Guerreros de Ceuta
Rachid Wahbi aparc¨® el taxi 44 en abril para sumarse a la resistencia siria. Con sus vecinos Piti y Tafo, sigui¨® la ruta de la yihad que ya han transitado varios ceut¨ªes. Su viuda, Sanaa, relata a EL PA?S la transformaci¨®n de un hombre ¡°alegre y vital¡± en un luchador de la fe
Sanaa, de 24 a?os, alta y delgada, viste de blanco desde los pies hasta la cabeza. Cubre su cabello con un velo del mismo color que rodea su rostro fino y alargado. Calza unas sandalias, tambi¨¦n blancas, por las que asoman las u?as sin pintar. Todo es blanco como la nieve salvo sus ojos negros y apagados. Hace dos semanas recibi¨® la llamada de la muerte, una breve comunicaci¨®n de un amigo que le anunci¨® como un rel¨¢mpago el ¨®bito de su esposo, Rachid Wahbi, cuando luchaba con la resistencia siria contra las tropas de Bachar el Asad. Desde entonces viste de luto. ¡°Mustaf¨¢ me llam¨® por tel¨¦fono y me dijo: ¡®Rachid ha muerto¡¯. No me dio ning¨²n detalle para no hacerme sufrir m¨¢s. Me dijo que lo hab¨ªan enterrado por el rito musulm¨¢n. Un entierro como los que se hacen all¨ª en esas circunstancias¡±, explica sentada en la casa de sus suegros, en el coraz¨®n del barrio ceut¨ª del Pr¨ªncipe Felipe.
La casa, de unos 90 metros cuadrados, se encuentra en la falda de la monta?a y desde sus ventanas, donde cuelga la ropa al sol, se observa la frontera de El Tarajal y Castillejos, el primer pueblo de Marruecos. Rachid, de 33 a?os; su amigo Mustaf¨¢ Mohamed Layachi, alias Piti, de 30, y Mustaf¨¢ Mohamed, Tafo, de 24, viajaron en abril desde Ceuta hasta Oriente Pr¨®ximo para unirse a la resistencia siria y luchar en una guerra civil que ha causado ya m¨¢s de 14.000 muertos. En los barrios del Pr¨ªncipe y del Sardinero quedaron sus familias, sus hijos, el viejo taxi Mercedes blanco n¨²mero 44 propiedad de Rachid y la furgoneta Piaggio con la que hac¨ªa repartos Tafo, un joven alto, rubio y barbudo cuya esposa est¨¢ embarazada. Todos dijeron que se iban de viaje sin dar demasiadas explicaciones. No era la primera vez que desaparec¨ªan como por arte de magia. Sus familias aseguran que al principio no sospechaban nada. Otros cinco j¨®venes marroqu¨ªes de Castillejos tomaron la misma ruta y supuestamente dos de ellos han muerto en la yihad siria.
El sal¨®n de los padres de Rachid, una familia humilde que ha logrado sacar adelante a sus ocho hijos, seis mujeres y dos chicos, es amplio, luminoso y alegre. En las paredes de azulejos cuelgan dos bodegones, una mesa redonda de m¨¢rmol preside la estancia y en el largo asiento de piedra en forma de U y cubierto de cojines de colores se sientan dos de sus hermanas y la viuda. No hay adornos ni motivos religiosos. Sanaa cruza sus manos y asegura con una voz firme y tranquila que su marido falleci¨® a los pocos d¨ªas de entrar en Siria: ¡°Muri¨® el d¨ªa 1 de junio. Su amigo Mustaf¨¢ llam¨® a una persona de su confianza y le comunic¨® la noticia. Luego me llam¨® a m¨ª. Yo me qued¨¦ helada. Estuvo en Siria muy pocos d¨ªas. A lo mejor ni una semana. Durante el viaje, que dur¨® un mes y medio, comunicaba con nosotros por Messenger. Estuvieron en Turqu¨ªa bastante tiempo porque, al parecer, no consegu¨ªan entrar a Damasco. Cuando llegaron a Siria nos llam¨® por tel¨¦fono, pero no nos dio detalles de lo que hac¨ªan. No hablaba de ¨¦l, solo me preguntaba por m¨ª y por los ni?os. Le dije que volviera, que aquello era peligroso¡±.
