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Todos los hombres del Rey

Entramos en La Zarzuela, el herm¨¦tico territorio que alberga la Jefatura del Estado y toda la maquinaria de apoyo y seguridad que rodea al Rey

Jes¨²s Rodr¨ªguez
Don Juan Carlos, fotografiado en el palacio de la Zarzuela por ¡®El Pa¨ªs Semanal¡¯, el d¨ªa 3 de febrero.
Don Juan Carlos, fotografiado en el palacio de la Zarzuela por ¡®El Pa¨ªs Semanal¡¯, el d¨ªa 3 de febrero.

Aquella ma?ana de marzo de 1963 en que Juan Carlos de Borb¨®n subi¨® de dos brincos los siete escalones de piedra que dan acceso al palacio de la Zarzuela vestido con un impecable traje a medida cortado por su sastre de siempre, Antonio Collado, cuyo importe hab¨ªa satisfecho (como era tambi¨¦n habitual) su hombre de confianza, el marqu¨¦s de Mond¨¦jar, y cruz¨® el umbral de su nueva residencia, era un don nadie. No ten¨ªa rango, prestigio, fortuna ni ocupaci¨®n. Estaba solo. De prestado. Apenas rodeado por un pu?ado de viejos militares preconciliares con t¨ªtulo y de algunos, muy pocos, j¨®venes oficiales con los que hab¨ªa convivido en las academias y a los que hab¨ªa conquistado siendo uno m¨¢s entre ellos. Unos y otros ser¨ªan los primeros hombres del rey. El embri¨®n de su Casa. Algunos le servir¨ªan con lealtad monacal durante d¨¦cadas y llegado el momento abandonar¨ªan el palacio sin hacer ruido. Siempre es as¨ª. Pero en 1963, Juan Carlos era a¨²n para los espa?oles un pr¨ªncipe nacido en el extranjero y reci¨¦n casado con una princesa griega; primog¨¦nito del titular de los derechos hist¨®ricos de la Corona; guapo, silencioso y de escasas luces, al que el artero general¨ªsimo Franco estaba moldeando sin clarearse sobre el objetivo final de sus intenciones. ?Llegar¨ªa Juan Carlos de Borb¨®n a ser rey?

La Zarzuela, un palacete construido en el siglo XVII a las afueras de Madrid como pabell¨®n de caza de los Borbones, perdido en las 16.000 herm¨¦ticas hect¨¢reas del monte de El Pardo, a diez minutos de la residencia del dictador, se iba a convertir en su hogar. El primer lugar digno de recibir ese nombre desde que descendi¨® de un tren de vapor con diez a?os procedente de Estoril (la somnolienta villa portuguesa donde su padre, don Juan de Borb¨®n, permanec¨ªa en el exilio desde 1946), como un hu¨¦rfano dickensiano ungido para ser educado por el franquismo y llevar una vida errante de monje-soldado entre curas, espadones, mon¨¢rquicos que le llamaban se?or, palacios cedidos y escuelas militares. O¨ªr, ver y, sobre todo, callar. As¨ª transcurri¨® su infancia y juventud. Un severo aprendizaje. Los que le conocen dicen que en lo m¨¢s profundo de su personalidad, el Rey, m¨¢s all¨¢ de la campechan¨ªa que maneja con maestr¨ªa, es un solitario tendente a la melancol¨ªa. Otros a?aden que la dureza de aquella situaci¨®n le dot¨® de una inteligencia y una astucia pol¨ªtica muy superiores a las de los pol¨ªticos de su generaci¨®n (que conserva a sus 74 a?os).

Rodeado de encinas, venados y jabal¨ªes, 120 especies de flora y 200 de fauna, el entonces llamado palacete de La Zarzuela era un aislado caser¨®n de piedra y pizarra que el dictador hab¨ªa decidido fuera la residencia del joven matrimonio. Una especie de casa-cuartel (abajo, la parte administrativa; arriba, la vivienda), que hab¨ªa decorado la esposa de Franco, Carmen Polo, con cargo al Patrimonio Nacional, a base de un estilo relamido propio de las familias pudientes del Madrid de la ¨¦poca. Un aire que hoy conserva, con sus luces tamizadas, tonos crema, pesados tapices y alfombras, estanter¨ªas empotradas con libros encuadernados en piel que nadie hojea y profusi¨®n de relojes, fotograf¨ªas y cuadros. En La Zarzuela, uno nunca tiene certeza de si el objeto que contempla es bueno o malo; una obra de arte inventariada por el Patrimonio Nacional (el propietario del palacio y de todos los bienes hist¨®ricos que en tiempos constituyeron el patrimonio de los Reyes de Espa?a y que depende del Ministerio de la Presidencia) o el regalo made in China de alg¨²n ayuntamiento de la Espa?a profunda.

Do?a Sof¨ªa fue siempre refractaria a tener su casa llena de chambalanes y damas de compa?¨ªa

La Zarzuela era un lugar bello y crudo. Cerca y lejos de Madrid. En aquel espacio natural no viv¨ªa nadie m¨¢s que ellos; trabajaba un m¨ªnimo servicio a cargo de la Guardia Civil (desde escribientes hasta cocineros), una pareja de inspectores como escolta, un par de destartalados coches cedidos por Presidencia como transporte, un conserje del Patrimonio Nacional vestido de pana y mosquet¨®n al hombro en el ¨²nico control de entrada (posteriormente le pusieron un telefonillo que contestaba el mismo pr¨ªncipe Juan Carlos) y su mujer y su hija como cocinera y doncella. Pocos se aventuraban a visitar a los Pr¨ªncipes, no estaba bien visto.

