Aza?a vuelve al Congreso
El pol¨ªtico alcala¨ªno logr¨® salvar la fr¨¢gil unidad del Gobierno republicano-socialista
Las multitudes que asistieron a los m¨ªtines de Aza?a nunca olvidaron la figura de aquel pol¨ªtico regordete y poco agraciado f¨ªsicamente, calvo y con sus lentes de miope, enfundado en chaquetas y chalecos estrechos, de voz clara y profunda para expresar un castellano preciosista, de formas suaves pero de una firmeza de principios a prueba de adversidades. Manuel Aza?a (Alcal¨¢ de Henares, 1880-Montauban, 1940), que fue jefe de Gobierno (1931-1933) y m¨¢s tarde presidente de la Rep¨²blica (1936-1939), encandilaba a sus auditorios por su capacidad de hablar durante horas sin un solo papel delante. Riguroso y did¨¢ctico al mismo tiempo, partidario de la regeneraci¨®n del pueblo espa?ol a trav¨¦s de la cultura, Aza?a dominaba la oratoria de tal modo que hasta sus m¨¢s furibundos enemigos reconocieron en aquel pol¨ªtico al parlamentario m¨¢s brillante que hab¨ªa alumbrado la Rep¨²blica. En una ¨¦poca en la que no imperaba la disciplina f¨¦rrea en los grupos parlamentarios, como hoy en d¨ªa, el l¨ªder de Izquierda Republicana era incluso capaz de cambiar el sentido del voto de algunos de sus oponentes a partir de la contundencia de sus argumentos.
La dictadura del general Franco tuvo un especial empe?o en borrar su figura de la memoria de los espa?oles
A prop¨®sito de uno de los discursos m¨¢s famosos del periodo republicano, en el que Aza?a defendi¨® la Ley de Congregaciones Religiosas y en el que proclam¨® aquella frase de ¡°Espa?a ha dejado de ser cat¨®lica¡± (en el sentido legal se entiende), el pol¨ªtico alcala¨ªno logr¨® salvar la fr¨¢gil unidad del Gobierno republicano-socialista con su intervenci¨®n en las Cortes. Al recordar aquel discurso don Manuel dej¨® escritas estas impresiones en su diario: ¡°Cuando me puse en pie, la tensi¨®n subi¨®; todos los esca?os se poblaron, al pie de la tribuna presidencial se arremolinaron muchos diputados. Como siempre que rompo a hablar, yo estaba absolutamente sereno y tranquilo; hubiera podido entretenerme en contar chistes¡±. Esa facilidad de palabra y de convicci¨®n con ideas y propuestas fueron, entre otras cosas, las que convirtieron a Aza?a en el s¨ªmbolo de la Segunda Rep¨²blica, tanto para sus contempor¨¢neos como para las siguientes generaciones. Resulta muy dif¨ªcil imaginar hoy que los discursos de Aza?a se retransmit¨ªan en directo por Uni¨®n Radio y que millones de espa?oles segu¨ªan embelesados sus alocuciones hasta el punto de que las casas comerciales vend¨ªan m¨¢s aparatos de radio en v¨ªsperas de una intervenci¨®n importante del pol¨ªtico republicano.
Muerto en el exilio franc¨¦s de una enfermedad cardiaca (¡°se me romper¨¢ el coraz¨®n y nunca sabr¨¢ nadie cu¨¢nto sufr¨ª por la libertad de Espa?a¡±, hab¨ªa escrito Aza?a durante la guerra), la dictadura del general Franco tuvo un especial empe?o en borrar su figura de la memoria de los espa?oles. Quiz¨¢ fue Aza?a el personaje republicano m¨¢s odiado por el franquismo, ya que fue el pol¨ªtico que m¨¢s se atrevi¨® a eliminar los privilegios del Ej¨¦rcito y de la Iglesia. Su recuerdo tuvo que ser transmitido en la clandestinidad o en el ¨¢mbito privado por millones de an¨®nimos ciudadanos que hab¨ªan apoyado al presidente republicano. La llegada de la democracia permiti¨® la rehabilitaci¨®n p¨²blica de la inmensa talla de un Aza?a que fue a la vez pol¨ªtico, intelectual y autor de una extensa obra literaria que abarca todos los g¨¦neros, incluidos sus diarios y la novela La velada en Benicarl¨®, una de las reflexiones m¨¢s l¨²cidas sobre la guerra.
En los ¨²ltimos a?os se han reeditado sus obras, han aparecido biograf¨ªas y se han filmado algunos documentales imprescindibles sobre su trayectoria. Ahora bien, quedaba una asignatura pendiente fundamental, que el pasado 28 de noviembre fue saldada en el Congreso de los Diputados en uno de los ¨²ltimos actos de la legislatura que termina. El presidente del Congreso, Jos¨¦ Bono, represent¨® en el acto al conjunto de la C¨¢mara que, por unanimidad, decidi¨® recientemente que un busto de Manuel Aza?a compartiera con la reina Isabel II el sal¨®n m¨¢s noble del palacio de la carrera de San Jer¨®nimo. Obra del escultor Evaristo Bellotti y donada por Izquierda Republicana, la estatua se alza como un magn¨ªfico s¨ªmbolo de reconciliaci¨®n en la casa de todos. En v¨ªsperas del aniversario de la Constituci¨®n y durante las jornadas de puertas abiertas que organiza todos los a?os el Parlamento, Manuel Aza?a ha vuelto al Congreso. El que fuera jefe de un Estado democr¨¢tico, derrocado por un golpe militar, regresa con todos los honores y en medio de las multitudes que visitar¨¢n estos d¨ªas el edificio parlamentario. Son los hijos y los nietos de aquellos que acud¨ªan a sus discursos en campo abierto o escuchaban en la radio sus alocuciones.
Miguel ?ngel Villena es redactor de EL PA?S y autor de la biograf¨ªa Ciudadano Aza?a. Biograf¨ªa del s¨ªmbolo de la II Rep¨²blica.
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