Milpa, la huerta ancestral que ejerce de escudo contra la comida basura y la crisis clim¨¢tica en Guatemala
Un colectivo estimula el retorno a este m¨¦todo de cultivo tradicional y preserva semillas nativas en un santuario, para proteger la biodiversidad, fortalecer la identidad cultural y garantizar la soberan¨ªa alimentaria
El gu¨ªa espiritual kaqchikel Tat Tom¨¢s Cosiju¨¤ Tuiz enciende una a una las velas rojas, amarillas, blancas y negras, los colores del ma¨ªz nativo guatemalteco, y las alinea en un brasero. En su casa de adobe en Chaquijy¨¢, una aldea en el departamento de Solol¨¢, cerca del lago de Atitl¨¢n, observa en silencio c¨®mo las llamas titilan, proyectando sombras sobre hojas de tabaco, una efigie de Maxim¨®n y botellas de cusha, un aguardiente ceremonial que arde como fuego puro.
¡°Seg¨²n el Popol Vuh, los seres humanos estamos hechos de ma¨ªz¡±, explica con voz pausada. ¡°Las deidades usaron ma¨ªz blanco para los huesos, rojo para la sangre, amarillo para la piel y negro para el cabello. En agradecimiento, aprendimos a respetar y trabajar la tierra, cultivando ma¨ªz¡°, agrega.
El Zea mays L., por su nombre cient¨ªfico, es la gram¨ªnea m¨¢s emblem¨¢tica de Mesoam¨¦rica, con 20 variedades gen¨¦ticamente distintas. Cocido, molido y transformado en tortillas, tamales y bebidas como el atol, es la base de la dieta tradicional en el sur de M¨¦xico, Guatemala, Honduras, Belice y El Salvador. Sin embargo, tras la colonizaci¨®n, el ma¨ªz se convirti¨® en el cereal m¨¢s producido a nivel mundial, cultivado principalmente en monocultivos intensivos que requieren fertilizantes y grandes cantidades de agua. Hoy, gran parte de la cosecha termina como alimento para ganado o biocombustibles.
¡°No es as¨ª como nosotros cultivamos el sagrado ma¨ªz¡±, dice Tat Tom¨¢s Cosiju¨¤, negando con la cabeza mientras observa los tallos de ma¨ªz en su parcela familiar cultivada con el sistema milpa, conocido en lengua kaqchikel como Aw?n.
Aunque en el habla com¨²n puede asociarse ¨²nicamente con el ma¨ªz, la milpa es un sistema agroecol¨®gico mesoamericano que tiene m¨¢s de 9.000 a?os basado en el policultivo simbi¨®tico de hasta 52 plantas. Entre ellas, las tres hermanas: ma¨ªz, frijol y calabaza, fuentes respectivas de carbohidratos, prote¨ªnas y vitaminas. Pero entre las hileras del ma¨ªz crecen amaranto, chiles, hierbas medicinales como la ruda, flores para los polinizadores y ¨¢rboles como el sa¨²co, cuyos recortes se utilizan como abono natural.
En la penumbra del cuarto de la casa de Cosiju¨¤, est¨¢ sentado Eduardo Wuqu¡¯Aj Saloj, de 33 a?os, agr¨®nomo y campesino, cofundador del colectivo Aw?n, que promueve el cultivo de la milpa, con el apoyo de quienes a¨²n conservan los conocimientos agr¨ªcolas ancestrales, como Cosiju¨¤.
El agricultor asiente mientras el gu¨ªa espiritual recuerda que la siembra y la cosecha deben coincidir con fechas espec¨ªficas del calendario maya. ¡°La milpa es la huerta de nuestros ancestros¡±, explica, subrayando que prefieren que lo llamen Wuqu¡¯aj, su nombre de pila en kaqchikel. ¡°Desde miles de a?os este sistema garantiza autosuficiencia alimentaria mientras preserva la biodiversidad y la fertilidad del terreno¡±, agrega.
