El impago de subvenciones asfixia a las asociaciones de discapacitados
Las comunidades aut¨®nomas llevan meses sin abonar lo que les deben a estas organizaciones La crisis ha revelado que su modelo de financiaci¨®n no se sostiene en ¨¦poca de vacas flacas
Adelaida Lozano se enjuga las l¨¢grimas bajo las gafas con un pa?uelito de tela. La auxiliar de cl¨ªnica que atend¨ªa el centro de d¨ªa ya no est¨¢. Al paro. Y van cinco. La Asociaci¨®n de Familiares y Enfermos de Parkinson de Villarrobledo (Albacete) est¨¢ bajo m¨ªnimos: el Ayuntamiento les debe 60.000 euros y la Comunidad de Castilla-La Mancha, 450.000. Deudas acumuladas que, finalmente, tienen a los trabajadores sin cobrar ya hace cinco meses. ¡°Solo pagamos el agua, la luz, el gas y la hipoteca, pero los proveedores est¨¢n sin cobrar la fruta, el papel higi¨¦nico, nada, qu¨¦ verg¨¹enza, yo, que nunca he debido nada a nadie¡±, dice la presidenta de la asociaci¨®n, Paquita Garc¨ªa. No son solo la sanidad y la educaci¨®n, los servicios sociales tambi¨¦n tienen los pies de barro.
El empleo entre las personas con discapacidad parece aguantar como un junco la ventolera de la crisis: la contrataci¨®n experiment¨® un incremento en el segundo cuatrimestre de este a?o del 6,9%, mientras que no pas¨® de un 1,4% la de la poblaci¨®n en general. El colectivo de la discapacidad est¨¢ acostumbrado a sortear dificultades, tiene d¨¦cadas de entrenamiento haci¨¦ndole frente al estigma y un largo historial tratando de cambiar caridad por derechos. Y lo iba consiguiendo. Los 1.900 centros especiales de empleo donde trabajan alrededor de 57.000 discapacitados son un buen ejemplo de ello. En los ¨²ltimos d¨ªas, sin embargo, la patronal ha revelado la precaria situaci¨®n por la que est¨¢n atravesando: las comunidades aut¨®nomas llevan meses, algunas hasta dos a?os, sin pagar lo que les deben y el edificio amenaza ruina. Muchos de estos centros nacieron de asociaciones familiares, como la que preside Paquita Garc¨ªa, agrupadas para conseguir con sus medios lo que no obten¨ªan del sistema p¨²blico. ¡°De tal forma que cuando estos centros pasaban dificultades econ¨®micas, la asociaci¨®n les inyectaba dinero, pero ahora la madre ya no puede sujetarles en la ca¨ªda, porque tambi¨¦n depende de subvenciones graciables que ha dejado de recibir¡±, explica Javier Guiu, presidente de Padis, patronal aragonesa de la discapacidad.
Unas 57.000 personas trabajan en los 1.900 centros especiales de empleo
En efecto, no solo los centros de empleo son acreedores de una inmensa deuda p¨²blica ¡ªlas Administraciones les financian al 50% para compensar la menor productividad del colectivo, un porcentaje que se elev¨® al 75% con la crisis¡ª; tambi¨¦n las asociaciones familiares, en sus or¨ªgenes de corte reivindicativo, pasan ahora momentos cr¨ªticos como prestadoras de servicios.
Las autonom¨ªas llevan meses, algunas hasta dos a?os, sin pagarles
¡°No pueden cerrar el centro de d¨ªa, lo sentir¨ªamos todos mucho¡±, dice Caridad Melero, una de las usuarias. Su hija, Cary, cita las enfermedades y achaques de su madre... No cabr¨ªan en un p¨¢rrafo. Su pensi¨®n de viuda de jornalero se ha visto compensada con una ayuda de la Ley de Dependencia que le permite pagar el centro de d¨ªa. Pero ya lleva tres meses sin percibirla. Tampoco eso se est¨¢ pagando.
En 1999, la aventura de Paquita Garc¨ªa, la presidenta de la asociaci¨®n, se conoc¨ªa como ¡°la del microondas¡±, porque rifaron uno para sacar dinero. Su padre ten¨ªa la enfermedad de Parkinson y ella sab¨ªa bien lo que era aquello. El alquiler de la primera vivienda donde montaron la asociaci¨®n lo pagaron ella y Catalina Haro, que ahora es la directora. ¡°Y pusimos las sillas, y hac¨ªamos tortillas de patata y bocadillos y los vend¨ªamos en el Vi?a Rock. Sacamos un mill¨®n de pesetas¡±. Despu¨¦s se trasladaron a una bodega vieja y ah¨ª empezaron con la logopedia, la rehabilitaci¨®n¡ Los pol¨ªticos fueron llegando, y las ayudas con ellos. Entonces hab¨ªa 20 socios, hoy tienen m¨¢s de 300 y unos 550 usuarios. Adem¨¢s del centro de d¨ªa prestan ayuda y servicio de comidas a domicilio. La asociaci¨®n, como todas las de este tipo, no tiene ¨¢nimo de lucro, todo lo que se saca se invierte en el centro. Por eso Ana Tero, la delegada sindical, asegura: ¡°Con la huelga y las protestas no queremos hacer da?o a la asociaci¨®n, es una medida de presi¨®n para la Administraci¨®n, que es quien nos debe el dinero¡±.
La crisis ha revelado que el modelo de financiaci¨®n de estas asociaciones ¡ªsubvenciones de las que se hacen acreedoras presentando sus proyectos¡ª no se sostiene en tiempos de vacas flacas. Sin embargo, el colectivo de la discapacidad vive una paradoja enrevesada: tras a?os de lucha, ha alcanzado un poder que le confiere caracter¨ªsticas de lobby. Pueden presionar a los Gobiernos, porque proporciona gran parte de los servicios a los que tienen derecho los ciudadanos y que la Administraci¨®n p¨²blica no satisface. Pero, a la vez, est¨¢ amordazado porque depende de los pol¨ªticos y de sus subvenciones arbitrarias. Casi nadie quiere dar la cara: est¨¢n a la espera de cobrar lo que les deben.
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