¡°Lo primero era traer al Rey a casa¡±
El general particip¨® en el dispositivo del Ej¨¦rcito por la huelga de controladores
¡°Aqu¨ª est¨¢ pasando algo extra?o y no s¨¦ c¨®mo va a terminar¡±. Fue un compa?ero quien, desde la base a¨¦rea de Torrej¨®n de Ardoz (Madrid), le advirti¨®, a primera hora de la tarde del pasado 3 de diciembre, de lo que se estaba cociendo en los centros y torres de control de los aeropuertos espa?oles. El general Carlos G¨®mez L¨®pez de Medina (Granada, 1957) era entonces coronel jefe del Grupo Central de Mando y Control (GRUCEMAC), una especie de polic¨ªa del aire responsable de la vigilancia y control del espacio a¨¦reo espa?ol.
Lo que estaba pasando es que los controladores civiles, descontentos con las ¨²ltimas medidas adoptadas por Fomento y AENA, estaban abandonando sus puestos hasta provocar el cierre total del espacio a¨¦reo, una situaci¨®n que nunca se hab¨ªa producido y que ni siquiera en sus planes m¨¢s imaginativos hab¨ªa contemplado el Ej¨¦rcito del Aire.
El espacio a¨¦reo espa?ol, por el que diariamente circulan unas 17.000 aeronaves, se qued¨® completamente vac¨ªo. El jefe del GRUCEMAC respir¨® aliviado tras comprobar que la ins¨®lita imagen que ofrec¨ªan las pantallas de los radares no afectaba a su misi¨®n. Al contrario: si nadie volaba, no pod¨ªa haber infracciones a la normativa de circulaci¨®n a¨¦rea. Pero el caos estaba en el suelo, en los aeropuertos abarrotados por miles de angustiados viajeros.
¡°Lo primero que ten¨ªamos claro es que el Rey estaba en Am¨¦rica [en la cumbre Iberoamericana de Mar del Plata] y deb¨ªamos asegurar su regreso a casa. Preparamos un plan B, por si el control civil no se recuperaba a tiempo, pero no hubo que aplicarlo¡±.
El mismo 3 de diciembre, el Gobierno orden¨® al Ej¨¦rcito del Aire que se hiciera cargo de dirigir el control de la circulaci¨®n a¨¦rea. De inmediato se desplegaron casi 200 militares en las 11 torres de los aeropuertos que est¨¢n abiertos d¨ªa y noche; y luego en los 24 restantes. Se reforz¨® tambi¨¦n el personal de los seis centros de control a¨¦reo y de ocho bases, por si era necesario desviar a ellas vuelos civiles.
La movilizaci¨®n no result¨® f¨¢cil, pues los militares ¡ªcomo los dem¨¢s espa?oles¡ª estaban en v¨ªsperas del puente m¨¢s largo del a?o, la Constituci¨®n y la Inmaculada, que ellos prolongaban con una fiesta particular, la Virgen de Loreto, patrona del Ej¨¦rcito del Aire, el 10 de diciembre. Pese a ello, a las nueve de la ma?ana del d¨ªa 4, todos estaban en sus puestos, con la ¨²nica excepci¨®n de las torres de La Gomera y La Palma, en Canarias, a donde llegaron entre una y dos horas despu¨¦s.
Esa misma ma?ana entr¨® en vigor el estado de alarma, por el que los controladores civiles quedaban militarizados y sujetos a las leyes disciplinarias y penales castrenses. Pese a ello, seg¨²n el general Medina, no se produjo ning¨²n roce entre civiles y militares. ¡°Entiendo que ellos comprendieron que hac¨ªamos nuestro trabajo. Por su parte, nuestra gente se esforz¨® por mantener una actitud de educada firmeza que fue bien acogida por los controladores civiles. Se trataba de aplicar las directrices de nuestro jefe de Estado Mayor: ser correctos, evitar precipitaciones y actuar con sentido com¨²n¡±. Los militares desplegados en torres y centros de control ten¨ªan orden de notificar a sus superiores cualquier incidencia. A lo largo de los 43 d¨ªas que dur¨® el estado de alarma solo se notificaron dos y ambas fueron archivadas. En total, se controlaron 150.000 vuelos, que transportaron a 12 millones de pasajeros y 60.000 toneladas de carga, sin que se produjera ninguna situaci¨®n de riesgo.
Lo m¨¢s destacable, en su opini¨®n, es la ¡°capacidad de reacci¨®n¡± que se demostr¨® ante una situaci¨®n imprevista. Y ello gracias a la ¡°profesionalidad¡± y la ¡°fuerte implicaci¨®n personal¡± de los 1.000 militares que se quedaron sin disfrutar del puente o las vacaciones de navidad para que sus conciudadanos pudieran hacerlo.
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