La generaci¨®n indignada
Las protestas juveniles de estos ¨²ltimos meses no son revueltas de la miseria sino del bienestar
Es un fantasma con m¨²ltiples caras, aunque la m¨¢s visible tiene rostro juvenil. Apareci¨® primero en la periferia de Par¨ªs y Atenas, acamp¨® luego en el centro de El Cairo, Lisboa, Madrid y Barcelona, y ha vuelto a irrumpir en Londres, Santiago de Chile y Tel Aviv. Tras el fantasma, una presencia: la del nuevo lumpemproletariado de la era posindustrial, constituido por esos j¨®venes hiperformados ¡ªe hiperinformados¡ª y sin embargo precarizados, conectados a trav¨¦s de las redes sociales, que a veces reaccionan en forma creativa y pac¨ªfica (en forma de comedia) y otras en forma m¨¢s airada y violenta (en forma de tragedia). Tras esta presencia inquietante, un espectro: el de una crisis econ¨®mica global que afecta con particular intensidad a las nuevas generaciones, cuyos efectos van m¨¢s all¨¢ de la precariedad material, present¨¢ndose en forma de crisis de valores (o, m¨¢s bien, de valores de la crisis).
?Qu¨¦ tienen en com¨²n todos estos movimientos? ?Cu¨¢les son las extra?as galer¨ªas que conectan sus actores, motivaciones y propuestas? ?Qu¨¦ lecciones plantean a nuestras sociedades democr¨¢ticas? En septiembre de 2009 publiqu¨¦ en estas mismas p¨¢ginas un art¨ªculo titulado Generaci¨®n replicante, en el que reflexionaba sobre el modelo de juventud emergente en la era digital, a partir de una ef¨ªmera revuelta en un barrio de Madrid, motivada por la prohibici¨®n del botell¨®n. Propuse entonces considerar tres modelos de juventud alternativos que conviv¨ªan en nuestra sociedad: el de Tarz¨¢n o ni?o salvaje, el de Peter Pan o eterno adolescente y el del replicante o joven androide. Entre la criminalizaci¨®n y la domesticaci¨®n del botell¨®n ¡ªy de la propia juventud¡ª, el texto acababa pronosticando ¡°una tercera v¨ªa que trate a los j¨®venes, no como replicantes, sino como ciudadanos capaces de reinventarse como actores sociales¡±.
Las protestas en T¨²nez y Egipto tuvieron que ver m¨¢s con el rap y el ra? que con el Cor¨¢n
El actual ciclo de protestas juveniles, tanto las que surgen de las periferias urbanas como las que ocupan el centro de las ciudades, tanto las que nacen en Europa como las que lo hacen al sur del Mediterr¨¢neo y allende los mares, tanto las protagonizadas por estudiantes de clase media como las lideradas por subocupados y parados, no son revueltas de la miseria sino del bienestar. Est¨¢n protagonizadas por una generaci¨®n no ya educada en la ¨¦tica puritana del ahorro, sino en la ¨¦tica hedonista del consumo y, sobre todo, en la ¨¦tica posmoderna de la Red (la n¨¦tica). En este ciclo podemos distinguir dos pr¨®logos, dos ep¨ªlogos y algunos momentos culminantes.
Como pr¨®logos, las revueltas callejeras en dos pa¨ªses europeos: el que invent¨® la democracia (Grecia) y el que la reinvent¨® (Francia). En oto?o de 2005, en la revuelta de las banlieues, una coalici¨®n de j¨®venes blanc-black-beur puso en pr¨¢ctica lo que el filme El odio La Haine hab¨ªa pronosticado: la conversi¨®n de la indignaci¨®n en rabia, encendida por un abuso policial real o percibido, y dirigida contra algunos iconos de la sociedad de consumo: escaparates rotos y coches quemados (cabe recordar que en otras ciudades europeas como Berl¨ªn la quema de coches se ha convertido en una especie de ritual que se repite peri¨®dicamente). En 2008, el oto?o griego sirvi¨® para dramatizar los efectos de la crisis financiera internacional, en forma de una revuelta protagonizada por j¨®venes airados, educados para el Estado de bienestar, pero que de repente descubr¨ªan la amenaza de un Estado de malestar.
