¡°No es f¨¢cil aceptar la tragedia de que has destruido tu vida y la de otros¡±
Faranda particip¨® ayer en el Congreso sobre Memoria y Convivencia organizado en Euskadi
En Italia hubo disociados. Aqu¨ª existe un peque?o grupo conocido como los presos de la v¨ªa Nanclares. Ambos, los unos reclusos de las Brigadas Rojas y grupos cercanos que causaron una cincuentena de muertos y un millar de heridos entre los a?os setenta y ochenta; y los otros, internos de ETA, comparten el rechazo de la violencia como m¨¦todo para alcanzar objetivos pol¨ªticos y la autocr¨ªtica del pasado. Pero hay m¨²ltiples y fundamentales diferencias entre ambos tipos de terrorismo, los dos procesos de final de la violencia y el grado de control de la organizaci¨®n sobre los presos.
A pesar de todo, los caminos individuales de la desvinculaci¨®n guardan algunas similitudes, como muestra la experiencia de Adriana Faranda (Tortorici, Sicilia, 1950), exmiembro de las Brigadas Rojas y parte del comando que secuestr¨® y asesin¨® al primer ministro italiano Aldo Moro, en 1978. Su discurso, y sus recuerdos, pasan por algunos elementos centrales del debate sobre el final de la violencia de ETA: el perd¨®n, el da?o, los encuentros con v¨ªctimas, los debates dentro de las c¨¢rceles o los requisitos para la reinserci¨®n.
Faranda particip¨® ayer junto a Giorgio Bazzega, cuyo padre fue asesinado por las Brigadas Rojas, en el Congreso sobre Memoria y Convivencia organizado por el Gobierno vasco y que clausuran hoy el ministro del Interior, Jorge Fern¨¢ndez, y el consejero Rodolfo Ares. La exbrigadista habl¨® con EL PA?S sobre su propia experiencia y la de sus compa?eros y sobre c¨®mo la disociaci¨®n ¡ªmodelo que inspir¨® la v¨ªa Nanclares¡ª dinamit¨® desde dentro la continuaci¨®n de la violencia y foment¨® la asunci¨®n de responsabilidades individuales sobre el da?o causado.
Faranda iba a compartir mesa con Carmen Gisasola, disidente de ETA recluida en la prisi¨®n de Zaballa (?lava). No pudo acudir porque el Ministerio del Interior se opuso, al igual que desaconsej¨® la presencia de Jos¨¦ Luis ?lvarez Santacristina, Txelis, en unos cursos de verano de la Universidad del Pa¨ªs Vasco. Por las v¨ªctimas, se argument¨®. Faranda discrepa de esta decisi¨®n: ¡°En Italia ocurri¨® algo similar. Se nos acus¨® de protagonismo, como si fuera una ventaja para nosotros hablar p¨²blicamente. Pero nunca fue algo positivo. Cada exposici¨®n ha implicado consecuencias en el plano familiar, laboral, con los amigos... Cuando lo hacemos, es solo para llevar adelante un discurso en el que creemos: el abandono de la violencia y una cr¨ªtica radical a las elecciones del pasado. La participaci¨®n en actos p¨²blicos de quien ha madurado en sus posturas de autocr¨ªtica es muy importante porque puede amplificar el fen¨®meno¡±. Coincidi¨® con esta postura Bazzega, v¨ªctima de las brigadas, ayer en la mesa redonda.
Faranda comenz¨® a discrepar sobre el uso de la violencia antes de su arresto. Se pronunci¨® en contra del asesinato de Aldo Moro. Un a?o despu¨¦s fue detenida y condenada a cadena perpetua. Dentro de la c¨¢rcel, particip¨® en los debates internos que dieron lugar a la disociaci¨®n, ¡°movimiento que surgi¨® como alternativa a la figura del ¡®arrepentido¡¯, que exig¨ªa delatar a compa?eros¡±, explica. ¡°Lo que nosotros propon¨ªamos era otra cosa: el abandono de la violencia y la asunci¨®n de las responsabilidades civiles dentro de un proceso de reflexi¨®n compartida¡±.
¡°Las autoridades fueron r¨¢pidas e inteligentes y aprovecharon lo que estaba sucediendo¡±, prosigue. ¡°Crearon las ¡®¨¢reas homog¨¦neas¡¯ en las que grupos de presos pudimos reflexionar y debatir, elaborar documentos y llevarlos a las dem¨¢s c¨¢rceles para multiplicar los ¨¢mbitos de debate. Tambi¨¦n acud¨ªan pol¨ªticos para hablar con los reclusos. Despu¨¦s llegaron las leyes [1986-1987] recogiendo el proceso¡±, a?ade. Acogerse a la norma implicaba una disminuci¨®n de la pena y mayores facilidades para obtener beneficios penitenciarios. Ella sali¨® de la c¨¢rcel en 1995.
