se hab¨ªan rebelado contra el Gobierno ¨¢rabe dominado por los sudaneses. Para poner fin a la rebeli¨®n, desplegaron a los yanyawid (que significa ¡°demonio a caballo¡±), nombre de las milicias ¨¢rabes, que actuaron como una despiadada m¨¢quina de violencia: 300.000 personas fueron asesinadas y 2,7 millones quedaron desplazadas. Tras la masacre, en 2013, Bashir incorpor¨® a los yanyawid como una unidad especial perteneciente al Ej¨¦rcito sudan¨¦s. Hab¨ªan abandonado su nombre de guerra unos a?os antes, puesto que a ¨¦l se asociaba mucha sangre derramada. Pasaron a llamarse Fuerzas Paramilitares de Apoyo R¨¢pido (RSF, por sus siglas en ingl¨¦s) y se les asignaron nuevas misiones, desde obligar a retroceder a los inmigrantes en la frontera hasta vigilar las minas de oro.
Las RSF se hicieron cada vez m¨¢s poderosas y, en 2019, junto con el Ej¨¦rcito oficial, apoyaron un levantamiento popular contra el dictador. Bashir fue depuesto tras 30 a?os de dictadura. Pero no se produjo la transici¨®n a un Gobierno civil democr¨¢tico. Esta primavera, una discusi¨®n por el reparto de poder desemboc¨® en una guerra entre los dos Ej¨¦rcitos, que sigue desgarrando el pa¨ªs hasta el d¨ªa de hoy.
Tiros al otro lado de la frontera
La guerra nunca est¨¢ lejos en el Camp ?cole chadiano. Desde el interior del campamento se divisan a lo lejos las colinas de Darfur Occidental, controlado en su mayor¨ªa por las RSF; a veces, los refugiados pueden o¨ªr los tiroteos al otro lado de la frontera. El paso fronterizo se encuentra a pocos kil¨®metros de distancia. Los todoterrenos de los paramilitares de las RSF y sus milicias afiliadas asoman amenazadores en la distancia. El Geneina, una ciudad de gran tama?o de la que proceden la mayor¨ªa de los refugiados, est¨¢ oculta tras una colina; la carretera que lleva de la ciudad a la frontera solo tiene 25 kil¨®metros de largo.
El Geneina es un s¨ªmbolo importante de la presencia africana negra en DarfurMohamed Mahmoud, refugiado
Mohamed Mahmoud, un hombre de tez oscura con un peque?o bigote y gafas de sol, es uno de los refugiados procedentes de El Geneina. Huy¨® de la ciudad el pasado mes de julio con su familia de ocho miembros, poco despu¨¦s de que llegaran las RSF y las milicias ¨¢rabes. Seg¨²n Mahmoud, han vuelto ¡°para terminar el trabajo de 2003¡å, que es, dice, establecer ¡°un Estado ¨¢rabe¡± en Darfur. Grupos ¨¦tnicos como los masalit, al que pertenece Mahmoud, no tendr¨ªan cabida. Seg¨²n ¨¦l, la toma de El Geneina es trascendental para las fuerzas ¨¢rabes: ¡°La ciudad es un s¨ªmbolo importante de la presencia africana negra en Darfur¡±.
La batalla de El Geneina comenz¨® a finales de mayo con el cerco de la ciudad. Se desencadenaron intensos combates entre las milicias ¨¢rabes y los soldados de las RSF paramilitares por un lado, y las milicias defensoras y los civiles por el otro. Cuando estos ¨²ltimos se quedaron sin munici¨®n, las milicias atacantes entraron en la ciudad, matando a diestro y siniestro y saqueando todo a su paso, de acuerdo con el relato de algunos supervivientes ahora refugiados en Chad. ¡°Los ataques eran indiscriminados, disparaban al azar contra los negros en las calles¡±, recuerda Mahmoud. Tras el asesinato de un gobernador local por criticar a la RSF, los ciudadanos tuvieron claro que la regi¨®n se hab¨ªa vuelto demasiado peligrosa para permanecer en ella.
Pero los masalit que intentaron huir de la ciudad se encontraron con emboscadas. Una procesi¨®n de hombres, mujeres y ni?os que intentaba llegar a una base del Ej¨¦rcito sudan¨¦s en la parte oriental de la ciudad fue tiroteada cuando trataba de huir. ¡°Los yanyawid estaban drogados y borrachos, y disparaban contra todo y contra todos¡±, cuenta un auxiliar m¨¦dico de El Geneina que desea permanecer en el anonimato. ¡°Ni siquiera se pon¨ªan a cubierto, como si fueran inmortales¡±. Mientras las RSF y las milicias ¨¢rabes atacaban la ciudad, ¨¦l y sus compa?eros trataban de recuperar los cad¨¢veres. Al principio se trataba principalmente de soldados, pero m¨¢s tarde eran tambi¨¦n de civiles. Aprovechando la oscuridad de la noche, pudieron recogerlos y enterrarlos en fosas comunes. ¡°Era inhumano¡±, recuerda el cooperante. ¡°Los cuerpos hinchados de mujeres y ni?os yac¨ªan en las calles. Reconocimos a muchas personas. Eran familiares, amigos o compa?eros¡±.
