Prohibido todo
Una ola regulatoria recorre Espa?a, a veces con normas que exceden el consenso Madrid multa por alimentar a las palomas; Guadalix de la Sierra, por apostar en la calle
Uno de los recuerdos m¨¢s vendidos en Singapur es una camiseta que tiene dibujadas todas las conductas que son multadas en esta ciudad estado. ¡°No fumar, no comer chicle, no alimentar a los p¨¢jaros, no tirar basura, no escupir, no orinar, no coger flores¡±, son algunos de los mensajes que aparecen bajo un s¨ªmbolo de prohibido con una penalizaci¨®n de 1.000 d¨®lares (732,6 euros). Los lugare?os muestran con una mezcla de sorna y cierto orgullo una de las caracter¨ªsticas de este singular pa¨ªs asi¨¢tico: las numerosas restricciones en la v¨ªa p¨²blica. Lo que era tradicionalmente una peculiaridad ya no lo es tanto. Camisetas muy parecidas podr¨ªan venderse en muchos pueblos y ciudades espa?olas que en los ¨²ltimos a?os han entrado a regular y penalizar conductas de lo m¨¢s variopintas en la calle, desde jugar a las cartas apostando hasta sacudir la alfombra en el balc¨®n o hacer ruido a la hora de la siesta. ?Son necesarias tantas normas coercitivas?
Lo que antes estaba regulado por los usos y costumbres, lo que eran acuerdos t¨¢citos entre vecinos para una buena convivencia, ahora son bandos expl¨ªcitos de los ayuntamientos. Esta ola reguladora, que puede tener como punto de partida la ordenanza de convivencia de Barcelona (un documento de 60 p¨¢ginas aprobado en 2005), responde a diversas causas, seg¨²n apuntan varios antrop¨®logos y soci¨®logos: el mayor anonimato en las grandes ciudades; la falta de implicaci¨®n con lo p¨²blico; la inmigraci¨®n, que trae a Espa?a a personas cuyos h¨¢bitos son muy distintos a los de los nativos. Pero las prohibiciones van en ocasiones m¨¢s all¨¢ de los consensos sobre lo que son conductas socialmente reprochables. La de la Comunidad de Madrid, que multar¨¢ con entre 300 y 1.500 euros a quienes alimenten a animales salvajes (como pueden ser las palomas) ha sido la ¨²ltima hace unos d¨ªas. Pero se suma a otras muchas normas c¨ªvicas que diversas ciudades han ido aprobando en los ¨²ltimos a?os.
Lo que antes estaba regido por usos y costumbres ahora se explicita en bandos
Esta hiperregulaci¨®n es contraproducente, en opini¨®n del antrop¨®logo Manuel Delgado. En este peri¨®dico ha escrito en varias ocasiones sobre la inutilidad de proclamar tan pormenorizadas normas de convivencia: ¡°Se podr¨ªa intuir que el llamado aumento del incivismo no es el resultado de un excesivo ¨ªndice de libertad, sino todo lo contrario, de un aumento en los constre?imientos, de una desconfianza frontal ante cualquier apropiaci¨®n del espacio p¨²blico no fiscalizable o que no rindiera beneficios, y de la hostilidad contra las puestas en escena de los descontentos que toda sociedad no puede dejar de producir¡±.
Aunque est¨¢ asumido que es necesaria una regulaci¨®n y un cierto control sobre los actos de la vida colectiva, lo ideal, al parecer del soci¨®logo Jorge L¨®pez, es que esta regulaci¨®n se produzca a partir de ¡°la propia responsabilizaci¨®n de los ciudadanos sin necesidad de imponer normas ni sanciones¡±. ¡°Por otro lado, es absurdo intentar regular con normas lo que deber¨ªan ser conductas asumidas espont¨¢neamente, ya que las que no se perciben como propias generan muchos efectos perversos. No se cumplen si no existe una autoridad externa que las sancione. As¨ª, si no se da un proceso de educaci¨®n paralelo que facilite la asunci¨®n de las normas, en el momento en que el mecanismo de castigo no est¨¢ presente, se incumple¡±, relata.
