La paz en Euskadi
La existencia de ETA es violencia: ?De verdad no tiene la izquierda 'abertzale' nada que decir?
ETA no mata ni, seg¨²n dicen, extorsiona, y eso, a algunos, ya les parece raz¨®n suficiente para proclamar, acaso sin doblez, que podemos estar todos juntos en paz y tan amigos. Los muertos fueron enterrados, los que mataban y pegaban fuego ya no ejercen y, en fin, eso es la paz.
A otros, por el contrario, la prudencia basada en decepciones precedentes nos dice que la convivencia pac¨ªfica no es posible mientras el le¨®n ande suelto. Bien es cierto que el le¨®n no est¨¢ ahora en el centro de la plaza. Est¨¢ en un rinc¨®n, agazapado a la sombra de los soportales; pero, aunque no se le vea, conserva sus colmillos y sus zarpas. La mera existencia de ETA es violencia, act¨²e o no act¨²e. No nos enga?emos: la paz es un resultado, no una premisa.
Hay ¨²ltimamente un discurso de paz, eso es innegable, por parte de quienes hasta ayer postulaban la socializaci¨®n del sufrimiento. ?Es sincero ese discurso? ?Cu¨¢ntos lo suscriben? No pocas dudas se disipar¨ªan si el referido discurso estuviera acompa?ado de gestos, obras, hechos y, sobre todo, humildad. El 7 de diciembre de 1970, el canciller federal Willy Brandt tuvo el coraje de arrodillarse en nombre de Alemania ante el monumento a los h¨¦roes del gueto de Varsovia. El d¨ªa que vea algo semejante en un miembro destacado de la izquierda abertzale empezar¨¦ a creer que todo lo que estamos viviendo de un tiempo a esta parte no es estrategia ni tejemaneje.
Se pretend¨ªa atacar al Estado espa?ol, pero, como de costumbre, la acci¨®n terrorista contra las abstracciones la padecieron los vecinos. ?De verdad que la izquierda abertzale no tiene nada que decirles?
Considerando acaso que los problemas, las dificultades, los conflictos, se pueden resolver por la v¨ªa de ignorarlos u ocultarlos, suenan de vez en cuando voces que proponen pasar p¨¢gina. Nada m¨¢s equivocado ni perverso que confiar al olvido unos asuntos que han generado tanto sufrimiento. O sea que, al final, ?no hemos aprendido nada? Soy partidario del estudio constante y exhaustivo, del testimonio veraz y de la toma de conclusiones pedag¨®gicas, de manera que los ciudadanos del futuro no ignoren las consecuencias atroces que supone para una sociedad el uso de la violencia a partir de est¨ªmulos ideol¨®gicos.
Y ni siquiera creo que haya que exigirle a Batasuna que pida perd¨®n p¨²blicamente por tantos a?os de justificaci¨®n del terrorismo. No. Yo creo que deber¨ªa salir de ellos. Pero les cuesta. No s¨¦, quiz¨¢ les d¨¦ verg¨¹enza. Si lo hicieran habr¨ªamos dado como sociedad otro paso, como dio Willy Brandt el suyo, y podr¨ªamos mirarnos a la cara, conversar, y quiz¨¢, qui¨¦n sabe, abrirnos poco a poco a la esperanza de un futuro abrazo, aunque por ahora lo veo dif¨ªcil.
Las v¨ªctimas, desenga?¨¦monos, nunca dejar¨¢n de serlo. A nadie le van a resucitar el padre, el hijo, el hermano, ni le van a restituir la pierna que le segaron ni la empresa que le quemaron. Lo que se puede y se debe hacer es devolverles a las v¨ªctimas la dignidad, y no en mont¨®n, sino como ciudadanos singulares; reconocerles el da?o que se les infiri¨®, pedirles sinceramente perd¨®n y darles absoluta garant¨ªa de que no habr¨¢ nuevos cr¨ªmenes que reaviven la memoria de los que ellos o sus familiares, amigos y compa?eros, padecieron.
Si se dieran los pasos necesarios, que no consisten solamente en medidas pol¨ªticas sino en algo que tiene que ver con la calidad humana y c¨ªvica de las personas implicadas, tarde o temprano habr¨ªa que considerar la situaci¨®n personal, una por una, de quienes cometieron cr¨ªmenes y fueron castigados por ello. Pero, ojo, esta ser¨ªa aproximadamente la etapa vig¨¦simo quinta o cuadrag¨¦simo octava de un largo recorrido, y no la primera ni la segunda.
Me disculpo de antemano si ofendo a alguien, pero siempre he considerado que hay numerosos presos de ETA v¨ªctimas de ETA, del veneno ideol¨®gico y del fanatismo que se les inculc¨® de chavales en la cuadrilla, en el colegio, en la taberna. Por supuesto que no los equiparo a las v¨ªctimas de sus cr¨ªmenes ni dejo de creer por ello que merec¨ªan el castigo que la ley prev¨¦ para su caso. Hay, sin embargo, en su destino de j¨®venes inducidos a la agresi¨®n y el asesinato una serie de cuestiones humanas de las que alguna vez habr¨¢ que ocuparse y extraer ense?anzas positivas para otros j¨®venes de ahora y del futuro.
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