El urbanismo pol¨ªtico
Que un pa¨ªs como Espa?a cargue las culpas en su clase pol¨ªtica es m¨¢s que siniestro y sainetero
El Flatiron es uno de los edificios m¨¢s c¨¦lebres del mundo. Se encuentra en Nueva York, en la confluencia de la Quinta Avenida con Broadway, y fue terminado de construir en 1902. Le debe la fama a su forma de planta triangular, que, si se mira con una determinada perspectiva, hace concebir el efecto ¨®ptico de que es un simple muro con ventanas. El empresario George Fuller compr¨® el solar y le encarg¨® la construcci¨®n al arquitecto Daniel Burnham. Si a Burnham le hubieran dado una finca grande y vac¨ªa habr¨ªa hecho sin duda otro edificio, seguramente m¨¢s c¨®modo y funcional para quienes fueran a ocuparlo. Pero aquello era Nueva York y ese cruce un¨ªa dos avenidas privilegiadas, una de ellas oblicua. Todo el genio arquitect¨®nico de Burnham deb¨ªa expresarse en las dimensiones de ese espacio. Deb¨ªa adaptarse a ese espacio.
El urbanismo es siempre as¨ª: se construye partiendo de la ciudad preexistente. En pol¨ªtica es exactamente igual: se construye siempre sobre lo que existe, no hay otra posibilidad. Pero una buena parte de la izquierda org¨¢nica y social parece empe?ada en ignorarlo, a pesar de que incluso el padre Marx lo dej¨® escrito: ¡°Los seres humanos hacen su propia historia, aunque bajo circunstancias influidas por el pasado¡±. Es decir, si tienes un solar triangular en el esquinazo de la Quinta con Broadway puedes construir el Flatiron u otro edificio de planta triangular, m¨¢s alto o m¨¢s bajo, con cornisas o sin ellas, pero no puedes construir el Empire State.
El fundamento de cualquier acci¨®n pol¨ªtica ha de ser el conocimiento minucioso del solar que se posee. No debe resultar extra?o, por eso, que partidos de la misma familia ideol¨®gica establezcan discursos y prioridades completamente distintos en pa¨ªses que tambi¨¦n lo son. La izquierda norteamericana puede hacer bandera de su lucha por la sanidad p¨²blica, dado que hay 50 millones de estadounidenses sin seguro m¨¦dico, pero ser¨ªa absurdo que hiciera lo mismo el partido laborista de Noruega, donde toda la poblaci¨®n, sea cual sea su adscripci¨®n pol¨ªtica, suscribe la cobertura sanitaria universal como uno de los derechos sociales irrenunciables. En ese sentido, y estirando la paradoja, muchos estadounidenses de izquierdas estar¨ªan felices de ser gobernados por el partido conservador noruego.
La pregunta que cabe hacerse ahora es si conocen bien los espa?oles de izquierdas el solar que hay disponible para edificar. O en otras palabras: en qu¨¦ medida han castigado al PSOE por lo que ha hecho deliberadamente y en qu¨¦ medida por lo que ha hecho ineludiblemente. Es evidente que los votantes de este espacio ideol¨®gico rechazan con indignaci¨®n la preeminencia de los mercados sobre la pol¨ªtica, pero ninguno de ellos ignora ¡ªsin mala fe o sin analfabetismo econ¨®mico¡ª que dar la espalda abiertamente a esos mercados habr¨ªa supuesto entrar en quiebra y atravesar un desierto a¨²n m¨¢s ¨¢rido que el que estamos cruzando. Esos votantes rechazan tambi¨¦n el capitalismo basado en la especulaci¨®n y en el beneficio r¨¢pido, que consiente los para¨ªsos fiscales y otorga un poder sobrehumano a los directivos de las grandes empresas, pero saben bien que esos problemas desbordan el ¨¢mbito nacional y no pueden ser afrontados en solitario.
