Mamporreros
Seguramente recuerdan ustedes la vieja historieta del regateo. El se?or le dice a la se?ora: ¡°?Se acostar¨ªa usted conmigo por un mill¨®n de euros?¡±. ?Un mill¨®n! La dama suspira, pensativa. Y a?ade ¨¦l: ¡°Puedo ofrecerte 200 euros por un polvo¡±. Ella se escandaliza: ¡°Pero, bueno, ?por qui¨¦n me toma usted?¡±. Y ¨¦l: ¡°Eso ya ha quedado claro. Ahora estamos hablando del precio¡±.
Seg¨²n parece, algo semejante ocurri¨® en el cambalache secreto que se trajeron Jes¨²s Eguiguren y los etarras, que ahora ha tocado revelar. No lleg¨® a hacerse ning¨²n pago, lo mismo que la se?ora del cuento se queda sin cobrar, pero se ofrecieron cosas ins¨®litas, como una redefinici¨®n de la identidad vasca o una mesa de partidos extraparlamentaria. Al final, las exigencias de ETA acabaron con el trato, si no nos enga?an otra vez, pero qued¨® claro al menos que a la banda terrorista se la trataba como a una instancia pol¨ªtica que se hab¨ªa ganado sanguinariamente su derecho a ser escuchada. De modo que ya obtuvo una concesi¨®n importante y sent¨® un precedente temible, como puede ver cualquiera a quien no ciegue el sectarismo o el prejuicio seudopragm¨¢tico del gato cuyo color no importa mientras cace ratones.
Los m¨¢s avisados dicen ahora, a la vista de las revelaciones de Eguiguren, que hab¨ªa que ser muy ingenuo para creerse las declaraciones gubernamentales de que no se negociaba con los terroristas. Confieso mi beata bober¨ªa, porque me tragu¨¦ el bulo. Padezco la obnubilaci¨®n de tener un prejuicio favorable hacia las instituciones democr¨¢ticas de mi pa¨ªs. Como las pago con mis impuestos y las defiendo con mi apoyo, asumo que no me enga?an. No dir¨¦ que ya estoy curado de esa ingenuidad, porque seguramente volver¨¢ cualquier d¨ªa a inducirme a error, como las veces anteriores. Lo que me asombra es que otros tan equivocados como yo lo hayan tomado con tanta calma. Recuerdo tertulias radiof¨®nicas que en su d¨ªa calificaron de infame patra?a la sospecha de que el Gobierno negociaba con ETA y maltrataron a Mayor Oreja por difundirla: hoy, Eguiguren parlante y mediante, aceptan con naturalidad el contubernio y hasta lo consideran elogiable, incluso imprescindible. Despu¨¦s, pasan al tema siguiente del d¨ªa y exigen ejemplaridad a los cargos p¨²blicos¡
Pero es que, adem¨¢s, la narraci¨®n de esos contactos non sanctos abunda en contradicciones. Por un lado, pese a promesas y concesiones a mi juicio injustificables, se nos asegura que ETA rompi¨® la baraja casi a primeras de cambio. Por otro, se nos da a entender que gracias a esas fracasadas charlas secretas, entre otras cosas, los terroristas han renunciado a la violencia por el momento. En el asunto, nos cuentan, fue decisivo el atentado de la T-4: la izquierda abertzale, hasta entonces tan distra¨ªda que no hab¨ªa advertido la naturaleza criminal de la banda ¡ªa la que hoy tambi¨¦n se cuida mucho de condenar¡ª, se convenci¨® de que en ella predominaban los sujetos peligrosamente brutos. Y decidi¨® amenazarles con su desaprobaci¨®n, a¨²n pendiente, lo que caus¨® tal desolaci¨®n entre los asesinos que ya no tuvieron ¨¢nimo para seguir con sus fechor¨ªas. Quiz¨¢ sea suspicacia por mi parte, pero algo no termina de encajarme en este esquema de los efectos y las causas.
Con quien deben romper los socialistas vascos cuanto antes es con Eguiguren
Parte de mis dudas provienen de la consideraci¨®n que los presos etarras reciben por parte de quienes hoy blasonan de renuncia a la violencia terrorista. Siguen consider¨¢ndolos presos pol¨ªticos y sostienen que su acercamiento a c¨¢rceles vascas primero y la amnist¨ªa inmediatamente despu¨¦s son inexcusables prioridades, porque deben jugar un papel importante en el nuevo escenario pol¨ªtico, que es el paisaje virtual de cuya evidencia tratan de convencernos. Pero lo cierto es que quienes cumplen condenas por pertenencia a ETA o por apoyo a la banda son exactamente lo contrario de presos pol¨ªticos: es decir, no est¨¢n presos por haber hecho pol¨ªtica, sino por haber impedido con actos criminales que pudieran hacer pol¨ªtica libremente los dem¨¢s. Considerar que tal comportamiento les convierte en interlocutores imprescindibles para el futuro democr¨¢tico va m¨¢s all¨¢ de la simple obstinaci¨®n y suena a matonismo desvergonzado. Sobre todo cuando ni ellos ni quienes abogan por ellos han reconocido en modo alguno lo siniestro de su conducta anterior. Por cierto, ya que tanto se habla ahora de arrepentimiento, hay una forma de expresarlo de manera clara y objetiva: la aceptaci¨®n inequ¨ªvoca del castigo por parte de quienes cometieron los delitos o los justificaron.
Cada cual es libre de prestar m¨¢s o menos cr¨¦dito a las confidencias de Eguiguren en su libro e incluso concederle buena intenci¨®n en sus gestiones, que a algunos nos parecen imprudentes (por decirlo con suavidad) y ¨¦l mismo admite confusamente que fueron infructuosas. Lo que est¨¢ claro en cualquier caso es que no es lo mismo defender la legitimidad de las instituciones frente a quienes se resignan a abandonar el terrorismo y quieren integrarse en ellas que servir de mamporrero a los filoetarras para desvirtuarlas o subvertirlas con el pretexto de acomodarles por fin en el orden democr¨¢tico contra el que han luchado. Los mamporreros no han tra¨ªdo la paz ayer ni la consolidan hoy, sino que pretenden instaurar la complacencia pol¨ªtica con el radicalismo separatista como necesario peaje a quienes nos hacen el favor de dejar de amenazarnos. Porque no es verdad que vivamos un nuevo tiempo pol¨ªtico, si se entiende por ello que debamos relativizar nuestro apoyo a la Constituci¨®n para no molestar a nadie: lo ¨²nico que ha cambiado es la seguridad con que ahora podemos todos actuar dentro de ella, aunque unos m¨¢s contentos que otros.
Poco antes de la aparici¨®n de su libro, Eguiguren hizo unas declaraciones advirtiendo que si el PP no da con la debida celeridad los pasos requeridos seg¨²n ¨¦l ¡ªentre los que al parecer incluye la dichosa mesa de partidos extraparlamentaria¡ª, los socialistas vascos deber¨ªan plantearse romper el acuerdo de gobierno que mantienen con los populares y merced al cual gobiernan. Como vivimos una realidad tan ondulante, ya no s¨¦ si ahora mantiene esa advertencia. En cualquier caso, aprovechando que se ha puesto de moda dar consejos a los socialistas cara a su futura regeneraci¨®n, ah¨ª va el m¨ªo para no ser menos: en caso de que insista en su exigencia, con quien deben romper los socialistas vascos cuanto antes es con Eguiguren.
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