Cortesanos
Entre esas voces, c¨®mo no, ha habido las que piden revocar la Monarqu¨ªa como forma institucional de organizaci¨®n del Estado
Ahora que est¨¢ de moda la met¨¢fora, digamos que el Rey cogi¨® a muchos con el pie cambiado el mediod¨ªa en que pidi¨® perd¨®n.
Los que se quedaron con el pie cambiado fueron, mayormente, los que han aspirado siempre a la cortesan¨ªa, y vieron en esta oportunidad de su inmenso error la posibilidad de agarrarse a ¨¦l como a una bandera ardiendo.
El Rey les ha impedido iniciar siquiera la carrera. A los que defend¨ªan con el habitual gesto de ¡°pelillos a la mar¡± la sucesi¨®n de barbaridades que constitu¨ªa el hecho central (el jefe del Estado hab¨ªa estado de cacer¨ªa en ?frica persiguiendo elefantes, en tiempos de inmensa penumbra en su propio pa¨ªs), el equipo que rodea al Monarca en La Zarzuela (qui¨¦n sabe si su propio hijo tambi¨¦n, que es el heredero) lanz¨® una idea que no era inocente. Don Juan Carlos lee a diario la prensa, oye la radio y ve la televisi¨®n, ¡°y eso le viene muy bien¡±.
El entrecomillado es m¨ªo, pues la prensa (este peri¨®dico) en la que lo he le¨ªdo lo atribuye, no lo adjudica. Aun as¨ª, es evidente que ese mensaje quer¨ªa decir lo que dice en el mismo momento en que la cortesan¨ªa espa?ola se sub¨ªa al p¨²lpito para descalificar a aquellos que avisaban de que este hecho a la Monarqu¨ªa le estaba costando demasiado caro como para que no tuviera consecuencias.
La realidad tiene, en este caso y en todos los casos en que pesa y es grave, la potencia y la lentitud de un paquidermo, valga la redundancia. El elefante es ahora un s¨ªmbolo que va pegado a la corbata del Rey como uno de esos elefantes de trompa gacha que dicen que traen muy mala suerte. Y a don Juan Carlos no le quedaba otra (que dicen en M¨¦xico y en Argentina) que explicar el tama?o de su error, que en cierto modo es tambi¨¦n el tama?o del elefante.
Lo explic¨® seg¨²n la marca de la Casa, con la campechan¨ªa que antes se le celebraba y ahora se le reprocha. Lo siento mucho. No lo volver¨¦ a hacer m¨¢s. La resonancia de la c¨¦lebre canci¨®n sobre amores prohibidos (El jard¨ªn prohibido, recuerden) no le quita a la frase, dicha al borde mismo de la habitaci¨®n donde ha vivido la digesti¨®n civil del drama, el dramatismo institucional que tiene. La Monarqu¨ªa es la ¨²ltima instancia, la Jefatura del Estado, y si quien la encarna tiene que declarar la dimensi¨®n del oprobio que ¨¦l mismo ha causado, que se callen los cortesanos, que el asunto pesa mucho m¨¢s que el aire.
Se han levantado todo tipo de voces, adem¨¢s de las voces melifluas de la cortesan¨ªa. Entre esas voces, c¨®mo no, ha habido las que piden revocar la Monarqu¨ªa como forma institucional de organizaci¨®n del Estado. Uf. Como dec¨ªa aquel rector al que los estudiantes exig¨ªan que acabara con Franco, eso requiere ciertos tr¨¢mites. Entre los tr¨¢mites, el audaz Cayo Lara pide un refer¨¦ndum. Desenfunda muy r¨¢pido Cayo esa palabra, que tan malas resonancias extreme?as le guarda. Pero, en fin, la veda se abri¨® el s¨¢bado 14 de abril, precisamente, y no la abrieron ni Cayo ni los cortesanos, la abri¨® el propio Rey, que ahora ha detenido, provisionalmente, el recuento de sus desastres.
Ha de ser muy audaz la Monarqu¨ªa, ahora que ha puesto a buen recaudo a los cortesanos, para que este hecho por el que el Rey ha pedido perd¨®n no sea una factura que ya no se puede pagar a cobro revertido. jcruz@elpais.es
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