Humildad y humildad
No hay triunfo grande que dentro no lleve una derrota, como dice el profesor andaluz Emilio Lled¨®
Hay un tic de Javier Arenas, el candidato del PP a presidir Andaluc¨ªa, que llama la atenci¨®n. Una vez que tiene clara una idea, repite una palabra de la misma. Como para reiterar el n¨²cleo de lo que piensa.
En el ¨²ltimo tramo de la campa?a electoral que precedi¨® a la victoria amarga de su partido en los comicios de hace una semana, el l¨ªder de los populares andaluces repiti¨®, en ese ejercicio de reiteraci¨®n que le caracteriza, la palabra humildad como mantra de lo que iba a pasar en cuanto llegara al poder.
Finalmente parece que no va a tener que hacer ese ejercicio en el cargo de gobernante, sino que lo tendr¨¢ que asumir en el puesto de la oposici¨®n, algo que ni ¨¦l ni los suyos (?ni los contrarios!) se esperaban ni en la m¨¢s ins¨®lita de las pesadillas. Lo cierto es que as¨ª ha sido la cosa, y nos hemos quedado sin saber c¨®mo es, como humilde, el candidato Javier Arenas.
En todo caso, conviene darle a la moviola para verle c¨®mo establec¨ªa ¨¦l esa relaci¨®n con la humildad. En pol¨ªtica (y en todos los terrenos de la vida), cuando alguien habla bien de s¨ª mismo, es que quiere hincarle el diente al otro. Si yo soy humilde, es que el otro no lo es. Cuando Arenas empez¨® a anunciar sus prop¨®sitos de humildad, parec¨ªa como si alg¨²n asesor dispuesto a ayudarle en su camino al poder le hubiera soplado al o¨ªdo: ¡°Javier, humildad¡±. Y parec¨ªa (qu¨¦ sabe uno qu¨¦ hay en la mente humana) que el candidato hab¨ªa escuchado que ten¨ªa que apelar a la humildad diciendo que era humilde. Y ah¨ª, en mi humilde opini¨®n, residi¨® uno de los efectos que paralizaron el ascenso del aspirante. Pues es notorio que cuando uno quiere parecer humilde, lo primero que ha de hacer es no decir que lo es. Dime de qu¨¦ presumes y te dir¨¦ de qu¨¦ careces (o viceversa).
Arenas lleg¨® a la m¨¢s humilde de las victorias, es decir, a la derrota, y ahora se estar¨¢ preguntando por qu¨¦ no se habr¨¢ guardado la palabra
En ese tramo de su viaje infructuoso repiti¨® tanto Arenas que su trabajo al frente de la Junta iba ser manejado por la humildad que termin¨® convirtiendo ese mantra en el contenido de su programa. Hasta que un d¨ªa antes de que la gente se retirara a reflexionar grit¨® a la multitud que lo que hab¨ªa sobrado era soberbia y que ah¨ª estaba ¨¦l ¡°para llevar la humildad al poder¡±.
No pudo ser, quedar¨¢ in¨¦dita la humildad, que tendr¨¢ que ejercer, y lo har¨¢, sin duda, en otra esfera del poder estatal, cuyas puertas parece que ahora se le abrir¨¢n con la generosidad que su dedicaci¨®n merece. Pero en ese remache de la humildad hubo dos ¨²ltimas apariciones que el candidato tendr¨ªa que reprocharse y reprochar. Reprocharse ese balc¨®n abierto en el que fue acompa?ado por aquellos que quisieron convertir su victoria amarga en un triunfo heroico. Y reprochar a la secretaria general de su partido que alternara, en el balc¨®n cerrado de G¨¦nova, la sonrisa por ese triunfo heroico y el semblante que ella guarda para decir lo contrario de lo que sus labios pronuncian.
La cura de humildad es lo que hacemos en esta vida, en general, pues no hay triunfo grande que dentro no lleve una derrota, como dice el profesor (andaluz) Emilio Lled¨®. Hablando de humildad, Arenas lleg¨® a la m¨¢s humilde de las victorias, es decir, a la derrota, y ahora se estar¨¢ preguntando por qu¨¦ no se habr¨¢ guardado la palabra hasta hacerla aparecer m¨¢s en su semblante y menos en su boca.?
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