El buen maestro Gregorio
El padre de la Constituci¨®n es un referente acad¨¦mico y humano para una generaci¨®n de juristas Peces-Barba deja una profunda huella en la Universidad Carlos III de Madrid, que fund¨® en 1989 ¡°Dec¨ªa: hay que luchar, hay que manifestarse¡±, recuerda un disc¨ªpulo, sobre la subida de tasas
Manoseado y amarillento por el paso del tiempo, un ejemplar de Introducci¨®n a la Filosof¨ªa del Derecho, manual escrito por Gregorio Peces-Barba publicado en 1983, descansa en una estanter¨ªa de la biblioteca de la Universidad Carlos III en Getafe (Madrid). El libro est¨¢ subrayado con l¨¢piz, anotado, trabajado a conciencia. El prefacio dice: ¡°De la pr¨¢ctica jur¨ªdica como abogado y tambi¨¦n de la lucha por la Democracia saqu¨¦ una experiencia que fortaleci¨® mi vocaci¨®n universitaria, y tambi¨¦n una confirmaci¨®n de la necesidad de una filosof¨ªa jur¨ªdica y pol¨ªtica humana y de una sociedad donde los hombres pudiesen vivir libres y en paz. Esa utop¨ªa ha sido siempre el motor ¨¦tico que explica los fundamentos de mi vocaci¨®n como profesor¡±. Unas p¨¢ginas m¨¢s adelante, la dedicatoria: ¡°A mis disc¨ªpulos, con afecto¡±.
Las dos declaraciones tienen algo de la esencia de Gregorio Peces-Barba. Por un lado, su vocaci¨®n por la ense?anza y su lucha por la libertad. Por otro, su dimensi¨®n humana, que tantos se?alan. Porque el Peces-Barba que muri¨® ayer a los 74 a?os en Asturias es, adem¨¢s del padre de la Constituci¨®n y el expresidente del Congreso, el profesor de Filosof¨ªa del Derecho, el maestro que amaba la docencia y el fino jurista. Tambi¨¦n es el fundador de la Universidad Carlos III de Madrid, su orgullo¨Cjunto a la Constituci¨®n¨C que dirigi¨® como rector durante 18 a?os y que quiso construir a imagen de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza. Hasta hace apenas unos meses segu¨ªa impartiendo clase en sus aulas. Estaba jubilado desde 2008.
De lo que m¨¢s orgulloso se sent¨ªa es de haber construido una universidad p¨²blica en el cintur¨®n obrero de Madrid
La huella de Peces-Barba en el centro universitario del sur de Madrid est¨¢ presente en cada esquina. Aunque es una huella que no es f¨ªsica ¨Cexceptuando esos manuales que pueblan la biblioteca¨C: lejos de buscar personalismos, el profesor apenas aparece en un modesto cuadro en el club de los docentes. Su legado anda m¨¢s bien por los pasillos de la universidad; es una generaci¨®n de grandes juristas especializados en los derechos humanos que ahora ha perdido a su referente. Cuatro de ellos, esos disc¨ªpulos a los que el exrector dedicaba su manual, part¨ªan ayer por la ma?ana de Madrid a Oviedo para verle cuando les sorprendi¨®, a punto de salir, la noticia de su muerte. ?ngel Llamas, profesor de Filosof¨ªa del Derecho, hab¨ªa estado casi treinta a?os a su vera: ¡°Nos deja hu¨¦rfanos acad¨¦mica y humanamente¡±.
