Redes de resistencia entre hilos de chaguar
La relaci¨®n entre la artesan¨ªa y los grupos de mujeres ind¨ªgenas es mucho m¨¢s que un recurso econ¨®mico, es una forma de reivindicarse dentro y fuera de sus comunidades
En la zona norte de Argentina, en la provincia de Salta, se encuentra la comunidad del pueblo wichi denominada ¡°Kil¨®metro 6¡å. Su nombre se debe a que se encuentra a esa distancia de Tartagal, la ciudad m¨¢s grande cercana a la comunidad, en direcci¨®n al norte. En este lugar hablamos con Lucrecia, una integrante de un grupo de mujeres wichi que se han organizado para vender sus artesan¨ªas y para mucho m¨¢s.
Para entender la importancia de esta iniciativa, debemos partir de la base de que existe discriminaci¨®n laboral para las mujeres y no hay corresponsabilidad en los cuidados. Pero las estructuras patriarcales se sienten con m¨¢s fuerza cuando realizamos un an¨¢lisis interseccional de las vulnerabilidades, como dice la escritora, antrop¨®loga y activista feminista argentina Rita Segato. Adem¨¢s, estamos hablando de la regi¨®n con m¨¢s problemas econ¨®micos del pa¨ªs, del pueblo originario que sufre mayor discriminaci¨®n, especialmente las mujeres.
Sin embargo, estas vulnerabilidades, como expresaba la antrop¨®loga argentina Dolores Juliano, son muchas veces los contextos m¨¢s adecuados para que las mujeres activen estrategias colectivas de reivindicaci¨®n. La herramienta que se est¨¢ utilizando en este caso es uno de los saberes ancestrales de esta poblaci¨®n, el uso del chaguar. La b¨²squeda y recolecci¨®n de la planta chaguar con fines textiles, as¨ª como el proceso de extracci¨®n de la fibra, el hilado, la tinci¨®n y el posterior tejido, son actividades realizadas casi exclusivamente por las mujeres. Uno de los productos estrella son las famosas bolsas denominadas yicas.
La artesan¨ªa ha sido siempre un trabajo de mujeres en la comunidad, que se ha transmitido generaci¨®n tras generaci¨®n. Aunque, como reclama Lucrecia, nunca ha sido un trabajo reconocido p¨²blicamente, no hay maestras en ninguna escuela, ni ninguna que reciba un sueldo por transmitir esta t¨¦cnica. Por ello, sienten que se est¨¢n imponiendo los estudios oficiales para las menores, debido a que la educaci¨®n primaria y secundaria es obligatoria, y se deja poco tiempo para la transmisi¨®n de estos saberes, que est¨¢n fuera de la educaci¨®n oficial.
Sin embargo, la mayor¨ªa de las j¨®venes de la comunidad no se encuentran trabajando. Por un lado, las normas de la comunidad todav¨ªa son reacias a que las mujeres trabajen en espacios p¨²blicos, fuera del hogar. Luego, la tasa de embarazos adolescentes es muy alta, por lo que tienen que atender los trabajos de cuidados desde muy j¨®venes. El Anuario Estad¨ªstico del Observatorio de Violencia contra las Mujeres de Salta inform¨® que, de un total de 12.939 partos en 2018, 2.922 fueron de ni?as y adolescentes entre los 10 y los 19 a?os, un 22,6% del total. Y sufren discriminaci¨®n en el mercado laboral.
La artesan¨ªa es una de las formas de los pueblos ind¨ªgenas de reivindicar su cultura, sus tradiciones, su historia. Por lo que es muy importante que sea contado, o tejido, por voces de mujeres
Algunas eligen esta opci¨®n de dedicarse en exclusiva a los cuidados, otras no. Las que no, buscan las formas de conseguir recursos econ¨®micos propios. Algunas venden pan casero, otras recurren a sus artesan¨ªas, a esos ¡°trabajitos¡±, como ellas los denominan, que hac¨ªan sus abuelas y que ellas siempre observaban. Esta es la opci¨®n que ha tomado el grupo de artesanas de la comunidad Kil¨®metro 6. Pero, uno de los grandes problemas que encuentran es la forma de vender sus productos. En Tartagal dicen que no valoran su artesan¨ªa, que hay tanta oferta que tienen que bajar muchos los precios y la mayor¨ªa termina intercambiando sus artesan¨ªas directamente por comida.
Hace unos meses, este grupo de artesanas, gracias a la intermediaci¨®n por parte de la municipalidad de Tartagal, accedi¨® a un local en el Mercado Artesanal de Salta, donde hay mayor afluencia de turistas. En este espacio han podido llevar productos de sus compa?eras, as¨ª como otras artesan¨ªas de su comunidad.
Puedes observar el establecimiento desde fuera y parece un local artesanal m¨¢s, pero esconde un gran proceso de resistencia. Lucrecia dec¨ªa que sent¨ªa pena por las pocas posibilidades laborales que ten¨ªan en la comunidad ya que cre¨ªa en el potencial de sus compa?eras, un potencial que se ve en los ¡°trabajitos¡±: en la creatividad de las formas, los colores, los dibujos y los nuevos dise?os. Todas hacen equilibrios imposibles para seguir asumiendo las tareas de cuidados y produciendo su artesan¨ªa.
Desde mi punto de vista, la relaci¨®n entre la artesan¨ªa y los grupos de mujeres ind¨ªgenas es mucho m¨¢s que un recurso econ¨®mico, es una forma de reivindicarse dentro y fuera de sus comunidades. Dentro de ellas, les supone un trabajo flexible, que pueden organizar ellas mismas, pero que les da la oportunidad de crear espacios femeninos de trabajo donde afianzan las redes de apoyo donde compartir sus experiencias en sus hogares. Y fuera de la comunidad, la artesan¨ªa es una de las formas de los pueblos ind¨ªgenas de reivindicar su cultura, sus tradiciones, su historia. Por lo que es muy importante que sea contado, o tejido, por voces de mujeres.
El proyecto de la comunidad sigue, y ella mismas dicen que lo hacen por sus compa?eras y por sus hijas, porque ven que van a necesitar m¨¢s opciones laborales, m¨¢s puertas abiertas para sus ¡°trabajitos¡± y ojal¨¢ ellas puedan mantener esta para ellas.
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