Sin embargo, ese aislamiento y escasez de medios facilitaba a la pareja vivir como una familia normal y renunciar a una corte palaciega. No hab¨ªa sitio. Ni m¨¢s fondos que los que entregaba el almirante Carrero Blanco en mano en sobres sepia. Y adem¨¢s, la intimidad era la obsesi¨®n de do?a Sof¨ªa, refractaria a tener la casa repleta de chambelanes, ayudantes y damas de compa?¨ªa. Y menos a¨²n a que nadie (nadie) se inmiscuyera en las interioridades de su matrimonio, la educaci¨®n de sus hijos y la organizaci¨®n de su hogar (una filosof¨ªa que mantiene a machamartillo y es el primer mandamiento para todo fichaje que llegue a La Zarzuela).

Fueron a?os dif¨ªciles. Todo era incertidumbre. Se sent¨ªan vigilados. Hab¨ªa rumores de que la dictadura hab¨ªa instalado micr¨®fonos en el inmueble aprovechando las obras de reconstrucci¨®n (el edificio hab¨ªa quedado destrozado durante la guerra) que se hab¨ªan llevado a cabo entre abril y octubre de 1960. Los Pr¨ªncipes aprendieron a ser discretos. La corona estaba en juego. Y, sobre todo, el sue?o que Juan Carlos hab¨ªa heredado de su padre y era su programa pol¨ªtico en la sombra: luchar por la reconciliaci¨®n y ser un d¨ªa ¡°el rey de todos de los espa?oles¡±.

Los dos m¨¢ximos ejecutivos de la Casa del Rey: de perfil, el secretario general, Alfonso Sanz Portol¨¦s, y de frente, el jefe, Rafael Spottorno
Los dos m¨¢ximos ejecutivos de la Casa del Rey: de perfil, el secretario general, Alfonso Sanz Portol¨¦s, y de frente, el jefe, Rafael SpottornoSOF?A MORO

Por encima de las intrigas pol¨ªticas, La Zarzuela era su hogar. Aquella primera noche de marzo de 1963 se iluminaron las cuatro ventanas del primer piso del palacio. De vez en cuando, a¨²n se las puede contemplar encendidas tras los visillos cuando cae la tarde. Son los aposentos de la familia. Una de las primeras cosas que hicieron Juan Carlos y Sof¨ªa fue plantar cedros, olmos y abetos en torno al descarnado paisaje e intentar dar al lugar un aire de familia burguesa con las bicicletas de los ni?os apoyadas en la fachada, flotadores de patito en la piscina, perros y un futbol¨ªn. Aqu¨ª crecer¨ªan sus tres hijos.

Tambi¨¦n crecer¨ªa el palacio. Paso a paso, a medida que la posici¨®n pol¨ªtica del Pr¨ªncipe se iba afianzando, se ir¨ªan creando nuevos edificios cuyo ritmo de construcci¨®n se acelerar¨ªa tras su llegada al trono en 1975. Hoy, el conjunto de La Zarzuela es un complejo puzle en el que se han ido solapando construcciones aprovechando los desniveles de los terrenos. Los edificios juancarlistas est¨¢n perfectamente integrados en el entorno natural de El Pardo hasta el punto de ser invisibles para el visitante. Algunos est¨¢n semienterrados y cubiertos de vegetaci¨®n. En La Zarzuela, el ¨²nico protagonista es el Rey; ¨¦l es el Jefe del Estado, de la Corona y de la Familia. Y su residencia, el viejo palacio de la Zarzuela, el ¨²nico edificio que destaca. Sobre su tejado ondea el estandarte azul con su escudo de armas. Es un s¨ªmbolo.

En 1965 construyeron la ermita. Despu¨¦s, a partir de 1972, se a?adir¨ªan dos alas al palacio original, una para uso de la familia (el pabell¨®n privado), y en el otro extremo, el pabell¨®n oficial, al que en La Zarzuela denominan Puerta de Cristales, donde, distribuidos en dos pisos, se encuentran los despachos de los Reyes y los Pr¨ªncipes y sus respectivas secretar¨ªas. M¨¢s tarde, aprovechando la p¨¦rgola de piedra que rodeaba la piscina, se construir¨ªan una zona deportiva que alberga un gimnasio y una piscina cubierta. Las instalaciones se seguir¨ªan multiplicando con un pabell¨®n de servicios, un pabell¨®n de jardines, un sofisticado centro de comunicaciones (el Cecom), un acceso de visitantes por la carretera de El Pardo (Somontes), una construcci¨®n para el servicio de seguridad con galer¨ªa de tiro, un cuerpo de guardia para albergar a los centinelas de la Guardia Real, un helipuerto con dos pistas, un picadero con cuadras, perreras, una planta solar, un comedor para los empleados (cuyo men¨², a cargo de una contrata de confianza, es costeado a cargo del presupuesto de la casa) y, para terminar, la residencia del Pr¨ªncipe, un inmueble con 1.771 metros ¨²tiles que cost¨® al Patrimonio Nacional 4,23 millones de euros en 2002. Los iniciados mencionan adem¨¢s un b¨²nker, una c¨¢mara acorazada y varios t¨²neles que comunican el conjunto.

