Bicefalia y esquizofrenia
El candidato socialista deber¨¢ ponderar entre la continuidad de las pol¨ªticas del Gobierno y el cambio
Las encuestas no reflejan ning¨²n cambio en el electorado tras el movimiento sucesorio en el interior del PSOE, y es probable que sus dirigentes caigan en la tentaci¨®n de creer que a¨²n es demasiado pronto para que lo hagan. Es verdad que apenas han transcurrido dos semanas desde las elecciones municipales y auton¨®micas que concedieron una rotunda victoria al Partido Popular, y que el nuevo candidato socialista no est¨¢ siquiera designado de forma oficial. Pero es que, para cuando lo sea, previsiblemente el 2 de julio y no a mediados de junio, como se se?al¨® en un principio, la noticia estar¨¢ descontada a todos los efectos, empezando por los electorales. El Partido Socialista celebrar¨¢ en esa nueva fecha un acto innecesario hacia el exterior, por m¨¢s que, hacia el interior, resulte imprescindible culminar el procedimiento.
La situaci¨®n en la que se ha colocado el Partido Socialista despu¨¦s del ¨²ltimo comit¨¦ federal, en el que se opt¨® por convocar unas primarias sin contrincantes, no es tanto de bicefalia como de esquizofrenia. Bicefalia ser¨ªa que dos dirigentes distintos compartieran la responsabilidad de impulsar un mismo programa. La situaci¨®n actual se caracteriza, sin embargo, por el hecho de que un dirigente est¨¢ obligado a impulsar un programa que lleva a perder las elecciones, mientras que el otro tiene pendiente formular uno diferente desde el que intentar ganarlas. El eslogan de ¡°cambio y continuidad¡± que emple¨® el seguro candidato no es la soluci¨®n del problema, es solo el enunciado de una apor¨ªa o, en otras palabras, el reconocimiento impl¨ªcito de que el Partido Socialista se ha metido en una ratonera. Con el agravante de que, de mantenerse en el Gobierno, el seguro candidato estar¨¢ obligado a defender como portavoz del Consejo de Ministros las pol¨ªticas que, como futuro cabeza de cartel socialista, necesita desmentir.
Si hay m¨¢s continuidad que cambio, el candidato ya puede dar las elecciones por perdidas
La conferencia pol¨ªtica que se celebrar¨¢ a la vuelta del verano no parece un instrumento suficiente para resolver la contradicci¨®n. No porque no sea capaz de improvisar un programa, que seguro que lo es, sino porque, dependiendo de c¨®mo sea ese programa, alguien acabar¨¢ asumiendo las responsabilidades por la derrota del 22 de mayo, un ejercicio inevitable al que los dirigentes del Partido Socialista se han resistido y cuyos plazos ya se han agotado. Si en el programa que salga de la conferencia pol¨ªtica hay m¨¢s cambio que continuidad, el Gobierno quedar¨¢ como un asteroide respecto de su propio partido. Pero si hay m¨¢s continuidad que cambio, el candidato puede dar las elecciones por irremisiblemente perdidas. El equilibrio entre una cosa y otra parece imaginable desde el punto de vista te¨®rico, aunque en la pr¨¢ctica tenga dif¨ªcil, por no decir imposible, traducci¨®n. Adem¨¢s de que un programa que buscara establecer un equilibrio entre cambio y continuidad no se distinguir¨ªa gran cosa de un programa directamente inane.
El presidente del Gobierno y el seguro candidato se han mostrado convencidos de que su excelente sinton¨ªa personal contribuir¨¢ a sortear las dificultades. Aun libr¨¢ndose a una extenuante profesi¨®n de fe en estas declaraciones, para lo que convendr¨ªa olvidarse por completo de la trayectoria de quienes las han hecho, ser¨ªa necesario conocer si, aparte de la sinton¨ªa personal y dem¨¢s m¨²sicas celestiales, disponen de alg¨²n otro mecanismo para desactivar las m¨¢s que previsibles tensiones que se producir¨¢n hasta las elecciones generales, comenzando por la elaboraci¨®n de las listas en una fuerza pol¨ªtica que no tiene cargos que repartir, sino innumerables cesant¨ªas. Porque, tarde lo que tarde en aflorar, el campo de batalla en el que se est¨¢ adentrando el Partido Socialista es decidir qui¨¦n se hace con su control tras la previsible derrota en las elecciones generales, se adelanten o no. La f¨®rmula de las primarias dota al candidato de una escopeta de un ¨²nico disparo. Si pierde, se acab¨®, salvo que, en un nuevo arranque de esquizofrenia, y no ya de bicefalia, el Partido Socialista eligiera como secretario general en un congreso a un candidato derrotado en las urnas. Y esto lo saben tanto los aspirantes a secretario general tras las elecciones como el seguro candidato, para quienes, por tanto, no resulta indiferente el momento en el que se celebre el congreso.
Claro que, ante la apor¨ªa, ante la ratonera en la que se ha colocado el Partido Socialista tras el ¨²ltimo comit¨¦ federal, sus dirigentes podr¨ªan recurrir una vez m¨¢s al mantra del manejo de los tiempos. Confiar en ¨¦l condujo al desastre del que hoy trata de recuperarse el Partido Socialista a la desesperada, intentando que, despu¨¦s de tanto, no sean finalmente los tiempos los que lo manejen. Entre tanto, el Partido Popular se frota las manos imaginando las tardes de gloria que todav¨ªa puede ofrecer el espect¨¢culo.
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