Los gorros que empoderan a las mujeres de Baltist¨¢n
Una iniciativa de emprendimiento a 3.000 metros de altura ha llevado a las mujeres del valle de Hush¨¦, un ¨¢rea de conflicto entre India, Pakist¨¢n y China, una nueva forma de independencia econ¨®mica a trav¨¦s del tejido
El valle de Hush¨¦ es una regi¨®n de Baltist¨¢n situada a unos 3.000 metros de altura, de dif¨ªcil acceso y rodeada por varios de los picos m¨¢s altos del mundo. Adem¨¢s de tener que lidiar con todos los problemas de un lugar en desarrollo, este lugar tiene una dificultad a¨²n mayor: es un ¨¢rea de conflicto entre India, Pakist¨¢n y China, desatendida por el Gobierno de Pakist¨¢n, al que pertenece. Esta situaci¨®n dificulta el progreso de la poblaci¨®n del valle, que tambi¨¦n se ve afectada por problemas de salud y pobreza extrema. Un contexto donde, adem¨¢s, las mujeres no tienen reconocidos los derechos b¨¢sicos.
Durante cinco semanas estuvimos en el techo del mundo y a los pies de la cordillera del Karakorum. La naturaleza es tan cruda como hermosa en Baltist¨¢n. Pero, aunque la belleza de sus parajes sea conmovedora, el calor y el ser de las gentes del valle de Hush¨¦ es indescriptible.
En verano de 2019 viaj¨¦ a Machulo (Baltist¨¢n) en el norte de Pakist¨¢n, con mis hijos de 20 y 18 a?os y mi marido. El alpinista F¨¦lix I?urrategi es amigo nuestro desde muy joven y quer¨ªa conocer qu¨¦ estaba haciendo su fundaci¨®n en aquellas tierras remotas para ayudar a desarrollar la zona. Un d¨ªa, a la hora de la cena, pregunt¨¦ a mis chicos si se animar¨ªan a ir. Para mi sorpresa, el s¨ª fue rotundo. Me dirig¨ª a Alberto I?urrategi, hermano de F¨¦lix, para preguntarle si ve¨ªa posible llevar a cabo esa aventura: ¡°?Puff!¡± fue su primera palabra; ¡°?Qu¨¦ valientes!¡±, la segunda.
La vida de las mujeres no es f¨¢cil en lugares como este. Seg¨²n datos de Unicef, Pakist¨¢n es el segundo pa¨ªs del mundo con m¨¢s estudiantes fuera de las aulas despu¨¦s de N¨ªger. En 2017, el porcentaje de ni?as fuera de la escuela alcanz¨® el 50% en la regi¨®n que comprende al valle de Hush¨¦, que abarca ocho comunidades. El acceso a la educaci¨®n de las peque?as contin¨²a siendo muy desigual, puesto que tradicionalmente no ha sido costumbre escolarizarlas. Las mujeres realizan pr¨¢cticamente el total del trabajo de la tierra, pero, a pesar de esto, su labor no es valorado como aporte a la econom¨ªa y sostenimiento de la unidad familiar.
Las mujeres realizan pr¨¢cticamente el total del trabajo de la tierra, pero a pesar de esto, su labor no es valorado como aporte a la econom¨ªa y sostenimiento de la unidad familiar
As¨ª que me pregunt¨¦: ¡°Y yo, siendo mujer, ?qu¨¦ puedo hacer all¨ª?¡±. En la ¨¦poca estival, en Machulo es temporada de albaricoques, pens¨¦ que podr¨ªa ayudarlas a deshuesarlos. En la fundaci¨®n me dijeron que eso ya lo sab¨ªan hacer, que deber¨ªa de aportarles algo nuevo o algo que pudiera ser m¨¢s eficaz para ellas.
Pensamos que pod¨ªa ense?arles a coser o a hacer jab¨®n. Aunque nunca hab¨ªa cogido aguja ni hilo en la mano en toda mi vida, estuve un a?o aprendiendo a coser y tambi¨¦n aprend¨ª a hacer jab¨®n. A falta de seis d¨ªas para ir hacia Baltist¨¢n, Alberto I?urrategi me llam¨® y me dijo que, si aprendieran a hacer gorros de lana de invierno, la marca Ternua podr¨ªa estar dispuesta a comercializarlos aqu¨ª. As¨ª que me sugiri¨® tres o cuatro modelos diferentes.
Yo estaba contenta de haber aprendido a coser, pero no sab¨ªa hacer ni punto ni ganchillo. Aun as¨ª, lo cierto era que ten¨ªamos una oportunidad para las mujeres del Valle de Hush¨¦. Por las noches aprend¨ª a hacer ganchillo con tutoriales de internet. Cargu¨¦ la mochila de ganchillos, agujas y lanas y part¨ª con mi familia hacia Machulo.
Cada uno de nosotros ten¨ªamos una tarea concreta desde el principio. Mis hijos se pasaban el d¨ªa con los profesores del valle form¨¢ndoles en inform¨¢tica e ingl¨¦s. Mi marido, por su parte, pas¨® los d¨ªas animando a los responsables de la Fundaci¨®n F¨¦lix Baltist¨¢n para que las vecinas crearan peque?as cooperativas. Yo estuve con 50 matriarcas de cuatro pueblos del valle ense?¨¢ndoles a hacer jab¨®n y tejer gorros.
Era la ¨¦poca estival. Las mujeres, a diferencia de los hombres, estaban a tope de trabajo. Ellas son las que se encargan del cuidado de la familia, de la casa e incluso del trabajo en el campo. Pero cada ma?ana de 10.00 a 13.00 nos reun¨ªamos en los locales que la fundaci¨®n tiene habilitados. ?Era su ratito de liberaci¨®n! En presencia de un hombre, no se o¨ªa ni el m¨¢s m¨ªnimo murmullo. Nada. En cuanto nos qued¨¢bamos solas, las charlas y las carcajadas no cesaban.
Las baltistan¨ªes no hablan ingl¨¦s ni urdu. ?Yo tampoco! Pero los idiomas en ning¨²n momento fueron un obst¨¢culo. Cada ma?ana les dec¨ªa tres o cuatro frases en balti y dir¨ªa que se sent¨ªan a gusto. Despu¨¦s, entre tanto alboroto, les hablaba en euskera: ¡°bat, bi, hiru¡± (uno, dos, tres), ¡°kanpotik barrura¡± (de fuera para dentro), ¡°gehiago, gehiago¡± (m¨¢s, m¨¢s), ¡°oso ondo¡± (muy bien) les dec¨ªa yo y, en peque?os grupos, es lo que se repet¨ªan constantemente entre ellas. Aprendieron a tejer los gorros en euskera. ?Fue una aut¨¦ntica gozada! Despu¨¦s de dos a?os, el trabajo realizado por las mujeres del valle de Hush¨¦ ya est¨¢ aqu¨ª. Un trabajo que indica que en aquel valle ellas tienen mucho que decir.
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