El aeropuerto de Castell¨®n 'tapaba' una recalificaci¨®n para 40.000 viviendas
El empe?o aeroportuario de Carlos Fabra iba unido a la atracci¨®n de 600.000 turistas, doce campos de golf y un nuevo parque tem¨¢tico
Carlos Fabra quer¨ªa un aeropuerto en Castell¨®n. Y lo consigui¨®. Sin aviones, con un coste cercano a los 200 millones de euros (de ellos, unos 70 a cargo del erario p¨²blico), pero con una estatua que ensalza la personalidad de su inspirador. Empez¨® la casa por el tejado. En realidad, el aeropuerto era una excusa para poner en marcha otros proyectos. Y muchos le siguieron, le aplaudieron, se unieron al coro de los que defend¨ªan el aeropuerto como quien defiende el progreso.
El aeropuerto de Castell¨®n se argument¨® como la forma de afianzar la econom¨ªa de una provincia con escaso desarrollo tur¨ªstico, disminuida en lo agr¨ªcola y centrada en la producci¨®n de azulejo. Su justificaci¨®n: dar facilidad de acceso a los futuros ocupantes de 40.000 viviendas proyectadas (la mitad, en una sola macrourbanizaci¨®n), los 12 campos de golf y un parque tem¨¢tico que, para no ser menos que nadie, se empe?¨® en impulsar. Ya tiene el aeropuerto, pero no las viviendas, los campos de golf y el parque tem¨¢tico que iban a disfrutar los cientos de miles de turistas previstos para desplazarse a Castell¨®n en avi¨®n.
El fin justificaba los medios. Pese a su fobia a volar, Fabra se encumbr¨® como salvador y, contra obst¨¢culos y reticencias, logr¨® arrancar del Gobierno de Aznar la autorizaci¨®n para construir el aeropuerto, y de su amigo Francisco ?lvarez-Cascos, la declaraci¨®n de inter¨¦s general. Pero ni un euro. Llam¨® a la puerta de la Generalitat, siempre entreabierta por aquello del apoyo en el seno del PP, y arrebat¨® un compromiso para una concesi¨®n: la Administraci¨®n promov¨ªa la infraestructura y un grupo de empresas se encargaba de la construcci¨®n y gesti¨®n. Eso s¨ª, con el aval econ¨®mico p¨²blico y la salvaguarda de cubrir el coste si no se alcanzaban las expectativas de viajeros, cifrados en 600.000.
Aun as¨ª, el verdadero motivo se encontraba alrededor, en el cemento. El argumentario del aeropuerto pretend¨ªa hacer encajar todas las piezas de adosados, unifamiliares y hoteles, unidos a una docena de campos de golf en una zona en la que se reclamaba "agua para todos". La nueva infraestructura, alejada de la costa, justificaba la reconversaci¨®n de 18 millones de metros cuadrados para levantar la mayor macrourbanizaci¨®n del pa¨ªs, un proyecto que iba a multiplicar la poblaci¨®n de Cabanes, el t¨¦rmino municipal en el que se iba a construir. Al margen de esta macrourbanizaci¨®n, otra docena de proyectos rodeaban, sobre las maquetas, los campos de golf que salpicaban el imaginario de la provincia.
Los proyectos no salieron, las casas no se construyeron y los campos de golf contin¨²an siendo eriales. Pero el aeropuerto, pese a paralizaciones judiciales y problemas administrativos, sigui¨® su marcha porque Fabra quer¨ªa llegar a decir: "Llevo 14 a?os imaginando c¨®mo ser¨ªa el d¨ªa de hoy". Que fue lo que afirm¨® el 25 de marzo del a?o pasado, despu¨¦s de preguntarles a sus nietos: "?Os gusta el aeropuerto del abuelo?", el d¨ªa en que se inaugur¨® una infraestructura que carece de permiso de vuelo y de compromiso de aerol¨ªnea alguna para comercializar rutas. "Hay quienes dicen que estamos locos por inaugurar un aeropuerto sin aviones", admiti¨® el propio Fabra, quien se atrevi¨® a a?adir que lo hac¨ªa para que "cualquier ciudadano que lo desee pueda visitarlas y caminar por ellas".
?l no ha puesto, obviamente, ni uno de los 150 millones de euros que ha costado su construcci¨®n. Ni son suyos los 30 millones gastados en publicidad. Ni los 300.000 que costar¨¢ la escultura, de 20 toneladas, inspirada en su persona. Tampoco rendir¨¢ cuentas pol¨ªticamente por estas decisiones porque decidi¨® no presentarse a las elecciones municipales (era presidente de la Diputaci¨®n de Castell¨®n)antes de que alguien lo echara. De otros asuntos s¨ª tendr¨¢ que responder ante la justicia.
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