Cient¨ªficos y pol¨ªticos: ?buenos y malos?
La figura del Consejero cient¨ªfico del Presidente puede resultar fundamental
Vaya por delante, soy un cient¨ªfico. Esto me permite escribir esta columna con doble superioridad moral. La sobrevenida que me otorga pertenecer a uno de los colectivos mejor valorados por la sociedad espa?ola seg¨²n recientes encuestas y la original de saber aplicar el m¨¦todo cient¨ªfico para resolver problemas. Curiosamente parece ser que los cient¨ªficos somos los buenos en estos momentos donde casi todos los dem¨¢s son malos, y muy especialmente los pol¨ªticos.
Que en Espa?a los cient¨ªficos seamos tan apreciados por nuestros conciudadanos no deja de ser sorprendente, al menos para m¨ª. Sobre todo si ahondamos un poco en este supuesto amor. Pocos ser¨ªan capaces de nombrar a un solo cient¨ªfico espa?ol en activo. Muchas personas ni siquiera imaginan que haya cient¨ªficos en Espa?a, y mucho menos que est¨¦n haciendo algo que sea importante. Buena parte de la sociedad escuchar¨¢ con atenci¨®n las recomendaciones de un estudio realizado en la Universidad de Kansas o la del Estado de Georgia, pero su inter¨¦s decaer¨¢ si se llev¨® a cabo en la Universidad de Murcia o en la de Zaragoza, por poner dos ejemplos, de las que seguramente piense que no puedan decir nada importante. Y si se trata de rascarse el bolsillo, el amor ir¨ªa perdiendo m¨¢s fuerza. La mayor¨ªa pensar¨¢ que el escaso dinero deber¨ªa dedicarse a necesidades m¨¢s perentorias que invertirlo en actividades cient¨ªficas, que son caras, a largo plazo y con inciertos resultados. Tampoco me parece que los ciudadanos escuchen y hagan caso a ciertas recomendaciones tomadas con criterios razonablemente cient¨ªficos. En realidad este aprecio se me antoja parecido al que demostraba un antiguo vecino m¨ªo por su perro. Le dedicaba a diario expresiones incre¨ªblemente cari?osas cuando llegaba a casa, pero el pobre animal pasaba todo el d¨ªa encerrado llevando una penosa existencia.
Porque, al fin y al cabo, qu¨¦ nos diferencia a los cient¨ªficos, los buenos de los pol¨ªticos, los malos. He de reconocer que no he conocido a fondo a ning¨²n pol¨ªtico profesional, as¨ª que mi visi¨®n no ser¨¢ completa, pero me parece que a los cient¨ªficos nos unen probablemente m¨¢s cosas con los pol¨ªticos de las que la gente imagina. En ambos colectivos existen individuos (quiz¨¢s una mayor¨ªa) que se piensan que est¨¢n por encima del resto. Pueden ser cosas muy diferentes, pero en el fondo no es mucho lo que distingue a alguien que se siente superior porque conoce al dedillo la ¨®ptica del ojo (pongo mi caso, para que nadie se d¨¦ por aludido), a quien cree que lo est¨¢ porque conoce ciertos entresijos que recomiendan la instalaci¨®n de una gasolinera en contra de lo quieren todos los vecinos. Ambos grupos suelen ser bastante endog¨¢micos y se relacionan fundamentalmente entre s¨ª. Los pol¨ªticos se ven obligados a dar la cara de vez en cuando, pero en el fondo creo que sienten que es un mal necesario. Imagino que algo similar a cuando nosotros estamos obligados a ense?ar el laboratorio a un grupo de escolares adolescentes justo en mitad de un experimento importante. S¨®lo deseamos terminar cuanto antes sin que se rompan nada. Desarrollan sus propios lenguajes, normalmente ininteligibles para el resto de la gente. Y es el enorme ego de cada individuo la principal fuerza que mueve sus actuaciones, sus luchas y sus intrigas. Aunque siempre la explicaci¨®n oficial ser¨¢ el bien com¨²n o el progreso de la ciencia. Y en ambos casos, pol¨ªticos y cient¨ªficos vivimos, aunque ciertamente unos mejor que otros, subvencionados por el resto de los ciudadanos.
Claro que existen tambi¨¦n diferencias significativas. Quiz¨¢s la m¨¢s notoria es que los pol¨ªticos sirven b¨¢sicamente para todo, mientras que los cient¨ªficos nos solemos centrar en asuntos muy especializados. Otra diferencia es que la intercomunicaci¨®n entre ambos grupos es unidireccional. Es decir, un cient¨ªfico profesional puede dejar de serlo para convertirse en pol¨ªtico. Ning¨²n pol¨ªtico profesional puede convertirse en cient¨ªfico.
He le¨ªdo a veces que si en la pol¨ªtica hubiera m¨¢s cient¨ªficos las cosas ir¨ªan mejor porque los problemas se afrontar¨ªan de manera m¨¢s racional. No estoy muy de acuerdo, bas¨¢ndome en el principio de que el cient¨ªfico metido a pol¨ªtico se comportar¨¢ simplemente como otro pol¨ªtico, perdiendo r¨¢pidamente sus potenciales superioridades. Pero creo que existe una zona de colaboraci¨®n que podr¨ªa resultar muy ¨²til a la sociedad. En realidad, como casi todo, es algo ya inventado hace tiempo en otros pa¨ªses donde el aprecio a la ciencia es algo m¨¢s arraigado. Son lugares donde la gente no dice palabras bonitas a sus perros, pero los sacan regularmente a pasear. Me refiero a la figura del cient¨ªfico jefe o del Consejero cient¨ªfico del Presidente. Estas figuras, en realidad toda una oficina con bastante estructura aunque con una cabeza visible, son independientes del poder pol¨ªtico del momento. Su misi¨®n es asesorar a los pol¨ªticos en aquellos temas donde las decisiones dependan de an¨¢lisis y observaciones cient¨ªficas o t¨¦cnicas. Si esta figura de <i>cient¨ªfico jefe</i> se elige correctamente, sus aportaciones y ayuda a los pol¨ªticos para tomar decisiones adecuadas puede resultar fundamental. Y ya no digamos la utilidad para los propios pol¨ªticos, que en casos conflictivos, que son y ser¨¢n muchos, siempre podr¨¢n argumentar que se trata de una decisi¨®n basada en las recomendaciones del saber cient¨ªfico consolidado.
Con esta colaboraci¨®n entre buenos y malos, es muy posible que en unos cuantos a?os, las encuestas encuentren a los cient¨ªficos menos buenos. Especialmente si se han tomado decisiones que pudieran no gustar a ciertos sectores porque los cient¨ªficos lo han recomendado. Y quiz¨¢s, los pol¨ªticos dejar¨ªan de ser tan malos porque al menos algunas de sus decisiones estar¨ªan reforzadas por la ciencia. Supongo que dar m¨¢s protagonismo social a los cient¨ªficos no est¨¢ contemplado en ning¨²n programa electoral, pero si lo pensaran un poco, todos podr¨ªan ver que se trata de algo con muchas ventajas. Yo personalmente, como ciudadano prefiero saber que algunas decisiones se han tomado con cierta base cient¨ªfica, y como cient¨ªfico preferir¨ªa ser menos querido y mejor tratado.
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