Los servicios p¨²blicos no deben ser v¨ªctimas de la inflaci¨®n
La galopante subida de precios nos recuerda que cada vez hay m¨¢s trabajadores pobres en los servicios p¨²blicos. Sin embargo, los gobiernos podr¨ªan financiarlos si los m¨¢s ricos y las grandes empresas contribuyeran m¨¢s
La frase ha empezado a surgir en la prensa brit¨¢nica: ¡°El verano del descontento¡±. Una referencia directa al llamado ¡°invierno del descontento¡± y a los movimientos sociales que sacudieron el Reino Unido en 1978 y 1979. M¨¢s de 40.000 funcionarios de los ferrocarriles y del metro de Londres llevaron a cabo varias huelgas de 24 horas para denunciar el deterioro de su poder adquisitivo ante una inflaci¨®n anual del 10% y para exigir aumentos salariales. Hoy, las enfermeras, los trabajadores de las telecomunicaciones y de los aeropuertos, los recolectores de basura y los trabajadores de correos han anunciado su intenci¨®n de hacer lo mismo. Se espera que el sector de la educaci¨®n siga igual camino, ya que las escuelas, las bibliotecas y las piscinas locales se enfrentan a recortes presupuestarios.
Gran Breta?a no es una excepci¨®n. En Espa?a, el sector educativo de Catalu?a ha venido realizando paros totales y parciales desde marzo y los empleados de Correos exigen revertir los recortes en la empresa p¨²blica. Los sanitarios de Zimbabue pararon el trabajo para obligar al Gobierno a pagar los salarios en d¨®lares estadounidenses, ya que la espiral de inflaci¨®n ha erosionado el poder adquisitivo. En Am¨¦rica Latina, los peruanos son los primeros en salir a la calle, pero la fuerte subida de los precios de los alimentos y de la energ¨ªa sugiere que el malestar social puede extenderse a toda la regi¨®n. En Sri Lanka, su Gobierno acaba de introducir una semana de cuatro d¨ªas para los funcionarios p¨²blicos para que tengan tiempo de cultivar alimentos en casa para mantenerse. En todas partes, la inflaci¨®n galopante es la gota que colma el vaso despu¨¦s de m¨¢s de dos a?os de pandemia de covid-19, que ha puesto a prueba a los trabajadores de primera l¨ªnea.
Los trabajadores de los hospitales est¨¢n de rodillas en los pa¨ªses pobres, pero tambi¨¦n en los m¨¢s ricos, tras d¨¦cadas de austeridad, precarizaci¨®n de los contratos y privatizaciones. Muchos han pagado con su vida la lucha contra el nuevo coronavirus, y la mayor¨ªa de ellos trabajan jornadas interminables sin ning¨²n aumento de sueldo ni reconocimiento social. Y son las mujeres las que pagan el precio m¨¢s alto, ya que representan el 70% del personal sanitario en el mundo. Adem¨¢s, son ellas las que se encargan de la mayor parte del trabajo de cuidado no remunerado en sus propios hogares, en fuerte aumento a medida que los servicios p¨²blicos, al borde del colapso, son incapaces de cumplir sus misiones.
La inflaci¨®n est¨¢ de vuelta en todo el planeta, causada por la pandemia, exacerbada por la guerra en Ucrania, y demostrando ser m¨¢s persistente de lo que los principales bancos centrales pensaban. Pero no todos somos iguales cuando se trata de la inflaci¨®n. En los pa¨ªses m¨¢s pobres ya est¨¢ provocando un aumento del hambre y la inseguridad alimentaria. Incluso en los ricos, los hogares de bajos ingresos son los primeros en sufrir, ya que el aumento de los precios de la comida pesa m¨¢s en sus canastas de consumo que en las de los m¨¢s acomodados.
Mientras el mundo acaba de conmemorar el D¨ªa Internacional de la Administraci¨®n P¨²blica, las im¨¢genes de cientos de miles de funcionarios protestando en las calles contra los estragos de la inflaci¨®n son un recordatorio de que cada vez hay m¨¢s trabajadores pobres y en empleos precarios en sus filas, incluso en las naciones m¨¢s poderosas del mundo. No es de extra?ar que en muchos pa¨ªses sea imposible encontrar candidatos para puestos de enfermeros, camioneros o profesores.
