Marcada por el 20-N
Vota en estas elecciones y lo hizo en las primeras en que las mujeres tuvieron ese derecho Felisa Bravo cumple 107 a?os el mismo d¨ªa que muri¨® Franco y enterr¨® a su marido
La vida de Felisa Bravo est¨¢ marcada por el d¨ªa de hoy. Un 20-N naci¨®; un 20-N enterr¨® a su peor enemigo, Franco, y un 20-N a su marido, Manolo Salinas, que sali¨® moribundo de un campo de concentraci¨®n. Ha votado en estas elecciones y vot¨® en las primeras en las que las mujeres pudieron hacerlo en Espa?a, en 1933. Entonces ya ten¨ªa edad para hacerlo, pero surgi¨® otro problema. ¡°Despu¨¦s de hacer cola toda la ma?ana, no me dejaron porque dijeron que ya lo hab¨ªa hecho. ?Me hab¨ªan robado el voto! Gan¨® la derecha de Gil-Robles, pero con trampas. Robaron votos y vaciaron los conventos para que fueran a votar con instrucciones precisas¡±, relata Felisa. En el tiempo que lleva en este mundo, en Espa?a ha habido dos reyes, dos dictaduras, una Rep¨²blica, una Guerra Civil y 36 a?os de democracia. Fuera de su pa¨ªs le toc¨® vivir adem¨¢s una guerra mundial contra el nazismo. Los sucesos de los que fue testigo, parte o v¨ªctima ocupar¨ªan varios tomos en los libros de historia. Pero para Felisa, Alfonso XIII, por poner un ejemplo, no es un personaje de enciclopedia. Es el hombre que reinaba en Espa?a cuando ella naci¨® y cuya salida del pa¨ªs celebr¨® en la calle el 14 de abril de 1931. ¡°La gente gritaba: ¡®?Viva la Rep¨²blica!¡¯. Al llegar al Palacio Real hab¨ªa un letrero que dec¨ªa: ¡®Pueblo, respetad esta casa, que es vuestra¡¯. Y el pueblo la respet¨®¡±. Y enseguida a?ade: ¡°El rey de antes no era como el de ahora. A Alfonso XIII solo le interesaba la juerga. A Juan Carlos le debemos la democracia, y lo digo yo, que soy republicana¡±.
El tiempo le ha quitado visi¨®n, pero no memoria. Hoy, el d¨ªa en que muri¨® su peor enemigo, esta republicana cumple 107 a?os. ¡°Fue el mejor regalo que me han hecho, aunque 40 a?os tarde¡±. Ahora otro buen obsequio ser¨ªa ¡°volar el Valle de los Ca¨ªdos¡±. Su vida est¨¢ plagada de casualidades, como haber nacido el mismo d¨ªa que muri¨® el hombre que ¡°torci¨®¡± su vida para siempre, o vivir hoy en Bobigny a las afueras de Par¨ªs (Francia) en la calle de la Rep¨²blica. Estos son los recuerdos de una mujer de la quinta de Dal¨ª.
El pueblo donde naci¨®, Aldealcorvo (Segovia), tiene hoy menos habitantes (27) que en 1904 (100). ¡°A m¨ª nadie me esperaba. Fui la ¨²ltima de ocho hermanos¡±. Solo fue cuatro a?os al colegio. ¡°Entonces las mujeres no estudiaban. Mi abuelo, secretario del Ayuntamiento, dio estudios a sus tres hijos, pero a mi madre fue mi padre, pe¨®n caminero, el que le ense?¨® a leer y escribir¡±.
Viv¨ªan en una caseta en la carretera en la que trabajaba su padre, sin agua potable. ¡°?l nunca hablaba de pol¨ªtica, pero con el tiempo me he dado cuenta de que era socialista. Fue el primero que me habl¨® de los prejuicios¡±. Felisa recuerda el paso por aquella carretera de los primeros coches ¡°que tanto impresionaban a las gallinas y los perros¡± y el mayor susto de su infancia: ¡°Un d¨ªa cay¨® un rayo que mat¨® al gato e hiri¨® a mi padre¡±. Por lo dem¨¢s, pas¨® aquellos primeros a?os aprendiendo a bailar flamenco con los gitanos que ten¨ªa de vecinos y emborrachando al perro de los pastores.
Con 16 a?os sali¨® de casa para trabajar de ni?era en Segovia y luego en Madrid. En 1927 muri¨® su padre de una neumon¨ªa. ¡°Pero las noticias tardaban tanto en llegar que ni pude llegar a tiempo al entierro¡±.
A su marido, Manolo Salinas, lo conoci¨® en un bautizo. ¡°Tocaba el la¨²d, ten¨ªa un a?o menos que yo y era hijo de madre soltera, que entonces estaba muy mal visto. Nos casamos dos a?os despu¨¦s, en 1934¡±. Fueron felices casi un a?o entero. ¡°Entonces Madrid era una ciudad alegre en la que la gente prefer¨ªa empe?ar el colch¨®n en el Monte de Piedad antes que privarse de ir a los toros¡±. El 21 de febrero de 1935 naci¨® su primera hija, Nieves. Y el 31 de diciembre muri¨® de meningitis. El primer gran golpe.