Una soluci¨®n a todos estos desmanes del mundo ser¨ªa abandonar el euro y la Uni¨®n Europea y convertir a Espa?a en un reino casi medieval, con contactos comerciales restringidos, como si, hartos de solares estrechos y deformes, decidi¨¦ramos irnos a la selva y construir una ciudad nueva al estilo de Brasilia. No parece, sin embargo, que esta opci¨®n cuente con el apoyo de muchos espa?oles, teniendo en cuenta que ni siquiera los seguidores del 15-M proponen asaltar el Palacio de Invierno, sino ¨²nicamente refundar el sistema para que permita a todos los ciudadanos encontrar un trabajo digno y desarrollar un proyecto de vida decoroso. Esta es la causa m¨¢s probable de que un 22% de los votos que pierde el PSOE se vayan a la abstenci¨®n y solo un 17% a IU, que sigue defendiendo un in¨¦dito modelo anticapitalista en el que no creen ni siquiera muchos de sus simpatizantes. Los votantes trasvasados, as¨ª, parecen dar su apoyo a la coalici¨®n en el convencimiento de que no tendr¨¢ nunca posibilidades reales de gobernar, pero s¨ª de amarrar al PSOE a la izquierda.
Siempre hay que pedir cuentas pol¨ªticas por lo que pudo ser hecho y no se hizo, no por las enso?aciones de un mundo justo. Oponerse a una realidad que tiene alternativas es rebeld¨ªa; oponerse a una que no las tiene es simplemente inmadurez. Ya se ha dicho muchas veces que gobernar no es tener la capacidad de imaginar una sociedad perfecta, como hacen los adanistas, sino tomar decisiones concretas en circunstancias hist¨®ricas concretas. Joseph Brodsky lo describi¨® con humor: ¡°La vida, tal y como es realmente, no consiste en una batalla entre el Bien y el Mal, sino entre el Mal y el Peor¡±. Podemos llamar a esto pragmatismo o realpolitik, pero es solo urbanismo: en un solar triangular puede levantarse exclusivamente un edificio de planta triangular.
No es solo importante el solar, sino tambi¨¦n los materiales de construcci¨®n con que se cuenta. La calidad del hormig¨®n, la firmeza de las vigas y la solidez de los cimientos. Y a este respecto, hay un mensaje electoral en el que han coincidido todos los partidos nacionales, desde el PP hasta IU: Espa?a es un gran pa¨ªs, din¨¢mico, imaginativo, laborioso y capaz. Yo miro a mi alrededor y no encuentro ese pa¨ªs por ning¨²n lado. Encuentro un pa¨ªs ruidoso, grit¨®n y bastante beato. Un pa¨ªs con una sociedad civil an¨¦mica y una capacidad asociativa lastimosa. Un pa¨ªs insolidario en el que muchos de sus ciudadanos defraudan a la Hacienda p¨²blica, creando una de las mayores bolsas de fraude europeas. Un pa¨ªs en el que los medios de comunicaci¨®n son charangueros y sectarios. En el que la casta intelectual y art¨ªstica languidece con mediocridad. En el que la clase empresarial no innova demasiado, prefiriendo el ladrillo a la tecnolog¨ªa. En el que la profesionalidad laboral, que nunca fue mod¨¦lica, se deteriora gravemente, volviendo a los tiempos de la pandereta y la chapuza. Un pa¨ªs, en fin, que no es Alemania ni Noruega ni Francia.
Que un pa¨ªs as¨ª le cargue todas sus culpas a la clase pol¨ªtica que lo gobierna no solo es siniestro y sainetero, sino que conduce al peor escenario para la izquierda: la negaci¨®n de las lacras que deben ser corregidas. Si la ¨²nica regeneraci¨®n de la que hablamos es pol¨ªtica, y no social, tendremos garantizado el fracaso de todos, pero sobre todo el de aquellos que a¨²n conf¨ªan en cambiar poco a poco el mundo. Porque para lograr que el Flatirion sea hoy ese edificio hermoso y fascinante que los turistas fotograf¨ªan en Nueva York, fue necesario antes que el arquitecto tuviera claro cu¨¢les eran el per¨ªmetro de su terreno y las limitaciones de su obra.
Luisg¨¦ Mart¨ªn es escritor, autor entre otros libros de Las manos cortadas.
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