Para restablecer la confianza de los ciudadanos y reconstruir sociedades m¨¢s resistentes, inclusivas e igualitarias, debemos cambiar radicalmente de rumbo
Sin embargo, el deterioro de las condiciones de trabajo, la reducci¨®n de los presupuestos a los servicios p¨²blicos y la transferencia del control al sector privado no son inevitables. Los recursos para aumentar los salarios, contratar a m¨¢s personas y devolver a la administraci¨®n p¨²blica su dignidad existen, y hay que encontrarlos donde est¨¢n: en las cuentas de las multinacionales y de los m¨¢s ricos, alojadas discretamente en para¨ªsos fiscales. Desde el comienzo de la pandemia, la riqueza de los diez hombres m¨¢s ricos del mundo se ha duplicado, mientras que los ingresos del 99% de la poblaci¨®n mundial han disminuido. La crisis sanitaria no ha hecho m¨¢s que profundizar una tendencia subyacente: desde 1995, el 1% m¨¢s rico ha acaparado casi 20 veces m¨¢s riqueza que la mitad m¨¢s pobre de la humanidad.
Por eso es urgente replantear la fiscalidad internacional para que las multinacionales paguen por fin lo que les corresponde. Incluso el G20, que re¨²ne a los 20 pa¨ªses m¨¢s ricos del mundo, se ha convencido de ello, defendiendo un acuerdo el a?o pasado para introducir un impuesto m¨ªnimo del 15% sobre los beneficios de las multinacionales. El acuerdo es un paso en la direcci¨®n correcta, aunque es poco ambicioso, ya que ¨²nicamente generar¨¢ algo m¨¢s de 140.000 millones de euros de ingresos fiscales adicionales que, seg¨²n los criterios de distribuci¨®n adoptados, ir¨¢n a parar principalmente a los pa¨ªses ricos. Esta cifra se elevar¨ªa a m¨¢s de 475.000 millones de euros con un tipo del 25%, tal y como recomienda la ICRICT, la Comisi¨®n Independiente para la Reforma de la Tributaci¨®n Corporativa Internacional, de la cual soy miembro.
Los Estados tambi¨¦n tienen la opci¨®n de hacer que los s¨²per ricos contribuyan m¨¢s. Un pu?ado de ellos, los llamados ¡°millonarios patri¨®ticos¡±, son conscientes de la urgencia de hacerlo. ¡°P¨®nganos impuestos a nosotros, los ricos, y que sea ahora¡±, dicen en una carta abierta, en la que piden la introducci¨®n de ¡°un impuesto permanente sobre la riqueza de los m¨¢s ricos para ayudar a reducir la desigualdad extrema y recaudar ingresos para aumentos sostenibles a largo plazo de los servicios p¨²blicos, como la asistencia sanitaria¡±. Y ya no se puede decir que su riqueza es imposible de rastrear. Solo hicieron falta unos d¨ªas para que el mundo se enterara de los yates y pisos de lujo de los oligarcas rusos cercanos a Vlad¨ªmir Putin. Se puede hacer un esfuerzo similar para toda la riqueza oculta de los multimillonarios de todas las partes del mundo.
Con la crisis de la inflaci¨®n, es imposible seguir eludiendo el debate: ?seguir¨¢n los Estados financi¨¢ndose con programas de austeridad, recortes en los servicios p¨²blicos, elevando la edad de jubilaci¨®n y aumentando la contribuci¨®n de los m¨¢s pobres mediante impuestos al consumo inflados por la inflaci¨®n? Esta es una receta para el caos. Para restablecer la confianza de los ciudadanos y reconstruir sociedades m¨¢s resistentes, inclusivas e igualitarias, capaces de hacer frente a la amenaza existencial del cambio clim¨¢tico, debemos cambiar radicalmente de rumbo y hacer que todos los que tienen medios, y que actualmente se las arreglen para eludir sus obligaciones tributarias, contribuyan m¨¢s. De lo contrario, es de esperar que el descontento en todo el mundo dure mucho m¨¢s que una temporada.
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