Como momento culminante, la primavera mediterr¨¢nea de 2011, con la ocupaci¨®n pac¨ªfica de las plazas. Primero, la protesta contra reg¨ªmenes autocr¨¢ticos impulsadas por la generaci¨®n Ra?-Rap tunecina y egipcia, educada en Facebook m¨¢s que en las escuelas cor¨¢nicas o baazistas (una revuelta triunfante aunque sus j¨®venes l¨ªderes hacktivistas hayan sido r¨¢pidamente fagocitados por pol¨ªticos de m¨¢s edad). Luego, la marcha impulsada en Portugal por la Gera??o a Rasca (la generaci¨®n en apuros), formada por los paganos de la crisis. Y finalmente la #SpanishRevolution del 15-M, cuando el ¨¢gora virtual de las redes sociales se convirti¨® en una acampada real. Aunque algunos la vieron al principio como una especie de macrobotell¨®n, la acampada despert¨® la simpat¨ªa ciudadana: la generaci¨®n Ni-Ni se convert¨ªa s¨²bitamente en generaci¨®n S¨ª-S¨ª-S¨ª, pues adem¨¢s de estudiar y trabajar, a los j¨®venes indignados les quedaba tiempo para comprometerse en un movimiento que atrajo la atenci¨®n mundial y se disemin¨® por otros lugares donde no sobran motivos para la indignaci¨®n, como Israel (donde la carest¨ªa de la vivienda afecta a j¨®venes jud¨ªos y palestinos) y M¨¦xico, desde donde escribo estas l¨ªneas, en cuyos z¨®calos se han convocado estos d¨ªas concentraciones de indignados contra narcos y pol¨ªticos corruptos.
En estos movimientos hay el deseo de regenerar una cultura democr¨¢tica con signos de obsolescencia
Como ep¨ªlogos, la revuelta de los suburbios ingleses del reciente verano, protagonizada por una coalici¨®n de j¨®venes yob (boy, al rev¨¦s), hijos de inmigrantes caribe?os, africanos, asi¨¢ticos o de la clase obrera blanca, dependientes a su pesar del Estado de bienestar, que pusieron en pr¨¢ctica lo que el filme Haz lo que debas Do the right thing hab¨ªa previsto: la revuelta del gueto multicultural, con una secuencia parecida a la de Francia (chispa policial, saqueo hiperconsumista y desprecio institucional), pero con algunas particularidades (como la participaci¨®n de j¨®venes de la clase media alta). Y finalmente, la revuelta estudiantil en Chile, donde una nueva generaci¨®n de ping¨¹inos (el nombre que reciben los estudiantes de secundaria por su uniforme) ponen en jaque al Gobierno neoliberal por excelencia, heredero a su pesar de Pinochet.
M¨¢s all¨¢ de las ra¨ªces y derivas de movimientos tan dispares, subyace un intento de regenerar una cultura democr¨¢tica que, tras dos siglos de existencia, muestra cierta obsolescencia. La evoluci¨®n de esta cultura democr¨¢tica se corresponde de alg¨²n modo con los tres modelos de juventud se?alados. La democracia Tarz¨¢n, en primer lugar, prioriza la educaci¨®n del ciudadano y se corresponde con el parlamentarismo surgido de la Ilustraci¨®n y del movimiento obrero: la toma de decisiones se produce mediante la elecci¨®n de representantes; por lo general, se trata de una gerontocracia en la que los mayores dirigen a los menores. La democracia Peter Pan, en segundo lugar, prioriza la gesti¨®n de lo p¨²blico y se corresponde con la emergencia del Estado de bienestar tras la II Guerra Mundial, un pa¨ªs de Nunca Jam¨¢s en donde se instala una casta pol¨ªtica autorreferencial; se trata de una mesocracia liderada por pol¨ªticos profesionales que a veces parecen eternos adolescentes. La democracia Replicante, en tercer lugar, propone una pol¨ªtica no solo delegativa sino participativa, que empieza a ser viable gracias al ciberespacio: la wikidemocracia o democracia 4.0; se trata de una neocracia en la que las nuevas generaciones, por primera vez, est¨¢n mejor preparadas para imaginar la direcci¨®n del cambio, aunque raramente se les ofrezca la oportunidad de participar en el mismo. A juzgar por la forma como se ha llevando a cabo la reforma constitucional, no parece que nuestros principales partidos hayan aprendido la lecci¨®n.
No deja de ser significativo que el movimiento de los indignados se inspire en el libro publicado por un anciano activista: St¨¦phane Hessel. En la antropolog¨ªa cl¨¢sica, el cambio social suele leerse en t¨¦rminos de oposici¨®n entre generaciones consecutivas (padres e hijos) y de alianza entre generaciones alternas (abuelos y nietos). En este caso, los j¨®venes (la generaci¨®n replicante) se inspiran en ancianos como Hessel (la generaci¨®n resistente) ¡ªo en abuelos republicanos en el caso del 15-M¡ª y replican a adultos de la generaci¨®n del 68 (o pos-68), quienes al frente de las instituciones pol¨ªticas, econ¨®micas y sociales dominantes, acostumbran a hacer o¨ªdos sordos ante tales r¨¦plicas. Pues si la primavera indignada pudo desembocar en un verano irritado, el oto?o caliente que se avecina no deber¨ªa conducir a la hibernaci¨®n de todo un movimiento que, m¨¢s all¨¢ de sus dilemas estrat¨¦gicos y de sus errores t¨¢cticos, se ha convertido en uno de aquellos ¡°objetos culturales¡± que L¨¦vi-Strauss consideraba ¡°buenos para pensar¡±.
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