Rachid viaj¨® para unirse a los rebeldes sirios junto a dos amigos. No era la primera vez que desaparec¨ªan de repente
La polic¨ªa cree que los tres ceut¨ªes viajaron a M¨¢laga y desde Madrid volaron hasta Estambul (Turqu¨ªa), donde contactaron con grupos yihadistas que les facilitaron la entrada en Siria y los contactos con la resistencia. Una simple nota marca el camino hacia la yihad: ¡°Al aterrizar en el aeropuerto de Damasco, coge un taxi y dile que te lleve a la zona de Al-Mayra. El coste ser¨¢ de 10 euros. All¨ª hay hoteles de diferentes precios. Escoge el m¨¢s adecuado y ponte en contacto con los hermanos Mohamed Chabo en este n¨²mero de Damasco 554 17 44¡±, dec¨ªa la cartulina con la que se trasladaban desde Catalu?a varios yihadistas que viajaron a Irak en oto?o de 2003. Rachid, Mustaf¨¢ y Tafo iban con unas instrucciones parecidas. Los servicios de informaci¨®n sospechan que militantes ceut¨ªes y marroqu¨ªes de la secta Takfir Wal Hijra (Anatema y Exilio), la m¨¢s clandestina del movimiento yihadista, les facilitaron las claves y el rumbo. En los noventa, la yihad en apoyo de los ¡°hermanos musulmanes¡± se hac¨ªa en Bosnia y Chechenia; luego, en Afganist¨¢n e Irak. Ahora, el campo de batalla est¨¢ en Siria.
¡ª ?Por qu¨¦ viaj¨® Rachid a Siria?
Le afectaba mucho ver las noticias de Siria. ¡®"Nadie va a hacer nada por los hermanos musulmanes?", dec¨ªa
¡ª Cuando ve¨ªa las noticias de Siria en la televisi¨®n, le afectaba mucho. ¡°?Es que nadie va a hacer nada por nuestros hermanos musulmanes?¡±, dec¨ªa. Yo tambi¨¦n lo he pensado alguna vez. Te daban ganas de hacer algo. Pero ?qu¨¦ se puede hacer? ?l sent¨ªa rabia, impotencia. Cuando ve¨ªa las torturas a los ni?os por los militares de El Asad, le entraban ganas de llorar. Aquello le hab¨ªa llegado al coraz¨®n. Era muy sensible. Pero nunca me imagin¨¦ que ir¨ªa all¨ª. ?l viajaba de vez en cuando a la Pen¨ªnsula a sus cosas, una o dos veces a buscar una pieza para el coche¡ ¡ªresponde Sanaa.
¡ª ?Es cierto que se ha inmolado matando a varios militares? ?Le dijo Mustaf¨¢ que su marido hab¨ªa muerto como un m¨¢rtir?
Rachid naci¨® y se crio en el barrio del Pr¨ªncipe, el barrio m¨¢s marginal de Ceuta. Nadie ha logrado ordenar su caos
¡ª No se ha inmolado. No es verdad que se suicidara. Cuando nos llamaban desde Siria, siempre dec¨ªan que volver¨ªan. No s¨¦ c¨®mo ha muerto ni d¨®nde. Su amigo no me dio ning¨²n detalle. ?C¨®mo se va a inmolar delante de sus amigos?
Cuando Sanaa termina su respuesta, la cabecita de una ni?a morena de pelo rizado y ojos negros asoma por una puerta al fondo del pasillo. Viste un traje de flores azul y corre sobre sus chanclas hasta los brazos de su madre. Tiene tres a?os. Ni ella ni su hermano de cinco saben que su padre ha muerto, que ha sido enterrado en una fosa com¨²n a miles de kil¨®metros de su casa junto otros combatientes a los que jam¨¢s hab¨ªa visto. En su presencia habla en presente, pero cuando se va conjuga sus respuestas en pasado. Se casaron hace seis a?os por el rito musulm¨¢n y por lo civil.
¡°Mi marido era una persona ejemplar y estoy orgullosa de ¨¦l. Eramos muy felices. No me importa que se diga que ha muerto combatiendo. Nunca le o¨ª un insulto contra nadie, jam¨¢s una mala palabra. Era un hombre alegre, vital, siempre con una sonrisa en la boca. No era violento ni radical. Est¨¢ sonriente hasta en el carn¨¦ de identidad¡±.
El taxi de Rachid lo lleva ahora el joven Ahmed: ¡°?Ha visto los v¨ªdeos de las torturas de Siria? Ah¨ª est¨¢ la respuesta¡±
Sanaa abre una cartera y muestra una fotocopia arrugada del DNI de Rachid. Al parecer, los tres ceut¨ªes viajaron a Siria con sus pasaportes y DNI. ¡°Jam¨¢s ha tenido una pelea. No ten¨ªa antecedentes penales. No encontrar¨¢ en Ceuta a una sola persona que hable mal de ¨¦l¡±.
