?Y un mes de silencio para esto?
Un mes enclaustrado, un mes sin palabras, un mes sin respuestas, un mes escuchando las voces de los expertos, de los poderosos, de los sindicalistas, de los empresarios, de los asesores, del Gobierno en funciones, de sus presidentes auton¨®micos, de sus alcaldes, de los gobernantes europeos. Un mes recopilando cifras y realidades, un mes preparando el discurso sobre el futuro de Espa?a. Un mes decidiendo sus primeras medidas. Un mes eligiendo las palabras del presidente de todos los espa?oles.
?Un mes de silencio para esto?
Cuando Mariano Rajoy presumi¨® de previsible era dif¨ªcil imaginar que lo fuera tanto. Su discurso de investidura, salvo algunos anuncios nuevos y menores (la eliminaci¨®n de los puentes, la prohibici¨®n de las prejubilaciones salvo casos excepcionales, la creaci¨®n de un ministerio de Agricultura) ha estado plagado de compromisos buenistas sin concreci¨®n alguna. Parec¨ªa una segunda parte, mala, de su intervenci¨®n en el ¨²nico debate en campa?a electoral con Alfredo P¨¦rez Rubalcaba.
El futuro presidente se ha paseado sin rubor por la cuadratura del c¨ªrculo, por el territorio de lo imposible si se suma y se resta, por un proyecto inviable que habla de subir la cuant¨ªa de ocho millones de pensiones de acuerdo al IPC previsto, de bajar los impuestos a empresarios y ahorradores, de recortar en 16.500 millones el gasto p¨²blico (con lo que dar por buena la previsi¨®n del Gobierno socialista de cerrar este a?o con un d¨¦ficit del 6%) y, a la vez, de estimular el crecimiento econ¨®mico para la creaci¨®n de empleo.
Ha hablado de reestructurar el sector financiero, de una nueva ola de fusiones y de sanear los bancos pero no ha explicado la f¨®rmula. Ha hablado de reforma laboral pero solo ha avanzado que eliminar¨¢ los puentes salvo en aquellas fechas con mayor arraigo social.
Habl¨® y habl¨® y habl¨® para llamar ¡°al pan, pan y al vino, vino¡±. Todo muy previsible. Aunque luego, al finalizar su discurso, lo ha explicado. ¡°No he llegado a este momento para cosechar aplausos sino para resolver problemas¡±. La clac de su grupo parlamentario, por si acaso, le ha regalado media docena de interrupciones con aplausos que no resuelven problemas. Todas, tambi¨¦n, muy previsibles.
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