A esa infraestructura de la Casa del Rey se podr¨ªa a?adir un ala del palacio de Oriente, en el centro de Madrid, que acoge la estructura del Interventor de la Casa (?scar Moreno, de 76 a?os) y del Cuarto Militar (que manda el teniente general Antonio de la Corte, de 62). Ya en El Pardo, est¨¢n al servicio exclusivo del Rey los tres cuarteles de la Guardia Real, con 1.700 hombres y mujeres y un presupuesto anual de 45 millones; el cuartel de San Quint¨ªn de la Guardia Civil, puntal de la seguridad de la Casa (cuya ampliaci¨®n ha costado al Ministerio del Interior 18 millones de euros) y la Delegaci¨®n del Patrimonio Nacional (comunicado con La Zarzuela por caminos interiores) encargada del mantenimiento y la conservaci¨®n.

A la muerte de Franco, solo siete personas rodeaban al rey. Hoy, la plantilla de la Zarzuela es de 500 personas

Ese mismo crecimiento experiment¨® el equipo de Juan Carlos de Borb¨®n. A la muerte de Franco, siete personas formaban parte de su n¨²cleo duro; todos eran nobles, conservadores y militares, a excepci¨®n del diplom¨¢tico Jos¨¦ Joaqu¨ªn Puig de la Bellacasa; se trataba del marqu¨¦s de Mond¨¦jar y el general Armada (condenado en 1983 a 30 a?os por su participaci¨®n en el 23-F), jefe y secretario, respectivamente; Manuel D¨¢vila, ayudante de campo; Juan Bautista S¨¢nchez Bilbao, encargado de seguridad; el duque de la Victoria, responsable de la agenda, y Rafael Valenzuela, de la correspondencia. A este cogollo se sumaban tres ayudantes militares y media docena de administrativos de la Guardia Civil. Hoy, no menos de 500 personas trabajan en La Zarzuela organizadas en siete unidades dirigidas por funcionarios con categor¨ªa de director general; por encima de ellos, el jefe de la Casa, el secretario general y el jefe del Cuarto Militar. La organizaci¨®n castrense est¨¢ bajo el mando de un civil: el jefe de la Casa, aunque los usos y costumbres militares siguen dominando La Zarzuela.

A la derecha, con bigote, el jefe de seguridad del Rey, el general Manuel Barr¨®s.
A la derecha, con bigote, el jefe de seguridad del Rey, el general Manuel Barr¨®s.SOF?A MORO

En noviembre de 1975, Juan Carlos de Borb¨®n, el inquilino de aquel austero palacete al que durante m¨¢s de una d¨¦cada nadie visitaba, se convert¨ªa en Rey de Espa?a; su residencia, en la sede de la Jefatura del Estado, y aquel tiempo de la inocencia, en un cap¨ªtulo desconocido de nuestra historia. Han pasado 36 a?os. La biograf¨ªa del rey Juan Carlos es la del ¨¦xito. Desde la promulgaci¨®n de la Constituci¨®n de 1978, que afirmaba en su art¨ªculo primero: ¡°La forma pol¨ªtica del Estado espa?ol es la Monarqu¨ªa parlamentaria¡±, ha sido un ejemplar monarca democr¨¢tico que reina pero no gobierna. Un ¨¢rbitro y un moderador. Un s¨ªmbolo. El Rey de todos. Dicen que cuando se cerr¨® el pacto constitucional profiri¨® con su habitual gracejo: ¡°Me han legalizao¡±. Ese d¨ªa, la Constituci¨®n se convirti¨® en su compa?era de viaje. En su sost¨¦n y su escudo. Le otorgaba, por ejemplo, total independencia en la gesti¨®n de su Casa, mediante un par de afirmaciones contundentes. La primera: ¡°El Rey recibe de los Presupuestos del Estado una cantidad global para el sostenimiento de su familia y Casa, y distribuye libremente la misma¡±. La segunda: ¡°El Rey nombra y releva libremente a los miembros civiles y militares de su Casa¡±. En 1982, una nueva Ley del Patrimonio Nacional reforzaba su posici¨®n en La Zarzuela y los otros reales sitios (como el palacio de Marivent, en Mallorca), en su primer art¨ªculo: ¡°Tienen la calificaci¨®n jur¨ªdica de bienes del Patrimonio Nacional los de titularidad del Estado afectados al uso y servicio del Rey y los miembros de la real familia para el ejercicio de la alta representaci¨®n que la Constituci¨®n y las leyes les atribuyen¡±.