¡ª ?Y su amigo Mustaf¨¢, el chico que le llam¨® para darle la noticia?
¡ª Mustaf¨¢ trabajaba con ¨¦l en el taxi. Son amigos de la infancia, jugaban juntos al f¨²tbol, rezaban juntos en la mezquita. De j¨®venes vivieron juntos. Tiene dos hijos de la misma edad que los nuestros.
¡ª Dicen que est¨¢ herido. Que recibi¨® varios tiros en las piernas.
¡ª Su mujer es mi amiga. Mustaf¨¢ le ha llamado varias veces dici¨¦ndole que est¨¢ bien. La ¨²ltima vez, hace pocos d¨ªas.
El taxi de Rachid lo lleva ahora el joven Ahmed: "?Ha visto los v¨ªdeos de las torturas de Siria? Ah¨ª est¨¢ la respuesta"
Sanaa define a su esposo como una persona recta, no fumaba, no beb¨ªa y no tomaba drogas. Era un apasionado de la pesca submarina: ¡°Nunca compraba pescado, le gustaba ir a la playa a por las doradas con su boya y su traje de buceo¡±. Todos los d¨ªas acud¨ªa a rezar varias veces a la mezquita ornamental de Las Caracolas, subiendo una empinada cuesta a cinco minutos andando desde su casa. Muchas veces de la mano de su hijo. ¡°Le gustaba leer libros religiosos. Sobre todo el Cor¨¢n. No le interesaba la vida mundana¡±, a?ade la viuda. Por la noche se juntaba con Mustaf¨¢ y un grupo de amigos en la cancha de f¨²tbol sala y hac¨ªan partidos bajo la luz de la Luna. Los focos suelen estar estropeados y en los alrededores de la cancha se acumula la basura.
La polic¨ªa investiga si acud¨ªa a Castillejos a las reuniones que varios j¨®venes takfiris organizaban en las casas de dos j¨®venes comerciantes del barrio de la Condesa, en el mercado de la Marcha Verde, muy cerca de la frontera de El Tarajal. ¡°Eran reuniones muy reducidas. Ve¨ªan v¨ªdeos sobre la yihad. Hab¨ªa tres grupos: el de Ceuta, el de Castillejos y otro de T¨¢nger¡±, asegura un dirigente musulm¨¢n que pide no ser identificado.
El Pr¨ªncipe, donde naci¨® y se crio Rachid, es el barrio m¨¢s marginal de Ceuta. Acoge a unas 12.000 personas y se levanta sobre una monta?a pr¨®xima a la frontera de Marruecos en la que se han construido en las ¨²ltimas d¨¦cadas miles de casas ilegales. Ning¨²n Gobierno ha logrado ordenar este caos urban¨ªstico que aprovechan las bandas de narcotraficantes para dirimir sus disputas a tiros y donde, en ocasiones, se recibe a pedradas a la polic¨ªa. El callejero de la ciudad aut¨®noma que preside Juan Jes¨²s Vivas (PP) es un buen reflejo: solo hay media docena de calles se?aladas con su nombre. El comisario europeo Pawel Samecki recorri¨® el barrio en 2009 y lanz¨® sorprendido una pregunta a las autoridades locales: ¡°?Por qu¨¦ se permite este tipo de construcci¨®n ca¨®tica?¡±.
Ceuta, de unos 80.000 habitantes, encabeza la tasa de paro juvenil de Europa con el 60%. Las cifras de fracaso escolar son tambi¨¦n r¨¦cord, un 38,8% no termina la ESO, pero en el Pr¨ªncipe se baten esas marcas. Un caldo de cultivo que facilita la radicalizaci¨®n, seg¨²n describen una y otra vez, desde hace una d¨¦cada, los informes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y la polic¨ªa. ¡°Sab¨ªamos que esto iba a pasar. No ha sido una sorpresa para nadie. Desde Ceuta hab¨ªan viajado antes j¨®venes a Afganist¨¢n e Irak. ?Por qu¨¦ no lo iban a hacer ahora a Siria? Este problema no es solo de seguridad, hay un componente de desarraigo social y marginalidad muy importante¡±, asegura un responsable de los servicios de informaci¨®n.
Cuando los norteamericanos invadieron Afganist¨¢n en 2001, tras los atentados del 11-S, en el centro de reclutamiento de los talibanes se descubrieron las listas de muyahidin que durante a?os se hab¨ªan entrenado en los campos de Al Qaeda. Entre los 25.000 voluntarios hab¨ªa 500 marroqu¨ªes. Ahora decenas de ellos se han sumado a la resistencia siria, seg¨²n fuentes de la DST, servicio de seguridad de Marruecos. Y en la marea han arrastrado a j¨®venes ceut¨ªes como Rachid, Mustaf¨¢ y Tafo.
