Rajoy frente a Belmonte
El presidente reh¨²ye la valent¨ªa y la libertad del sentimiento ante un enemigo poderoso
Mariano Rajoy se anunciaba en los carteles cuando a¨²n no hab¨ªa tomado la alternativa en las elecciones que le llevaron a la Presidencia del Gobierno, como si fuera Juan Belmonte, al que llamaron El Pasmo de Triana. Ten¨ªa gran entusiasmo por las cat¨¢strofes que nos asolaban, convencido de que acortaban la distancia que le separaba de La Moncloa. Mostraba impaciencia permanente por la convocatoria de elecciones y parec¨ªa convencido de que, arrumbado por el viento de la crisis, llegar¨ªa a la playa de La Moncloa. Nuestro ¨²nico problema ten¨ªa nombre propio, el de su antecesor Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. Su llegada supondr¨ªa la recuperaci¨®n de la confianza en nuestro pa¨ªs, bajar¨ªa la prima de riesgo, vendr¨ªan los inversores, cantar¨ªan los pajaritos y se disipar¨ªan las nubes. En todo caso, nadie le oblig¨® a continuar en la carrera y fueron muchos los que intentaron su desistimiento, pero a toda costa quiso persistir.
Pero, una vez presidente del Gobierno, parece instalado en la fatalidad. Se desdice de todas las promesas, insiste en que le disgustan las medidas que adopta, y contin¨²a impasible adopt¨¢ndolas en su caminar por la v¨ªa de la amargura trazada por la canciller Angela Merkel, en quien tiene puestas todas sus complacencias. Es decir, Rajoy rehuye la valent¨ªa y la libertad del sentimiento ante un enemigo poderoso, una manera de renunciar tambi¨¦n al estado victorioso que podr¨ªa glorificarle, conforme nos tiene advertidos el fil¨®sofo. Se pliega a la cartilla m¨¢s elemental, a diferencia de Belmonte, que rompi¨® las reglas de Pepe Hillo. Su principio era el de que ¡°si viene el toro, te quitas t¨²; si no te quitas t¨², te quita el toro¡±. Mientras que Belmonte afirmaba, por el contrario: ¡°Me pongo en el terreno del toro, y ni me quito yo ni me quita el toro¡±. Claro que para poder hacer eso, subraya Manuel Arroyo (v¨¦ase Una tauromaquia a lo Wittgenstein), ¡°oblig¨® al toro a cambiar su recorrido y cambi¨® as¨ª la geometr¨ªa y el lenguaje del toreo¡±. Ese nuevo modo de ejecutar las suertes potenci¨® la emoci¨®n del toreo. Emoci¨®n tr¨¢gica, porque parec¨ªa que le iba a coger, y emoci¨®n est¨¦tica, que pon¨ªa en pie las plazas.
En definitiva, si Rajoy repasara el Tractatus, cuyo autor se ha citado m¨¢s arriba, confirmar¨ªa que ¡°si el mundo tiene un sentido, est¨¢ fuera de ¨¦l¡±, y si se acercara a la situaci¨®n que le acosa, concluir¨ªa de modo an¨¢logo que si Europa tiene un sentido, est¨¢ fuera de ella. Recordemos que Roma veduta, fede perduta, mientras que a miles de kil¨®metros los misioneros ofrecen un ejemplo de entrega admirado. As¨ª, todos los emergidos y emergentes comparten la aspiraci¨®n de vivir como europeos, con un c¨®digo de derechos y libertades y un sistema de protecci¨®n social, sanidad y educaci¨®n p¨²blica equiparable. Esa es una de las coordenadas fundamentales de la primogenitura europea, cuya existencia se pone en duda, ahora, cuando los dem¨¢s pensaban que al encaminarse por esa senda se ir¨ªan acercando al progreso. Somos los europeos quienes cambiamos de ¨®ptica y de sistemas de evaluaci¨®n, decididos a desandar lo que ten¨ªamos avanzado para hacernos como chinos en aras de ser m¨¢s competitivos. En lugar de buscar la ventaja de europeizar China, adoptamos un nuevo empe?o bajo la divisa de achinar Europa, como qued¨® dicho aqu¨ª el martes pasado.
Nuestro Felipe II, en un delirio de serenidad autocompasiva, dijo aquello de que no hab¨ªa enviado su escuadra a luchar contra los elementos. Pero los elementos no discriminaban la bandera de los nav¨ªos porque, como el sol, afectaban a justos e injustos. Ahora tampoco le cabe al presidente Rajoy escudarse en el fatalismo de la herencia o de la inclemencia de la crisis nunca vista. Le corresponde reaccionar con el m¨¢s exigente ejercicio del liderazgo. Un repaso al ejercicio del mando, tal como es descrito en el t¨ªtulo cuarto de las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas, podr¨ªa servirle de pauta. All¨ª se dice que la condici¨®n esencial del que ejerce el mando es su capacidad para decidir; que su acci¨®n m¨¢s eficaz se logra por el prestigio, la exaltaci¨®n de las fuerzas morales y la manifiesta preocupaci¨®n por sus subordinados.
Tambi¨¦n que el prestigio del mando es fruto de su entrega, entereza moral, competencia y ejemplaridad; que la responsabilidad por el ejercicio del mando no es renunciable ni compartible y que en su desempe?o nadie podr¨¢ excusarse con la omisi¨®n o descuido de sus subordinados o, cabr¨ªa a?adir, de sus predecesores. Adem¨¢s, por ejemplo, las Ordenanzas se?alan que quien ejerza el mando ejercer¨¢ su autoridad con firmeza, justicia y equidad, evitando toda arbitrariedad, procurando ser graciable en cuanto pudiere y promoviendo un ambiente de responsabilidad, interior satisfacci¨®n y mutuo respeto. ?Alguien nos explicar¨¢ por qu¨¦ los de Bankia no han salido con las manos en alto? Veremos.
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