A la estructura de la Zarzuela hay que a?adir los cuatro cuarteles de la guardia real y de la guardia civil en el Pardo

Con la Constituci¨®n de 1978, Juan Carlos de Borb¨®n renunciaba a los poderes absolutos que le hab¨ªa legado Franco (la encarnaci¨®n de la soberan¨ªa nacional, el mando efectivo de las Fuerzas Armadas, la participaci¨®n activa en los Consejos de Ministros, el nombramiento directo de cargos del Estado, el veto a las leyes o la posibilidad de dictar decretos leyes) y consegu¨ªa a cambio el referendo y apoyo de los ciudadanos y del Parlamento en un pa¨ªs que no era mon¨¢rquico. La combinaci¨®n de ambos es la clave de la subsistencia de una moderna monarqu¨ªa parlamentaria, seg¨²n un estudio titulado Monarchies as corporate brands, del profesor brit¨¢nico John M. T. Balmer, que me recomend¨® la princesa Letizia mientras miles de personas se abalanzaban sobre ella y el Pr¨ªncipe en la inauguraci¨®n de Fitur. Seg¨²n el profesor Balmer, de perder uno de dos apoyos, el de los ciudadanos o el del legislativo, como resultado de un deterioro en la reputaci¨®n y el prestigio de la instituci¨®n mon¨¢rquica, la Corona estar¨ªa perdida. Por tanto, la primera labor de la Casa debe ser conservar el prestigio de la instituci¨®n; que los ciudadanos la consideren ¨²til; que nada empa?e su imagen.

La popularidad del Rey sigue siendo muy alta, y su prestigio en el exterior, incuestionable. A lo largo de estos a?os, el Rey ha desarrollado una impresionante red de contactos que le proporcionan, seg¨²n afirman sus ¨ªntimos, ¡°la mejor agenda del planeta¡±. ¡°El Rey recibe todos los d¨ªas en La Zarzuela a mucha gente al margen de sus audiencias oficiales. No solo ve semanalmente al presidente y a los ministros (especialmente los de Exteriores y Defensa), que le proporcionan toda la informaci¨®n antes que a nadie; es que adem¨¢s te puedes encontrar bajando por la escalera de su despacho al presidente de un gran banco, al director del CNI o al director de un peri¨®dico. Ha conocido a todos los presidentes de Estados Unidos y mantiene una l¨ªnea directa y casi familiar con todas las monarqu¨ªas ¨¢rabes y europeas y con todos los presidentes de Am¨¦rica Latina. El Rey abre puertas. Su intervenci¨®n ha sido definitiva para que Espa?a consiguiera el contrato del tren de alta velocidad La Meca-Medina. Eso no lo logra ni Sarkozy¡±.

Su papel en el nacimiento y la consolidaci¨®n de la democracia ha sido crucial. No la trajo ¨¦l solo, pero sin su determinaci¨®n, su impulso y olfato (que, seg¨²n presume, es sugran herramienta pol¨ªtica) no habr¨ªa sido posible el tr¨¢nsito de una forma tan r¨¢pida e irreversible. ¡°La legitimidad democr¨¢tica es su gran activo, y en eso nadie tiene dudas¡±, explica una persona cercana a la Casa. ¡°En ese sentido, el Rey ha mantenido durante muchos a?os un pacto de complicidad con los pol¨ªticos y los medios de comunicaci¨®n. Todos marchaban por el mismo camino con el objetivo de consolidar la democracia. Y en ese escenario no iban a sacar nada que pudiera perjudicar a la Corona porque pod¨ªa volverse en contra de la democracia. Eso se acab¨®. La democracia se consolid¨®. Y se abri¨® la veda. Y en La Zarzuela no se ha reaccionado con la suficiente rapidez ante los nuevos tiempos. Les toca aprender a gestionar la Corona como una instituci¨®n moderna del Estado y ponerla al d¨ªa, pero sin cargarse la magia que la envuelve. Es la cuadratura del c¨ªrculo¡±.

El rey ha desarrolado en estos a?os una red de contactos que suponen la merjor agenda del planeta

Todos esos acontecimientos desfilan por mi cabeza mientras el coche oficial de La Zarzuela recorre los cinco kil¨®metros que separan el control de seguridad de Somontes del palacio. En esta carretera estrecha y sinuosa, en la que en la ¨¦poca de berrea te puedes encontrar un ciervo de frente, se mat¨® en agosto de 1971 el primer civil que accedi¨® al entorno profesional del pr¨ªncipe Juan Carlos. Se llamaba Jacobo Cano, era su amigo, de su edad, un profesional inteligente de una derecha civilizada que estaba destinado a crear la moderna infraestructura del futuro rey. Fue una ocasi¨®n perdida para desmilitarizar el entorno del Rey. A?os m¨¢s tarde, tambi¨¦n perdi¨® aqu¨ª la vida un conductor de la Casa. El ch¨®fer que me han enviado no cree en las maldiciones a juzgar por la velocidad a la que conduce.

D¨ªas antes de mi primera visita a las tripas de La Zarzuela, un antiguo ejecutivo de la Casa me advirti¨® que la Jefatura del Estado se parece m¨¢s ¡°al Vaticano que a la Casa Blanca; es m¨¢s barroca; hay una gran inercia; las decisiones se dilatan; el decenio es la unidad de medida del tiempo; las relaciones de la gente de all¨ª dentro se basan en la fidelidad y la discreci¨®n. Tienes que renunciar a todo protagonismo. El trabajo de la gente de la Casa es apoyar al Rey, pero nunca protagonizar, y menos a¨²n hacer pol¨ªtica ni expresar opiniones. El funcionario de La Zarzuela tiene miedo, porque los de fuera ven en ¨¦l a alguien que por su cercan¨ªa al Rey est¨¢ hablando en su nombre y, excepto en el caso del jefe de la Casa cuando el Rey se lo encarga, no es as¨ª. Eso te lleva al secretismo, a que te vayas zarzuelizando. No compartes lo que ves y oyes ni con tu familia. Por eso, los que se van sufren lo que yo defino como un s¨ªndrome de Estocolmo¡±.