No es f¨¢cil localizar el taxi n¨²mero 44 que conduc¨ªa Rachid por los barrios perif¨¦ricos de la ciudad, un Mercedes blanco con asientos de cuero negro que rara vez aparcaba en las paradas del centro. La polic¨ªa investiga si su due?o lo vendi¨® antes de iniciar el viaje que le ha conducido hasta la muerte en Siria. Creen que pudo dejar el dinero a su familia sabiendo que no regresar¨ªa. La familia lo niega. Una licencia en Ceuta, donde operan un centenar de veh¨ªculos, cuesta m¨¢s de 200.000 euros. El muyahid ceut¨ª sol¨ªa conducirlo de noche, aunque varios de sus colegas aseguran que desde hac¨ªa tiempo lo hab¨ªa alquilado a su amigo Mustaf¨¢ y a otro joven. Les daba el 40% de la recaudaci¨®n. El pasado mi¨¦rcoles lo guiaba Ahmed, un joven de 25 a?os. ¡°Me han dado esta oportunidad y no pod¨ªa rechazarla. Saco unos 20 o 30 euros diarios. ?Que por qu¨¦ se march¨® Rachid? Nadie se lo imaginaba. Era una persona muy familiar y comprometida con los pobres. ?Ha visto usted los v¨ªdeos que hay en YouTube sobre las matanzas y torturas en Siria? ?Ha visto el del ni?o atado al que los militares le dan cargas en la barbilla? ?Y el del hombre enterrado hasta la cabeza al que luego se la cubren con tierra? Ah¨ª tiene la respuesta¡±, dice el conductor mientras aparca el veh¨ªculo en un peque?o caf¨¦ situado frente al mar, a tiro de piedra de la frontera de Benz¨². ¡°El Pr¨ªncipe se ha quedado bloqueado. Todo el mundo est¨¢ conmocionado¡±, afirma mientras sorbe un vaso de t¨¦. ¡°Hay gente a la que se la ve venir, pero a este no¡±, asegura Aiub, un joven taxista de 20 a?os que trat¨® con el muerto.
En la barriada del Pr¨ªncipe Felipe, las calles se vac¨ªan por la tarde. Hace 30 grados y las persianas de las viviendas est¨¢n bajadas. Algunos ni?os juegan al bal¨®n o charlan apoyados en los coches aparcados en la sombra. Carmen, una de las pocas cristianas del barrio, atiende su ultramarinos. Desde su mostrador de madera se observa la vivienda en la que viven los padres de Rachid. ¡°Llevo aqu¨ª 50 a?os y todo el mundo me quiere y respeta. Conozco a este chico desde ni?o. Era bueno, no me explico lo que le ha pasado¡±, dice. Una ni?a de unos 15 a?os entra a comprar un helado.
¡ª ?Conoc¨ªas a Rachid?
¡ª No, pero Tafo, otro de los chicos que se march¨®, es mi primo. Mis t¨ªos no saben nada de ¨¦l. No saben si est¨¢ vivo o muerto. Est¨¢ casado, y su mujer, embarazada.
Al atardecer, la mezquita de Las Caracolas llama a la oraci¨®n y grupos de j¨®venes caminan despacio por la cuesta que conduce al templo. Frente al minarete adornado de noche con luces verdes se observa el mar como un plato, y al fondo, Marruecos. Tarek, cu?ado de Rachid, habla en ¨¢rabe y espa?ol al periodista. ¡°Mire, no era un terrorista. Se fue a ayudar a sus hermanos musulmanes. Es una persona como usted y como yo. ?Usted tiene hijos? ?l tambi¨¦n y se fue. Vale como m¨¢s de cien de ellos¡±.
¡ª ?Y su mujer y los ni?os? Tienen solo cinco y tres a?os.
Sufian, otro joven amigo del muerto, oye la pregunta y la responde ¨¦l.
¡ª El Cor¨¢n dice que ir¨¢ al cielo porque ha muerto como un m¨¢rtir. Se llevar¨¢ a sus hijos. Al menos se los llevar¨¢ con ¨¦l. En Siria est¨¢n matando y torturando a otros ni?os. ?l ha ido a ayudar. Rachid siempre ayudaba a los m¨¢s necesitados del barrio. En la fiesta del cordero lo regalaba a los que no pod¨ªan comprarlo. Estaba muy comprometido con la religi¨®n y con los dem¨¢s. Si alguien te habla mal de Rachid es porque es confidente o chivato de la polic¨ªa. ?Lo entiendes?
