Sumisi¨®n al Papa en busca del voto cat¨®lico
Caus¨® perplejidad ver a los jefes socialistas rendir tal pleites¨ªa al Papa. Pero ser¨¢ el PP quien saque r¨¦dito
El consenso entre los dos grandes partidos estatales para la reforma expr¨¦s de la Constituci¨®n no ha sido la ¨²nica sorpresa veraniega para los sufridos militantes de izquierda. La actitud de sumisi¨®n con que esos dos mismos partidos, encabezados por los titulares de las m¨¢s altas representaciones del Estado, recibieron y agasajaron a Benedicto XVI, con motivo de su asistencia a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), produjo perplejidad entre la militancia del PSOE, que comprob¨® c¨®mo sus l¨ªderes rend¨ªan pleites¨ªa al Papa no como fieles privadamente sumisos, sino desde sus responsabilidades pol¨ªticas, a la b¨²squeda de votos entre los fieles de esa confesi¨®n religiosa.
La reforma constitucional, considerada como una entrega m¨¢s ¡ªya se ver¨¢ si eficaz¡ª a las exigencias econ¨®micas del momento, puede entenderse, como la ha explicado Rubalcaba, de modo que no se condicione para el futuro la dedicaci¨®n de los fondos p¨²blicos disponibles. Y desde luego carece de sentido decir que rompe un id¨ªlico consenso constitucional, como si el gran pacto democr¨¢tico se hubiera realizado con transparencia y consentimiento un¨¢nime.
M¨¢s bien cabe identificar el acuerdo secretamente alcanzado ahora entre Zapatero y Rajoy con el modus operandi de los constituyentes, que a lo largo de 15 meses intentaron primero elaborar el proyecto de Ley Fundamental con plena confidencialidad entre los siete ponentes y, m¨¢s tarde, tras la filtraci¨®n del texto secreto, acudieron a las cenas de madrugada y a las reuniones en restaurantes y despachos particulares para perfilar las l¨ªneas maestras de la Constituci¨®n democr¨¢tica. Los art¨ªculos, as¨ª pactados secretamente, iban aflorando al Congreso de los Diputados para su votaci¨®n formal. Como ahora.
Mucho m¨¢s punzante, para los ajenos al catolicismo, result¨® en agosto el tratamiento otorgado a Benedicto XVI por un Estado laico, que declar¨® la JMJ acontecimiento ¡°de inter¨¦s general¡±, lo que proporcion¨®, en plena crisis, suculentas ventajas fiscales a las empresas que la apoyaron. La escenificaci¨®n de la sumisi¨®n la personific¨® el Rey Juan Carlos con su genuflexi¨®n ante Ratzinger, llamativa en el jefe de un Estado aconfesional, aquejado, adem¨¢s, por problemas en las articulaciones de las extremidades inferiores.
La ¡°hospitalidad y respeto¡± al ¡°l¨ªder de una confesi¨®n religiosa¡±, como le defini¨® el ministro de la Presidencia, Ram¨®n J¨¢uregui, qued¨® colmada con la presencia activa y los aplausos de los presidentes del Gobierno y del Congreso, acompa?ados de otros altos cargos y ministros. Uno de ellos, el de Fomento y portavoz del Gobierno, Jos¨¦ Blanco, hab¨ªa resaltado, en l¨ªnea con la Conferencia Episcopal, el negocio que significaba la JMJ.
Los dividendos pol¨ªticos de la visita los contabilizar¨¢ preferentemente el PP, cuyo l¨ªder, Mariano Rajoy, encabez¨® la lista de dirigentes presentes. El Gobierno socialista pareci¨® conformarse con el r¨¦dito electoral derivado de que Ratzinger no criticara directamente leyes como la del aborto o el matrimonio entre homosexuales, pero queda fuera de toda duda que im¨¢genes indelebles, como la de Mar¨ªa Dolores de Cospedal ¡ªsecretaria general del PP y presidenta de Castilla-La Mancha¡ª, ataviada con la tradicional mantilla espa?ola en la procesi¨®n del Corpus Christi, tienen m¨¢s tir¨®n entre el electorado cat¨®lico que todos los esfuerzos socialistas por mostrar su sumisi¨®n al Papa.
Especial indignaci¨®n produjeron en la izquierda los 200 confesionarios blancos y funcionales, instalados en el Paseo de Coches del Retiro, a utilizar, entre otros, por quienes hubieran cometido el ¡°pecado del aborto¡±, que dejar¨ªan de ser excomulgados si confesaban con los sacerdotes autorizados para ello por el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio Mar¨ªa Rouco. Desde la militancia del PSOE se propuso, a trav¨¦s de Internet, que algunos de esos confesionarios, a la vista de los ciudadanos, los utilizaran ¡°los sacerdotes que han abusado sexualmente de ni?os o ni?as¡±.
Curiosamente, la pederastia sacerdotal estuvo ausente en la JMJ, a pesar de que el propio Ratzinger la ha reconocido en otros pa¨ªses ¡ªEstados Unidos, Irlanda, B¨¦lgica o Alemania¡ª y ha lamentado el dolor de las v¨ªctimas de esos hechos y de sus familias. Mientras incluso la cat¨®lica Irlanda se ha enfrentado al Vaticano, en Espa?a prospera la tendencia de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica de ignorar a las v¨ªctimas e impedir que esos delitos salgan a la luz p¨²blica. Seg¨²n informa Mar¨ªa R. Sahuquillo (EL PA?S, 17 de mayo de 2011), en las nueve condenas a sacerdotes por abusos sexuales a menores conocidas hasta entonces abunda el apoyo al religioso, no a la v¨ªctima. As¨ª, la condena a ocho a?os de c¨¢rcel, ratificada por el Tribunal Supremo, del sacerdote Luis Jos¨¦ Beltr¨¢n, por abusar en Alcal¨¢ la Real (Ja¨¦n) repetidamente de un monaguillo, no origin¨® que el obispo de Ja¨¦n condenara moralmente al p¨¢rroco, sino que estim¨® que su deber es ¡°estar al lado de los sacerdotes¡±.
Esa tendencia de la jerarqu¨ªa cat¨®lica, personificada en el cardenal Antonio Ca?izares ¡ªquien ha considerado las denuncias de abusos como ¡°ataques¡± a la Iglesia¡ª, ha debido ser una de las causas de que en su visita a la cat¨®lica Espa?a, Benedicto XVI haya ignorado la existencia de esa lacra. Desde el poder democr¨¢tico, entre tantos fastos, nadie se lo ha recordado.
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