En el caso espa?ol, la v¨ªa Nanclares la inici¨® el Gobierno socialista cuando ETA segu¨ªa activa. Se crearon unos itinerarios de reinserci¨®n que culminaban en la posibilidad de acogerse a beneficios penitenciarios cumpliendo los requisitos que recoge la ley para la libertad condicional: rechazo de la violencia, perd¨®n a las v¨ªctimas y pago de las responsabilidades civiles. Hay otro requisito: la ¡°colaboraci¨®n con las autoridades¡± ¡ªprecisamente aquel del que se prescindi¨® en Italia con la disociaci¨®n¡ª, sobre el que no existe una interpretaci¨®n un¨¢nime.
A la v¨ªa Nanclares se adhirieron apenas una veintena de presos de ETA de los m¨¢s de 500 que cumplen pena en Espa?a. La situaci¨®n en las c¨¢rceles, el control que ejerce el colectivo de presos sobre los internos y las circunstancias pol¨ªticas y sociales no tienen nada que ver con lo que ocurr¨ªa en la Italia de los a?os ochenta, cuando se comenz¨® con la disociaci¨®n. Y, una vez que ETA decret¨® el final de la violencia, el pasado 20 de octubre, ning¨²n recluso ha vuelto a moverse. Esperan una soluci¨®n colectiva.
¡°En Italia tambi¨¦n hubo quien exigi¨® una amnist¨ªa que no era posible. Pero otros optamos por la disociaci¨®n y el movimiento se extendi¨® r¨¢pidamente. Se daban las condiciones para ello. Aunque nunca es una reflexi¨®n f¨¢cil aceptar que has destruido tu propia vida y la de otros, que has seguido el camino err¨®neo¡±, reflexiona. ¡°Es una tragedia. Y es complicado hacerlo solo. Estar juntos era muy importante¡±.
La b¨²squeda del grupo, el formar un peque?o colectivo cr¨ªtico que se vaya ampliando, es algo que tambi¨¦n ha buscado la mayor¨ªa de los presos de Nanclares. Han promovido talleres en los que debatir entre ellos y con el exterior, y propuesto que se extiendan a otros presos. Y piden un mayor apoyo de las autoridades, el que s¨ª recibieron los exbrigadistas. En este caso, la historia del final est¨¢ a¨²n por escribir, y todo apunta a que va a ser un camino complicado.
Como tantos otros, Faranda dej¨® a su hija en manos de su familia para integrarse en las brigadas. Consider¨® que era prioritario atender sus obligaciones dentro de la organizaci¨®n. Ahora esa ni?a tiene casi 40 a?os. ?C¨®mo se lo explica? ¡°No se puede. Sufri¨® un abandono por mi parte y eso es algo terrible. Es tambi¨¦n una v¨ªctima de mis elecciones. Hubo una temporada en la que ni siquiera quer¨ªa que le explicara nada porque rechazaba ese periodo de mi vida. Ahora ya hemos hablado, pero intentamos dar m¨¢s valor al ahora que al ayer¡±.
Otra de sus experiencias vitales, una de las m¨¢s importantes, se est¨¢ llevando a cabo tambi¨¦n con presos de ETA: los encuentros con las v¨ªctimas. En Espa?a han sido impulsados por un programa del Gobierno y a trav¨¦s de mediadores. En Italia fue cada miembro de las brigadas y grupos cercanos el que busc¨® a sus v¨ªctimas. A veces, a?os despu¨¦s de salir de la c¨¢rcel. Ella se ha encontrado con varias; entre ellas, las hijas de Aldo Moro, una de las cuales escribi¨® una carta que ayer ley¨® Faranda en el Congreso. ¡°Creo much¨ªsimo en el valor del encuentro. Para m¨ª fue una emoci¨®n muy intensa. Sal¨ª reforzada en el deseo de ir adelante en este recorrido y ver c¨®mo pod¨ªa reparar el dolor que hab¨ªa provocado¡±. Ayer, al acabar la mesa redonda, se fundi¨® en un abrazo con Bazzega, hu¨¦rfano desde los dos a?os por un asesinato de las Brigadas Rojas.
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