La ordenanza de convivencia de Barcelona abri¨® la veda en 2005
La complejidad social creciente, sin embargo, hace necesario regular la interacci¨®n de los ciudadanos en opini¨®n de la catedr¨¢tica en sociolog¨ªa Marina Subirats, que era concejal del Ayuntamiento de Barcelona cuando se preparaba la ordenanza c¨ªvica, aunque sali¨® del consistorio por no estar de acuerdo con el resultado final. ¡°Cada vez hay m¨¢s libertad individual. El contexto inmediato controla menos que antes. En los pueblos, si sal¨ªas a la calle y hac¨ªas algo diferente del resto te criticaban, exist¨ªa ese miedo al qu¨¦ dir¨¢n. Esto era una forma de opresi¨®n fort¨ªsima, era peor una vecina que miraba por el balc¨®n a cualquier multa. Ahora estamos en una sociedad mucho m¨¢s libre que permite las variaciones individuales de conducta, con mucha menos presi¨®n del entorno porque a los vecinos ni los conoces o te da igual lo que digan¡±, asegura Subirats. Cree que las sanciones son en muchos casos necesarias, pero sin restar importancia a la informaci¨®n y a la pedagog¨ªa. ¡°Es un doble juego: hay que explicar por qu¨¦ una conducta est¨¢ mal y, si se persiste en ella, multar¡±. Pone un ejemplo que le result¨® muy adecuado en los parques nacionales de Estados Unidos: ¡°All¨ª ves una peque?a planta y en un cartel se explica lo dif¨ªcil que le ha sido crecer en un desierto y el valor biol¨®gico que tiene. A continuaci¨®n a?ade que quien la arranque pagar¨¢ tantos d¨®lares¡±.
Muchos ayuntamientos tratan de ser pedag¨®gicos de las formas m¨¢s variopintas. El de Segovia remiti¨® hace unos a?os cartas a todos los perros censados explicando la importancia de que fuesen atados y de que sus due?os recojan sus excrementos. El de Teruel reparti¨® camisetas con normas c¨ªvicas en las ¨²ltimas fiestas. El de Cornell¨¢ puso a pasear por el municipio a 12 educadores recordando a los ciudadanos normativas respecto al uso de adecuado de las papeleras, de los contenedores, o la limpieza de los parques. En Ibiza se repartieron en verano 12.000 folletos entre turistas y hosteleros en los que se les recordaba que est¨¢ prohibido ensuciar, manchar o romper cualquier elemento p¨²blico, beber alcohol fuera de los espacios permitidos, ofrecer o solicitar servicios sexuales en la calle, la venta ambulante de alimentos, bebidas u otros productos en lugares p¨²blicos y cualquier acto molesto que no permita el descanso de los vecinos.
Normas coercitivas sin concienciaci¨®n no sirven de mucho, seg¨²n los expertos
El problema es que este intento de educar a los adultos puede llegar tarde. La base, seg¨²n Victoria Cardona, experta en educaci¨®n familiar que recientemente ha publicado un libro sobre el tema (Un extra?o en casa), es lo que los futuros ciudadanos interiorizan cuando son ni?os. ¡°Los hijos aprenden por lo que ven. Ellos dejar¨¢n limpio su barrio, su ciudad, su entorno si ven que sus padres lo hacen y lo har¨¢n con libertad, sin que nadie les tenga que obligar. Un testimonio vale m¨¢s que mil y una normas escritas¡±, asegura.
Cuando ya es tarde, los ayuntamientos buscan la soluci¨®n a base de sanciones. Tambi¨¦n sucede que han llegado a Espa?a muchos inmigrantes que no tienen necesariamente las mismas pautas de comportamiento que sus vecinos. Mikel Aranburu, antrop¨®logo de la Universidad de Barcelona, advierte de que no se puede generalizar, ya que mientras unos colectivos son muy visibles, otros pasan completamente desapercibidos. Sin embargo, la mayor¨ªa procede de pa¨ªses donde el espacio p¨²blico est¨¢ pol¨ªticamente restringido, pero socialmente m¨¢s abierto. ¡°En muchos de ellos se puede organizar una celebraci¨®n familiar en la calle (una boda o un funeral, por ejemplo) sin pedir permiso. En general hay una autorregulaci¨®n social de la participaci¨®n en el espacio p¨²blico que se construye a partir del principio de una mayor tolerancia frente a las apropiaciones de este. En cambio, en los pa¨ªses europeos existe una mayor intolerancia frente a estos usos privados y, podr¨ªamos decir, invasivos del espacio p¨²blico, aunque sean ef¨ªmeros¡±, escrib¨ªa en un art¨ªculo sobre civismo. En su opini¨®n, que no haya conflicto es idealista e incluso negativo. ¡°Es a partir del abordaje de conflicto donde se aprenden pautas. Esta hiperregulaci¨®n hurta a los ciudadanos el resolver por s¨ª mismos estas cuestiones, incluso de conflicto de unos con otros. La gente quiere vivir en un entorno absolutamente seguro con riesgo cero. Eso afecta a aspectos banales de convivencia en el espacio p¨²blico¡±, asegura.