Los cuatro decidieron permanecer juntos, en la casa de uno, en un duelo com¨²n. Hacia su maestro sienten una profunda admiraci¨®n; han trabajado juntos durante d¨¦cadas. ¡°Ten¨ªa una conciencia cr¨ªtica, clarividente. A esa clarividencia intelectual se le a?ade la bondad. Gregorio ha perdonado muchas cosas, nunca se ha callado, ha sabido estar a la altura, tambi¨¦n para ser cr¨ªtico, incluso con los suyos. Ha sido l¨²cido hasta el final, ten¨ªa un componente ¨¦tico que tardaremos en valorar¡±, prosegu¨ªa Llamas. Su bonhom¨ªa era conocida, no parece un cumplido, coinciden muchos en se?alarla. En la universidad aseguran que llamaba por su nombre al catedr¨¢tico y al bedel. A ¨¦l le llamaban Gregorio. Algunos, de forma cari?osa, Peces. Otros, como Juantxu Rivas, que le dio de comer en la cafeter¨ªa de la Carlos III durante 19 a?os, prefer¨ªan don Gregorio. El camarero tambi¨¦n certifica su cercan¨ªa, su atenci¨®n. Dice que preguntaba por los hijos, por su madre, por cosas que le hab¨ªa contado hace a?os.
Ya no ver¨¢ terminada la obra en la que puso todo su empe?o: la historia de los derechos humanos en el mundo
En la boca tuvo siempre dos palabras, seg¨²n Javier Dorado, otro de sus disc¨ªpulos: libertad y dignidad. Inspirado por el derecho a la libertad que dirigi¨® toda su vida, fund¨®, en 1989, la Universidad Carlos III. ¡°?l quer¨ªa formar personas libres¡±, rememora Santiago Etreal, vicerrector del centro universitario desde el a?o 2000 hasta el 2006. ¡°Tuvo claro que la universidad era uno de los elementos m¨¢s importantes para una sociedad m¨¢s libre y m¨¢s democr¨¢tica¡±, a?ade en el que fue el despacho de Peces-Barba el actual rector de la Carlos III, Daniel Pe?a.
Instaur¨® como obligatorios cursos de humanidades en todas las titulaciones, incluso en las ingenier¨ªas, empe?o suyo en esa concepci¨®n de formaci¨®n integral del estudiante; eligi¨® hasta la distribuci¨®n de las fuentes del patio central del campus. La universidad fue una hija, la ni?a de sus ojos. ¡°De lo que m¨¢s orgulloso se sent¨ªa es de haber construido una universidad p¨²blica en el cintur¨®n obrero de Madrid¡±, apunta Dorado.
Ten¨ªa una conciencia cr¨ªtica, clarividente.? Gregorio ha perdonado muchas cosas, nunca se ha callado, ha sido cr¨ªtico incluso con los suyos
Su legado acad¨¦mico se llama derechos humanos. A su estudio y difusi¨®n dedic¨® su vida intelectual, suyas son dos instituciones que los promueven: la Fundaci¨®n Gregorio Peces-Barba y el Instituto Bartolom¨¦ de las Casas, el centro espa?ol m¨¢s relevante en la investigaci¨®n sobre los derechos humanos, en el que trabajan una treintena de investigadores. Este ¨²ltimo est¨¢ a punto de culminar una magna obra en la que Peces-Barba puso todo su af¨¢n: una historia completa de los derechos fundamentales en el mundo, que el jurista no ver¨¢ terminada. Los 15 vol¨²menes con trabajos de 180 profesores acabar¨¢n de publicarse el a?o que viene.
La libertad, la educaci¨®n, la dignidad. Los valores que guiaron la vida intelectual de Gregorio Peces-Barba le acompa?aron hasta el final. ¡°Hace solo unos d¨ªas habl¨¢bamos de que la subida de las tasas iba a dejar fuera de la universidad a muchos estudiantes¡±, cuenta su pupilo Javier Dorado. ¡°Estaba desencantado, dec¨ªa que se estaban perdiendo los derechos que los trabajadores hab¨ªan conseguido en un siglo y medio de lucha¡±. Hasta el final conserv¨® tambi¨¦n esa conciencia cr¨ªtica tan recordada: ¡°Dec¨ªa: hay que luchar, hay que manifestarse¡±.
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