Otro exmiembro del staff contin¨²a: ¡°Como todos somos funcionarios del Estado, que nos llamen para trabajar con el Rey es el mayor honor que podemos recibir. No te puedes negar. Nadie dice que no, aunque cobres la mitad que en una embajada o en la empresa privada. ?Cu¨¢nto? En La Zarzuela, un director general gana 90.000 euros al a?o. Pero como est¨¢s educado en la jerarqu¨ªa y el servicio p¨²blico, trabajar para la Jefatura del Estado es el mayor halago que puedes recibir. Supone estar cerca del Rey. Y estar con el Rey supone formar parte de un observatorio ¨²nico; estar en relaci¨®n con todos los poderes y los l¨ªderes del mundo, desde Obama hasta el Papa. Eres respetado entre los altos funcionarios del Estado. Llegas a cualquier lado con el Rey y tomas el mando, sea en protocolo o en seguridad; nadie rechista. La gente se tira a?os. Todo es muy endog¨¢mico: el n¨²mero dos de cada unidad hereda la silla del n¨²mero uno. Es muy raro que entre gente de fuera. El problema llega a la hora de marcharte; no puedes decirle al Rey que le dejas aunque est¨¦s harto o cansado, ser¨ªa un desaire; no te vas hasta que te echan, y cuando te echan, te sienta fatal porque piensas: ¡®?Les habr¨¦ defraudado?¡¯. A algunos les queda la sensaci¨®n de que los han exprimido y luego tirado a la papelera¡±.

El coronel Isa¨ªas Peral, responsable de las comunicaciones y asuntos econ¨®micos
El coronel Isa¨ªas Peral, responsable de las comunicaciones y asuntos econ¨®micosSOF?A MORO

El palacio de la Zarzuela es un lugar peculiar. Otra clave de su naturaleza la proporciona una fuente cercana a su engranaje: ¡°La Zarzuela no solo acoge a la Jefatura del Estado, tambi¨¦n a una familia. Todo bajo el mismo techo. No hay que olvidar que la plantilla de La Zarzuela trabaja por ley para el Jefe del Estado, para la instituci¨®n mon¨¢rquica y para la familia¡±. Otro exmiembro de la Casa incide en esa idea: ¡°Cuando trabajas all¨ª tienes que saber diferenciar lo que es la Jefatura del Estado de lo que es la familia; son dos mundos que se cruzan, y tu habilidad consiste en intuir y comprender esa divisi¨®n. Y, desde luego, es m¨¢s complicado servir a la familia que a la Jefatura del Estado. En una Rep¨²blica, el yerno del presidente no pinta nada; pero aqu¨ª hay una familia que provee a Espa?a de jefes de Estado a la que hay que cuidar y apoyar. En La Zarzuela conviven asuntos institucionales y asuntos familiares. Y si no sabes separar, est¨¢s perdido, porque en La Zarzuela se entrecruzan temas racionales y temas irracionales. No conviene cruzar la frontera invisible que separa la Jefatura del Estado de la familia¡±.

Solo dos mujeres ocupan puestos de responsabilidad en la Zarzuela. Ambas son diplom¨¢ticas

En realidad, la frontera est¨¢ clara. El primer edificio que surge entre los ¨¢rboles mientras nos acercamos al palacio es la residencia del pr¨ªncipe Felipe, elevada sobre un promontorio, a un kil¨®metro del palacio y con su propio per¨ªmetro de seguridad. Tras cruzar el puente de piedra sobre el arroyo Trofa, vigilado por un pelot¨®n de guardias reales que se cuadran mec¨¢nicamente, se sube por un camino asfaltado que se bifurca. El que asciende, termina en el palacio; en el sanctasanct¨®rum. Por el otro camino se accede al edificio de Magnolias, un inmueble largo y estrecho de una planta y ladrillo rojo donde est¨¢ concentrado el grueso del equipo de asesoramiento y apoyo al Rey.

En 1987, cuando La Zarzuela reventaba por sus costuras, se iniciaron las mayores obras de ampliaci¨®n. Aprovechando un desnivel del terreno en las traseras del palacio, en las antiguas huertas, el arquitecto de cabecera de los Reyes desde 1976, Manuel del R¨ªo, proyect¨® esta construcci¨®n que cuenta con una planta de 2.600 metros cuadrados y un s¨®tano de 1.500. Sus obras costaron al Patrimonio seis millones de euros de la ¨¦poca. Es el Ala oeste del Rey. Aqu¨ª est¨¢n las personas que se ocupan de su relaci¨®n con los poderes del Estado, su representaci¨®n internacional, su proyecci¨®n p¨²blica, sus discursos y la planificaci¨®n, coordinaci¨®n y realizaci¨®n del total de 400 actos a los que el Rey y el Pr¨ªncipe asistieron en 2011.

