Somos unos irresponsables
El debate general de Presupuestos lleg¨® a lo bochornoso, casi a lo esperp¨¦ntico
En el momento en que m¨¢s arrecia la crisis econ¨®mica, la gran preocupaci¨®n de los espa?oles no parece ser la b¨²squeda de una soluci¨®n a sus muchos males. No, lo que m¨¢s nos excita es definir al culpable, al responsable de la situaci¨®n en la que nos encontramos. El espect¨¢culo del martes en el debate general de Presupuestos lleg¨® a lo bochornoso, casi a lo esperp¨¦ntico. En vez de tratar de facilitar acuerdos, una v¨ªa para favorecer un pu?ado de consensos m¨ªnimos entre las fuerzas pol¨ªticas, todas las energ¨ªas se centraron en buscar un chivo expiatorio al que endosarle la responsabilidad por lo que nos pasa. Para unos eran las comunidades aut¨®nomas; para otros, el Gobierno anterior o, en fin, el err¨¢tico rumbo de los recortes de Rajoy y su equipo. Y, se les nombre o no, los villanos habituales, la se?ora Merkel y los fantasmales mercados. Nadie hizo la m¨¢s m¨ªnima autocr¨ªtica, el culpable siempre es el otro. Lo m¨¢s fascinante es que, al parecer, quien nos va a resolver el problema va a ser tambi¨¦n alguien de fuera. Fran?ois Hollande, por supuesto. Como si fu¨¦ramos menores de edad sin el m¨¢s m¨ªnimo control sobre nuestro destino.
As¨ª visto, y ya que necesitamos saber imperiosamente qui¨¦n o qu¨¦ nos ha tra¨ªdo hasta aqu¨ª, tengo para m¨ª que el culpable es nuestra propia irresponsabilidad, la incapacidad para asumir las consecuencias de nuestros actos. Y a este respecto no nos libramos ninguno. En primer lugar, los pol¨ªticos. A lo largo del extenso ciclo de bonanza hemos alimentado una especie que, a falta de mejor t¨¦rmino, calificar¨ªa como la del ¡°pol¨ªtico pelota¡±. Su principal caracter¨ªstica consistir¨ªa en el permanente halago al ciudadano, en hacerle sentir que importa y, por tanto, en permitirle obtener todos sus caprichos, los que ped¨ªa y los que entend¨ªa que se le hab¨ªan de conceder para crearse clientelas fijas, un electorado fiel. Se abri¨® as¨ª una puja por ver qui¨¦n daba m¨¢s. Que hubiera dinero o no era ya una cosa secundaria. Lo importante era comparecer en las siguientes elecciones con todas las medallas puestas. Y hoy el resultado de esta subasta lo est¨¢n pagando los j¨®venes. Pueden desplazarse en AVE por la geograf¨ªa nacional, estudiar en su propia capital de provincia, pero si quieren empleo habr¨¢n de cruzar alguna frontera.
Luego est¨¢ la propia ciudadan¨ªa, encantada de verse ¨²nicamente como titular de derechos y sin ninguna obligaci¨®n; limitada a su papel de consumidora de servicios p¨²blicos, e indignada despu¨¦s cuando vino el ajuste. En parte tiene raz¨®n, no era eso lo que le hab¨ªan vendido, aunque hay que decir que tampoco hizo nada por ver qu¨¦ hab¨ªa detr¨¢s de tantos cantos de sirenas. Como bien dec¨ªa el profesor Del ?guila, ¡°cuanto m¨¢s se aleja el individuo del ciudadano, cuando m¨¢s dejamos de lado los deberes, incluyendo el deber de pensar o juzgar pol¨ªticamente las situaciones, m¨¢s infantiles nos volvemos¡±. Y ese sujeto infantilizado se embarc¨® tambi¨¦n en una org¨ªa consumista de hipotecas y coches de alta gama. Siempre a cr¨¦dito, por supuesto. Y aqu¨ª entran, claro, los que ahora vemos como los m¨¢s mezquinos, los banqueros. Porque, como todos los seductores, pierden su inter¨¦s por la presa una vez obtenida y buscan afanosamente otra sobre la que descargar su codicia. Ahora siguen siendo un problema, ya que a sus dirigentes les parece interesar m¨¢s la conservaci¨®n del poder en sus entidades que su saneamiento efectivo, aunque de eso no se hable. Y podemos incluir tambi¨¦n a los medios de comunicaci¨®n, que no hicieron la pedagog¨ªa adecuada y porfiaron en pintarnos una realidad de Alicia en el pa¨ªs de las maravillas.
Lo que quiero decir es que un pa¨ªs no puede endeudarse al ritmo en el que vinimos haci¨¦ndolo sin que, por la causa que fuere, todos seamos responsables. Mientras sonaba la m¨²sica, segu¨ªamos bailando. Ahora se acab¨® la fiesta y hemos de refrenar nuestros impulsos cainitas, arremangarnos y empujar en la misma direcci¨®n. Si nos hundimos, nos hundimos todos, hasta el que viaja en primera. Hemos de mirar hacia adelante, no hacia atr¨¢s, y dise?ar un proyecto com¨²n, unos objetivos compartidos; abandonar tanto el ensimismamiento tecnocr¨¢tico del recorte como fin en s¨ª mismo, sin modelo que lo sustente, como los simplismos populistas. Necesitamos enhebrar un nuevo relato de lo que queremos y podemos ser. Y las actitudes tambi¨¦n cuentan. Basta ya de lamentos, de acusaciones retrospectivas y de tanta depresi¨®n colectiva y pasemos a la acci¨®n. Recuperemos de una vez el sentido de la responsabilidad que perdimos entre tanta enso?aci¨®n de ni?os malcriados.
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