Alfonso XIII era un juerguista. A Juan Carlos le debemos la democracia, y lo digo yo, que soy republicana¡±
Tras la muerte de Nieves, Manolo quiso conocer a su padre. Lo localizaron. ¡°Ten¨ªa un puesto de antig¨¹edades en el rastro. Fuimos a verle, con la mala suerte de que ese d¨ªa estaba en Valencia. Y estall¨® la guerra¡±.
Al principio era un ruido lejano. La guerra era un avi¨®n que iba todos los d¨ªas a la Puerta del Sol a lanzar propaganda franquista. ¡°Lo llam¨¢bamos el churrero porque aparec¨ªa siempre por la ma?ana¡±. Pero pronto se fue acercando. ¡°Un d¨ªa vimos a soldados por el viaducto de la calle Segovia (Madrid). Al llegar a la altura de la iglesia, el cura y el sacrist¨¢n abrieron fuego. Mataron a cuatro. Y entonces la gente entr¨® en la iglesia, los sac¨® a la calle y los fusil¨® all¨ª mismo¡±.
Felisa perdi¨® en aquel momento las riendas de su vida, que se convirti¨® en una larga y penosa huida sin tiempo para llorar las p¨¦rdidas. ¡°Fusilaron a mi primo Juan, en Segovia, porque era de izquierdas. A mi prima, que ten¨ªa 30 a?os y dos hijos, porque era de las Juventudes Socialistas Unificadas, y a don Leandro, mi maestro, porque le encontraron una carta de Calvo Sotelo¡±.
El cura y el sacrist¨¢n abrieron fuego desde la iglesia.? Entraron a por ellos y los fusilaron en plena calle¡±
Felisa salpica el relato de los momentos m¨¢s tristes de sus 107 a?os con an¨¦cdotas c¨®micas: ¡°Al volver del frente, un compa?ero se encontr¨® que su mujer estaba con otro. Y dijo: ¡®Bueno, pero la bici es m¨ªa y me la llevo¡±. Es una mujer divertida, que conserva, adem¨¢s de los recuerdos de una vida extremadamente dif¨ªcil, un excelente buen humor. Durante la entrevista, en la residencia de ancianos donde vive, confesar¨¢ que le aburre jugar a las cartas como hacen sus compa?eros y que le hubiese gustado ser actriz: ¡°Pero c¨®mica¡±, aclara. ¡°Me hubiera gustado dedicarme a hacer re¨ªr¡±.
Manolo decide hacerse guardia de asalto y defender la Rep¨²blica. ¡°Nunca hab¨ªa tenido un arma en las manos. Cre¨ªamos que la guerra iba a durar un mes. Nadie pensaba en tres a?os, ni en perder. Pero Franco ten¨ªa todos los apoyos y a los republicanos nos fall¨® todo el mundo. Nos dejaron solos¡±.
El 3 de marzo de 1937 nace su segunda hija, a la que ponen como la primera: Nieves. Manolo se instala en Barcelona y va y viene del frente ¡ª¡°En la batalla de Belchite se le congelaron los pies¡±¡ª, y Felisa, de refugio en refugio: un d¨ªa dorm¨ªan en una iglesia helada; otro, en una casa sin terminar... Los bombardeos la van arrastrando hacia Francia. El 28 de enero de 1939 llega a La Junquera. ¡°?ramos much¨ªsimos huyendo de la guerra. Mi ¨²nico equipaje era Nieves y la ropa que llevaba puesta. Pasamos una noche en un pajar lleno de latas de comida que no pod¨ªamos abrir, muertos de hambre. El 7 de febrero de 1939 nos subieron en dos camiones para pasar la frontera. No olvidar¨¦ nunca aquel d¨ªa. A¨²n me retumban en los o¨ªdos los gritos y los lloros. Est¨¢ metido aqu¨ª¡±, cuenta se?al¨¢ndose el coraz¨®n. ¡°No es lo mismo dejar tu pa¨ªs porque te vas a trabajar que porque te lo quitan. Irme sin saber si volver¨ªa y, sobre todo, sin saber qu¨¦ ser¨ªa de los que se quedaban fue lo m¨¢s duro que he tenido que hacer en mi vida. No volv¨ª a ver a mi madre, ni a mis hermanos. Mi familia desapareci¨®¡±.
Mientras, Manolo hab¨ªa iniciado un periplo por campos de internamiento y concentraci¨®n. ¡°Me escribi¨® desde Argeles sur Mer: ¡®Me llevan a trabajar. No s¨¦ ad¨®nde ni en qu¨¦. Cuando lo sepa, te escribir¨¦¡¯. No volv¨ª a saber nada de ¨¦l en dos a?os. Dos a?os enteros sin saber si estaba vivo o muerto¡±.