Las 11 personas que ocupan los puestos clave en la Jefatura del Estado son hombres y con una edad media de 60 a?os; la mayor¨ªa lleva m¨¢s de 15 junto al Monarca; todos son funcionarios de carrera (a excepci¨®n del director de comunicaci¨®n, el periodista Javier Ayuso). Cinco son militares (de ellos, cuatro generales), tres diplom¨¢ticos, uno abogado del Estado y otro interventor del Estado.

El edificio de Magnolias no es nada del otro mundo, pero desde el momento en que un joven guardia real de chaquetilla blanca abre la puerta del coche con ceremonia y te introduces en esa atm¨®sfera amplia, silenciosa, ceremoniosa e impecable, inodora, incolora e ins¨ªpida, en la que todo brilla y las escasas presencias son siluetas de impecable traje oscuro que hablan a media voz, te das cuenta de que es un lugar diferente. El edificio cuenta con dos alas, funcionales, ochenteras y pintadas en tonos crema. El s¨®tano alberga el archivo de la Casa y parte de la unidad de protocolo. Hay un par de salas de reuniones; en la m¨¢s grande se re¨²nen los directores con el jefe de la Casa una vez por semana. En el ala de la derecha, el primer despacho es el del jefe, Rafael Spottorno; es el m¨¢s ceremonioso, una copia a escala de la oficina del Rey. A continuaci¨®n, los de la unidad de protocolo (que dirige C¨¢ndido Creis, de 46 a?os, un diplom¨¢tico escurridizo como una anguila que ya trabaj¨® en la Casa entre 1996 y 2001 y acaba de volver a la Casa) y de la unidad de comunicaci¨®n; son espacios limpios, ordenados, repletos de papeles y con un mobiliario de oficina que remite a Cu¨¦ntame. En comunicaci¨®n se trabaja a toda m¨¢quina en la creaci¨®n de la nueva web 2.0, pagada por el Ministerio de la Presidencia, con la que pretenden que la Casa tenga un contacto interactivo con los ciudadanos. Un funcionario de esa unidad se encarga del seguimiento de las redes sociales (otro de los frentes que m¨¢s preocupan y menos controlan en La Zarzuela). El pasillo concluye en unos ba?os liliputienses. Si se quiere un caf¨¦, hay una m¨¢quina de monedas.

Spottorno es la sombra del rey, su consejero, su pararrayos, el que firma y habla con la moncloa

La otra ala alberga el despacho del secretario general de la Casa, el n¨²mero dos, Alfonso Sanz Portol¨¦s, un diplom¨¢tico de 57 a?os que lleva 19 en La Zarzuela y se encarga de que todo funcione; y a continuaci¨®n, las oficinas del estrat¨¦gico gabinete de coordinaci¨®n y planificaci¨®n, que controla, entre otras cosas, la agenda. Al frente est¨¢ el general de la Guardia Civil Domingo Mart¨ªnez Palomo, de 54 a?os; un tipo afable, calvo y robusto, licenciado en Derecho y con un m¨¢ster por el IESE, que es el cerebro organizativo de la Casa. Es el ¨²nico director que asiste a la reuni¨®n mensual de la familia (los Reyes, los Pr¨ªncipes y las Infantas) con el jefe y el secretario general, en un espacio junto al despacho del Rey, para decidir, entre otras cosas, a qu¨¦ actos se va y qui¨¦n de la familia va. Palomo lleg¨® a La Zarzuela siendo un joven oficial de la escolta; form¨® parte del equipo de protecci¨®n del pr¨ªncipe Felipe; desde 1996 es jefe del gabinete. Las dos ¨²nicas mujeres que ocupan puestos en los siguientes niveles del organigrama son diplom¨¢ticas; una es la n¨²mero dos de Palomo, Mar¨ªa S¨¢enz de Heredia; la otra, ?ngeles Garc¨ªa Loza, adjunta a la jefatura de protocolo.

El edificio de Magnolias, estrecho y excavado en la roca, se comunica con la zona noble del palacio de la Zarzuela por un largo t¨²nel blanco, inquietante y limpio como una patena, que el Rey ha decorado con un centenar de caricaturas que le han hecho durante estos a?os (y de las que se siente especialmente orgulloso); al otro lado ha situado su bella colecci¨®n de maquetas de barcos de ¨¦poca. El ambiente se completa con regalos que ha recibido de deportistas, desde una camiseta dedicada de Pau Gasol y otra firmada por los jugadores del Mundial de f¨²tbol hasta recuerdos de la Copa Davis o los cascos autografiados de Jorge Lorenzo, Toni El¨ªas y Marc M¨¢rquez.

El jefe del Cuarto Militar (a la izquierda), Antonio de la Corte, y el secretario general, Aflonso Sanz.
El jefe del Cuarto Militar (a la izquierda), Antonio de la Corte, y el secretario general, Aflonso Sanz.