En la milpa, las pr¨¢cticas agr¨ªcolas se entrelazan con la espiritualidad y la gesti¨®n sostenible del ecosistema, a partir de la simbiosis entre los tres cultivos hermanos. El frijol permite la fijaci¨®n del nitr¨®geno en el suelo, un nutriente clave para otras plantas, eliminando la necesidad de fertilizantes qu¨ªmicos. A su vez, el ma¨ªz sirve de sost¨¦n para el frijol, evitando el uso de palos de pl¨¢stico y las hojas de calabaza reducen la evaporaci¨®n, manteniendo el suelo h¨²medo incluso en sequ¨ªas. ¡°De hecho, nunca regamos la milpa y as¨ª ahorramos agua¡±, a?ade Saloj.
El santuario de la semilla nativa
Con 14 regiones clim¨¢ticas y casi 14.000 especies de flora y fauna, Guatemala es un pa¨ªs biodiverso, pero afectado por el cambio clim¨¢tico. En 2024, inundaciones, sequ¨ªas y desastres ambientales da?aron la agricultura y la seguridad alimentaria en Am¨¦rica Latina, y dejaron a 13,8 millones de personas en crisis alimentaria aguda, especialmente en Centroam¨¦rica y el Caribe. En Guatemala, sobre todo en el Corredor Seco, se perdieron cosechas, lo que hizo que se dispararan los precios del ma¨ªz y el frijol. En estos meses, el ma¨ªz ha costado un 15% m¨¢s que el promedio quinquenal y el frijol ha subido un 43% con respecto al a?o pasado.
En la milpa detr¨¢s de su casa, Ixmukan¨¦ Saloj, 24 a?os, hermana de Wuqu¡¯Aj Saloj e integrante del colectivo Aw?n, cosecha acelga entre amaranto y enredaderas de frijol. ¡°La milpa se cultiva solo con semillas nativas y criollas que est¨¢n adaptadas a estos suelos y a cualquier cambio clim¨¢tico desde hace siglos¡±, explica Ixmukan¨¦ Saloj, campesina y estudiante de agronom¨ªa. ¡°Jam¨¢s usamos semillas transg¨¦nicas o h¨ªbridas y menos herbicidas y agrot¨®xicos que secan el suelo¡±, agrega.
Cada a?o, los dos hermanos seleccionan las mazorcas m¨¢s grandes, los frijoles m¨¢s perfectos y las plantas m¨¢s fuertes de la milpa para extraer semillas y almacenarlas en un gran reservorio comunitario subterr¨¢neo. Construido en el 2018, lo llaman ¡°Santuario de Semillas¡±.
¡°Las semillas est¨¢n vivas, por eso las guardamos en silos de barro transpirables a 17 grados cent¨ªgrados y con humedad controlada¡±, detalla la mujer.
Desde hace a?os, el colectivo Aw?n fomenta el intercambio gratuito de semillas, fortaleciendo la producci¨®n de alimentos locales sin depender de la compra de semillas modificadas gen¨¦ticamente. ¡°Cada semilla lleva el nombre de la familia de la cual proviene¡±, explica Wuqu¡¯Aj Saloj. ¡°De forma peri¨®dica, nos reunimos para seleccionar las que mejor se adaptaron al clima y usarlas en la pr¨®xima siembra¡±.
A diferencia de las h¨ªbridas o transg¨¦nicas, que son est¨¦riles, las semillas nativas se reproducen de forma natural. Esto garantiza autonom¨ªa alimentaria y econ¨®mica a las comunidades locales frente a las grandes corporaciones que venden semillas gen¨¦ticamente modificadas junto con los herbicidas e insecticidas necesarios para maximizar su productividad, pero que son extremadamente da?inos para la microfauna y flora del suelo.
Ixmukan¨¦ Saloj pesa las semillas de calabaza guardadas en un silo para entregarlas a varias familias de la comunidad. Entre ellas est¨¢n Estela Meletz Quisquin¨¢ y su madre, Juana Quisquin¨¢ Par, quienes en los ¨²ltimos a?os han realizado un criadero de ¨¢rboles forestales como cipr¨¦s, encino y sa¨²co que regalan a quienes quieren reforestar sus parcelas. ¡°Estas plantas tambi¨¦n son parte de la milpa¡±, dice Estela Meletz. ¡°Se siembran alrededor de los cultivos y sus ramas son el hogar y sustento para los p¨¢jaros. La milpa alimenta a seres humanos, animales y al suelo, por eso es tan perfecta¡±.