¡°Lo que se aprende de ni?os vale m¨¢s que mil reglas¡±, dice una educadora
Todas las normas desplegadas por los municipios tambi¨¦n tienen una vertiente legal. ?Hasta qu¨¦ punto pueden regular lo que pueden o no pueden hacer sus ciudadanos? Antonio Embid, doctor en Derecho Administrativo y especialista en normas locales, asegura que est¨¢ dentro del ¨¢mbito competencial de los Ayuntamientos regular las normas de convivencia. Pero tanto ¨¦l como Javier Garc¨ªa Roca, catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la Universidad Complutense de Madrid, matizan que hay aspectos de la vida en los que quiz¨¢s los consistorios vayan demasiado lejos, y que normas que regulan si las mujeres pueden o no llevar velo o burka por la calle deber¨ªan corresponder al Estado para que estuviese homologado en toda Espa?a. ¡°Una ordenanza basta para los temas m¨¢s cotidianos, pero creo que debe ser una ley la que regule asuntos que se han abordado desde el ¨¢mbito municipal como impedir a los vagabundos que est¨¦n en la calle, el burka o, incluso, la prostituci¨®n¡±, explica Garc¨ªa Roca.
En Suiza, paradigma del civismo, las mascotas tienen menos restricciones
M¨¢s cercano que Singapur, un buen referente sobre normas y conductas puede ser Suiza, uno de los paradigmas del civismo en todo el mundo. All¨ª la concienciaci¨®n sobre determinadas conductas respetuosas con los dem¨¢s es enorme, pero tambi¨¦n hay un cat¨¢logo de normas regulatorias. Son especialmente severos, por ejemplo, con los radares de tr¨¢fico. Pero funciona el doble juego del que hablaba Marina Subirats. En Berna, por ejemplo, si un polic¨ªa ve a alguien arrojando basura al suelo o dejando los excrementos de su perro le amonesta para que lo recoja y solo procede a multarlo si no lo hace.
Todo lo relacionado con animales se est¨¢ restringiendo y regulando cada vez m¨¢s en Espa?a. En el pa¨ªs helv¨¦tico su espacio no est¨¢ tan acotado. Es m¨¢s que frecuente encontrar perros en restaurantes, centros comerciales o transportes p¨²blicos, donde tienen incluso un billete especial. Sin embargo, est¨¢n muy mal vistos los perros maleducados que alteran la convivencia con los humanos. La mayor¨ªa de los suizos dan por supuesto que quien tiene una mascota la ha educado y es capaz de hacerla vivir en sociedad. Por eso no les hacen falta normas que les proh¨ªban estar sueltas o entrar en cualquier espacio p¨²blico.
Normas de convivencia
- Madrid. La Comunidad aprob¨® la semana pasada un proyecto de ley sobre protecci¨®n animal. Establece como falta leve con multas de entre 300 y 1.500 euros (hasta ahora entre 30 y 1.200), alimentar animales vagabundos o salvajes, como pueden ser las palomas de los parques, ejercer la mendicidad con ellos y no informar sobre su p¨¦rdida o muerte.
- Barcelona. En 2005 aprob¨® un exhaustivo reglamento que establec¨ªa multas por ejercer la prostituci¨®n en la calle, la mendicidad, hacer juegos de azar. Pero no incluy¨® nada de la vestimenta, algo que ha regulado este mismo a?o. El Ayuntamiento ha a?adido a la ordenanza de civismo sanciones para quien vaya desnudo por la calle y, tambi¨¦n, a quien solo lleve un ba?ador o bikini fuera de los paseos mar¨ªtimos. Solo ser¨¢n impuestas si el ciudadano, advertido por la polic¨ªa, no hace caso.
- Guadalix de la Sierra. Este municipio de 2.500 habitantes aprob¨® este verano una ordenanza para evitar que las personas ocupen las calles. Hay multas de entre 750 y 3.000 euros. Tambi¨¦n proh¨ªbe todas las conductas que alteren el sosiego de sus habitantes. "Salvo autorizaci¨®n municipal, est¨¢ prohibido perturbar el descanso y la tranquilidad de los vecinos y peatones mediante el funcionamiento de aparatos de televisi¨®n, radio, musicales o an¨¢logos, as¨ª como cantos, gritos, peleas o cualquier acto molesto", reza la norma. Tampoco est¨¢n permitidos los juegos que por su naturaleza puedan causar "molestias" a los vecinos ni los que incluyan apuestas.
- Valle Gran Rey. Esta localidad de Santa Cruz de Tenerife aprob¨® en 2009 una ordenanza para regular conductas como el horario para tirar la basura o la forma de deshacerse de electrodom¨¦sticos. Incluye multas por poner a secar la ropa en los balcones o sacudir los felpudos desde la ventana.
- Marbella. La localidad malague?a aprob¨® en 2008 una normativa para que quienes rompan el mobiliario urbano o no recojan los excrementos de sus animales, entre otras actuaciones, puedan elegir voluntariamente entre pagar una sanci¨®n econ¨®mica o trabajar en beneficio de la comunidad.
- Granada. El ayuntamiento aprob¨® hace dos a?os una ordenanza para "mejorar la convivencia" que restringe conductas como "las pr¨¢cticas sexuales en la v¨ªa p¨²blica". Uno de sus objetivos era erradicar la prostituci¨®n callejera; tanto clientes como meretrices pueden ser multados con hasta 3.000 euros.
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