Otros dos directores de la Casa, el jefe de la Secretar¨ªa del Pr¨ªncipe, el abogado del Estado Jaime Alfons¨ªn, de 55 a?os, que comenz¨® a trabajar con el heredero en 1995, cuando este concluy¨® sus estudios en Estados Unidos, y el jefe de la Secretar¨ªa de la Reina, el teniente general Jos¨¦ Cabrera, de 68, que lleg¨® a La Zarzuela en 1987 y est¨¢ al lado de do?a Sof¨ªa desde 1991, tienen sus despachos junto a los del heredero y de la Reina, en el edificio pegado al palacio. All¨ª tambi¨¦n se encuentra el despacho de los ayudantes de campo del Rey y del Pr¨ªncipe. El Rey tiene nueve, y el Pr¨ªncipe, cuatro. El jefe de la unidad de administraci¨®n, infraestructura y servicios, el coronel de Ingenieros Isa¨ªas Peral, de 58 a?os, que lleva 25 a?os destinado en la Casa, tiene su despacho en el vital centro de comunicaciones (el Rey exige estar comunicado e informado est¨¦ donde est¨¦), y el jefe de seguridad, el general de Infanter¨ªa Manuel Barr¨®s, de 57 a?os, en el opaco edificio de su servicio adyacente al anterior.

Barr¨®s es el empleado de La Zarzuela m¨¢s al¨¦rgico a las fotos; un gallego adusto, enjuto y con pinta de sabueso, que lleg¨® al palacio como oficial de escolta hace m¨¢s de 20 a?os y hoy se encarga de la protecci¨®n del Rey y de la familia. Su apret¨®n de manos es mortal. Durante 10 a?os fue el adjunto del anterior jefe de seguridad, el general Guillermo (Willy) Quintana Lacaci (hijo del general que par¨® el 23-F en Madrid y fue asesinado por ETA). Tras la marcha de este en 1999, fue nombrado responsable del servicio.

El servicio de seguridad del Rey es uno de los grandes secretos de Estado. Ni las altas esferas del Ministerio del Interior conocen su funcionamiento. Est¨¢ formado por alrededor de 300 personas al mando de 10 adjuntos del general Barr¨®s. Su segundo es un coronel de Infanter¨ªa, de 51 a?os. Los militares siempre han controlado la seguridad del Rey. Por debajo hay un comisario, tres jefes de la Guardia Civil asignados al Pr¨ªncipe (llevan a su lado toda su carrera) y otro coronel del instituto armado como responsable de la seguridad de la Reina.

Por encima de sus medios humanos y materiales, el poder del servicio de seguridad de la Casa reside (por ley) en su capacidad de solicitar tantas fuerzas de seguridad del Estado como sean necesarias para proteger al Rey. Lo explica un antiguo responsable: ¡°El jefe de seguridad de la Casa cuenta con todos los resortes de la seguridad del Estado; los puede requerir, coordinar y es el director operativo sobre el terreno. Puede pedir un helic¨®ptero, cortar un barrio, registrar las cloacas o solicitar un par de UVI m¨®vil. La seguridad de la Casa fue f¨¢cil hasta que los ni?os se hicieron mayores. Luego, cada uno empez¨® a hacer su vida, a salir, a viajar; se casaron y tuvieron hijos. Estar hoy destinado en seguridad es someterte a un estado de nervios permanente¡±.

El ¨²nico ¡®se?or¡¯ de todo el entramado de La Zarzuela es el Rey. Aqu¨ª no hay n¨²mero dos, ni siquiera el Pr¨ªncipe, aunque maneje toda la informaci¨®n y participe en la toma de decisiones. Manda el Rey. Sus hombres le conocen como el jefe; sus hijos, como el patr¨®n. Controla cada paso que se da en La Zarzuela. No es un jefe complaciente. Tiene un car¨¢cter temible. ¡°A veces no es tanto la bronca que te echa como esa mirada regia de reproche¡±, explica un exmiembro de la Casa. Un mal genio que se ha agudizado en los ¨²ltimos tiempos tras tres operaciones quir¨²rgicas y el tsunami Urdangarin. ¡°Se cabrea, aunque luego lo soluciona enseguida con una broma y un abrazo que te derrite¡±.

El Rey es el veterano del lugar. El m¨¢s viejo. Sus c¨®mplices de los primeros tiempos de La Zarzuela se jubilaron hace a?os. Se ha ido quedando solo. Rodeado de gente m¨¢s joven. Sigue mandando. Todos tienen claro que morir¨¢ con las botas puestas. Que ser¨¢ el Rey hasta el final. Por eso no fue una sorpresa que a finales del a?o pasado llamara a su lado como responsable de la Casa a Rafael Spottorno, de 67 a?os, un diplom¨¢tico que ya trabaj¨® en La Zarzuela como n¨²mero dos entre 1993 y 2002; un hombre del Rey, de su generaci¨®n y estilo; sin perfil pol¨ªtico, florentino, inteligente, resolutivo y con la enorme ventaja de que ha estado nueve a?os fuera de La Zarzuela, en la empresa privada (era director de la Fundaci¨®n Caja Madrid). ¡°Rafa se ha ventilado fuera y vuelve con ideas nuevas¡±, me dice un cercano.

Spottorno es la sombra del Rey, su consejero, su pararrayos; el hombre que ficha y firma los contratos, coordina la petici¨®n de informaci¨®n a los ministerios, prepara sus discursos y consens¨²a su relaci¨®n con la Presidencia del Gobierno. ¡°Esa funci¨®n es vertebral en el funcionamiento de la Corona, ya que tanto el Rey como el presidente cuentan con su legitimidad y tienen que convivir sin entrar en territorio del otro¡±, explica un miembro de la Casa. ¡°De la buena relaci¨®n del Rey con el presidente depende el papel de este en la vida p¨²blica. No es solo que se lleven mejor o peor, es que el presidente puede borrar del mapa al Rey o, por el contrario, darle un papel relevante, sobre todo a nivel internacional. Y lo mismo pasa con sus discursos. Y en ese encaje de bolillos La Moncloa-La Zarzuela es imprescindible el trabajo del jefe de la Casa¡±.