Abdelaziz, de 41 a?os, vecino del barrio, va a¨²n m¨¢s lejos: ¡°No todo el mundo dejar¨ªa a su familia como ha hecho ¨¦l, pero despu¨¦s de ver lo que hace el r¨¦gimen de Al Asad, yo tambi¨¦n lo har¨ªa. Solo me falta valor¡±.
La mezquita de Las Caracolas est¨¢ controlada por la Uni¨®n de Comunidades Isl¨¢micas de Espa?a (UCIDE), que en Ceuta representa Laarbi Mateeis, dirigente del movimiento Jamaat Tablighl. All¨ª se ha rezado por Rachid. Treinta de las 32 mezquitas de la ciudad est¨¢n controladas por este grupo rigorista que predica la paz, pero del que han surgido en ocasiones terroristas como el egipcio Mohamed Atta, que dirigi¨® a los suicidas del 11-S. Todas las mezquitas ceut¨ªes tienen imanes marroqu¨ªes y la mayor¨ªa est¨¢n pagados por el Ministerio de Asuntos Religiosos de ese pa¨ªs. Mateeis, funcionario del Ayuntamiento de Ceuta, es rotundo en su condena: ¡°Estos chicos est¨¢n equivocados. El Cor¨¢n no permite la yihad salvo en defensa propia. Ninguna mujer puede aceptar que su marido vaya a una guerra como esa por muchas barbaridades que se est¨¦n cometiendo all¨ª. Creo que han sido empujados por las redes de los takfiris, aunque los de aqu¨ª no pertenec¨ªan a ese grupo¡±.
El grupo Takfir Wal Hijra est¨¢ implantado en Espa?a. Es un selecto y exclusivo club del odio, el movimiento m¨¢s clandestino del yihadismo, que desprecia a los musulmanes que no piensan como ellos, permite robar a los infieles y disfrazarse para no despertar sospechas de los servicios de inteligencia. No ven la televisi¨®n porque es pecado, obligan a sus mujeres a taparse y rezan a solas en el monte. ¡°No ten¨ªa contacto con radicales¡±, afirma Sanaa, la mujer de Rachid.
Nadie cree que los tres yihadistas ceut¨ªes viajaron a Siria por iniciativa propia, solos y sin la carta de contactos, tel¨¦fonos y rumbo que durante a?os ha marcado el camino a otros hasta Bosnia, Chechenia, Afganist¨¢n o Irak. A cinco minutos en coche de la casa de Rachid y Mustaf¨¢, en lo alto del Pr¨ªncipe, reside Hamed Abderram¨¢n, Hmido, de 37 a?os, el talib¨¢n ceut¨ª que entren¨® en un campo afgano de Osama bin Laden, y fue detenido y entregado a los norteamericanos, que lo confinaron en Guant¨¢namo hasta su puesta en libertad. A Hmido lo envi¨® el sirio Imad Eddin Barakat, Abu Dahdah, jefe de Al Qaeda en Espa?a, que cumple pena en prisi¨®n. Sus hermanos Mustaf¨¢ y Yusef acaban de ser absueltos por la Audiencia Nacional tras permanecer a?os en prisi¨®n. La polic¨ªa les acus¨® de preparar varios atentados. El marroqu¨ª Lachen Ikasrrien, de 45 a?os, expreso en Guant¨¢namo y residente en Madrid, que fue tambi¨¦n detenido en Afganist¨¢n en 2001, recalca: ¡°Para ir all¨ª tienes que ir dirigido por alguien¡±.
La penetraci¨®n del salafismo en Ceuta y Melilla es una evidencia. Javier G¨®mez Berm¨²dez, el juez que presidi¨® el juicio del 11-M, confes¨® a las autoridades norteamericanas que un ataque en estas ciudades podr¨ªa ocurrir en cualquier momento, pero les advirti¨® de las dificultades: ¡°De cada tres personas que encuentras all¨ª, una es militar, otra polic¨ªa y la tercera esp¨ªa¡±, lleg¨® a decir. Una exageraci¨®n a juzgar por las dificultades que tienen los servicios para conseguir informaci¨®n en los barrios musulmanes que agrupan a casi la mitad de la poblaci¨®n.
En su casa, Sanaa, la joven viuda de blanco, parece tranquila, pero no oculta su pesar: ¡°No he asimilado a¨²n lo que ha pasado. Estoy destrozada por el dolor. Tengo que salir adelante por mis hijos. Su recuerdo y ellos es lo mejor que me ha dejado Rachid¡±.
La peque?a ha vuelto al sal¨®n y se acurruca en silencio entre las piernas de su madre.
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