La Europa postsoberana
Quienes tienen la capacidad de decisi¨®n son los tecn¨®cratas que rodean a los pol¨ªticos electos
¡°Nunca corren buenos tiempos para quien no sabe ad¨®nde va¡±. Esta frase de S¨¦neca le va como anillo al dedo a la actual Europa, un continente obligado a reinventarse a golpe de improvisaciones y en plena huida hacia adelante. La UE, el mejor paradigma de lo m¨¢s noble que hasta ahora ha sabido inventar la creatividad pol¨ªtica humana, se enfrenta hoy a uno de sus m¨¢s formidables desaf¨ªos.
Ni m¨¢s ni menos que a la reconstrucci¨®n de todo el proyecto, bajo la supervisi¨®n pol¨ªtica, una vez m¨¢s, de Alemania y Francia, y casi al dictado de los imperativos impuestos por los mercados y las cada vez m¨¢s opacas y siniestras agencias de calificaci¨®n. Con ello la pol¨ªtica, el no querer hacer uso de ella m¨¢s bien, ha ido al final al arrastre del aut¨¦ntico imperio en la sombra que gobierna nuestros destinos.
Si, siguiendo a Carl Schmitt, soberano es quien decide el estado de excepci¨®n, ya sabemos que este ahora no lo personifica un ¨®rgano pol¨ªtico institucional, sino oscuras fuerzas econ¨®micas sin rostro, forma ni ubicaci¨®n f¨ªsica conocida. Tampoco sabemos c¨®mo hacerles frente porque no rinden cuentas ante nadie, nadie las controla en realidad, y se despliegan por el globo a trav¨¦s de millones de transacciones diarias que viajan por el ciberespacio. ?Qu¨¦ tiempos aquellos en los que la sede del poder pod¨ªa encarnarse en el Palacio de Invierno o en el ¡°complejo militar-industrial¡±! Ahora, por el contrario, ha devenido en una estructura de redes de poder invisible del que formamos parte sin saberlo. Y solo las vemos o percibimos en realidad a trav¨¦s de lo que nos comunican los que se han instituido en su portavoz oficial, las ya aludidas agencias de calificaci¨®n.
Estamos en estado de excepci¨®n y quienes tienen la capacidad de decisi¨®n son los tecn¨®cratas que rodean a los pol¨ªticos electos
Se dir¨¢, con raz¨®n, y como siempre nos lo recuerda Merkel, que las reglas que impone este nuevo soberano son bien conocidas y que si nos las saltamos a la torera es a costa de asumir consecuencias previsibles. Pero no es menos cierto que dichos mercados, lejos de tender al equilibrio, obligan constantemente a la pol¨ªtica a interferir para evitar el descalabro al que les aboca su m¨¢s que cuestionable ¡°racionalidad¡±. Despu¨¦s de la crisis de septiembre de 2008 utilizaron a los Estados para poder sobrevivir y, una vez que los hubieron desplumado y los dejaron, exhaustos, al borde del precipicio financiero, les clavaron el aguij¨®n, como hiciera en la f¨¢bula el escorpi¨®n a la rana. Ahora andan todos nerviosos en nuestro continente, tratando de calmar su ansiedad erigi¨¦ndoles nuevos sacrificios ante el altar de las instituciones europeas.
Lo malo es que en este caso el sacrificio va m¨¢s all¨¢ de lo aparente y formal; a saber, la revisi¨®n de los tratados en la l¨ªnea de acceder a la integraci¨®n presupuestaria de los pa¨ªses de la Eurozona bajo una f¨¦rrea y estricta disciplina fiscal. Lo que estamos poniendo en juego, m¨¢s por el procedimiento que por el resultado en s¨ª, es la conversi¨®n de los Estados nacionales en instancias de decisiones democr¨¢ticas ficticias. El nuevo soberano impone sus condiciones a los grandes y poderosos pa¨ªses de la Eurozona, y estos a su vez se las trasladan a los d¨¦biles y peque?os. Y con la amenaza de que dicha reforma, que pone en cuesti¨®n las bases de la soberan¨ªa de los Estados que la suscriban, no se sujete a una verdadera revisi¨®n democr¨¢tica por parte de los afectados. Nada de refrendos ni disensiones. No hay alternativa. Estamos en estado de excepci¨®n y bajo estas condiciones quienes tienen la palabra y la capacidad para decidir no es el pueblo, ?faltar¨ªa m¨¢s!, sino los guardianes de la nueva racionalidad, los tecn¨®cratas y expertos que rodean a los actores pol¨ªticos electos. Aunque, bien mirado, siempre con la advertencia de no lesionar los intereses nacionales de los poderosos ¡ªde eurobonos, nada.
A falta de saber qu¨¦ es lo que se acabe decidiendo en realidad, una cosa ya est¨¢ clara. La UE ha entrado en un nuevo d¨¦ficit de legitimidad democr¨¢tica y solo podr¨¢ recuperarla en el futuro si este nuevo giro de integraci¨®n forzosa se complementa despu¨¦s con nuevas posibilidades de mayor integraci¨®n democr¨¢tica. Si se va m¨¢s decididamente a esquemas de organizaci¨®n federal y se da marcha atr¨¢s en este intergubernamentalismo rampante. La parte buena de todo esto es que al fin hemos aprendido que es ah¨ª, en la UE, donde nos jugamos nuestro futuro, nuestra libertad y nuestra capacidad de acci¨®n. Ahora depender¨¢ de si los europeos tomamos nota de lo que ha pasado y queremos recuperar la soberan¨ªa perdida. Si todo sale bien, claro.
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