Debido a que hay tantas crisis en el mundo, simplemente no hay suficiente atenci¨®n ni dinero para abordar la situaci¨®n en DarfurAna Scattone Ferreira, ACNUR
Desde que estall¨® la guerra de Sud¨¢n en abril, m¨¢s de 234.000 sudaneses han llegado a Camp ?cole huyendo de la terrible violencia. Alrededor de 100.000 han sido reubicados en dos campamentos m¨¢s peque?os que el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur, por sus siglas en ingl¨¦s) ha establecido en el Este de Chad, m¨¢s alejados de la frontera. ¡°Estamos desbordados por la gran afluencia de refugiados¡±, declaraba Ana Scattone Ferreira, de Acnur. ¡°Debido a que hay tantas crisis en el mundo, simplemente no hay suficiente atenci¨®n ni dinero para abordar la situaci¨®n en Darfur¡±. Seg¨²n la ONU, solo se ha recibido el 30% de los fondos necesarios para acoger a los refugiados sudaneses. ¡°Eso significa que ni siquiera podemos proporcionar la ayuda humanitaria b¨¢sica y primaria que necesitan¡±, se queja suspirando Scattone.
Las consecuencias de la escasez se vuelven dolorosamente evidentes en un hospital para ni?os desnutridos que la organizaci¨®n humanitaria M¨¦dicos Sin Fronteras ha instalado en las afueras de la ciudad. En la unidad de cuidados intensivos, ni?os demacrados reciben alimentos l¨ªquidos a trav¨¦s de una sonda y agua por goteo intravenoso. Sus cuerpos delgados tambi¨¦n muestran otros s¨ªntomas, como manchas de pigmentaci¨®n y el pelo pr¨¢cticamente gris.
La desnutrici¨®n es dif¨ªcil de atajar, explica Mirjam Molenaar, la doctora holandesa que dirige el hospital. Muchos ni?os est¨¢n enfermos y deshidratados, lo que complica a¨²n m¨¢s el tratamiento. ¡°Aunque a veces trasladan a los refugiados, no siempre hay comida suficiente y los peque?os vuelven una y otra vez¡±. Molenaar, experta en ayuda humanitaria en zonas de crisis, asegura que nunca hab¨ªa vivido nada igual en su trayectoria profesional. Cuando se?ala que el 38% de la gente del campamento est¨¢ desnutrida, se le humedecen los ojos. ¡°Es un porcentaje muy, muy alto¡±.
Para romper el ciclo de la desnutrici¨®n, el Programa Mundial de Alimentos distribuye comida. Decenas de miles de refugiados, principalmente mujeres y ni?os, se disputan cada d¨ªa los guisantes, las jud¨ªas y el aceite de palma que distribuye la organizaci¨®n de la ONU. Esperan su turno bajo un sol abrasador; los soldados chadianos, equipados con l¨¢tigos, est¨¢n listos para intervenir en caso de disturbios.
Las colas de mujeres y ni?os revelan la composici¨®n del campamento; para muchos hombres masalit el viaje a Adr¨¦ era demasiado peligroso, pues corren el riesgo de ser capturados o asesinados en los puntos de control en el camino hacia la frontera. Tambi¨¦n Sara Isaac Adam, de 38 a?os, una mujer alta vestida con una t¨²nica azul, tuvo que dejar atr¨¢s a su marido. ¡°Ellos corren m¨¢s riesgo¡±, explica. ¡°Los hombres que no pudieron esconderse o huir a Chad fueron asesinados¡°.
Tenemos un pie en la tumba. Aqu¨ª hay muy poco de todo. La comunidad internacional dice todo tipo de cosas, pero no hace nada. Se han olvidado de nosotrosMohamed Mahmoud, refugiado sudan¨¦s en Chad
Mientras tanto, la ciudad est¨¢ siendo saqueada por las RSF y las milicias de apoyo, cuenta la mujer, que sali¨® de El Geneina hace solo unos d¨ªas. ¡°Se llevan hasta las puertas y ventanas de las casas y las venden¡±. Otras mujeres se unen a la conversaci¨®n. ¡°Voy a volver a El Geneina a recoger un tejado de chapa ondulada¡±, afirma Thuraya Ousma con una mirada combativa. ¡°Aqu¨ª en el campamento no hay nada. No tenemos dinero, ni comida ni agua suficientes¡±. Ya han o¨ªdo las historias de asesinatos y violaciones, pero su respuesta es firme: ¡°Nuestra vida aqu¨ª es demasiado dura, no tenemos elecci¨®n¡±.
Nadie en el campamento espera que el conflicto en Darfur termine pronto. Al igual que en gran parte del resto del pa¨ªs, en la zona se siguen librando combates encarnizados. Las conversaciones de paz no han conseguido nada. Hace poco, ambos ej¨¦rcitos afirmaron incluso que quer¨ªan instalar su propio Gobierno, un paso que podr¨ªa dividir el pa¨ªs en dos. ¡°Tenemos un pie en la tumba¡±, remacha Mohamed Mahmoud. Entiende por qu¨¦ la gente quiere volver a El Geneina. ¡°Aqu¨ª hay muy poco de todo. La comunidad internacional dice cosas, pero no hace nada. Se han olvidado de nosotros¡±.
Al cabo de unos d¨ªas, Tadamun regresa al asentamiento de refugiados. Pudo ir a El Geneina y volver, pero pagando a las milicias de la frontera. Al final, tuvo que dejar a los hijos de su hermana fallecida en la ciudad. ¡°Est¨¢n demasiado traumatizados¡±, se?ala con pena. Los ni?os fueron testigos en casa del asesinato de su madre. Desde entonces, uno de los cr¨ªos se niega a comer o beber. ¡°Siguen tan asustados que no quieren salir de casa¡±.
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