Cacer¨ªa judicial
Se han usado argucias para intentar da?ar la reputaci¨®n del magistrado: su honorabilidad de juez
En mayo de 2009, cuando el caso G¨¹rtel ya hab¨ªa estallado y Antonio Pedreira, magistrado del Tribunal Superior de Madrid, se hizo cargo del caso, comenzaron a caer sobre su cabeza todo tipo de improperios acerca de su parcialidad. Su pecado es que hab¨ªa sido letrado del Ayuntamiento de Madrid en tiempos del alcalde socialista Juan Barranco, de quien era amigo. Yo tambi¨¦n. Me sorprendi¨® esa virulencia, pues recordaba que en alguna columna en las que hace a?os comentaba sentencias en Abc, hab¨ªa escrito elogiosamente sobre decisiones de asuntos pol¨¦micos y pol¨ªticos de este juez, que hab¨ªa dado la raz¨®n unas veces a imputados del PP y otras del PSOE. Y entonces escrib¨ª sobre la imparcialidad del magistrado y afirmaba que el caso G¨¹rtel cre¨ªa que estaba en buenas manos y que al final resplandecer¨ªa la verdad. No ten¨ªan, pues, nada que temer mis compa?eros del PP que desconoc¨ªan ¡ªo incluso hab¨ªan denunciado¡ª la trama corrupta, por mayor proximidad que hubiesen tenido con los encausados.
Al cabo de unas dos semanas recib¨ª una llamada telef¨®nica, ¡°de su compa?ero Antonio Pedreira¡±. Ni se me ocurri¨® pensar que el ¡°compa?ero¡± que me llamaba era el instructor. Cuando at¨¦ los cabos me di cuenta enseguida de qui¨¦n era. Me llamaba para darme las gracias por el art¨ªculo, algo poco habitual, y acabamos la conversaci¨®n quedando para vernos. Una tarde me acerqu¨¦ a su despacho, le llev¨¦ mi libro de poemas Desde la incertidumbre, que acababa de reeditarse, y La cocina de la Justicia, donde comentaba algunos casos muy singulares. Hablamos de la justicia en general, de la vida, de su enfermedad, de los escasos medios que ten¨ªa para investigar, y al final me pregunt¨® si le pod¨ªa ayudar. En suma, me ped¨ªa que transmitiese al PP, especialmente a Mariano Rajoy, que no dudasen de su imparcialidad, pero que no tratasen de enturbiar la labor investigadora, pues el caso se enredar¨ªa, politiz¨¢ndose m¨¢s de la cuenta, como as¨ª ocurri¨®. Hablamos tambi¨¦n del juez Garz¨®n, ya que la causa ven¨ªa de la Audiencia Nacional, de las escuchas, de la competencia, de Valencia y de todo un poco.
Rajoy me recibi¨® enseguida y le expliqu¨¦ lo que pensaba sobre el caso, y lo que yo har¨ªa si estuviese en su piel, dejando trabajar a la justicia. Entonces no conoc¨ªa al principal imputado, Luis B¨¢rcenas, cuya cabeza quer¨ªan cortar a toda costa desde un lado y de otro de la bancada pol¨ªtica, pues sab¨ªan que decapitando a B¨¢rcenas, el tesorero nombrado por Rajoy, pod¨ªa herirse de muerte al presidente del PP y jefe de la oposici¨®n entonces. Algunos de los ¡°compa?eros¡± de Rajoy desconoc¨ªan su capacidad de resistencia y de que era capaz de doblarse, como los juncos, hasta que pasara el cicl¨®n. Recuerdo que me ense?¨® un mont¨®n de diarios y me dijo que si ten¨ªa que fiarse de lo que ah¨ª se dec¨ªa no podr¨ªa estar sentado en la silla donde estaba ni un minuto y que ¡°cuando el viento sopla mal, lo ¨²nico que se puede hacer es esperar que pase¡±.
Voy a ahorrarme los detalles del mont¨®n de entrevistas que tuve con Antonio Pedreira para ayudarle en su instrucci¨®n y darle mi opini¨®n. Yo no estaba personado como abogado defensor de ninguno de los imputados y me pareci¨® una buena ocasi¨®n para colaborar en esclarecer la verdad y de ayudar a un hombre bueno y enfermo que trataba de hacer su trabajo con competencia y honor. Enseguida me di cuenta de que dos personas iban a salir malparadas de este asunto. Por un lado, Luis B¨¢rcenas, que adem¨¢s era senador, aunque dej¨®, junto con Merino, el esca?o para no perjudicar a su partido. Me lo present¨® mi amigo de la monta?a y de la vida, ahora exsenador, Luis Fraga, y al final, despu¨¦s de tantas y tantas conversaciones, hemos acabado Luis y yo siendo amigos y subiendo ¡ªen mi caso tratando de subir¡ª algunas cumbres juntos. Algo bueno ten¨ªa que tener todo esto. Y la otra v¨ªctima iba a ser Baltasar Garz¨®n, el juez de la Audiencia Nacional que hab¨ªa osado mirar las finanzas del PP. Cuando comprob¨¦ por d¨®nde iban los tiros, record¨¦ la imposibilidad que tuvimos, siendo diputado, de modificar la ley de financiaci¨®n de los partidos pol¨ªticos ante la cerraz¨®n de estos por abandonar las irregularidades y someterse a control. De esas irregularidades, la mayor¨ªa no delictivas, han vivido centenares de pol¨ªticos a los que no les alcanzaban los sueldos m¨ªseros que percib¨ªan y la alta responsabilidad y representaci¨®n que deb¨ªan tener. Garz¨®n, ?qu¨¦ osad¨ªa!, se hab¨ªa atrevido a mirar las cuentas de un partido.
