La incultura del conde
El mejor castigo para Cayetano Mart¨ªnez de Irujo ser¨ªa cursar estudios en un centro p¨²blico, que le proporcione conocimientos y combata su aguda incultura
Circula en Internet una petici¨®n para declarar a Cayetano Mart¨ªnez de Irujo persona non grata en Andaluc¨ªa. Creo que, sin embargo, su mejor castigo ser¨ªa cursar estudios en un centro, preferentemente p¨²blico, que le proporcione algunos conocimientos y combata la aguda incultura que, como siempre, se disfraza de desprecio y la arrogancia. Ni el dinero ni la estirpe pueden comprar los conocimientos y la conexi¨®n con el mundo. Ni siquiera una impresionante colecci¨®n de arte, producida por artistas a los que no han comprendido en absoluto, pueden tapar las miserias de una educaci¨®n lamentable.
En la entrevista que el genial ?vole le hizo a Cayetano de Alba hubo un momento de ruptura, en el que el deseo de agradar y de presentar una imagen popular de la nobleza, se quebr¨® bruscamente. Y no me refiero al fragmento en que se despacha contra los j¨®venes andaluces ni contra nuestra tierra, sino cuando confiesa, con la mirada vuelta hacia otro ¨¢ngulo de la c¨¢mara que no, que ¨¦l no ha visto ni le¨ªdo el libro Los santos inocentes. La simple menci¨®n de este t¨ªtulo literario provoc¨® un movimiento interior en el conde y nos desvel¨® las trampas para negar el pasado; la paciente labor del olvido y la justificaci¨®n de sus or¨ªgenes con infantiles falsificaciones hist¨®ricas.
A los ni?os nos tapaban los ojos cuando sal¨ªan en la televisi¨®n escenas de violencia o de sexo; al pobre conde le cerraban los ojos cuando aparec¨ªa en escena un se?orito, un jornalero o una injusticia. Las personas como ¨¦l no han podido leer a Delibes, ni a Machado, ni a Garc¨ªa Lorca. Es m¨¢s, yo creo que desde los cantares de gesta y el teatro de Calder¨®n de la Barca no han podido disfrutar con tranquilidad de ninguna obra literaria porque hasta el convenenciero Lope de Vega hizo estallar al pueblo contra las tropel¨ªas del noble comendador. Por supuesto, el marqu¨¦s no habr¨¢ le¨ªdo a Victor Hugo, ni disfrutado de Los Miserables, ni acompa?ado a Anna Karenina en sus desventuras contra su desalmado y noble marido, ni siquiera disfrutar del teatro de Shakespeare y el naufragio de las casas nobiliarias.
Inconscientemente pronunci¨¦ un ?Viva! encendido por Delibes y por todo el poder desvelador de la literatura. Los pobres nobles no hallan siquiera consuelo en las nuevas aventuras de la novela hist¨®rica donde la nobleza tampoco escapa a la perfidia. Su ¨²ltimo refugio cultural son los programas y las revistas del coraz¨®n. Los ¨²nicos subproductos culturales que echan de menos el subproducto de una casta nobiliaria a la que venerar.
Pero, su incultura no queda reducida al ¨¢mbito literario. En esta misma entrevista nos demostr¨® que sus conocimientos hist¨®ricos eran cercanos al cero patatero. ?De d¨®nde viene el poder sobre la tierra? Se encoge de hombros¡ No lo sabe. Es posible que fuese repartida en batallas o por d¨¢divas reales. Tampoco le interesa. Hasta que al final estalla con una aut¨¦ntica revelaci¨®n freudiana: ¡°Me hubiera encantado vivir en el medievo¡±, dirimir los conflictos con la espada, definir la sociedad con estamentos cerrados.
Por mucho que se esfuercen, no es posible ocultar la oscura historia de la nobleza en Espa?a: su origen b¨¦lico y a veces genocida, su defensa a ultranza de los privilegios, su aversi¨®n al trabajo y a la industria, su oposici¨®n a toda idea de progreso, su apoyo reciente a la dictadura franquista¡ Y as¨ª hasta los tiempos actuales. Una clase que hundi¨® a Espa?a durante siglos bajo la bandera de la tradici¨®n y contra el progreso, enarbolando el lema de ¡°que inventen ellos¡±. El pliego de acusaci¨®n contra sus desmanes, sus abusos y su papel en la historia ocupar¨ªa ¡ªde hecho ocupa¡ª bibliotecas completas. Seg¨²n Cayetano, lo que ocurre en Andaluc¨ªa no pasa en ninguna otra parte. Es verdad: lo que ocurre en Espa?a y en Andaluc¨ªa no sucede en ning¨²n otro lugar de Europa. All¨ª los bajaron del poder a trav¨¦s de revoluciones populares; aqu¨ª tres siglos m¨¢s tarde todav¨ªa les siguen ofreciendo premios, distinciones y pag¨¢ndoles el diezmo de sus cosechas, como buenos vasallos.
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