A finales del pasado mes de agosto, el Rey cit¨® a Spottorno en Marivent para decirle que le iba a nombrar jefe de su Casa. Spottorno ten¨ªa las ideas claras. Su programa de gobierno se basaba en la modernizaci¨®n, profesionalizaci¨®n y transparencia informativa de la Jefatura del Estado; su gesti¨®n como otra instituci¨®n y el refuerzo del papel pol¨ªtico y la presencia p¨²blica del Pr¨ªncipe. Adem¨¢s, sobrevolaban otras tres iniciativas que ya se hab¨ªan contemplado en el mandato de su antecesor, Alberto Aza, y se hab¨ªan congelado sine die: el desglose del presupuesto de gastos de la Casa (8,4 millones de euros), la concreci¨®n de un c¨®digo de conducta sobre los regalos que se reciben en La Zarzuela y la paulatina desaparici¨®n de las Infantas de las ceremonias del Estado. Una persona cercana a la Casa explica esa ¨²ltima iniciativa: ¡°Parec¨ªa l¨®gico que fueran apart¨¢ndose a un segundo plano teniendo en cuenta el precedente de las hermanas del Rey, las infantas Pilar y Margarita, que llevan una vida privada y ausente de la Jefatura del Estado; lo normal es que con Felipe VI sea lo mismo en su d¨ªa cuando llegue al trono, y era el momento de empezar. En cuanto a las cuentas, hab¨ªa una demanda entre la ciudadan¨ªa que hab¨ªa que satisfacer. Y el Rey y el Pr¨ªncipe estaban conformes en hacerlo¡±.

Spottorno tom¨® posesi¨®n el 30 de septiembre; su presentaci¨®n en sociedad fue en el desfile del 12 de octubre; dos d¨ªas m¨¢s tarde, el viernes 14, se reun¨ªa con todos los directores en Magnolias, les explicaba su hoja de ruta y animaba a que participaran en una tormenta de ideas sobre las potencialidades y debilidades de la Corona. Les anunci¨® que quer¨ªa hacer p¨²blicas las cuentas. Al final de la reuni¨®n se decidi¨® estudiar cu¨¢ndo y c¨®mo. Iba a ser antes de lo que se imaginaban. Tres semanas m¨¢s tarde estallaba el caso Urdangarin, con el registro judicial de la sede en Barcelona del Instituto N¨®os, que hab¨ªa presidido el yerno del Rey. A partir de aquel 8 de noviembre, los medios de comunicaci¨®n se lanzaron a informar de las irregularidades del marido de la infanta Cristina. El asunto se desbordaba. Llevaba seis a?os larv¨¢ndose. Estaba da?ando el prestigio de la Corona. Hab¨ªa que hacer algo. El Rey y el Pr¨ªncipe se reunieron con Spottorno, y el nuevo jefe sentenci¨® que hab¨ªa llegado el momento de recobrar la iniciativa siendo transparentes con las cuentas y cr¨ªtico con los negocios de Urdangarin. El Rey y el Pr¨ªncipe aceptaron. ¡°La Casa buscaba provocar dos efectos: uno, demostrar que se estaban adaptando a los tiempos, y otro, que Urdangarin nunca hab¨ªa recibido dinero de la Casa¡±, explica alguien que conoci¨® el proceso. El 12 de diciembre, Spottorno convocaba a los medios en la sala de reuniones de Magnolias y daba un golpe de efecto anunciando que las cuentas se har¨ªan p¨²blicas inmediatamente; iba m¨¢s all¨¢, descalificaba a Urdangarin, definiendo su comportamiento como ¡°poco ejemplar¡± y excluy¨¦ndole de la agenda de La Zarzuela. Iba incluso mucho m¨¢s all¨¢ al afirmar que en cuanto a la Infanta, ¡°ya se ver¨ªa¡±. El 28 de diciembre se presentaban las cuentas. Despu¨¦s de 30 a?os de penumbra, la opini¨®n p¨²blica ten¨ªa por fin conciencia de lo que ganaba el Rey: 292.752 euros al a?o; el Pr¨ªncipe, la mitad, y las mujeres de la Casa (la Reina, la Princesa y las Infantas), 375.000 euros a repartir. El Rey, el Pr¨ªncipe y Spottorno hab¨ªan logrado contener el primer foco del incendio. El futuro dir¨¢ si quedaban rescoldos.?

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Sobre la firma

Jes¨²s Rodr¨ªguez
Es reportero de El Pa¨ªs desde 1988. Licenciado en Ciencias de la Informaci¨®n, se inici¨® en prensa econ¨®mica. Ha trabajado en zonas de conflicto como Bosnia, Afganist¨¢n, Irak, Pakist¨¢n, Libia, L¨ªbano o Mali. Profesor de la Escuela de Periodismo de El Pa¨ªs, autor de dos libros, ha recibido una decena de premios por su labor informativa.

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