Hizo tortillas para los americanos que desembarcaron en Normand¨ªa para liberar a Francia de los nazis
A Felisa no le daban permiso para trabajar ¡°por roja¡±, pero se las ingeni¨® para ganar alg¨²n dinero en la vendimia, pelando cebollas, limpiando en el caf¨¦ de una mujer que se apiad¨® de ella. Hasta que conoci¨® a una de las jefas de la resistencia, madame Pignol. ¡°Me coloc¨® en casa de un colaboracionista nazi. Me preguntaron si sab¨ªa leer y me hice la tonta. En aquella casa planeaban asesinatos, dejaban papeles... A madame Pignol terminaron fusil¨¢ndola el d¨ªa del desembarco de Normand¨ªa, con su marido¡±.
Gracias a la Cruz Roja, Felisa supo, al fin, que Manolo estaba vivo, en Rennes. La polic¨ªa retras¨® el reencuentro. ¡°Me detuvieron y me llevaron a una c¨¢rcel con bastantes espa?oles y much¨ªsimos polacos¡±. Logr¨® salir gracias a unos cuantos cartones de tabaco que llevaba para ablandar a las autoridades. El 17 de abril de 1942 se reuni¨® con Manolo. ¡°Estaba tan delgado... Parec¨ªa un viejo. Le hab¨ªan deportado a un campo en la isla de Aurigny. Se hab¨ªa escapado en barco, enfermo, moribundo. Nieves lloraba porque le daba miedo. Dec¨ªa: ¡®No le conozco, no es mi padre¡¯. No era el mismo. Apenas hablaba. Supongo que porque no quer¨ªa contarme todo lo que hab¨ªa sufrido¡±.
Ya con Manolo a su lado, Felisa vivi¨® el desembarco de Normand¨ªa, el 6 de junio de 1944. ¡°Ve¨ªamos las luces de las bengalas y nos impresion¨® un bombardeo a 14 kil¨®metros de Rennes. Los americanos buscaban un polvor¨ªn y soltaron todas sus bombas en una iglesia donde celebraban comuniones. Fue una matanza. Un doctor que hab¨ªa tenido que quedarse en Rennes cuidando las urgencias perdi¨® a toda su familia¡±.
Los americanos acabaron acampando casi a su lado y se acercaron a verles. ¡°Muchos eran latinoamericanos y hablaban en espa?ol de las comidas que les hac¨ªan sus madres, as¨ª que me fui a hacerles tortillas. Cuando volv¨ª, ya les hab¨ªan dado orden de seguir, pero se las llevaron¡±.
Los alemanes salieron huyendo de la ciudad, pero antes fusilaron a 32 miembros de la Resistencia en el cuartel Vieux Colombier; entre ellos, nueve republicanos espa?oles y un amigo de Felisa. Rennes fue finalmente liberada a principios de agosto de 1944. Felisa, Manolo y Nieves terminaron en un lugar que llamaban ¡°el campo de los n¨®madas¡±. All¨ª conocieron a una familia de la que se hicieron inseparables, los San Geroteo ¡ªFelisa es madrina de un hijo de la pareja nacido en el campo, Ram¨®n¡ª. Al terminar la guerra, en 1945, vieron volver a los supervivientes de los campos de concentraci¨®n. ¡°Eran cad¨¢veres andantes¡±, recuerda.
Estaba tan delgado cuando sali¨® del campo, parec¨ªa un viejo...? Mi hija lloraba porque su padre le daba miedo¡±
Manolo no logr¨® superar nunca las secuelas de su propia estancia en aquellos terribles centros. ¡°No pudo volver a trabajar, porque estaba muy d¨¦bil, y muri¨® en 1948, a los 42 a?os. Lo enterr¨¦ el mismo d¨ªa de mi cumplea?os: 20 de noviembre¡±.
Poco despu¨¦s, le pidieron que se hiciera cargo del hijo de un preso republicano. El ni?o, Pepito, ten¨ªa 10 a?os y estuvo viviendo con Felisa y su hija dos a?os, hasta que lo vino a buscar su padre. ¡°Luego supe que le hab¨ªan detenido por la muerte de una novia de su padre¡±, explica, rehuyendo dar m¨¢s detalles: no le gusta hablar de ese tema.
En el verano de 1959 volvi¨® a Espa?a. ¡°Fue un gran desenga?o. No se parec¨ªa a mi pa¨ªs. Se hab¨ªa convertido en un lugar triste en el que la gente no se atrev¨ªa a hablar de nada. Me sent¨ªa una extra?a. Ya solo volv¨ª de visita¡±. Felisa ha seguido enviando su voto a Espa?a. El de este a?o le ha costado, era de las indecisas. No quiere desvelar por qui¨¦n se ha decidido finalmente: ¡°A ti te lo voy a decir¡±. Se r¨ªe con ganas. Y 107 a?os.
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