Crisis, separatismo y racionalidad
Jam¨¢s en la historia, Catalu?a goz¨® del margen de autogobierno que disfruta ahora. Pero si hay que avanzar m¨¢s, av¨¢ncese
La manifestaci¨®n del 11 de septiembre en las calles de Barcelona ha generalizado una preocupaci¨®n sobre la que algunos analistas pol¨ªticos ven¨ªan alertando desde hace tiempo. La preocupaci¨®n no est¨¢ referida al libre ejercicio de expresi¨®n popular que tuvo lugar en la tarde de la Diada. Lo que preocupa es el sentimiento extendido de separatismo que se puso en evidencia durante aquel acto. Los que all¨ª se manifestaban, y eran muchos, ¡°sent¨ªan¡± probablemente que a los catalanes les ir¨ªa mejor si romp¨ªan amarras con el resto de los espa?oles.
Hay un reproche inicial que hacer, no a los que se manifestaron libremente, sino a los responsables de dar cuerpo pol¨ªtico a esa expresi¨®n. Merecen reproche los que mostraron ese camino a la ciudadan¨ªa como estrategia espuria para tapar sus faltas y para obtener rendimientos estrat¨¦gicos o electorales. Y merecen reproche tambi¨¦n quienes vieron venir el problema y fueron incapaces de reaccionar m¨¢s all¨¢ del menosprecio o la frivolidad. Es decir, se equivocaron los nacionalistas catalanes y se equivoc¨® el Gobierno de Rajoy. Y tantas equivocaciones van a costarnos caras.
?C¨®mo hemos llegado hasta aqu¨ª? Hay quienes siempre optaron por la independencia como conclusi¨®n de una reflexi¨®n honesta, pero nunca fueron muchos. Buena parte de los que ahora han promovido, han impulsado o se han apuntado a la corriente separatista lo han hecho para ofrecer a la sociedad catalana un ¡®pim-pam-pum¡¯ sobre el que descargar las frustraciones que conlleva la crisis. Los nacionalistas que gobiernan buscan desviar la atenci¨®n respecto a sus dificultades financieras y sus recortes. Los nacionalistas que no gobiernan pretender agitar el viejo espantajo victimista para recoger votos en unos eventuales comicios adelantados.
Adem¨¢s, con todo el respeto debido a la bandera independentista, da la sensaci¨®n de que algunos se apresuran a agitarla de manera oportuna como simple estrategia de presi¨®n ante el Gobierno de Espa?a. Muchos podr¨¢n sospechar que el nuevo fulgor independentista tiene algo que ver con el prop¨®sito de obtener ventajas en la negociaci¨®n pretendida para mejorar las finanzas de la Generalidad catalana. Y esto no ser¨ªa razonable. Primero, porque hace solo dos a?os que el separatismo catal¨¢n celebr¨® el vigente sistema de financiaci¨®n como ¡°el mejor de la historia de Catalu?a¡±. Y segundo, porque el camino de excitar los sentimientos de agravio sabemos d¨®nde comienza pero no d¨®nde puede terminar.
Rubalcaba y el PSC han interpelado bien al presidente Mas. Debe aclararnos a todos cu¨¢l es el sentido de sus reivindicaciones. ?Quiere un ¡°pacto fiscal¡± para mejorar las condiciones de la convivencia de Catalu?a en Espa?a? ?Quiere directamente el divorcio? ?O en realidad lo que quiere es amenazar con lo segundo para obtener lo primero? El juego que se traen entre manos es muy peligroso.
Lo parad¨®jico, con todo, es que unos y otros, presionadores y presionados, convergentes y populares, son firmes aliados, u?a y carne, en las pol¨ªticas de austeridad suicida y de recortes sociales brutales que se votan en los dos parlamentos: en el catal¨¢n y en el espa?ol. Solo 48 horas despu¨¦s de la ¡®diada¡¯, el partido nacionalista catal¨¢n sum¨® sus votos a los del PP en el Congreso de los Diputados para aprobar las condiciones anejas al rescate financiero. En la bandera territorial hay distingos. En la bandera ideol¨®gica son iguales.
Catalanes y espa?oles en su conjunto necesitamos de los representantes pol¨ªticos en este contexto de grave crisis econ¨®mica algo m¨¢s de racionalidad y algo menos de agitaci¨®n emocional, con todo el respeto a los sentimientos identitarios de cada cual, una vez m¨¢s. Y la racionalidad apunta a diferenciar y a no mezclar los problemas para hallarles soluci¨®n.
El sistema de financiaci¨®n vigente se negoci¨® entre el Estado y el Gobierno catal¨¢n en su momento, y se aprob¨® de mutuo acuerdo en el Consejo de Pol¨ªtica Fiscal. ?Hay que revisarlo? Rev¨ªsese, conforme a los principios constitucionales y estatutarios, para asegurar el soporte financiero preciso en la prestaci¨®n de servicios p¨²blicos. Ahora bien, no nos hagamos trampas con supuestas balanzas fiscales que conjugan datos parciales y que inducen a confusi¨®n porque, de hecho, son las personas las que tributan y no los territorios.
?Hay que revisar tambi¨¦n el encaje institucional de Catalu?a en Espa?a? H¨¢gase, aunque llevamos discutiendo de ello durante m¨¢s de 30 a?os y, a pesar de todos los avances objetivamente logrados, el nacionalismo catal¨¢n siempre mantiene como estrategia una reserva de inconformismo permanente. Nuestro Estado auton¨®mico supera en reconocimiento identitario, en descentralizaci¨®n de competencias y en autofinanciaci¨®n a algunos de los Estados llamados ¡°federales¡±. Jam¨¢s en la historia, Catalu?a goz¨® del margen de autogobierno que disfruta ahora. Pero si hay que avanzar m¨¢s, av¨¢ncese. Eso s¨ª, en el marco de la Constituci¨®n, que reconoce el derecho a la diferencia y a la autonom¨ªa, pero que pone coto al privilegio y a la insolidaridad.
Hay contenidos para ese debate. El papel del Senado, por ejemplo, o el funcionamiento mejorable de los consejos sectoriales y otros mecanismos de coordinaci¨®n entre administraciones. Y hay cauces para plantear estar cuestiones, bilaterales y multilaterales, como la pr¨®xima Conferencia de Presidentes.
Y si a pesar de toda la tarea anterior, se pretende mantener el debate sobre la independencia, ser¨¢ leg¨ªtimo, pero ser¨¢ tan anacr¨®nico como equivocado. La corriente de los tiempos empuja hacia la globalizaci¨®n de los retos y hacia la integraci¨®n de las respuestas institucionales. Cuando los mecanismos de la econom¨ªa se mundializan y los fen¨®menos sociales trascienden los Estados, los planteamientos reduccionistas y aut¨¢rquicos resultan absurdos. Mientras todos los europeos adquirimos conciencia de que solo juntos podremos salir adelante, tiene poco sentido que unos pocos de nosotros pretendan salvarse solos.
Tratemos este asunto, por tanto, con respeto y con racionalidad. Ev¨ªtense las interpretaciones de todos los problemas en clave de agravio nacional. Ren¨²nciese a los falsos argumentos del victimismo y ¡°la culpa la tiene Madrid¡±. Antep¨®ngase la racionalidad del di¨¢logo y el acuerdo sobre la agitaci¨®n de las emociones. Porque estos son tiempos de suma, y no de resta.
Rafael Simancas es secretario de Formaci¨®n del PSOE y portavoz del Grupo Socialista en la comisi¨®n de Fomento del Congreso. Este texto ha sido publicado en su blog.
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