Un gallego como t¨²
Entre los afines es una llamada al orgullo; entre los adversarios, la evocaci¨®n del rival indiscutible
No es f¨¢cil escribir del amigo de mi padre, del patriarca de una familia entra?able, y de alguien que siempre me trat¨® como si fuera un hijo. De un hombre generoso en el consejo, que siempre se hac¨ªa sentir cerca. Un hombre que se esmeraba en compartir y recordar las preocupaciones de cada uno porque su entrega y capacidad de esfuerzo no se limitaba solo a su vida acad¨¦mica o p¨²blica sino que abarcaba tambi¨¦n a las personas que le rodeaban.
De su obra intelectual y pol¨ªtica mucho y muchos han escrito ya y seguir¨¢n haci¨¦ndolo. Pronunciar el nombre de Manuel Fraga suena como un aldabonazo en la conciencia y en las convicciones de cualquiera. Entre los afines es una llamada al orgullo, un compendio de labor bien hecha. Alguien para quien la pol¨ªtica fue m¨¢s que el poder, fue servicio y deber. Entre los adversarios, es la evocaci¨®n del rival indiscutible, la evocaci¨®n del dirigente pol¨ªtico, de la fuerza de su personalidad y mensaje.
Prefiero referirme aqu¨ª, sin embargo, a cuatro facetas humanas, a cuatro grandes hombres de la vida gallega que confluyen en uno mismo, y que est¨¢n, todos ellos, guiados por ideales de lealtad y trabajo.
Era un hijo de la emigraci¨®n -y emigrante ¨¦l mismo-, un patriota de su tierra, y de las tierras de su tierra que se propuso recorrer enteras. Un hombre del pueblo, viajero incansable, de aldea en aldea, como ejemplo y como garant¨ªa, como lecci¨®n de pol¨ªtica verdadera. Y esa tierra tambi¨¦n era mar. Y en ese periplo tambi¨¦n est¨¢ Cuba como p¨®rtico de entrada a tantas comunidades de Hispanoam¨¦rica. Entre sus m¨¢s de 250 viajes oficiales al extranjero -170 de los cuales al frente de la Xunta-, medio centenar se dirigieron a pa¨ªses de Am¨¦rica Latina.
Fraga fue modelo, irm¨¢n y motivo de orgullo para el pescador, para el conductor de autob¨²s, para el limpiabotas del aeropuerto, o para el conserje del hostal a quienes hac¨ªa sentir personajes en su propio derecho. Era el hombre sencillo, el paisano... ¡°Gallego como t¨²¡±, definici¨®n acertada de sus primeras campa?as.
Escritor y lector empedernido con tres piezas literarias de cabecera: El Poema de M¨ªo Cid, El Quijote y La Perfecta Casada. Autor de m¨¢s de noventa libros, m¨¢s de cien ensayos de toda ¨ªndole, y m¨¢s de 500 art¨ªculos en prensa; hombre estudioso y profundo, doctor honoris causa por catorce universidades de todo el mundo.
Hombre de familia, mayor de doce hermanos, hijo que guarda la memoria de una madre que uni¨® en ¨¦l la sangre de dos grandes pueblos; sobrino de la t¨ªa Amadora, orgulloso padre y esposo, y amigo de sus amigos. El amigo de mi padre.
Les hablo de quien crey¨® que la configuraci¨®n pol¨ªtica actual, fruto de la Constituci¨®n, es la que m¨¢s se acerca al concepto de la realidad hist¨®rica y cultural de Espa?a, la que establece el mejor cauce para la solidaridad entre nuestros pueblos y para el respeto de las identidades.
De quien cree que ejercer el liderazgo es poner en pr¨¢ctica las convicciones propias y no el contenido de artificiales pactos que s¨®lo se justifican por la mera consecuci¨®n del poder, y que reflejan todas las ambiciones, menos las de los ciudadanos. ¡°Hay que saber lo que uno quiere, y hacerlo¡±, me dec¨ªa a menudo. Claro que cuando le contestaba que yo no sab¨ªa lo que quer¨ªa, me replicaba tajante: ¡°Pues lo haces y punto¡±.
Un trabajador serio y honrado que se someti¨® al balance que, de una responsabilidad p¨²blica, en democracia hacemos los dem¨¢s. Una responsabilidad p¨²blica ejercida, creativa, y vivida.
Un hombre emotivo como buen gallego, que se emocionaba entre los suyos, un caballero de l¨¢grima como dir¨ªa Cervantes, o feo, cat¨®lico y sentimental como lo fue Bradom¨ªn.
Un hombre, en fin, que entendi¨® la vida como una senda en la que uno no traiciona sus principios.
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