La FAO ha reconocido la labor de los agricultores y conservadores de bancos de semillas que preservan y mejoran con la selecci¨®n los recursos fitogen¨¦ticos a nivel global, lo que es clave para mantener la biodiversidad y alcanzar la seguridad alimentaria. Aunque existen alrededor de 30.000 plantas comestibles, solo 30 cultivos abastecen al mundo, y apenas cinco cereales (arroz, trigo, ma¨ªz, mijo y sorgo) proporcionan el 60% del aporte cal¨®rico de la poblaci¨®n mundial.
Comida sana y ahorro
Con la globalizaci¨®n de los ¨²ltimos 15 a?os, hasta en los pueblos m¨¢s peque?os de Centroam¨¦rica se venden alimentos ultraprocesados. Frutas y verduras son remplazadas por gaseosas, papas fritas y galletas. Estos alimentos est¨¢n desplazando a las dietas tradicionales, mucho m¨¢s nutritivas y causando problemas como diabetes y obesidad.
Cecilia Saloj, de 38 a?os, madre de dos hijos y empleada en una peque?a librer¨ªa de Solol¨¢, lo tiene claro. Aunque su trabajo asalariado cubre algunos gastos, gran parte de la comida de su familia proviene de la milpa, que empez¨® a cultivar hace pocos a?os, tras acercarse al colectivo Aw?n. ¡°Me ahorro unos 2.400 quetzales (alrededor de 300 euros) al a?o solo en ma¨ªz, que invierto en la educaci¨®n de mis hijos¡±, explica Cecilia Saloj. ¡°Encima, comen mejor. No es lo mismo que un ni?o desayune dos huevos con tortillas de ma¨ªz a que coma chicharrones de bolsa¡±.
Sin embargo, la publicidad hace que mucha gente asocie la comida tradicional a la pobreza, sobre todo las generaciones m¨¢s j¨®venes. ¡°Muchos ya no quieren cultivar la milpa porque lo ven como un trabajo de bajo perfil¡±, explica Yessica Julajuj, de 23 a?os, tambi¨¦n integrante del colectivo Aw?n. ¡°La gente joven abandona los campos y prefiere comprar en supermercados, sin importar si la fruta y la verdura provienen de monocultivo donde se usan semillas modificadas y agrot¨®xicos¡±, lamenta.
El debate sobre el uso de semillas es controvertido en Guatemala. El Ministerio de Agricultura promueve la distribuci¨®n de semillas mejoradas como estrategia para combatir la inseguridad alimentaria y una propuesta de ley presentada al Congreso permitir¨ªa a grandes corporaciones privatizar y modificar las semillas nativas. Por otro lado, organizaciones campesinas y pueblos originarios luchan por proteger la propiedad comunitaria de estas semillas, con una propuesta llamada iniciativa 6086 de 2024, ¡®Biodiversidad y Conocimientos Ancestrales¡¯, que busca preservar los saberes y pr¨¢cticas ind¨ªgenas y campesinas.
¡°Comer es un acto pol¨ªtico y cultivar la milpa tambi¨¦n¡±, asegura Wuqu¡¯Aj Saloj. ¡°Los gobiernos y las megacorporaciones quieren robarnos lo que por derecho nos pertenece. Si perdemos nuestras semillas nativas, estaremos obligados a comprar las gen¨¦ticamente modificadas a las megaempresas. No lo podemos permitir¡±, puntualiza.
Mientras tanto, en Chaquijy¨¢, Tat Tom¨¢s Cosiju¨¤ regresa frente a su altar maya, como cada d¨ªa. Expresa sus intenciones, mira la foto de su esposa fallecida y recuerda a su hijo, desaparecido mientras migraba hacia Estados Unidos. La vida no ha sido f¨¢cil. A pesar de todo, a¨²n esboza una sonrisa. ¡°Mira que la milpa es algo sencillo de entender: es todo, es la vida que no muere¡±, dice antes de sumirse en un silencio interrumpido solo por algunas oraciones en kaqchikel, apenas audibles.