El juez no debi¨® de calcular sus fuerzas, y fue una buena ocasi¨®n para cargar contra ¨¦l en una extra?a alianza entre jueces y pol¨ªticos para acabar con la ¡°fama¡± de quien tanto odiaban. Unos por corporativismo y otros por meter las narices donde apestaba. Casi nadie sal¨ªa en su defensa; y, al margen de sus errores y de las cr¨ªticas, algunas acerbas, que yo mismo le hab¨ªa hecho, pens¨¦ que por encima de todo estaba la lealtad a la justicia. Cuando le¨ª que se le pretend¨ªa imputar por el asunto de la memoria y del franquismo, pens¨¦: se ha abierto la veda de una nueva cacer¨ªa judicial. Y entonces sal¨ª en su defensa en una ¡°tercera¡± en Abc que fue muy criticada y muy alabada por partes iguales. La suscribo hoy de la ¡°a¡± a la ¡°z¡±. Ante la desfachatez de esa causa y su poca consistencia, y como hab¨ªa encallado, se apunt¨® entonces al discutido y discutible tema de las escuchas. Sobre esta cuesti¨®n, que conoc¨ªa bien pues yo fui una de las personas que colabor¨® con Carlos Garc¨ªa Vald¨¦s, cuando era director general de Instituciones Penitenciarias, en tiempos del ministro Lavilla y del subsecretario Ortega y D¨ªaz Ambrona, en la redacci¨®n de la primera ley org¨¢nica de la democracia, la Ley General Penitenciaria, tambi¨¦n me pronunci¨¦ en otras dos ¡°terceras¡± de Abc, donde manten¨ªa la misma tesis del magistrado Su¨¢rez Robledano, uno de los que aval¨® las escuchas, en el sentido siguiente: ¡°Hay abogados que cooperan o se involucran en la continuidad de actividades delictivas¡±. Sent¨ªa mucho que un profesor, tan reputado y buen compa?ero y amigo, como Gonzalo Rodr¨ªguez Mourullo se encontrase en medio de este fuego cruzado, muy a pesar suyo; y que su honorabilidad hubiese sido puesta en duda, ya que no he conocido a abogado m¨¢s honesto. Pero de ah¨ª a que se instruyese una causa contra el juez que orden¨® esas escuchas por prevaricaci¨®n iba un abismo.
Para apuntalar la cacer¨ªa se abri¨® un nuevo frente: la historia rocambolesca de la financiaci¨®n irregular de actividades de Garz¨®n en una universidad americana por el banco de Santander. Yo no conozco un solo juez o magistrado, de la instancia que sea, que no haya cobrado en cursos o conferencias financiadas por instituciones bancarias, compa?¨ªas de seguros, fundaciones de partidos o despachos profesionales. Ni uno. Y no doy nombres e instituciones porque no resulta trascendente ni creo que afecte a la independencia de los jueces a la hora de juzgar. ?Ah!, pero en el caso de Garz¨®n s¨ª resultaba trascendente. Y los mismos jueces que le tiraban las piedras eran los que escond¨ªan sus manos. Todo muy ejemplar. La cacer¨ªa hab¨ªa comenzado y se us¨® todo tipo de argucias para que los tiros viniesen del puesto que m¨¢s pod¨ªa da?ar la reputaci¨®n del magistrado: su honorabilidad como juez, nada menos que haber vulnerado un derecho fundamental como es el secreto de las comunicaciones. Adem¨¢s, las otras dos causas no se sosten¨ªan en pie. La del franquismo, porque si hubiese sido condenado por ello le habr¨ªan convertido en un h¨¦roe. Y la segunda, la del dinero, porque se radiografiaron p¨²blicamente las cuentas de Garz¨®n, de su mujer y de sus hijos hasta un detalle indecoroso e insufrible sin que nada irregular apareciese. Pero hab¨ªa que matar al lobo para calmar la rabia. Y la rabia estaba en la investigaci¨®n de las finanzas populares.
Al final, el tesorero del PP fue exculpado, sin necesidad de juicio, con alg¨²n recurso que hay pendiente de resoluci¨®n. Ya he escrito en otras ocasiones que en lo del caso G¨¹rtel ni eran todos los que estaban, ni estaban todos los que eran. El d¨ªa que este diario desvel¨® que un conspicuo l¨ªder popular hab¨ªa cobrado minutas por varias decenas de miles de euros para autodefenderse, me escandalic¨¦, hasta el punto que decid¨ª pasar una minuta, por menor cantidad por supuesto, ya que al cabo yo no ten¨ªa incompatibilidad alguna y llevaba m¨¢s de un a?o trabajando por amor al arte ayudando a mis compa?eros de partido. Evidentemente no me pagaron nada y me dijeron que a m¨ª nadie me hab¨ªa contratado, con lo cual tuve la excusa de salirme de este tema que me produc¨ªa n¨¢useas. Rajoy gan¨® hace unos meses por mayor¨ªa absoluta las elecciones y el extesorero ha podido demostrar su absoluta inocencia. Que yo sepa, y s¨¦ bastante, nadie del actual Gobierno tuvo que ver con esa historia, pero como dijo Rosa D¨ªez en el debate de investidura, si no generalizada, la corrupci¨®n, o para ser m¨¢s exactos, las corruptelas, est¨¢n bastante extendidas entre los aleda?os de la pol¨ªtica. Al final, el que se ha sentado en el banquillo ha sido el juez Baltasar Garz¨®n. ?Es esto la justicia que tan hermosamente se describe en el T¨ªtulo VI de la Constituci¨®n? Si no fuera porque no tengo otro medio de vida que mi profesi¨®n, en la que ahorr¨¦ poco y di mucho, ma?ana mismo colgaba la toga.
Jorge Tr¨ªas Sagnier es abogado y exdiputado del PP.
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